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Cuando los «poderes democráticos» no cumplen con los ciudadanos

Fuentes: Rebelión

Lo que está pasando en Ferguson (Misuri) se podía haber evitado si el sistema hubiera funcionado de acuerdo con las reglas previstas del juego. Está claro que hubo una actuación policial con un ciudadano, en el que a éste último se le arrebató su vida ante unas sospechas; como casi siempre nos tienen acostumbrado en […]


Lo que está pasando en Ferguson (Misuri) se podía haber evitado si el sistema hubiera funcionado de acuerdo con las reglas previstas del juego. Está claro que hubo una actuación policial con un ciudadano, en el que a éste último se le arrebató su vida ante unas sospechas; como casi siempre nos tienen acostumbrado en ciertos lugares que impera la intolerancia por encima de lo que realmente es una sospecha y los protocolos que se pueden ir utilizando hasta la aplicación de la legitimada violencia por parte de quienes están encargados de ejercerla bajo el imperio de la ley. Aunque también existe otra razón la cual quiero descartar, como son las cuestiones raciales y de las que sorprendentemente muchos ciudadanos/as se han echado a las calles para condenar y reivindicar el lamentable suceso.

Según la prensa local de la zona donde se produjeron los hechos, los familiares, amigos, vecinos y en general los ciudadanos/as, lo único que querían era que se hiciera justicia y se «tomaran medidas» con el policía que ha estado implicado en la actuación. Hasta ahí todo es lo normal en un estado democrático, y donde los mandatarios deben de tranquilizar a la población y garantizar la paz y la buena armonía social.

Pero lamentablemente eso no ha sucedido, si no que ante la pasividad de los mandatarios y ante la oleada de ciudadanos/as que han salido a pedir responsabilidades, los mandatarios no han hecho eco de las reivindicaciones, y lo que han hecho es responderle a los ciudadanos/as a través de sus mecanismos de «autocontrol», o en otras palabras, utilizar a la policía para frenar sus protestas a través de la violencia legitimada. Es decir, que en vez de escuchar a los ciudadanos/as y, en conjunto llegar a un consenso social para amansar los ánimos de los ciudadanos/as, ha hecho todo lo contrario, crear el efecto llamado movimentólogo, donde los ciudadanos/as ante la incongruencia actuación de los mandatarios y el uso que ha hecho de sus poderes a través de la fuerza policial e incluso militar, ha reprimido y castigado ese derecho de los ciudadanos.

Algo que también nos tienen un poco acostumbrado en nuestro país, donde miles de ciudadanos/as salen a la calle para defender sus derechos laborales, sociales, etc., con el único objetivo de que sus reivindicaciones lleguen a los poderes democráticos y tome consciencia de las medidas legislativas a aplicar, las rectifiquen y escuchen las voces de los ciudadanos/as. Pero cuando los mandatarios entienden sólo sus intereses y miran para otro lado y no cumplen con los mecanismos de una democracia real, es no quieren entender que el pueblo soberano también participa en los asuntos del Estado, y no solamente cada cuatro años en vísperas de elecciones.

De manera que cuando al Estado no le interesa que la gente se meta en sus asuntos o piense demasiado, reprime sus derechos a la libertad, a la expresión, a la manifestación, a la participación, etc., a base de batallas campales en las calles, en los espacios públicos de todos/as los ciudadanos/as y utilizando para ello a la policía; esos familiares, vecinos, amigos, etc., que en la mayoría de los casos empatizan con los ideales del pueblo, con las inquietudes de que sus derechos también sean abolidos como el resto de los mortales, pero claro está, que cada miembro o colectividad se irá sumando a las reivindicaciones y al malestar conforme se vayan identificando y afectando con los problemas del entorno social, que al fin y al cabo lo sufren todos/as los trabajadores/as de las clases sociales más bajas y medias; como en su día ocurrió con la clase burguesa que fue reemplazada al proletariado por la nobleza.

Pero mientras llega ese consenso, la policía se convierte en el caballo de batalla de los ignorantes mandatarios que sólo persiguen sus propios intereses, en la mayoría de las veces a su antojo y sin importarle las vejaciones y humillaciones que sufren tanto policías y ciudadanos/as, claro está que ellos nunca saldrán a las calles a exigir sus derechos, porque no les hace falta. Y mientras tanto, la policía se enfrentará a los ciudadanos/as y entrando así en un conflicto de odio por culpa de quienes no cumplen con los valores esenciales de una democracia de un pueblo soberano, y lo que hacen es crear esa lucha que casi nunca lleva a ninguna parte. Porque como dijo Charles Caleb, «la guerra es un negocio en que suelen ganar los príncipes, pero que siempre pierde el pueblo».

Andrés López Pérez. Licenciado en Antropología Social y Cultural.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.