El triunfo de la revolución cubana de 1959, después de una larga guerra de guerrillas contra la dictadura de Fulgencio Batista, supuso el establecimiento de un nuevo gobierno nacionalista y de izquierdas. Una revuelta encabezada por Fidel Castro y Ernesto «Che» Guevara que, a pesar de la victoria, se vio obligada a continuar el enfrentamiento con los grupos contra-revolucionarios, apoyados por Estados Unidos, claramente derrotados en Bahía Cochinos (1961).
Todo ello influyó de manera significativa en que bien pronto se declarara el carácter socialista de la revolución, y que tuviera lugar un progresivo acercamiento a la Unión Soviética. El Partido Unido de la Revolución Socialista, fruto de la unión de los diferentes grupos que encabezaron la insurrección, entre ellos el Movimiento 26 de Julio de Fidel, se convertiría pronto en el Partido Comunista de Cuba (1965) al tiempo que se suprimía buena parte de la propiedad privada, respetando en todo caso los pequeños negocios.
Poco tiempo después se produjo la grave crisis de los misiles entre la URSS y EEUU, instalados en principio para prevenir cualquier invasión norteamericana, pero que supusieron una fuerte escalada en la llamada “guerra fría”, convirtiéndose en una situación pre-bélica que estuvo cerca de provocar un conflicto nuclear, si bien afortunadamente ambas potencias llegaron finalmente a un acuerdo en que los soviéticos se comprometían a retirar los misiles de Cuba, mientras los norteamericanos harían lo propio en el plazo de seis meses con buena parte de sus misiles de medio alcance en Turquía e Italia, comprometiéndose además a no invadir el país caribeño. Cuba era un pequeño país que desde el primer día fue objeto de la más brutal y decidida agresión del imperialismo, que tuvo que dedicar una parte importante de los recursos a su propia defensa, en lugar de priorizar otros objetivos que habrían sido socialmente más útiles (1). Como explicaba el propio Che en 1963 haciendo referencia a las dificultades con la que se encontró la revolución en sus primeros años “hemos iniciado la gigantesca tarea de transformar la sociedad de una punta a la otra en medio de la agresión imperialista, de un bloqueo cada vez más fuerte, de un cambio completo en nuestra tecnología, de agudas escaseces de materias primas y artículos alimenticios y de una fuga en masa de los pocos técnicos calificados que tenemos” (2).
A pesar de la inevitable aproximación a la URSS, y como defendía el propio Fidel muchos años más tarde, el modelo cubano buscó desde el primer momento su propio camino: “Yo concibo toda forma de socialismo con un mismo objetivo y una vía diferente de llevarlo a cabo, un estilo diferente, nacido de las raíces, de las circunstancias históricas y de las circunstancias concretas de cada país” (3). También es cierto que desde el principio se cayó en una cierta burocratización, como el Che recordaba cuando afirmaba que “solo si conocemos las causas y los efectos del burocratismo, podemos analizar exactamente las posibilidades de corregir el mal. De todas las causas fundamentales, podemos considerar a la organización como nuestro problema central y encararla con todo el rigor necesario” (4)
Durante los años 80 y después de dos décadas de dificultades, los ventajosos acuerdos comerciales con la Unión Soviética y los países del Este de Europa, con los que Cuba tenía el grueso de sus relaciones comerciales, especialmente centradas en la importación de petróleo y la exportación de azúcar, llevaron a una cierta prosperidad económica, en comparación con los países del entorno. Pero la disolución de la URSS y la desaparición del bloque socialista (1989-1991) comportaron el inicio de una dura crisis que, junto al duro bloqueo por parte de los EEUU, llevaron al gobierno cubano a declarar en 1990 el llamado Período Especial, con un acentuado descenso del PIB que tardaría años en recuperarse. El agravamiento de la situación llevó a un empeoramiento de las condiciones de vida y al incremento de la inmigración. Quizás el aspecto positivo de aquel periodo fue la recuperación de una agricultura más sostenible, la utilización de los recursos energéticos más responsable y una actitud más respetuosa con los recursos naturales. Aunque las dificultades eran similares, era una situación muy diferente a los primeros años de la revolución, no sólo por la derrota del socialismo soviético sino por la imposición del neoliberalismo como sistema prácticamente hegemónico a nivel mundial, sin olvidar el papel de la deuda externa en la subordinación de economías como la cubana a los intereses de las grandes potencias (5).
Entre 1992 y 1995 se aprobaron medidas para fomentar la inversión extranjera, especialmente en el sector turístico, y se priorizaron las relaciones comerciales con diversos países latino-americanos, de la Unión Europea y también con China, durante muchos años distanciada de Cuba por el conflicto sino-soviético. Todo ello, junto una mayor flexibilidad para el trabajo por cuenta propia en algunos sectores y los envíos de dinero de la inmigración a sus familias, supondría una cierta mejora de la grave situación. Sin embargo, el bloqueo norteamericano se haría cada vez más duro, hasta el punto de sancionar a cualquier empresa, norteamericana o no, que se atreviera a hacer transacciones con Cuba (6). A partir de 2011, y ya con Raúl Castro en la presidencia del país, se iniciaron nuevas reformas económicas, dando una mayor autonomía a les empresas estatales, permitiendo el establecimiento de pequeños negocios y fomentando la compra de bienes de consumo. Con los años, la apertura al turismo, principalmente europeo y canadiense, y los nuevos convenios de colaboración con Rusia, China y Venezuela, contribuyeron igualmente a una cierta recuperación económica. También el triunfo de las fuerzas políticas progresistas en buena parte de Latinoamérica ha ayudado en las últimas dos décadas a superar el aislamiento.
A pesar de su carácter inequívocamente socialista, la nueva constitución, aprobada por una amplia mayoría de la población en el referéndum de febrero de 2019, reconoce hoy diversas formas de propiedad junto con la estatal, entre ellas las cooperativas, las sociedades mixtas y la propiedad privada en algunos ámbitos, manteniendo en todo caso el papel fundamental del estado en la planificación y la dirección de la economía. Pero hay que reconocer que el sistema socialista cubano, hoy ya con Miguel Díaz-Canel en la presidencia, debe seguir avanzado hacia un modelo con menos intervención del estado, con mayor descentralización y con un papel más activo del mercado en algunos ámbitos no estratégicos.
No sería justo reflexionar sobre el castrismo y sobre Cuba sin tener en cuenta la trágica realidad de dependencia y sumisión vivida en buena parte de Latinoamérica (7). Pero en todo caso, los aspectos positivos de estas seis décadas son conocidos, siempre en una atmósfera de acorralamiento constante por parte de la principal potencia económico-militar: mejoras significativas en la lucha contra el racismo y el machismo, en educación y cultura, en lo que concierne a la salud, especialmente la reducción de la mortalidad infantil, sin olvidar la solidaridad internacionalista (8). Nadie podrá negar que la salud y la alimentación de los niños cubanos es infinitamente mejor que la de algunos países cercanos como Haití, Honduras o Guatemala, que las desigualdades de género están también claramente por debajo de la mayoría de los países del continente, o que en Cuba los ciudadanos negros y blancos gozan de la misma consideración. Y es que, como dijo Eduardo Galeano, “a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esta isla sufrida pero porfiadamente alegre ha generado la sociedad latinoamericana menos injusta” (9)
Notas:
1. Marta Harnecker – Cuba, dictadura o democracia – 1979
2. Ernesto Che Guevara – Contra el burocratismo – Cuba Socialista – Febrero 1963
3. Fidel Castro – El dialogo de civilizaciones (Marzo de 2005), incluido en Discursos de Fidel Castro – Fundación editorial El perro y la rana – Venezuela – 2017
4. Ernesto Che Guevara – Contra el burocratismo – Cuba Socialista – Febrero 1963
5. Marta Harnecker – Reconstruyendo la izquierda – 2006
6. Ley Helms-Burton, aprobada por el Congreso de los Estados Unidos y ratificada por el presidente Clinton en marzo de 1996
7. Federico Mayor Zaragoza – Fidel Castro, estela duradera – Público – 29/11/2016
8. Ignacio Ramonet – Tiempos nuevos en Cuba – Rebelión – 08/01/2009
9. Eduardo Galeano – Espejos. Una historia casi universal – Editorial Siglo XXI – España – México – Argentina – 2008