“Un fantasma recorre la Cuba del picadillo de soja y los huevos esperados en los barrios, cual Mesías de inmediata salvación. Se llama Eduardo Chibás“.
Así apuntó este periodista en noviembre de 1995, en su primer artículo publicado. Sólo que 28 años después no se consume en Cuba el casi legendario picadillo –ni se produce-, y los huevos tan esperados se han reducido a cinco mensuales per cápita, distribuidos por la llamada canasta básica y a precios subsidiados; más allá, la treintena de huevos va por los 2500 pesos en los mercados libres, en país en que el último salario medio reportado fue de 4219 pesos mensuales y la pensión media de unos 2000, pero más de la mitad del millón 600 mil jubilados que se estima existen cobraría menos de esa cifra.
Mientras, el fantasma de hoy se llama pobreza; una palabra que comienza a hacerse frecuente entre los académicos, más de lo deseable.
Meses antes, en su ¿Cuba ante su pobreza?, ya este autor alertaba sobre el crecimiento de ese flagelo en un país objeto de duras medidas coercitivas unilaterales de Estados Unidos (bloqueo), pero también con serios problemas de modelo, política y desempeño económicos de ya larga data, signados por un virtual estancamiento del Producto Interno Bruto (PIB) desde más o menos 2013.
Evolución del Producto Interno Bruto
También, una caída en el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de un lugar 53 en el 2007 a un 83 en el 2022; y un incremento de la desigualdad social, estimado por el Premio Nacional de Economía José Luis Rodríguez en un ascenso del Coeficiente de Gini desde 0,22 en 1989 a más de 0,45 en el 2022; este dato es un aviso de que la polarización social en Cuba es asunto viejo, así como el crecimiento de los más vulnerables y de situaciones asociadas a la pobreza, ésta entendida como una situación en la cual no es posible satisfacer las necesidades físicas y psicológicas básicas de una persona, por falta de recursos como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria, el agua potable o la electricidad.
Evolución del Índice de Desarrollo Humano (IDH)
Rodríguez recordó que “Un estudio llamado La situación económica de los hogares —que se hizo público en los años 80 y 90 (siglo XX), y que ahora se está tratando de retomar— revelaba las dificultades más comunes de las personas: desde que no alcanzaba el dinero, hasta problemas con la alimentación, la vivienda y el transporte, en ese orden. Eso indica que son asuntos transversales y deudas no resueltas a lo largo de estos años”.
Muchos años, muchos datos que están saliendo a la palestra aunque la prensa asociada a la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) no los publique ni los comente, en este escenario de Internet y redes sociales.
Muchos años, muchos datos, pero ya éstos insuficientes y hasta no actuales en integralidad, por cuanto un muy necesario Censo de Población y Viviendas, a realizarse en el 2022, fue pospuesto para el 2025; es la segunda vez que se retrasa, se dice que por carencias económicas.
¿Cómo, gobernabilidad sin información? ¿Realmente las carencias –básicamente combustibles, según los reportes– son tan graves? ¿Se ha olvidado que se realizó un censo en el verano de 1970 –primero desde 1953–, cuando Cuba no se había recuperado del trauma nacional que fue la fracasada Zafra de los Diez Millones y que aún así su realización contó con una auténtica movilización popular, en tiempos en que además no se disponía del desarrollo informático actual? ¿Qué falta, recursos o prioridades?
Disgresión habida, pero necesaria, un supuesto: si se asume que un ingreso mínimo pero decoroso para las condiciones criollas sería de 100 dólares mensuales percápita, al cambio de la calle, éso representaría, dada la inflación que “galopa” en Cuba, 29 500 pesos… y contando, porque la creciente depreciación del peso y un déficit de oferta que ya sería shock, aumenta ese mínimo; de éste, habría que descontar de inicio unos 2500 para consumir un huevo diario per cápita, casi el 9% de ese ingreso, lo que es lo mínimo para un adecuado consumo proteico. De gastos como electricidad hágase abstracción, si bien ésta es subsidiada; tanto como la vivienda, con un déficit estimado en más de 800 mil y multitud de rehabilitaciones pendientes –derrumbes y muertos incluidos–, en país donde algunos investigadores estiman que alrededor de un tercio de la población cubana vive con pobreza de ingresos y necesidades básicas insatisfechas, y han alertado sobre un incremento de la precarización de los indicadores del nivel de vida de las familias… Al respecto, el exministro de Economía y Planificación Alejandro Gil apuntó que 66 626 familias en situación de vulnerabilidad recibieron en el año (2023) colchones, muebles, ropa, calzado y utensilios de cocina”.
¿Se entiende que se está ante necesidades elementales y que en un cálculo a vuelapluma serían el 2% de las familias criollas, quizás unos 600 mil cubanos? ¿Son sólo ésos?
¿Pobreza a la cubana?
Cuba,desde el triunfo revolucionario de 1959, ha hecho grandes esfuerzos para lidiar con la pobreza y sus avances han sido notables -visto desde una perspectiva del Sur-, no obstante el bloqueo estadounidense, la pérdida de su alianza con el extinto campo dizque socialista, el empeoramiento de la situación internacional y errores en materia económica.
Pero esfuerzos aparte, los números son implacables: según el economista y demógrafo Dr. Juan Carlos Albizu-Campos et. al., en los últimos años la mayor de las Antillas está retrocediendo en su esperanza de vida al nacer, su acceso a la educación y al trabajo y los ingresos, todo lo cual explicaría su caída de 30 lugares en el Índice de Desarrollo Humano y crearía la posibilidad de que deje de ser un país de Alto Desarrollo Humano para pasar a uno de medio.
Por lo anterior, la pobreza cubana es sui gèneris: difícil de medir con los indicadores “clásicos”; casi imposible, dado lo complejo del escenario.
Según las economistas y Dras. C. Silvia Odriozola e Ileana Díaz, “En el caso de Cuba es un tema muy controvertido. En nuestro país no existe un consenso respecto a un concepto de pobreza. Si bien su forma de manifestación en Cuba puede ser similar a la de otros países, sus causas son diversas…Existen diversas formas de conceptualizar la pobreza y también de medirla…Lo cierto es que la noción de ‘pobreza’ hace referencia a un fenómeno complejo y multidimensional, de necesidades básicas insatisfechas, que puede ser multicausal. En el caso de Cuba se habla de pobreza multidimensional y se analiza por la intensidad de las carencias…”
Partiendo de lo anterior, para Cuba sería procedente el Índice de Pobreza Multidimensional; pero a partir de los datos aquí mencionados, se hace difícil aceptar que aparezca como el segundo país del mundo con más bajo índice del mismo; no es coherente, así de simple, cuando una caída de 30 lugares en el IDH entre 2007-22 –quizás mayor en lo futuro– avisa de lo contrario; no es la única pista: entre otras, aparece la señal inquietante de que el descenso se produjo entre el 2007 y el 2022, mientras que entre 1990 y ese 2007, el IDH no tuvo grandes variaciones resultantes, aunque sí intermedias, sin dudas signadas por las vicisitudes del llamado Período Especial, sobre todo entre 1990 y 1995.
Por ende, algo no cuadra, si se considera que el período 1990-2007 coincide en mínimo un decenio con los años del llamado Período Especial (1991-95) y sus secuelas, y un descenso mayor en el IDH se produce cuando supuestamente Cuba estaría en posición mejor desde el punto de vista económico respecto a ese periodo.
Además, entre 2007-16 el país vivió buenos momentos de su alianza con Venezuela y el llamado deshielo Obama, momento de distensión entre Estados Unidos y Cuba.
¿Cómo explicar que desde 2013 el PIB prácticamente se estancó, calculado a precios constantes de 1997? ¿Cómo explicar la caída del IDH, en el período en que Cuba contó con dos escenarios internacionales favorables?
Ni el bloqueo estadounidense arreciado tras la presidencia de Donald Trump, ni la pasividad de Joe Biden respecto a una distensión “a lo Obama”, ni el empeoramiento de la situación internacional, son causas necesarias y suficientes para atribuir a éstas el origen de una pobreza que se torna creciente. Cuba debió de mantener un IDH relativamente constante, mínimo, no descender en la medida en que lo ha hecho.
Así, la “pobreza a la cubana”, sin desdoro de muy reales factores externos, apunta a lo interno, que a fin de cuentas es que lo que está en las posibilidades de Cuba al menos paliar, al menos en recuperar el IDH que tuvo. Lo otro bordea la frontera entre lo real y las justificaciones, ¿ampliadas por la propaganda?
Pobreza: hurgando, hurgando…
Varios economistas o periodistas hemos señalado de manera reiterada varios factores que estarían provocando el ascenso de la pobreza, a saber:
1) reformas económicas muy necesarias pero muy tardías o por implementar; como anécdota, el propósito de crear cooperativas no agropecuarias data de ¡1985! y se planteó en el III Congreso del Partido Comunista de Cuba; otro tanto ocurre con la micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), cuya proposición por distintos economistas se remonta a inicios de los 2000; unas y otras vinieron a ser autorizadas en el 2021, y su despliegue – ya relevante por sus resultados – transcurre en un clima hostil, con extremistas de derechas e izquierdas “echando leña a la hoguera inquisitorial”.
Por su parte, aunque a la empresa estatal se la proclama como el actor económico principal, demora de manera inexplicable la promulgación de una Ley de Empresas que norme su gestión; existe un proyecto de ley cuya discusión y aprobación ha sido pospuesta más de una vez;
2) una política inversionista de más de un quinquenio, de gran desproporción a favor de un turismo que dista de ser mínimamente rentable – o no hay información sobre lo mismo – y en detrimento de las inversiones en agricultura, educación, salud y ciencia e innovación tecnológica.
Dicha política está provocando, de inicio, un severo déficit en la oferta de alimentos y la inflación subsiguiente, reconocido ese déficit como primera causa del alza galopante de precios, sin perjuicio de los impactos provocados en los otros sectores y los efectos sobre el valor real de salarios y pensiones, de larga data por debajo de ¡1989!
Evolución del PIB y del efectivo en circulación
3) siguiendo a Albizu-Campos et.al., un descuido de políticas públicas en lo social y a favor de una pretendida sostenibilidad económica, cuyo impacto se está reflejando en la reducción de la esperanza de vida al nacer, el acceso a la educación superior, la construcción y reparación de viviendas y otros sectores, todos lo cuales son factores claves en la caída del IDH;
4) unificación monetaria y cambiaria (Tarea Ordenamiento) muy tardía, mal realizada y hasta contraproducente; se aspiró a la soberanía del peso cubano y están circulando tres monedas y dos unidades de cuentas, con un lógico impacto en la inflación y otros aspectos, entre los cuales se halla el empobrecimiento dado por la caída de salarios y pensiones reales sin la debida indexación.
Así, de acuerdo con un estudio de la economista Tamarys L. Bahamonde, “el salario nominal de 3,854 (pesos) mensuales en 2021 equivalía a 1,117.19 en salario real (1989), menos de la mitad del salario nominal… Ahora, los datos más reveladores del impacto de la escalada inflacionaria sobre el consumo se extraen del 2022. El salario nominal de 4,219 (pesos) en 2022 sólo equivalía a 174.72 en términos de salario real”.
Los cuatro factores, más otros, se unen en una suerte de cóctel explosivo que está atentando contra la credibilidad del proyecto socialista cubano; ninguno se relaciona directamente con los factores externos antes mencionados; son problemas de política interna. Punto…
El gobierno está implementando un programa para corregir lo que llama “errores y distorsiones”, aunque hasta ahora no ha declarado qué entiende por tales; un error amerita explicación y depuración; en Economía, una distorsión es, grosso modo, una desviación de la asignación de recursos económicos del estado en que cada agente maximiza su propia utilidad.Por tanto, ¿cuáles desviaciones se produjeron y por qué?
Mientras esas indefiniciones permanecen sin adecuada explicación ante la opinión pública, las medidas anunciadas por el gobierno se califican de inflacionarias por distintos economistas; de ser así, habrá más caída de los salarios y pensiones reales, y sus consecuencias.
Entretanto, la pobreza avanza.
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