Dramaturgo y cineasta, fundador del Teatro Campesino, Luis Valdez recibió el Premio Gallo de La Habana durante las jornadas del Mayo Teatral. Norteamericano por nacimiento, pero de raíces mexicanas, ha sido uno de los mayores defensores de la identidad chicana. La exhibición de Zoot Suit, su primera película, forma parte del programa del evento organizado […]
Dramaturgo y cineasta, fundador del Teatro Campesino, Luis Valdez recibió el Premio Gallo de La Habana durante las jornadas del Mayo Teatral. Norteamericano por nacimiento, pero de raíces mexicanas, ha sido uno de los mayores defensores de la identidad chicana. La exhibición de Zoot Suit, su primera película, forma parte del programa del evento organizado por la Casa de las Américas. Al decir de Jaime Gómez Triana, director de teatro de la institución, afirmó que es algo notable la presencia entre nosotros de este hombre al cual hay que reconocerle su «aporte sustancial a la escena ‘nuestroamericana'».
Aunque nació en EE.UU., se ha reconocido siempre como mexicano, ¿cuál es el rol de las minorías dentro de ese país?
El proceso de la evolución de América, de los EE.UU. específicamente, es constante, no ha terminado todavía. Cuando comenzó, mucha gente que se estableció en los EE.UU. provenía de Europa, o sea, eran colonialistas: ingleses, franceses. Los españoles, por su parte, también tuvieron sus colonias en lo que ahora conocemos como América Latina, pero había además un pueblo indígena por todo el hemisferio. Una gran parte de ellos murió a causa de la viruela y quienes sobrevivieron debieron luchar por sus propios derechos humanos. Eso lanzó todas las guerras nacionales de independencia que hemos tenido.
En los EE.UU. se estableció una nación basada en ideas de los llegados de Europa, con unos conceptos aparentemente muy universales: libertad e igualdad para todos; pero realmente se refería a hombres blancos, ni las mujeres tenían derechos. Luego llegaron las minorías raciales desde distintos puntos, los indígenas, los negros esclavos del África, los asiáticos y más adelante los latinos emigrados de diferentes países, fundamentalmente de México. Se debe recordar que media parte de EE.UU fue territorio nacional de México. Ahora estamos tendiendo a una situación en la que las minorías raciales van a ser las mayorías. Se han transformado mucho allí la perspectiva, la justicia social y racial. La gente además ha cambiado su punto de vista hacia sí mismos, aunque todavía hay racismo, mucha gente en EE.UU. todavía cree que la raza se trata de lo negro y lo blanco, cuando todo ha sido un mestizaje tremendo. Ello se ve por toda América Latina, esa potencia existe y es creciente en EE.UU, los asiáticos mezclándose con los negros, los negros con los latinos, los latinos con los blancos… Existe en la juventud una actitud distinta a la de generaciones previas, no hay el racismo de antes, hay amantes ahora de diferentes razas, juntándose, casándose, teniendo hijos. Los EE.UU. están cambiando, es un proceso tremendo, hasta revolucionario, se puede decir, porque lo que se está transformando es la propia carne del país. Espero que conduzca al reconocimiento de que la raza no es algo fijo, es una línea muy ilusoria y es necesario respetar al ser humano por su esencia, respetar los puntos de origen de todas las culturas, todas tienen algo para dar. Pero no estamos ahí todavía, aún existen prejuicios a favor de lo europeo, de lo anglosajón, de los blancos; todavía la gente de color se ve con sospecha. Esto se refleja en la reciente legislación de Arizona sobre los emigrados sin documentos. Llegan día por día en busca de trabajo y no son animales, no son extraños, son seres humanos que vienen desde el otro lado de la frontera a hacer los trabajos más duros. Sin embargo hay gente en los EE.UU. deseosa de regresar al pasado, a donde los privilegios se reservaban para la gente puramente blanca o de origen anglosajón.
¿Cómo visibilizar desde el arte este fenómeno?
El teatro -el arte- representa las corrientes culturales del mundo, las artes plásticas, la música, son imágenes de la condición humana. Lo que se está dando en los teatros es otra visión de la vida en los EE.UU. y en la América en conjunto. Hay ahora una tendencia a hablar de los latinos, de nuestros puntos de origen, de la América en general.
No me gusta la distinción entre Latinoamérica y América, para mí es falsa, a mi juicio es toda América. Los latinos son mal entendidos allá porque cuando se refieren a ellos no se sabe a qué se están refiriendo. Hay un estereotipo como si no fuéramos ni indios ni negros ni blancos, no sé a qué se refiere en realidad, porque un latino también puede ser rubio. América es un mestizaje de todas las razas y culturas del mundo y nos está ofreciendo una oportunidad de entendernos más. Hay otra condición que promete mejor entendimiento en el futuro sin los prejuicios del presente.
Dentro de EE.UU. existen múltiples tendencias y escuelas de teatro. ¿Qué distinguiría los lineamientos del teatro campesino dentro de las artes escénicas en Norteamérica?
Nos basamos en la realidad de que los más pobres en los EE.UU. son los campesinos. Son los peores pagados. El trabajo es duro y aunque hay maquinaria para hacerlo, todavía usan mucha mano de obra para cosechar el producto de la tierra. Estamos hablando de una condición que no va a cambiar, todos tienen que comer y esa comida tiene que salir de la tierra de algún modo, se tiene que cosechar y cultivar por mano humana. Por eso, después de 45 años, el Teatro Campesino sigue vigente, porque la realidad no ha cambiado. Además, el sistema agrícola en los EE.UU. se presta a la explotación de quienes no traen documentos para pagarles menos, y luego ese producto en los mercados vale 20 ó 50 veces más del precio original. Estamos hablando de una injusticia económica, hay condiciones peores de vivienda, de salud, no hay protección, hay malas condiciones de vida.
También se ha incrementado en estos barrios pobres la cuestión del narcotráfico. Para poder trabajar en el campo mucha gente tiene la ilusión de que con pastillas van a tener más energía, pero se vuelven adictos. Eso conduce una vez más a la violencia. Aunque sea una zona rural se reproduce el modelo de la zona urbana, sobre todo en la frontera donde cruzan el tráfico humano, las drogas y las armas. Mientras un país come a base del sudor de otros sin reconocer los derechos humanos de esos trabajadores y sus familias, no puede ser un país justo, está construido sobre la sangre, sobre la explotación de la gente.
Se habla de los EE.UU. diciendo que hay igualdad, protección, avance; pero mientras no cambie la situación en los campos, el país va a estar bocabajo. Es un sistema muy injusto y por eso peleamos con el Teatro Campesino, pues nuestra tarea es educar a los trabajadores para que se defiendan, y al público en general para que no sea tan ignorante. Es parte de un trabajo constante e inagotable porque sigue llegando gente y las personas siguen comiendo.
Nos dirigimos fundamentalmente a la juventud, estamos trabajando con los recién llegados que ahora son indígenas, vienen de Centroamérica, de Honduras, El Salvador, Guatemala, de Oaxaca en México, de donde llegan hablando mixteca y triqui, y no conocen ni el español ni el inglés. Es un esfuerzo que requiere mucha actividad.
Usted no es sólo un hombre de teatro, también ha dirigido películas que han marcado hitos dentro de la filmografía del continente, ¿cómo ve la relación entre estas artes?
Para mí es una continuidad porque mis inicios en el cine fueron también gracias a mi actividad con la unión de campesinos, mientras organizábamos el Teatro Campesino había actividad cinematográfica. César Chávez, su líder, me puso al frente de unas cuadrillas que llegaban a hacer documentales y finalmente entré en la producción. Allí cargué por primera vez una cámara de 16 milímetros, hasta narré algunos de los primeros. Comenzamos en el 65 y ya en el 70 teníamos nuestra primera película rodada en 16, basada en un poema épico de uno de los líderes chicanos. Luego comenzamos a trabajar con video, poco a poco, porque la tecnología ha cambiado mucho. Toda esa evidencia se puede ver en Internet. La Universidad de California y la de Nueva York han puesto nuestros videos al alcance del público, además hemos producido discos porque la música ha sido siempre parte de esta historia. Nos hemos auxiliado de todos los recursos de los siglos XX y XXI para marcar el desarrollo de nuestro arte, de nuestra estética y sirven ahora como instrumentos para el aprendizaje. Eso nos ayudó también a entrar en el mundo comercial en diferentes oportunidades, ese fue el caso de Zoot Suit, mi obra de teatro, que fue un gran éxito en Los Ángeles. No sólo fue la primera obra estrenada en Broadway, también fue la primera película que hicimos en Hollywood. Nos dieron 13 días para filmarla en los Estudios Universales, un presupuesto de un millón de dólares, que no era nada en comparación con otras películas; pero se hizo y lo interesante es que, aun cuando la película tiene casi 30 años los jóvenes la sienten fresca, todavía habla de condiciones patentes.
Algunos críticos han tratado de contraponer Zoot Suit con La bamba, pues aunque tratan sobre las esencias chicanas plantean que esta última es más la historia de un éxito…
Todavía La bamba se sigue enseñando, es popular en todo el mundo. Creo que la historia de Ritchie Valens (Ricardo Valenzuela) tenía corazón. Conocí a la mamá y al hermano, los entrevisté, porque no había ningún libro ni nada, solamente a base de las entrevistas con ellos pude desarrollar el argumento de la película. Ritchie era famoso pero se había comenzado a olvidar de que había estado un latino en los inicios del rock and roll. Era importante fijar este reconocimiento porque su contribución con «La bamba» fue increíble. Los orígenes de la canción son misteriosos, pero aparentemente tiene raíces africanas, hasta el propio nombre viene de un bamba, que era de los negros que llegaron a Veracruz y eso se volvió parte de la música regional de aquel estado. «La bamba» fue la canción de campaña de uno de los candidatos al gobierno de Veracruz, Miguel Alemán, quien luego fue presidente de la República de México y utilizó la misma canción para su campaña. Ritchie la grabó como rock and roll y entró en grande en la cultura norteamericana. Quise contar la historia en una obra de teatro, pero surgió la oportunidad de ir directamente al cine, así que escribí el guión, les gustó a los productores y me pidieron dirigirla. Me alegra su éxito porque aunque parezca que no es política sí lo es, pues de esta manera se abren brechas y oportunidades para otros.
En estos momentos está haciendo un nuevo montaje de Zoot Suit en México y en medio de ese proceso viene a La Habana a participar del Mayo Teatral, ¿cómo percibe el rol de la Casa de las Américas dentro del panorama de las artes escénicas en el continente?
Venir a Cuba después de 46 años -vine en el 64 casi a principios de mi carrera- es cerrar el círculo una vez más, o más bien abrir otro, porque es una espiral. Ha sido mucho tiempo, pero aunque no hubiese venido, no dejé de pensar en Cuba. Cuba se me quedó en el corazón hace 46 años. Me fui de aquí muy inspirado, sobre todo por el concepto continental de América. Aquí reconocí que mi vida no se trataba solamente de una minoría racial en los EE.UU., mucho menos en California, sino era la condición de un continente, de millones y millones de personas, que las luchas eran muy similares sin importar el país y eso le dio más perspectiva, más profundidad a nuestra lucha chicana en los EE.UU. Hablamos no sólo por los derechos de los chicanos, sino por un panamericanismo, para que se abrieran las perspectivas en todas las universidades, en todos los grupos y en la política. En ese sentido ha crecido el concepto del destino de los EE.UU, el cual ha ido cambiando tanto que andamos en busca de otro modo de definir lo americano. Los EE.UU. deben ser mucho más justos con América Latina y no tratarla como su patio trasero, por el contrario, estamos todos en la misma casa. Me doy cuenta ahora como escritor bilingüe de la importancia de que mis obras salgan simultáneamente en español y en inglés.
La traducción de Zoot Suit al español en México me dio otro público, no quiere decir que no haya tenido una conexión con ese país, pero mis obras están en inglés y no van a ser entendidas por un pueblo de habla hispana. He traído los libros publicados en esta versión para dejarlos en Casa de las Américas y ojalá que hayan otras.
En estos momentos se está exhibiendo allí Venado momificado, otra de mis obras, larga, con muchos personajes, del año 2000, pero que toca parte de la historia de mi familia. Soy de origen yaqui, del estado de Sonora, lo cual quiere decir que soy indígena y a finales del siglo XIX y principios del XX hubo una guerra de genocidio en contra de esta etnia; por eso se fue mi familia al norte. Esa es la razón por la cual entiendo y simpatizo con los pueblos oprimidos del continente, y me convertí en un estudioso de la cultura maya porque siento que esa cultura expresa conceptos muy básicos para este hemisferio. Ahora estoy escribiendo un libro sobre la historia del Teatro Campesino y otro sobre mi estética a partir de estas ideas. Probablemente se publiquen antes de 2012. Voy a asegurarme de que salgan simultáneamente en español e inglés.
¿Qué significa para un hombre habituado a moverse en otros escenarios recibir el Gallo de La Habana en esta segunda visita a Cuba?
Nuevamente le agradezco mucho a la Casa de las Américas, primeramente por existir, por reconocer el esfuerzo de tantos escritores latinos que están tratando de alzar el concepto de América. Me siento completamente honrado, creo que puede inspirar a otros. Lo recibo en el nombre de quienes me han ayudado en el Teatro Campesino a través de estos 45 años, ha sido un trabajo colectivo. No soy un escritor en el vacío, siento que todos somos parte de algo, y eso nos da nuestra humanidad. Lo recibo con humildad, pero sobre todo con grandes esperanzas de que represente un paso para aquellos hermanos que están en los EE.UU. y todavía no se entienden. Que esto sirva como un espejo para ellos.
Fuente: http://www.lajiribilla.cu/2010/n471_05/471_19.html
rCR