Economía Social, Propiedad Común y Trabajo Cooperativo.
La Revolución cubana llamada por Fidel a ser socialista, ha echado al basurero de la historia principios de la Economía Social, la Propiedad Común y el Trabajo Cooperativocomo atributos del sistema socioeconómico y el modo de producciónen la concepción y edificación del PROYECTO SOCIALISTA DE DESARROLLO.
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I
La Revolución que podía tener continuidad solo en la inquebrantable edificación de la sociedad socialista, hoy, después de una larga carrera de obstáculos propios y ajenos en la transformación social que la distingue, da un giro sobre su eje revolucionario y acoge la idea liberal-burguesa del no-hay-alternativa a los imperativos capitalistas, que ahora se asumen como «necesarios atajos hacia el socialismo».
El modelo socioeconómico estructurado sobre la dominación de empresas estatales, afincadas en la relación alienante del trabajo asalariado y la gestión centralizada de las mismas por la burocracia político-administrativa, cuyo desempeño se ha regido por el voluntarismo político en sustitución de mecanismos económicos como la autogestión económico-financiera de las empresas, la distribución y asignación social de recursos, materiales y humanos, que la existencia del espacio socioeconómico del mercado y la regulación paramétrica de la macroeconomía y el movimiento microeconómico de los entes de producción pueden facilitar, haciendo en tal ecosistema económico corrupto los procesos inversionistas rémoras de ineficiencia corrosiva, se ha desgastado definitivamente en la disfuncionalidad sistémica que lo lleva a la implosión y el caos. Hemos identificado y fundamentado tal “diseño” del modelo socioeconómico como la expresión de un «neocapitalismo de estado», en realidad establecido desde 1959.
La concepción de socialismo afín a tal modelo socioeconómico que viene a establecer el PCC y que mantiene hasta hoy, ratificado en su 8vo Congreso (2021), no ha podido ser otra que la del «socialismo vulgar»; exactamente como Marx lo caracterizara ya en la trascendente pieza crítica de ciencia política al Programa de Gotha con que el partido obrero alemán envolvía su afinidad a la idea socialdemócrata sobre el “capitalismo social”.
La idea y concepción del «socialismo vulgar» resultaba viable al cambio revolucionario por el carácter social que desencadena el triunfo sobre el estado burgués y el régimen capitalista de 1959. La Revolución le daría todo al pueblo. Producción y distribución se divorciaban en el ejercicio del voluntarismo político más pertinaz que se haya conocido en la historia de los “socialismos” practicados en la posguerra de la segunda conflagración mundial. La Dirección política del proceso de transformación social ignora, hasta hoy, la esencia del proceso de transición socialista: que el carácter democrático o capitalista de las relaciones sociales del modo de producción condiciona el sistema de apropiación y distribución, socialista o capitalista, de la riqueza generada por el trabajo. Repartimos el pan y los peces sin que importe el modo de multiplicarlos.
Neocapitalismo de estado y socialismo vulgar se combinan en un hibridismo políticamente incestuoso y socioeconómicamente corrupto.
II
En tales circunstancias, las crisis del modelo se hacen recurrentes, pero el Partido Comunista de extirpe marxista-leninista, al frente del estado, la economía y la sociedad no admite la crítica revolucionaria marxiana sobre la reconstrucción del camino.
La implosión de un sistema socioeconómico sin la congruencia estructural y orgánica de la visión científica del socialismo, su proceso de transición y desarrollo socioeconómico la remarca el Líder de la Revolución, cuando tardíamente (2010) declara que el “modelo no le sirve ni a los cubanos”.
En esa realidad las reformas del sistema socioeconómico cubano que introduce la Dirección de la Revolución se deciden por la reinstalación de las letras y el espíritu de la economía capitalista: sus relaciones sociales de producción e intercambio. No-hay- alternativa, se declara desde las alturas sin hacerle lugar al debate nacional sobre la alternativa socialista.
La estructura de la propiedad sobre los medios de producción y el capital da un vuelco hacia la propiedad privada. Sin ambages se retoma la era pre-revolucionaria capitalista con la que se suponía rompía la Revolución socialista declarada por Fidel ya en 1961 como el rumbo tras las ideas filosóficas, políticas y económicas de los pensadores del socialismo científico.
FIDEL: “La inspiración está “en la historia de la humanidad y en los más preclaros teóricos y promotores del sistema socialista de producción, Marx, Engels y más tarde Lenin“.
Es así que se tira por la borda «el proyecto histórico de la Revolución empeñado en la redención popular mediante el proyecto comunista de emancipación social». Justamente el proyecto que así se reivindica en un editorial de Cubadebate (21.07.2021) sobre el carácter político del antes y después que significan las manifestaciones callejeras del 11J de 2021 sin precedentes en el país.
Efectivamente, lo que sobreviene de la mano de la Dirección política de la Revolución es un camino reformista que asume una perspectiva de cambios de naturaleza socio-liberal. La concepción de socialismo se “actualiza” dejando en pie los presupuestos del socialismo vulgar que definía y denunciaba Marx como contra-revolucionario y el modo de producción e intercambio neocapitalista que lo soporta, reintroduciendo en su reforzamiento la propiedad privada en la estructura socioeconómica.
III
¿Tiene el Proyecto Socialista que abrir su vientre a la propiedad capitalista? Definitivamente no hay razones científicas ni verdades revolucionarias para ello, a menos que sea para propiciar el empoderamiento de intereses privados clasistas. El fetiche de la propiedad privada con que la economía política burguesa vende el capitalismo al mundo como factor de “liberación de las fuerzas productivas” y condición del desarrollo económico se planta en Cuba contra la alternativa socialista de desarrollo.
La revolución socialista no tiene quién le escriba. La fe en la economía política burguesa se apodera del pensamiento en el PCC. Y sin que medie el debate nacional sobre la filosofía política de las esencias en la transición socialista del sistema de relaciones sociales que habría de reconstruir y mover el modo de producción e intercambio, renegando de toda idea sobre la propiedad común y la economía social que pueden elevar el modelo socioeconómico por encima del sistema capitalista de producción material y reproducción social, se hace valer desde el poder del estado el oportunismo político del no-hay-alternativa para llevar a Cuba al desarrollo y la prosperidad.
La salida del interregno en que actualmente se empantana el modelo socioeconómico queda de esa forma regida por una dialéctica ideo-política contra-revolucionaria. No se plantean los caminos de la revolución socialista que dotare de una cualidad superior el carácter de la participación social en la transformación de la realidad y la edificación de una nueva sociedad, una sociedad socialista.
La creación de una nueva cultura, una cultura democrática y solidaria del modelo socioeconómico, a pesar de los análisis determinantes al respecto de los pensadores del socialismo científico, no tiene espacio precisamente en el Proyecto Socialista cubano.
¿Qué es lo que los reformistas del “no-hay-alternativa” evitan poner a debate con el pueblo, en la propia Asamblea Nacional del Poder Popular? Pues el salto de magnitud cualitativo en el modelo socioeconómico que implica la Economía Social para el modo de producción y reproducción de la materialidad de la vida, asignándole un rol vertebrador a la propiedad común y su organización económica socialista: un “ecosistema” de cooperativas de trabajadores libre y democráticamente asociados, secundado por la extensión de la propiedad socio-estatal – en autogestión económico financiera bajo cogestión estado-trabajadores-poderes populares) hacia ramas estratégicas del desarrollo nacional y regional.
“La llamada «sociedad socialista», según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto del régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común, inicialmente por una sola nación, de todos los medios de producción” – Engels.
IV
Las organizaciones cooperativas, componentes estructurales del modelo de economía social en sus distintas formas, transforman el ecosistema socioeconómico del productivismo capitalista. La puesta del ser social por encima del lucro y el interés exclusivo por razón de la no explotación del trabajo ajeno y la expropiación particular del valor de su trabajo, predestina a las organizaciones cooperativas como sujetos de una cultura democrática en las relaciones sociales de producción.
Hablamos del fundamento materialista en la resignificación política de la democracia como camino y atributo del estadio socialista de desarrollo de la sociedad.
Es necesario conocer que la producción de la materialidad de la vida y la reproducción social en plena participación democrática del pueblo, a diferencia del sistema socioeconómico capitalista, poseen ilimitado potencial creador.
¿Qué hace en cambio la Dirección política de una Revolución llamada a ser socialista? Mantiene el desarrollo del trabajo cooperativo como un apéndice del sistema socioeconómico, considerando que son las empresas capitalistas (privadas) y neocapitalistas (estatales en su forma actual) las que han de constituir las relaciones sociales del modo de producción de la formación socioeconómica socialista.
El movimiento cooperativo cubano permanece trunco, como si el miedo a la democracia que en plenitud de facultades el cooperativismo introduce en las relaciones sociales de producción paralizara todo sentido de lo revolucionario. Las cooperativas que existen, dada la legislación que compromete el concepto y la práctica del cooperativismo, están expuestas al fracaso. La ley revolucionaria del cooperativismo que reordene el concepto y la práctica de la cooperativa y ampare su intensivo fomento como nueva cultura de las relaciones sociales de producción, brilla por su ausencia.
Es Marx quien apunta: „Para emancipar a las masas trabajadoras, la cooperación debe alcanzar un desarrollo nacional y, por consecuencia ser fomentada por medios nacionales”.
A ello acotará Lenin: “El cooperativismo se basa en una serie de privilegios económicos, financieros y bancarios; en esto debe consistir el apoyo de nuestro Estado socialista al nuevo principio según el cual debe organizarse la población… forma que nos permita prestar ayuda suficiente a las cooperativas y preparar cooperativistas cultos».
V
Tomado el poder sobre el estado burgués por la Revolución social de 1959, el cambio del modelo socioeconómico no podía y no puede más que encaminarse sobre los rieles de la revolución socialista, como ya la anunciara Fidel en 1961. En ello el foco está en la transformación de las relaciones sociales del modo de producción, con la emancipación del trabajo.
Mientras tanto, la definición de “actores de la economía” que ha establecido la Dirección del estado cubano separa, en un ejercicio de voluntarismo político reaccionario, la cooperativa del género empresarial y de la facultad de poder constituirse en pequeñas y medianas empresas. Se enajena el género PYMEs, atribuyéndolo como propio de la empresa privada, siempre expuesta como “empresa/actor económico no-estatal”, camuflando lo que en realidad son, empresas capitalistas que se soportan para el beneficio de los dueños privados en la explotación del trabajo ajeno.
La inducción del caos conceptual que hace la Dirección política, el Gobierno y los medios de comunicación hace mella en los jóvenes. En el popular portal con nombre Manigua, “Revolución P’a rato”, ante el trabajo “Cuba. El Cooperativismo y el Socialismo” puesto a debate en el portal (ver anexo), jóvenes se preguntan si las cooperativas pueden ser PYMEs y los participantes en el foro navegan en un mar de contradicciones negacionistas de esta forma no-capitalista de organización de las relaciones sociales de producción. Mientras tanto los jóvenes en el mundo capitalista adquieren cada vez mayor protagonismo en el desarrollo del cooperativismo como forma superior de organización social productiva, en tanto emprendimientos comunes de grandes potencialidades de desarrollo. No puede haber casualidad en lo que es un asunto político de fondo.
Las organizaciones cooperativas, la forma más avanzada de propiedad social en el estadio de desarrollo socialista, justo la superación conceptual y materialista de la propiedad capitalista, son llanamente sujetos de la economía social.
Son empresas sociales conformadas por la asociación libre de trabajadores/miembros organizados en relaciones sociales de producción democráticas, bajo autonomía económica y autogestión común.
¿Cómo es que en las definiciones de los “actores económicos” del modelo socioeconómico no sean las cooperativas las que puedan constituir el eje de trasmisión del movimiento de todo el sistema socialista de producción?.
La empresa cooperativa por asociación democrática no es un producto prefabricado de la organización del trabajo, deviene negación dialéctica de las relaciones sociales que caracterizan y soportan el modo de producción capitalista, soportado en la explotación del trabajo por el capital: en la explotación del trabajador por el capitalista, la explotación del hombre por el hombre.
La práctica cual criterio de la verdad marxiana sobre la negación de las relaciones sociales de producción mediadas por el trabajo asalariado llevaba a Lenin, debatido entre los efectos contraproducentes del liberalismo de la NEP (“paso atrás” que sobreviene por el estado de crisis total provocado por el llamado “comunismo de guerra” adoptado en la guerra civil) y la gran burocracia del Estado, que “se nos echa encima” cual clase en sí y para sí (Lenin), a definir el “régimen de cooperativistas cultos” como la cualidad socialista de las relaciones sociales del modo de producción.
Las evidencias a las que ya Engels entonces aludía, nos dicen hoy que: la cooperativa, «empresa social de trabajadores democráticamente asociados en plenitud de igualdad sobre la propiedad de los medios y el capital», deviene una forma cada vez más popular de organizarse las personas para producir bienes y proporcionar servicios. Surgiendo en el seno del sistema político regido por el modo de producción capitalista, estas formas de organización devienen formas de organización de las relaciones de producción pos-capitalistas. Se han establecido contra las represiones del sistema capitalista y casi como un acto de autodefensa de los trabajadores ante el poder predatorio de las empresas capitalistas menores y mayores en su lucha por los réditos del llamado “libre mercado”.
“No veo absolutamente ninguna dificultad para realizar -se trata de realizarla gradualmente- esta revolución mañana mismo. El que nuestros obreros son capaces de ello, lo demuestran sus numerosas asociaciones de producción y distribución que, cuando la policía no las arruinaba intencionadamente, se administraban con la misma eficacia y mucho más honradamente que las sociedades anónimas burguesas”- Engels.
Y es que las relaciones capitalistas de producción e intercambio causan dos problemas insolubles: la desigualdad social creciente y la inestabilidad económica constante.
Las formas de organización cooperativa del trabajo, por el contrario, neutralizan la desigualdad social y propician la estabilidad económica, puesto que los entes productivos funcionan como comunidades solidarias. Son formas empresariales de alta empatía comunitaria, puesto que son organizaciones socioeconómicas basadas en valores. La maximización de la ganancia deja de ser el criterio de la actividad económica, ese por el que se rigen los dueños de las empresas capitalistas bajo la ley de la competencia en la “economía de mercado” que a ello responde.
La empresa cooperativa no considera la remuneración del trabajo (salario, en la empresa capitalista) en el cálculo económico contable-financiero como parte de los costos de producción. No es ello un simple arreglo técnico-económico. Es el momento político de máxima expresión socialista: la neutralización de ese antagonismo de la contradicción entre trabajo y capital que caracteriza a toda empresa privada, por razón de ello capitalista. Y este este cambio de concepto y práctica económico-financiera que rige la empresa capitalista, asumido en la asociación del trabajo cooperativo de maneral natural, pauta el cambio que debe asumir todo el universo empresarial en la economía social .
Son prerrogativas apuntadas las que llevan al crecimiento de las formas de organización cooperativas en el mundo, sin duda un movimiento socioeconómico pos-capitalista en superación dialéctica de las relaciones sociales del modo de producción capitalista en que se insertan.
La práctica de las cooperativas como organizaciones socioeconómicas capaces de funcionar de manera eficaz y eficiente en términos sociales y económicos, apunta a nivel mundial a más de mil millones de asociados en esa forma de relaciones sociales de producción; crean más de 100 millones de puestos de trabajo, un 20% más de los empleos que las corporaciones multinacionales crean (2012). Suman ventas por más de un trillón de dólares. El volumen de ventas de las 300 cooperativas más grandes del mundo es de 1,1 billones de dólares, es decir, la cantidad que corresponde al PIB de algunas de las economías nacionales más grandes. El dato mata el relato sobre que las cooperativas son organizaciones de producción insostenibles económica y socialmente. El carácter democrático de la participación social en las asociaciones cooperativas del trabajo mata el relato sobre su carácter reaccionario por funcionar en la economía de mercado capitalista. Es justamente todo lo contrario, demuestran que la propiedad común y las relaciones sociales democráticas que mueven el micro modo de producción así establecido constituyen formas superiores, social y económicamente, a las relaciones de explotación del trabajo y el trabajador que mueve el modo de producción capitalista en el que se insertan.
VI
La fe religiosa en el mito de la eficiencia de la empresa capitalista mina el sistema socioeconómico llamado a ser socialista con la propiedad privada y se acude a formulaciones empresariales como la Sociedad Limitada (Ltd). Mientras tanto, un movimiento de emprendedores y propietarios que niega y supera la considerada “economía social de mercado” -idea sobre la economía capitalista forjada por las izquierdas socialdemócratas-, toma cuerpo en países capitalistas para transformar esas sociedades limitadas privadas en «sociedades de propiedad común responsable». Qué impide que las empresas estatales, consideradas socialistas, puedan asumir estas formas de organización, creando junto con las cooperativas ese vasto universo de medianas empresas articuladoras del modo de producción. Pero los decisores políticos en Cuba nos vienen a descubrir la afinidad del modo de relaciones sociales de producción capitalistas con el socialismo.
No hay casualidad en la comprensión y toma de conciencia sobre la insostenibilidad económica y la exclusión social que engendra la propiedad capitalista sobre los medios de producción y el capital.
En Alemania, una de las primeras economías capitalistas del mundo, casi una cuarta parte de la población pertenece a una cooperativa. Además de las cooperativas formadas por agricultores y artesanos, hay otras que agrupan al 90% de los panaderos y carniceros y al 75% de los comerciantes minoristas. También se crean cooperativas con la finalidad específica de que los estudiantes adquieran experiencia. Las prácticas y los conocimientos vinculados a este elemento del patrimonio cultural inmaterial se transmiten por intermedio de cooperativas y universidades.
El crecimiento de las formas de organización cooperativa en el mundo, constituye un movimiento socioeconómico post capitalista que revolucionan las relaciones sociales del modo de producción. Redes de cooperativas se tejen en países de mayor y menor desarrollo económico.
En América Latina el cooperativismo constituye un poderoso movimiento popular, destacado en Uruguay y Argentina, donde la capacidad de trabajadores y obreros de tomar las empresas privadas que sus dueños declaran en bancarrota y echarlas a andar bajo la fórmula cooperativa, derrumba el mito de la superioridad de la empresa privada capitalista sobre las empresas cooperativas.
El cooperativismo de vivienda proyecta una modalidad de participación social protagónica en la transformación del hábitat que podría hacer renacer como ave Fénix los barrios de alta degradación socio-material por la precariedad y la falta de viviendas en ciudades cubanas. El Poder Popular en la Habana con la participación de la mayor organización popular del país, los CDR; por ejemplo, podrían organizar un movimiento cooperativo de viviendas que involucrara al pueblo2, moradores de barrios con marginación (San Isidro, el Fanguito, etc) y de los “solares” que pululan en centros urbanos en la transformación de sus propias condiciones de vida y el mantenimiento comunitario del hábitat.
Las cooperativas en el mundo capitalista poseen los menores índices de bancarrota. A diferencia de la empresa privada capitalista, donde la altura del lucro de los propietarios decide sobre la magnitud de los salarios de los trabajadores, si se tiran por la borda (desempleando o cortando indiscriminadamente los salarios) en tiempo de menor desempeño o crisis económicas o como reacción ante la tendencia decreciente de las tasas de ganancia, en la empresa cooperativa, tal como lo demuestra la práctica de las cooperativas en el mundo, prima la solidaridad y el principio de la suerte compartida (un ejemplo objeto de estudio en este sentido, ha sido la asociación de las cooperativas del algodón en Brasil, donde en crisis económicas esas cooperativas demostraron una alta capacidad de subsistencia solidaria, sin recorte de miembros, adecuando democráticamente las remuneraciones hasta llegar a reflotar las empresas).
La cooperativa deviene una organización de carácter comunal. Su funcionamiento no está enrarecido por la jerarquía empleador-empleado que establece la relación de subordinación y explotación del trabajo asalariado. La carrera por el lucro que moviliza a los propietarios de las empresas privadas y crea la lucha intestina de intereses (las huelgas de los trabajadores por mejoras salariales constituyen la expresión fehaciente de los intereses en pugna constante entre capital y trabajo en las empresas privadas y en toda la sociedad: paros generales, etc) carece de caldo de cultivo en las asociaciones cooperativas. Las cooperativas constituyen actores económicos sociales.
Las cooperativas en tanto formas de la economía social desmontan el fetiche de la propiedad exclusiva que, como el fetiche de la mercancía, está en la base de la división clasista de la sociedad y la explotación del hombre por el hombre. En ese sentido las formas cooperativas de organización de la sociedad para producir la materialidad de la vida y reproducir así la existencia social son sin duda un catalizador de relaciones democráticas socioeconómicas.
La ideología del pensamiento político burgués nos ha querido hacer creer que el dominio de la democracia está en la “igualdad de oportunidades” y en el espíritu bíblico de la “redistribución justa” del producto del trabajo, y no en el carácter democrático de las relaciones sociales de producción; justo donde el trabajo deja de ser fuente del plusvalor identificado por Marx en lo que constituye la develación revolucionaria de la naturaleza explotadora del modo de producción capitalista, desmontando con ello la premisa sine qua non del capitalismo.
“Donde hay igualdad no hay lucro” – nos indica Marx, apuntando así al fundamento filosófico materialista de la democracia.
V
Los decisores políticos en Cuba se aferran al mito que el capitalismo crea sobre la “liberación de las fuerzas productivas”. ¿Qué liberación de la fuerza de trabajo, el componente motor de las fuerzas productivas, puede darse bajo las relaciones de explotación del trabajador, imprescindible para la extorsión del plusvalor del trabajo que le da vida al “desarrollo capitalista”?. El sometimiento de los trabajadores a los detentores del capital como ariete del trabajo y el productivismo de la fuerza laboral es lo que en realidad hace de la esclavitud moderna la “virtud capitalista”. La democracia de las relaciones sociales del modo de producción que el sistema socialista proyectaría no se percibe como la emancipación social del trabajo y los trabajadores, verdadera liberación de las fuerzas productivas.
El trabajo de productores sin mediación de la relación asalariada del trabajo, democráticamente asociados en entidades económicas autónomas, autogestionadas y autosustentables, tales como las que se conforman bajo los principios solidarios del cooperativismo en las empresas sociales, retoma y hace valer el fundamento materialista de la democracia en el ideario político del Proyecto Socialista.
“El régimen de cooperativistas cultos, cuando existe la propiedad social sobre los medios de producción y cuando el proletariado ha triunfado como clase sobre la burguesía, es el régimen socialista” – Lenin.
Los ideólogos del no-hay-alternativa a los imperativos capitalistas han logrado vencer en el seno de la Dirección política de la Revolución. Se ha impuesto el convencimiento que la economía social, la propiedad común y el trabajo cooperativo que darían vida al modo de producción socialista son desvaríos de la mentalidad extremista comunista. Miren a China, es todo lo que aducen, cómo lo demuestra al evitar semejantes presupuestos y lanzarse al “socialismo” con características capitalistas. La inducción en el imaginario popular cubano de la apología capitalista lanzada por su ideólogo, Teng XiaoPing, sobre lo que importa: que el gato cace ratones y el socialismo llegará según la doctrina de la economía política burguesa sobre el derrame, campea cual nueva “fe revolucionaria”. El reformismo socio-liberal con que es necesario sustituir la democracia como el camino hacia el socialismo no deja dudas sobre ello, no importa la demostración científica y la evidencia empírica sobre la verdad de la insostenibilidad económica y la exclusión social que engendra la propiedad capitalista sobre los medios de producción y el capital.
VI
“Todavía hay idiotas por ahí creyendo que van a resolver los problemas con el capitalismo”- Fidel
El apotegma de Fidel que la Revolución sólo la podrían destruir los propios cubanos se alza como un desafío al pensamiento que en las formas capitalistas de producir la materialidad de la vida y la reproducción social ve la prosperidad del pueblo y la soberanía de la nación.
El debate revolucionario por el socialismo en Cuba ha de tomar fuerza más allá de la Constitución aprobada. Los revolucionarios, los trabajadores, el pueblo de Cuba tienen ante si el reto de poner la revolución social iniciada en 1959 que saca a Cuba de la trayectoria capitalista en los carriles de la revolución socialista. Hacia el socialismo emancipador, el único capaz de propiciar el desarrollo sustentable económico y social y garantizar la soberanía de Cuba. En ello le va la vida no sólo a Cuba y a la nación cubana, si no a la posibilidad de sentar el precedente paradigmático que por su éxito cambie el curso de la historia universal moderna, la historia del capitalismo en la tierra.
Notas
Roberto Cobas Avivar, “Ser o no Ser del Socialismo enCuba”, https://robertocobasavivar.wordpress.com/2021/04/18/ser-o-no-ser-del-socialismo-en-cuba/
Roberto Cobas Avivar, “Cuba. La Alternativa Socialista”.
https://robertocobasavivar.wordpress.com/2021/10/11/cuba-la-alternativa-socailista/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.