Tres años acaban de cumplirse en el día de ayer, 8 de junio de 2004, del infame veredicto recibido por Ramón Labañino Salazar, Gerardo Hernández Nordelo, Antonio Guerrero Rodríguez, René González Sehwerert y Fernando González Llort, por parte de una corte de la ciudad de Miami. Acusados con un rosario de delitos no cometidos por […]
Tres años acaban de cumplirse en el día de ayer, 8 de junio de 2004, del infame veredicto recibido por Ramón Labañino Salazar, Gerardo Hernández Nordelo, Antonio Guerrero Rodríguez, René González Sehwerert y Fernando González Llort, por parte de una corte de la ciudad de Miami. Acusados con un rosario de delitos no cometidos por ellos, nunca un juicio en la historia de la jurisprudencia norteamericana había sido tan politizado y manipulado por los representantes del gobierno, los cuales contaron con el apoyo y las presiones de la prensa mediática, encargada de exacerbar y viciar a la opinión pública, y de los representantes de la influyente extrema derecha en esa urbe.
Un rápido examen de las violaciones cometidas, permite a cualquiera comprender la infamia cometida:
• Se les negó la posibilidad de ser juzgados en otra sede (ciudad), haciendo que enfrentaran un juicio desventajoso para ellos, minado por un ambiente de odio e intolerancia por su condición de revolucionarios cubanos y luchadores contra los grupos terroristas que se enseñorean en Miami y se pavonean con sus crímenes.
• Se les endilgó el delito de enviar al gobierno cubano información sobre la seguridad nacional de Estados Unidos, lo que no pudo ser probado, a pesar de lo cual se les acusó de conspiración para cometer espionaje.
• No se permitió a la defensa instruir al jurado sobre la tesis de «estado de necesidad» que justificaba la participación de estos hombres en tareas de penetración de los grupos terroristas radicados en EE UU, los cuales promueven actos de terrorismo contra su Patria.
• Se desoyeron 44 precedentes judiciales que favorecerían a los acusados.
• Se impuso a un jurado viciado y dispuesto a congraciarse con los sectores intolerantes de la ciudad de Miami. Hoy se sabe que dicho jurado fue presionado para emitir un fallo desfavorable y condenatorio para los acusados.
• Cuestionada actitud de tolerancia de la juez hacia la fiscalía.
• Violación de la Quinta, Sexta y Octava Enmiendas de la Constitución norteamericana, las que amparaban a los acusados.
• Acusación a Gerardo Hernández del delito de conspiración para cometer asesinato sin que existieran pruebas para ello.
• En consecuencia, imposición de penas excesivas por los supuestos delitos cometidos. Empleando de manera engañosa, por ejemplo, el cargo de conspiración para cometer espionaje, se les presentó como espías y se les impuso a tres de ellos la máxima pena contemplada para este delito: cadena perpetua. Nunca se probó que realizaran espionaje contra EE UU.
Todas estas violaciones de los derechos de los cinco patriotas cubanos condujeron a tan injusto veredicto. Un examen de diversos antecedentes judiciales de casos de personas que sí cometieron realmente el delito de espionaje contra Estados Unidos, nos permite comprobar la inconsistencia de los argumentos esgrimidos por el gobierno y la justicia norteamericanos para imponer sanciones tan exageradas, crueles e infames. No cabe duda que a través de ellos se trató de castigar a Cuba y satisfacer a la mafia miamense. Ese fue el fin político de la fiscalía y su arbitraria actuación durante el juicio.
Tal vez el caso más sonado de espionaje contra Estados Unidos por parte de un país aliado lo representó el de Jonathan Pollard. Analista de la marina de guerra norteamericana, vendió importantes secretos a Israel a cambio de grandes sumas de dinero.
Apenas fue capturado Pollard en noviembre de 1985, el gobierno israelí pidió disculpas a la Casa Blanca. Usando el frágil e increíble argumento de que Pollard no era miembro del Mossad (el servicio de inteligencia de Israel) o de la inteligencia militar de este país, el primer ministro Shimon Peres adujo que el espía actuó imprudentemente como parte de una unidad independiente de la inteligencia israelí, prometiendo desactivar a la misma y castigar a los infractores. Resuelto el asunto de manera dudosa, Pollard fue condenado a cadena perpetua.
Años después en 1998, el jefe de gobierno israelí Benjamín Netanyahu reconoció, sin embargo, que Pollard era efectivamente un agente del Mossad. Queriendo ser presentado como un patriota e incapaz de dañar a los Estados Unidos, Pollard fue apoyado por el importante lobby judeo norteamericano.
Al analizar el caso de Jonathan Pollard y su condena por la justicia norteamericana por el delito de espionaje, cabe preguntarnos: ¿Por qué imponer un mismo castigo a los Cinco Héroes cubanos cuando en el caso de ellos no pudo probarse que realizaran actividad de espionaje contra la seguridad nacional de estados Unidos y a diferencia del agente israelí nunca fueron capturados in fraganti en estas actividades? ¿Por qué se les imputó falsamente el delito de conspiración para cometer espionaje, siendo juzgados como espías y recibiendo las máximas condenas por un delito no cometido? ¿ No es esto, acaso, manipulación de la verdad y ensañamiento a partir de una mentira? Washington contó con abundantes pruebas documentales sobre el delito cometido por Pollard, mientras que en caso de los Cinco sólo se emplearon falsas presunciones.
Otro sonado caso de espionaje cometido contra Estados Unidos por el Mossad israelí lo representó la captura de 120 de sus agentes infiltrados en ese país en enero de 2002.
Esta vasta red de espionaje diseminada en varias importantes ciudades norteamericanas como Los Ángeles, Miami, New Orleans, Chicago, Atlanta y Phoenix, bajo el manto de pertenecer a escuelas de arte, se dedicó a espiar a residentes árabes y a operativos de Al Qaeda.
Una investigación realizada por la revista especializada «Intelligence On line» demostró que esta red logró penetrar a los grupos terroristas árabes radicados en los EE UU y, sin embargo, nunca advirtió al gobierno norteamericano de los macabros planes perpetrados el 11 de septiembre por Al Qaeda contra las Torres Gemelas del World Trade Center y el Pentágono.
Cabría preguntarse: ¿Por qué las autoridades norteamericanas se limitaron a capturar a ese numeroso grupo de miembros del Mossad y a expulsarlos con posterioridad, sin tomar represalia alguna? ¿No estaban ellos, acaso, infiltrados como agentes no declarados de otro país en grupos terroristas ubicados en distintas ciudades norteamericanas? ¿Por qué a ellos sólo se les expulsó y a los Cinco Héroes cubanos no, cuando aparentemente realizaban similares actividades contra grupos terroristas?
En este caso específico, el FBI actuó de manera diferente a como lo hizo en Miami en relación con los patriotas cubanos detenidos. El portavoz del Federal Bureau Of Investigation (FBI), Bill Carter, se limitó a declarar: «Este caso de la red de espionaje israelí no existe. Ningún israelí ha sido acusado por el FBI o el Departamento de Justicia.» ¿No es sospechoso, por supuesto, que Héctor Pesquera, en ese entonces jefe del FBI en Miami, «consultara» a enemigos de Cuba como Ileana Ros Lethinen y Lincoln Díaz Balart sobre cuál debía ser el proceder en este caso, antes que a sus superiores dentro de FBI?
Mientras el FBI y las autoridades norteamericanas han mantenido una actitud de relativa coherencia en los casos de espías capturados in fraganti, es evidente que en el caso de los Cinco han distorsionado la verdad con el fin de satisfacer el odio irracional de la extrema derecha miamense. Prueba de ello son los casos siguientes:
• Caso Aldrich Ames: Este alto funcionario de la CIA fue arrestado por el FBI el 24 de febrero de 1994. Miembro de la principal agencia de inteligencia de Estados Unidos desde 1963, fue reclutado en 1985 por la KGB soviética y luego, ante la debacle del campo socialista, continuó prestando servicios como doble agente ante el SVR ruso. La motivación principal de Ames fue el dinero y desde su puesto como responsable de la formación de futuros agentes de la CIA facilitó amplia información sobre espías de esa agencia destinados a Rusia. Fue responsable de la captura y ejecución de varios de ellos, Fue condenado a cadena perpetua en el mismo año de su captura.
• Caso Harold J. Nicholson: Reclutado en 1980, luego de 16 años de servicio dentro de la CIA, Nicholson fue detenido el 12 de noviembre de 1996, acusado de vender información a la KGB y, posteriormente, al SVR ruso. Fue condenado a cadena perpetua luego de probarse que entregó amplia información sensible de Estados Unidos a servicios especiales extranjeros, a cambio de altas sumas de dinero. Recibió igual pena que Ames.
• Caso Edwin Pitts: Fue detenido en 1997 luego de trabajar por más de nueve años, a cambio de dinero, para la KGB y el SVR ruso. Encargado por el FBI para espiar a diplomáticos soviéticos y luego rusos acreditados ante la ONU, fue reclutado por estos a cambio de dinero. Recibió igual condena que los anteriores.
• Caso David Sheldon Boons: Miembro de la NAS, Agencia de Seguridad de los EE UU, encargada del contraespionaje electrónico norteamericano, fue reclutado por el SVR ruso. Desde su alto puesto ofreció valiosa información a cambio de dinero. Fue condenado a pena similar a la recibida por los anteriores agentes dobles mencionados.
La referencia a estos casos de espías famosos involucrados en el espionaje contra los Estados Unidos sirve para sacar algunas importantes conclusiones con respecto al amañado juicio seguido contra los Cinco Héroes cubanos.
1 ¿Por qué el FBI no usó la misma diligencia que la empleada en estos casos para descubrir posibles delitos de espionaje? La respuesta es simple: los cinco cubanos jamás se dedicaron a buscar información sensible para la seguridad nacional de Estados Unidos. Es por ello que jamás el FBI pudo presentar una sola prueba capaz de inculparlos. Las pruebas usadas en este caso fueron fabricadas o simplemente presupuestas.
2 Al no poder hallar una sola prueba inventaron la «conspiración para cometer espionaje». Sin embargo, a pesar de que no es un delito similar al de cometer espionaje, los cubanos recibieron la misma máxima pena como castigo, igual a la que recibieron los casos de espías confesos y probados anteriormente analizados. La injusticia cometida, por tanto, está demostrada.
3 ¿Por qué en el caso de Gerardo Hernández, acusado también de manera falsa por el delito de «conspiración para cometer asesinato» se utilizó una pena mayor como castigo (dos cadenas perpetuas) que la recibida por Ames, cuya actividad de espionaje costó la vida a varios agentes de la CIA en Rusia?
4 Por último, ¿por qué todos estos confesos y codiciosos espías, que sí realizaron probadas acciones contra la seguridad nacional de Estados Unidos, recibieron en sus juicios respectivos todas las garantías constitucionales que les fueron negadas a los Cinco?
Cuando nuestros Cinco Hermanos, patriotas de sólidas convicciones e incapaces de traicionar a su Patria por simple gloria o por dinero, como lo hicieron Ames, Nicholson, Pitts y otros espías o mercenarios, sufren todavía injusta prisión, convirtiéndose en expresión de los mejores valores éticos y revolucionarios de los cubanos, no cabe duda que el juicio realizado contra ellos fue, por encima de todo, una cuestión de conveniencias para sus acusadores.
9 de junio de 2004
* Escritor guatemalteco