El sistema capitalista interpela a los individuos como sujetos. Althusser no se equivocó en esto. Hay, al mismo tiempo que una opresión y explotación, un mecanismo de interpelación de los individuos dominados, bajo la forma de «sujetos». Hace aparecer aquello que es dominación, opresión y anulación de la subjetividad como producción de subjetividad; aquello que […]
El sistema capitalista interpela a los individuos como sujetos. Althusser no se equivocó en esto. Hay, al mismo tiempo que una opresión y explotación, un mecanismo de interpelación de los individuos dominados, bajo la forma de «sujetos». Hace aparecer aquello que es dominación, opresión y anulación de la subjetividad como producción de subjetividad; aquello que es destrucción de la libertad como libertad. Y ello mediante la institucionalidad burguesa; los colegios, las universidades, las fábricas. A esos lugares desde los que se irradia la dominación capitalista-neoliberal se refería Antonio Gramsci al hablar de «sociedad civil».
En su trayectoria teórica, Michael Foucault desarrolló un análisis social, filosófico y ante todo histórico-político sobre qué significa poder. Para Foucault poder no es «una cosa». El filósofo francés desafió la concepción del poder como un ente objetivo, ya sea bajo la forma de Estado, ejército etc. El poder es una relación social, y existe más allá de las fronteras del Estado. Es, por lo tanto, una inmanencia; está presente en todas las relaciones humanas, ya sea como saber, poder físico, religión, deseo etc.
Siguiendo la línea teórica de Foucault, el poder capitalista se reproduce a todos los niveles e interpela, a través del discurso, a los individuos como seres humanos. Les convence de que son seres humanos. Pero precisamente es esa humanidad la que arrebata la enajenación capitalista, que Marx denunció en los «Manuscritos económicos y filosóficos de 1844». El capitalismo es un proceso de deshumanización del mundo, de pérdida de lo genéricamente humano. Esta pérdida se efectúa desde distintos niveles; sexuales, culturales, políticos, artísticos. Sin embargo es preciso reconocer que el fundamento de toda la dominación (capitalista) es económico. La explotación (extracción de plusvalía) es el primer momento a través del cual el capitalismo construye seres deshumanizados; un «ser inerte» parafraseando a Sartre.
El poder, entonces, se mentaliza. Es un poder que está en las mentes de los individuos, como opinión o sentido común. Lo que nosotros concebimos como normal, o la «normalidad» (la existencia de ricos y pobres, la dominación sexual y económica masculina, el egoísmo) es ante todo producto de un largo proceso histórico de producción de un sentido común. No son «sentimientos» o «males» inherentes al hombre, sino ante todo fruto de una larga histórica de dominación y opresión. En esta perspectiva cave reconocer que lo que aparece como escapatoria a ese poder, muchas veces, no constituye sino otro lugar de la dominación, otro dispositivo de poder enclavado con el fin de interpelar a los individuos como sujetos.
La ‘vida material’ pequeñoburguesa es la síntesis de la cultura burguesa alienante. En ella se reproducen discursos, prácticas políticas, culturales, musicales, sexuales, vivenciales etc., que aparecen (o se hacen ver) como desafíos «libertarios» a la cultura capitalista. Que mejor ejemplo que el hippiesmo, manifestación característica de estos artefactos tramposos que (vuelvo a repetir) interpela a los individuos como sujetos. Por que, en efecto, un hippie no puede hacer ningún daño al capitalismo, ya que sus propuestas son cuestionamientos superficiales. Lo mismo puede afirmarse de las prácticas culturales que incitan a buscar en lo personal-existencial una escapatoria a los problemas humano-sociales. La solución a la opresión capitalista no puede encontrarse en una salida individual, en una entrega personal, sino en el trabajo colectivo por la derrota del capitalismo (y en la construcción del proyecto negativo, es decir, que niega al capitalismo, el socialismo)
Estados Unidos es el país en que esta dominación burguesa, mediante el modo de vida pequeñoburgués, ha logrado establecer el mayor dominio sobre las clases y actores sociales (que dejan de actuar) y los individuos. Bordieau y Foucault señalaron la dominación como la relación de poder (social) en la que ya no hay escapatoria. En Estados Unidos esta forma brutal y total de dominio se ha consumado. Es una de las razones por las cuales el capitalismo, como sistema mutante, asimila el modo de vida estadounidense como un «modelo» o paradigma. El despertar de ese largo sueño de dominación burguesa debe ser, ante ello, latinoamericano, o periférico.
El cuestionamiento del capitalismo entonces, no debe reducirse a una cuestión programática, a una propuesta salarial o económica de la vida social. Debe ser un cuestionamiento total, que abarque la totalidad de lo social y su componente fundamental subjetivo. Los sujetos sociales deben avanzar en la figuración discursiva y social de ese cuestionamiento negador, destructivo del capitalismo. Ello implica un cambio desde ya en la mentalidad individual, o subjetiva. Ya nuestro Che lo decía en su texto «El socialismo y el hombre en Cuba»; «Para construir el comunismo… hay que hacer al hombre nuevo».