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Su último poemario, La canción de la luciérnaga, acaba de llegar a las librerías

David González nos deja sus visiones y su lucha

Fuentes: Rebelión

Mientras el poeta bendito retoza en el pesebre, el poeta maldito tropieza en esta existencia tosca y adocenada que han creado para nosotros.

Amargado y soberbio, emprende entonces un camino de liberación que trata de burlar las normas, pero en él no deja de tropezar y su vida al fin se convierte en un laberinto doloroso. Muchos se pierden ahí, pero él es capaz de devolvernos el horror en ráfagas de poesía para despertarnos.

David González se acaba de ir dejándonos más de veinte libros en los que narra su particular travesía del infierno. Nació cerca de Gijón en 1964, creció rebelde y con diecinueve años participó en un atraco a un banco, lo que lo llevó a la cárcel. Allí comenzó a leer poesía y comprendió que en ella había una salida.

Sus poemas relatan experiencias, tal cual. Son historias muchas veces terribles y siempre conmovedoras, con las que se las arregla para hacernos ver más allá, hacia un horizonte que no sospechábamos. Nos arroja encima un cubo de basura que tiene la virtud de limpiarnos. ¿Cómo lo consigue? Seguramente porque vernos en el espejo es lo que necesitábamos para reaccionar. Es casi como un exorcismo.

David comenzó a destruirse antes de ser poeta, y cuando empezó a serlo el proceso adquirió una dimensión distinta. La crónica de la autoinmolación se convirtió entonces en la sustancia misma de sus versos. Hay en ellos lugar para la amistad y el amor, pero los impulsos positivos tienen escaso recorrido en un mundo en descomposición. La catarsis es anunciada, y resplandece en la denuncia continua, pero faltó la masa crítica social para que la conciencia pudiera elevarse sobre la ruina. No obstante, en este sentido hay episodios especialmente luminosos.

En 2003, durante la invasión de Irak, David desarrolló una intensa campaña en internet tratando de movilizar la resistencia y la protesta. Fruto de estos esfuerzos es Hasta los paranoicos tienen enemigos, un volumen editado en 2004 en el que juntó sus propios textos con testimonios, poemas, análisis, opiniones y todo lo que llegó a sus manos y aportaba algo a la denuncia. En un momento clave a nivel mundial, este libro, impreso con tinta roja como la sangre de las víctimas, elevó un grito coral contra la barbarie.

El anterior no es un caso aislado. Aparte de sus experiencias, David González nos ofrece también en sus versos una visión demoledora y lúcida del tiempo que vivimos, y eso es lo que marca su gran diferencia con otros cultivadores del “realismo sucio”. A él no se le escapa la causa profunda del desastre: la dictadura del capital y su industria cultural. En un poema de La canción de la luciérnaga, su último libro que acaba de editar Páramo, lamenta ver a los poetas, que a su juicio deberían desdeñar los cantos de sirena, convertidos ellos mismos “por desgracia para la literatura,/ en sirenas al acecho entre las afiladas rocas/ de la industria de la cultura.”

En este libro, David regresa en muchos fragmentos a esa autobiografía que deja inconclusa. Es la senda de un perdedor que ajusta cuentas con la vida y descubre una vez más que el amor de los suyos es razón suficiente para una sonrisa liberadora: “En esta vida fea y gris/ la luz/ la tendremos que poner/ nosotros.” Pero en esta ocasión, los recuerdos se entremezclan con la crónica del final inevitable. Diagnosticado en septiembre de 2022 con un cruel tumor “tratable pero inoperable”, el poeta nos hace partícipes de sus últimas rutinas y de la ruina de su cuerpo, y nos confiesa: “A todo se acostumbra uno,/ métetelo bien en la cabeza,/ a toda clase de perrerías/ con tal/ de seguir vivo.”

Aparte de todo esto, no está de más decir que David González era una gran persona, alguien siempre dispuesto a compartir y ayudar, virtudes deficitarias en extremo en la república de las letras. A pesar de nuestra diferente visión de la poesía, solía arreglárselas para encontrar en mis libros piezas que justificaran su propia perspectiva y así me lo hacía saber. Buenos momentos pasamos con estas discusiones amistosas. A fin de cuentas, no creo que haya que ponerse muy estricto a la hora de buscar leyes a la lírica. Él lo explica bien claro en su último libro: “Poesía es todo aquello que te deja cicatrices en el alma.

Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.