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De ciudad esmeralda a «slum» (II)

Fuentes: Rebelión - Imagen: Beauford Delaney, "Can Fire in the Park".

¿Qué definición tendría «ghetto» para ciudad esmeralda?

¿Pero qué es un slum? La primera definición publicada fue acuñada por el presidiario y escritor James Hardy Vaux, que en 1812 escribió el Vocabulary of the Flash Language donde es sinónimo de tráfico (racket) o comercio ilegal (criminal trade)1

El tiempo en que la realidad supera la ficción analítica

Ghetto. O gueto. ¿Qué definición tendría ghetto para ciudad esmeralda? Es significante sociológico elástico para facilitar el análisis de la racialización desfavorable de la geografía urbana del planeta. Planet of slums, según Mike Davis2. Vale para la ciudad esmeralda. El bullicio periodístico y el chorro de baba analítica, sin importar las experticias, se queda en la variante narco. Narcotráfico. Y se repite desde diferentes ángulos de la retórica más o menos el mismo párrafo y con los compuestos gramaticales: narcopolítica, narcoeconomía, narcofilmes, narcoestado, narcociencia, etc. El prefijo ‘narco’ es el comodín para repartir confusión adrede o por ignorancia. Un pedido servil anda por ahí, se lo contrabandea en las conversaciones y hasta se lo deja malafesivamente boteando: traer a los gringos o sea instalar bases estadounidenses en el Ecuador. Respuesta de Luis Carlos Muñoz Sarmiento en Rebelión del 5 de noviembre de 2022: “Estados Unidos tiene 900 bases militares en el mundo, 90 de ellas en América Latina y 9 en Colombia. La mayor fuente de ingresos, con un 70 % del capital de los cinco bancos gringos más importantes, proviene del narcotráfico. Con tantas bases y miles de operadores estadounidenses en diferentes ramas de seguridad en el territorio colombiano, (JME) sin embargo el mayor surtidor de cocaína para el mundo y, en particular para Estados Unidos es Colombia, entre un 70 % y 90 %”3. El mérito de los lacayos es no pensar.

Mientras más complejizan el diagnóstico más lejos están de la realidad de Esmeraldas, el barroquismo al servicio de la inutilidad del actual Gobierno. Pero si eso no es suficiente inventan unas falsedades cosidas con cabos de amarrar barcos, lo cual le da ninguna credibilidad, aun así suponen que la mayoría de la gente ecuatoriana las cree. ¡Cómo nos subvaloran! (¿O no?)

Y esta violencia social, ¿cómo así? Se explica por el traslado clandestino de cocaína (y quizás de otros narcóticos) como problema mayor, sin embargo no es el único, hay otros y no menos importantes y hasta complementarios. El actual periodo de violencia es la consecuencia de una complejidad de causas sociales, económicas, históricas y políticas. (Resalto la economía política de la provincia de Esmeraldas). Ese no es el orden obligatorio, pero es indicativo. El Gobierno del presidente Guillermo Lasso apuesta a los resultados aplicando la hiper pendeja teoría de “la culpa es de…” De cualquiera que por esos días escape a sus intereses inmediatos. O que su hígado ruletero señale. Este jazzman no está para cháchara, por si acaso. El ruido de la inacción es la respuesta a los asesinatos en Esmeraldas y en las otras ciudades de las malas estadísticas. Ojalá alguien logre explicarle al banquero que los globos se elevan no por el color sino por el contenido. Es solo física de los gases en diferentes globos. Por lo demás, “la rutina (Pena me da), el truquito (Hasta pena me da), la maroma (Pena me da), ay, bendito”. Esto escribió Francisco Repilado Muñoz y lo cantó Henry Fiol. Ahora es política gubernamental entendida por y para Esmeraldas. ¡Ay, bendito!

Verde esmeralda pura y simple

Ciudad esmeralda, por el antiguo verde vegetal de hace décadas y que hoy parecen siglos transcurridos y consumidos por el imperio del cemento armado, aun así solo fue ayer. El ayer es esa imagen elástica de cierto tiempo pasado que está ahí, en el presente de ahora mismo. La ciudad está ahí, asentada en una formación geológica cuaternaria, apeñuscada en el cordón de lomas jóvenes, construida sobre quebradas que fueron ríos sin memoria de sus aguas pasadas. Ciudad esmeralda, es decir de ese color verde. Esta línea de tiempo importa por el significado del color verde en la vida histórica de las comunidades negras de la costa pacífica colombo-ecuatoriana. El plátano cambiaba a verde o a viche si no estaba listo para el bocado de sabrosura. Colores y sabores alianza cultural para gestionar la vida sin entorpecer sus procesos de perpetuidad. Esa metafísica amplia es el paisaje vegetal con esos verdes cambiantes, por el juego de luces y sombras o porque nuestra naturaleza se aburre en una sola referencia colorida, esta fue y es leyenda perenne producida por las pocas piedras verdosas encontradas y que la angurria colonialista apresuró las fracasadas expediciones de conquista, nada, de ahí solo quedó el nombre para una región imprecisa y hoy para nuestra provincia; también una fama que nunca perdió y sirvió o sirve de referencia al Ecuador.

Nadie se imagina una ciudad que se llamara ciclosilicato de berilo y aluminio, con grafía simbólica de química, perdida y encontrada según el capricho económico de los grupos dominantes ecuatorianos. Esmeraldas, su gente, cimarroneando cada escuela pública desde el silgo XIX, cada metro de carretera en el siglo XX, gritando su derecho a administrarse por quienes padecen las desgracias, estafada en las tramufias oligárquicas de Guayaquil o de Quito y votando a partidos derechosos sucursales propicias de sus enemigos históricos. Así nos va, mal. Muy mal. Unas veces se persevera en triunfos de poca duración y en otras el lamento es largo como trago amargo. El verde es contradictorio Casa Adentro y Casa Afuera: “Con frecuencia escuchamos decir que el verde de Esmeraldas es un regalo de la naturaleza, es producto de la bondad de la tierra. Nosotros sabemos que eso lo dicen los que nos miran desde afuera, pero sin vernos. En cambio, nosotros estamos seguros que el verde de Esmeraldas es el resultado de unas filosofías, el producto de unas doctrinas, la suma de un conjunto de prácticas culturales que se cumplen, se obedecen, …”4 Por estos meses han violentado el verde a sangre.

Slum: entre compasión y vainas raras

Por estos tiempos de sustos urbanos, este jazzman lo piensa bien bonito si no estaremos ya en punto problemático de que En los barrios de guapos no se vive tranquilo. Mide bien tus palabras o no vales ni un kilo5. Cada asesinado tiene o tenía su mala vida, se resume con una pregunta malafesiva: “¿en qué vainas raras andaría?” Y son cientos los asesinados contabilizados. Acaso, ¿todos andarían en vainas raras? ¿Es así para todos matados? No, no es así, están los asesinados porque no aceptaron la paga extorsiva, porque les salió el cimarrón puntual a la hora del asalto, están quienes impidieron el abuso pandillero en su calle, quienes estuvieron en el sitio y momento equivocados, quienes son llamados víctimas colaterales y muchos casos trágicos que no se saben. Y claro, están quienes andan torcidos, aquello que buscan encuentran. Por estas calles la compasión ya no aparece, presagio cantado por Yordano. A veces sí. Hay una frase que se escurre por ahí: “reseteo social”. Sin definición propicia, solo dicha como contribución al aguaje palabrero inoperante de las autoridades de todos los niveles del Estado ecuatoriano. O la escucharon por allá y creen que sirve para apaciguar angustias. ¿Qué es eso de reseteo social en Esmeraldas? ¿Más empleo? ¿Mejor educación pública? ¿Unas autoridades locales y provinciales que sean más o menos aquello que deberían deben ser? Es innegables que es necesario el recomenzar político para avanzar a una paz social; es ‘para ayer’, dicen los gerentes efectistas. Pero sin olvidar o ignorar que se perdieron los desafíos sociales de la provincia y ciudad de Esmeraldas por nuestros errores políticos como ciudadanía, en la ruta etimológica de nuestras comunidades urbanas y no digamos de la subalterna clase política situada en Esmeraldas (no esmeraldeña, por favor). Po-lí-ti-ca. Afirmativo, Πολιτικά o sea asuntos de la ciudad. Cuestión de la ciudadanía de Esmeraldas más que de las espelmas chorreantes y las invocaciones por la paz, sin ignorar su validez catártica, pero sin ningún efecto po-lí-ti-co en la provincia y en la ciudad. Cabe, entonces, un malhaya nostálgico: ¡es notoria la ausencia de tirapiedras clásicos!

Rabia y caligueva en el slum

El miedo colectivo a ese enemigo inidentificado favorece el victimismo popular. Las preocupaciones son en voz alta y se previene a los acelerados para que no se gradúen de héroes. Sí, pero muertos, más exactamente, asesinados. Cuando algún encorbatado boquisuelto habla de “guerra a la delincuencia” o “narco-delincuencia”. Algunos sueltan palabrotas de inconformidad, este jazzman se incluye. Los frentes de esa “guerra” pasan exactamente por la vereda de nuestras viviendas, por las canchas y parques, por las unidades educativas, por las unidades de policía comunitaria (upc) y hasta por las iglesias. En las calles de mi ciudad, peor si están desoladas, todos y todas somos ‘malhechores’ (mientras no se pruebe lo contrario), desconfianza es el principal contaminante social, hasta donde alcanza la vista y no se ve una puerta salvadora si esa fuera la necesidad urgente, ni siquiera la abarrotería barrial es refugio salvador por la reja de hierro, el swing esmeraldeño de otros años está arruinado. Duele en el alma admitirlo, pero no caben los cununeos y tuntuneos del silencio.

Las autoridades, sin importar el horóscopo partidista y los grados de ineptitud clamorosa o la carencia de vocación de servicio público, exigen que no se comente nada de estos tiempos violentos, porque ahuyenta el turismo y se complica aún más la economía local. Shsss, amagan desesperarse. De acuerdo, pero, ¿cómo nos hacemos los desentendidos si rabia y caligüeva (o al revés) están justo ahí, en la punta de la lengua? Carajo, ¿no hablar de la noche significa que no hay oscuridad? Son esas boberías tribales del otoñal régimen del encuentro. Y sus contagios. Ya saben, piden carabelas de inversionistas en los puertos de palos internacionales y esta clase gobernante tiene la guita a veinte mil leguas de viaje en avión. Igual es por acá. Hasta el turismo urbano va muy poco a Las Palmas o a las playas cantonales. La ineficiencia de los niveles de gobierno instala en Esmeraldas ese desconsuelo de la derrota irremediable: “pudo ser peor”. Dicen.

Ciudad abandonada simbólicamente

Año 2022, hasta esta fecha son once meses de incertidumbres colectivas. En las interpretaciones cabalísticas de la gente de tabaco curao y lecturas enrevesadas de naipes es un año muy malo. Malísimo para la menguante ciudad esmeraldas. Está en crisis el histórico feng shui cultural jalador de turistas por buenas vibras sandungueras. Pero estas líneas comenzaron a escribirse un lunes octubrino presionado por los estragos emocionales de las semanas anteriores y el distante final por los mensajes inconsistentes del Gobierno. Esta ciudad asombra por su pacífica apariencia: calles desoladas, bien iluminadas, si aquello no bastara una luna, sin estorbos de nubes, impera en un cielo que parece distinto aunque es el mismo de todas las noches urbanas. Ni un alma en las calles. Resignación es el nombre de quietud. Se cumple el toque de queda sin acuerdo previo y con el rigor inconfeso del temor. De repente, el petardeo de las motocicletas o el rumor de algún carro a velocidad peligrosa perturban el espeso silencio. Sí, ya son meses de esta impensable imposición jamás decretada por alguna ubicua autoridad invisible, son muchos los inconformes pero la mortandad criminal obliga a la prudencia del encierro temprano. La arruinada economía local presiona a creer ahí donde más se padece en una súbita coyuntura milagrosa para muchas familias esmeraldeñas. Me recuerda la melodía de Eric Clapton, Tears in heaven6. “Más allá de la puerta, hay paz, estoy seguro, y sé que no habrá más lágrimas en el cielo”7. El drama tiene sus canciones, parecen escritas para cualquier día de estos recién vivido. Es cierto el acertijo de Joaquín Sabina: “porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan nunca mueren”8. Todas las odas discursivas de amor por la ciudad y provincia de Esmeraldas ahora la están desmoronando sentimentalmente Casa Adentro. Al menos en el reconcomio cultural y existencial. Y se quiebra hasta en esos mínimos cívicos simbólicos. La pomposidad amorosa de los discursos políticos es vacía. Vacía y sin fondo. Está ciudad fue vaciada de toda referencia histórica por el conjunto de sus autoridades en los últimos lustros, en este presente de dificultades no hay ese algo emblemático asible. Ese signo, imagen o representación que prodigue el ánimo de la ciudadanía. Queja + resignación. En esta ciudad esmeralda jamás se iza una sola bandera provincial ni siquiera en los edificios públicos; escolares y colegiales saben más de lejanías que de aquello que tienen a un jeme de la nariz. Si la ciudadanía también es una construcción cultural, además de política, entonces ya se sabe el destino. Pero lo aquí escrito es solo el botón falta la camisa. Ahí están las rasgaduras y los parches que determinan nuestra ciudadanía en crisis. En la tercera década del siglo XXI malvivimos una ciudadanía restringida a un territorio mínimo y riesgoso. La ciudad es territorio comanche, el guiño es a Arturo Pérez-Reverte, pero en versión propia. ¿Es recuperable nuestro derecho a la paz total? Por ahora es solo un quejumbroso deseo colectivo. Los vaivenes retóricos solo obtienen más de lo mismo. Intranquilidad. Angustia. Rabia. Las seis de la tarde es límite del día y para habitar el espacio público.

La plusvalía de la incertidumbre en ciudad esmeralda

La violencia o la paz del territorio esmeralda se origina, según aquello que se quiera, en la economía con los adjetivos que sean. Aquellas otras explicaciones sobre este periodo violento corresponden al folclor idiota provenientes del racismo, díganlas quienes las digan, sean caciques académicos o picos de oro mediáticos. Entienda, señor Gobierno, es el flujo de dinero y cuánto de ese flujo reduce el desasosiego familiar en las barriadas esmeraldeñas, rebaja tensiones sociales por el goteo de posibilidades para la población esmeraldeña y apacigua la insolvencia perpetua de quienes quieren pero la tienen imposible. La ciudad esmeralda es de tamaño medio, hay distanciamientos considerables entre los extremos norte y sur, a lo ancho es el quebradero geológico y la trepada a las lomas donde están los barrios altos. Es más bien una ciudad de geografía harto irregular y alargada. Con unas cifras sociales y económicas de pavor. La pobreza por ingresos es del 52,9 % y la extrema pobreza es del 25.3 %9. ¿Allá en el alto Gobierno ecuatoriano alguien se preocupa por eso? (¡Qué pregunta necia!) ¿Sabían que la oferta de transporte público supera la demanda, en la ciudad esmeralda? Hay buses, busetas para escolares y empleados, taxis cooperados e informales, camionetas y rapid-motos; además está el delivery. Cada posibilidad comercial o de servicios tiene decenas de ofertantes en competencia porque no hay otra, incluyendo la simple venta de golosinas. La ciudad esmeralda involuciona a slum, no es ‘cultural’, es el dinero circulante escaso en la clásica oferta y demanda del capitalismo disfuncional. El flujo de dinero, cuando hay y es lícito, es un lento goteo para disputa y quienes no quieren ese diario de arranche laboral o se hartan de suplicar su oferta, buscan rutas menos legales y encuentran aquello que buscan: un patrón. Los patrones son quienes tienen los fierros y los prestan o alquilan para faenar al prójimo en calles, abarrotes, restaurantes, bares o convertir celebraciones sociales en miedosa gritería. Ellos organizan el miedo urbano, vespertino y nocturno, convirtiéndolo en plusvalía de rapiña. Es imitación a destiempo del condado de Manhattan, descrito por Henry Fiol. Pero en esta es versión: “…donde perro come perro y por cualquier chuchería te matan”. La otra delincuencia, la de más arriba en la escala económica y social ecuatoriana, llamada (por algo será) de cuello blanco hace más o menos lo mismo, pero con otro libreto partidista.

De vuelta a los años ’90 del siglo pasado

¿Cómo definir ghetto para ciudad esmeralda? Cualquier definición en estas circunstancias se distancia de las repetidas para otras realidades. Está en la percepción de la ciudadanía del territorio esmeraldeño afectada por las actuaciones inhábiles e ineficaces de todos los niveles de Gobierno. Acaso son sus equivalencias reflexivas, las tragedias sociales padecidas y la indignación popular aún controlada para el tránsito a slum. O al revés es el reciclaje del partidismo político aciago para la gente esmeraldeña, por su dependencia viciosa de las oligarquías de los dos polos económicos ecuatorianos. Bipolaridad histórica y nefasta para Esmeraldas. La estrategia de culpar a la víctima es ideológica y es un ejercicio despolitizante de los mismos grupos dueños del partidismo local esmeraldeño. ¿Quiénes gobiernan realmente los cantones y la provincia? ¿A qué poderes externos políticos y empresariales responden sus ejecutorias? Simple y sencillo de saber. (Nuestro respeto a las excepciones que las hubo y las hay). Y así hemos llegado a este descalabro económico y social, peor que el de los años ’90 del siglo pasado. Un país adrede a la deriva y la provincia en ruta de colisión continua con el iceberg delincuencial. El territorio provincial es mercado para la extorsión de cualquiera sin importar su nivel de ingresos, territorio franco para trasladar narcóticos y mano de obra para el control territorial (sin importar el tamaño). Y el lavado del dinero sucio acercan a las economías legales e ilegales en el territorio esmeralda, por los operativos financieros que sean; hay habladurías de no sé qué. Vale repetir: el ejercicio del poder violento es económico y el control político es discreto. Hay un run-run-run… El control abusivo convierte a los jefes bandidos en gravitantes autoridades clandestinas que piratean la dinámica económica de barrios (territorios), sectores comerciales y ofertas de diferentes servicios. La amenaza y la aplicación expedita de actos violentos son ejes del dominio emocional colectivo. Ya se sabe: el poder violento del bandidaje organizado controvirtiendo al monopolio de la fuerza dominante del Estado ecuatoriano.

El tonelaje del miedo

“El miedo mata la mente”10. O la inteligencia. O daña la resistencia intelectual. Esta frase encontrada por casualidad fastidia e inquieta a este jazzman, porque podría ser un diagnóstico de estos meses del 2022, en la ciudad esmeralda. No sé qué tan precisa sea, pero deja un mal presentimiento. En periodos de violencia, como este de la ciudad de piel esmeralda, el miedo es lo más democrático que hay. Paradoja desconsoladora si las hay. Los bandidos saben o intuyen que la escala dedal del espanto es su arma más efectiva, mejor para ellos si llega a los cuatro dedos de intensidad, ese es el punto máximo según la sabiduría curativa. Más aún si combinan con los desatinos publicitarios del Gobierno. Esta combinación de factores, en apariencia contradictorios, inactiva a las organizaciones sociales, sirve preocupación con el cucharón y se rebaja la solidaridad más combativa. Quemar o explotar vehículos en aquellos sitios urbanos más visibles, espectaculares asesinatos con abundancia de disparos y exposición macabra de cadáveres, tiroteos a cuartelillos policiales (unidades de policía comunitaria, UPC), ráfagas a viviendas de quienes resisten la extorsión, motines carcelarios para asesinar adversarios del peor modo posible y distribución de pasquines y amenazas por redes sociales. Y van por la superioridad total en el monopolio de la violencia: asesinan a policías y miembros de las fuerzas armadas. Estas palabras analíticas también describen a Ecuador y sus ciudades slums: “La espectacularidad de un hecho violento visto desde la fotografía nacional —el asesinato reportado que logra encontrar un camino hacia los medios de cobertura nacional— contiene una falacia en la que a veces no reparamos: si bien el caso tiene el mérito de alertarnos, al final del día se agrega, en una simple sumatoria, a lo que sucede “en México”11. En el entrecomillado se cambia por “en Ecuador”. O por el nombre de algunas de sus ciudades, por ejemplo, la ciudad esmeralda.

1 Planeta de ciudades miseria, Mike Davis, Madrid, Ediciones Akal, S. A., 2014, p. 34.

2 Michael Ryan Davis, San Diego, California (1946-2022). Fue historiador urbano, geógrafo, activista político y escritor estadounidense. 

3 Leer en el siguiente Link: https://rebelion.org/al-estado-fallido-lo-sustituye-el-narcoestado/

4 Pensar sembrando / sembrar pensando con el Abuelo Zenón, Juan García Salazar y Catherine Walsh, Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador y Ediciones Abya Yala, 2017, p. 89.

5 Calle Luna, calle Sol, letra de Willie Colon.

6 Lágrimas en el cielo.

7 Beyond the door, there’s peace I’m sure, and I know there’ll be no more, tears in heaven.

8 Versos de la canción Contigo, interpretada por Joaquín Sabina. Sus compositores fueron: Antonio Pérez García De Diego, Francisco José López Varona y Joaquín Ramón Sabina.

9 Datos tomados de Yasmín Salazar Méndez, de su artículo Las razones por las cuales Esmeraldas se desangra, publicado en el portal digital Primicias.

10 Frase atribuida a Jiddu Krishnamurti (1895-1986), pensador y orador hindú.

11 Tomado de Gatopardo, artículo de Jorge Peniche Baqueiro, Sumergirse en lo local para entender la violencia “en México”: el caso Nayarit-10.11.22. El Link: https://gatopardo.com/noticias-actuales/nayarit-homicidios-desaparecidos/

Enlace a la primera parte: https://rebelion.org/de-ciudad-esmeralda-a-slum-i/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.