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De historias, histerias y misiles sin zanahorias

Fuentes: Rebelión

Andan de galas, golas y gulas en la OTAN con el ingreso de Suecia y Finlandia, como si ese ingreso transformara, por arte de magia, la realidad militar, económica y energética del mundo y, especialmente, del gallinero europeo, incorporando a Odín y Loki y su ejército de valquirias a las huestes de la Alianza Atlántica. La realidad es que no hay tal, sino todo lo contrario: si antes la situación pintaba mal, ahora pinta peor y, si sigue así, pintará de nuclear radiactivo. Lo explicaremos por partes pues, últimamente, entre temas tan relevantes como los fichajes en fútbol o quién brilló más en la amañada pseudo-competición de Eurovisión, no parecen andar las neuronas del personal en las mejores sinapsis. Están, más bien, cortocircuitadas y algunas fundidas.

Empezamos. Aunque haya quienes rehúsen aceptarlo, estamos en el siglo XXI, no en el XIX, y el mundo se ha hecho plural y complejo y no está gobernado por un puñado de potencias imperiales europeas. Tampoco es el siglo XX, donde EEUU, dueño y señor de la economía mundial, podía decidir cosas inverosímiles. No, estamos en el siglo XXI, valga repetirlo, y más del 60% de la economía mundial está en Asia, no en EEUU ni Europa. También se concentran allí la población, los recursos naturales, los mercados y buena parte de la ciencia y la tecnología. En Asia, no en Europa. Pésimo punto de partida es hacer o diseñar políticas al margen de las realidades del mundo, pues los diseños sobre irrealidades suelen terminar en catástrofes (Afganistán dixit).

Veamos lo de Suecia y Finlandia. Lo abordaremos con el comentario del analista estadounidense Bradley Debvlin (Keep Finland And Sweden Out Of NATO), de 17 de mayo pasado: «Pero dejar que Finlandia y Suecia se incorporen a la OTAN no es una obviedad, ni una conclusión inevitable. No sólo se pondría en entredicho la política de neutralidad que durante décadas ha permitido a la región nórdica prosperar, sino que se duplicaría la actual frontera de la OTAN con Rusia, se permitiría que más dependientes de la seguridad se aprovecharan gratis del poder estadounidense, y probablemente se requeriría que Estados Unidos aumentara su presencia militar en Europa, todo ello incrementando la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial nuclear». Agregue el lector sus propios comentarios. Nosotros nos quedamos este.

La cosa militar. Galopan los campeadores del gasto militar atlantistas con criterios de pasados siglos. Anuncian que la OTAN duplicará su gasto militar en los próximos años y, asombrosamente, nadie pregunta por qué, en una región del mundo con tantos problemas más urgentes, entre ellos las crecientes desigualdades y la exclusión social. Los gobiernos tampoco explican para qué quieren duplicar un gasto que, en las circunstancias del siglo XXI, en la península Europa, se tiñe de irrelevante. La razón es tan simple como evidente: se acumulan armamentos cuando se prevén guerras convencionales, tipo II Guerra Mundial, pero tal tipo de guerra no se dará ni ocurrirá en esta extraviada península. Los tiempos son otros y otros los parámetros. Es el siglo XXI, el siglo de los misiles, la nanotecnología y la sofisticación nuclear.

Tanto en Washington -la capital de la UE y la OTAN, dejémoslo claro- como en Moscú, están más que claros de que si la OTAN y Rusia entran en guerra, esa guerra derivará de inmediato en guerra nuclear. De esa guisa, ni tanques, ni obuses ni etcétera tendrán mayor utilidad. De las 7.500 ojivas nucleares que posee Rusia, puede que 5.000 estén destinadas a EEUU y 2.500 al gallinero europeo, con Polonia, Alemania, Francia y Gran Bretaña como destino principal, amén de los silos donde EEUU tiene sus armas nucleares en Europa. Puede que alguna vaya a los centros de espionaje estadounidenses en España -que son varios-, a Morón y a Gibraltar. En suma, que sería una guerra de corta duración y de resultados absolutamente devastadores.

Quiere esto decir que no habrá una «Operación Barbarroja 2» dirigida por la OTAN contra Rusia. Dada la envergadura de una operación militar convencional de invasión de Rusia, antes de que se puedan reunir 500 tanques, los misiles nucleares los convertirían en chatarra radioactiva en cuestión de minutos. Y si se trata de reunir a un millón de soldados, pues otro tanto de lo mismo, aunque estos no serán chatarra radioactiva, sino una sopa de huesos disueltos en protones, electrones y neutrones.

Rusia no está centrando su gasto militar en material convencional, sino en sistemas de misiles hipersónicos y misiles antimisiles. Saben muy bien, en Moscú, que el sino de una -posible- tercera guerra mundial dependerá del desarrollo y capacidad de esos sistemas de armas. Los misiles hipersónicos, los sistemas S-500, el futuro S-1000, el misil submarino Poseidón (llamado «el misil del fin del mundo») y los misiles balísticos Sarmat, capaces de portar hasta 20 ojivas nucleares, constituyen la espina dorsal del sistema de defensa/ataque de Rusia (casi todo esto está explicado en el libro Réquiem polifónico por Occidente). Desde la suma de pragmatismo y realismo, Rusia desechó gastar dinero en un portaaviones, que luce mucho, pero sirve de muy poco, para concentrar sus esfuerzos en armas de vanguardia sólo poseídas por Rusia. Y no crean que exageramos. Aunque aquí hacen lo del avestruz sobre el riesgo nuclear (que el avestruz no hace; si lo hiciera habría desaparecido hace miles de años, como el pájaro bobo), en EEUU es un debate abierto y constante. Pat Buchanan hace esta pregunta (Nordics, NATO, And Entangling Alliances): «Pero, ¿en qué beneficia a nuestro país, EEUU, estar obligado a entrar en guerra con una nación que tiene el mayor arsenal de armas nucleares del mundo, por una disputa en el Mar Báltico o en el Golfo de Finlandia que no nos afecta?».

Sabiendo lo que sabe, ¿por qué EEUU anima al gallinero europeo a gastar más en armas convencionales a pesar de su poca utilidad? Respuesta: porque necesita hacer caja. Buena parte del gasto militar europeo se invertirá en comprar armamentos estadounidenses y EEUU necesita urgentemente ese dinero para hacer frente a su mayor y más letal desafío, que es China (no Rusia, anoten, por favor). EEUU lleva años teniendo problemas graves para aguantar el desarrollo militar chino. China, por ejemplo, ya les ha superado como primera potencia naval del mundo y, en los años venideros, la diferencia se hará mayor. De los astilleros chinos sale, anualmente, una media de doce buques de guerra. EEUU, en los años venideros, apenas podrá construir una veintena de barcos. La situación es tal que la tan cacareada alianza AUKUS, con Inglaterra y Australia, fue la tapadera para arrebatar a Francia el contrato firmado con Australia, por 40.000 millones de dólares, para construir nueve submarinos nucleares. Australia canceló dicho contrato y lo adjudicó a empresas de EEUU, urgidas de fondos para invertir en nuevos armamentos y buques. Ahora le toca el turno a los atlantistas europeos, que deben, con sus fondos, acrecentar los de EEUU. Ser vasallo tiene esas cosas. Hay que pagar los diezmos al amo. En los juegos geopolíticos en marcha, la UE no pinta nada (o pinta tanto como Aznar en las Azores), pero debe, perentoriamente, pagar tributos para que el amo aguante, agónico, el reto de China. Los europeos del gallinero, además de empobrecerse, estarán pagando para fortalecer a EEUU a costa de su propia ruina y de una más que posible destrucción.

Que EEUU necesita fondos da indicios el caso de los buques de combate litoral de la clase Independence. Según informa Geoff Ziezulewicz, en la revista Defense News, de 10 de mayo de 2022, «La mitad de la flota de buques de combate litoral de la Armada sufre defectos estructurales que han provocado grietas en el casco de varias embarcaciones, lo que limita la velocidad y los estados del mar en los que pueden operar algunos barcos, según registros internos obtenidos por Navy Times y confirmados por funcionarios del servicio marítimo». Según el periodista, «tales grietas se han descubierto en seis de esas variantes de LCS… casi la mitad de la flota de 13 barcos de la clase Independence». Los barcos «tienen defectos estructurales subdiseñados». «A medida que se hizo evidente la vulnerabilidad de combate de los LCS frente a China u otra fuerza militar convencional, la Marina en ocasiones ha utilizado los LCS para misiones de interdicción de drogas en el hemisferio occidental. Pero el problema de la grieta estructural sugiere que la clase Independece no podría siquiera estar a la altura de ese tipo de misión disminuida». En otras palabras, que mal andan en EEUU, no sólo de fondos, sino en diseño y construcción de naos de guerra.

De esos y otros temas tratamos en el libro De Ucrania al Mar de la China, que está calentito, recién salido del horno, para ilustrar sobre el horno en el que nos están metiendo, entre faralaes y bulerías, los gobiernos atlantistas. Porque todos estos temas están siendo tratados con una frivolidad escalofriante, ante la ignorancia de unos, la indiferencia de otros y la ausencia casi total de la izquierda, que está desaparecida en el tema, sin presentar, o siquiera plantear, el más mínimo combate o debate.

La guerra en Ucrania fue resultado de la negativa atlantista a aceptar un nuevo marco de seguridad en Europa con una Ucrania neutral. La OTAN se negó a aceptar ese nuevo marco y ahora estamos en la que estamos. Y, en una muestra de inteligencia suprema, se quiere agregar a dos países más, lo que sólo puede interpretarse como una invitación indirecta a la guerra nuclear. Rodeada de Estados hostiles, para Rusia será elegir entre una guerra nuclear o una nueva Operación Barbarroja, liderada por EEUU, operación que no veremos.

Puestos a jugar a juegos del día final, podrían emplearse los fondos destinados a armamento estadounidense a proveer a todos y cada una de los habitantes del gallinero de una bien nutrida cesta de alimentos y bebidas para que, al menos una vez en lo que les queda de vida, saboreen los frutos de la tierra que están contribuyendo a devastar. Al estilo de la película Silent Night, de Camille Griffin, de 2021, en la que un grupo de amigos se reúne de jarana y fiesta para celebrar la última navidad. Al día siguiente. lo saben todos ellos, se acabará el mundo…

Augusto Zamora R., autor de «De Ucrania al Mar de la China», Akal, mayo de 2022.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.