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Sobre un artículo de Patxo Unzueta

De la «socialdemocracia» realmente existente a Pablo Iglesias y a Manuel Sacristán

Fuentes: Rebelión

Cualquier intento de entender la democracia sin tener en cuenta su relación con el capitalismo es dudoso. A pesar de que habitualmente se equipare el capitalismo -o el eufemismo de los mercados libres- con la democracia, una y otra cosa siguen siendo proyectos distintos, con tensiones muy fuertes entre sí que pueden desencadenar un conflicto […]

Cualquier intento de entender la democracia sin tener en cuenta su relación con el capitalismo es dudoso. A pesar de que habitualmente se equipare el capitalismo -o el eufemismo de los mercados libres- con la democracia, una y otra cosa siguen siendo proyectos distintos, con tensiones muy fuertes entre sí que pueden desencadenar un conflicto directo. Robert W. McChesney (2013)

Patxo Unzueta [PU] publicó el pasado jueves un artículo en el global-imperial-antichavista-felipista [1]. «Ser o no ser (socialdemócrata)» es su título. No entro en el, digamos, debate (escandaloso en mi opinión desde un punto de vista intelectual no degradado) sobre la tendencia-corriente-etiqueta «socialdemócrata» ni en la finalidad central de la nota (que no logro descifrar por otra parte, limitación mía con seguridad). Me limito a comentar dos observaciones. Una sobre el secretario general de Podemos y la segunda sobre el que fuera director de la revista mientras tanto, Manuel Sacristán, el autor de Introducción a la lógica y al análisis formal y de El orden y el tiempo.

Sobre la primera referencia. La pretensión de Pablo Iglesias, señala PU, «de atribuirse el papel de líder de la «nueva socialdemocracia» encaja mal con sus hechos y sus dichos». Remarco: son sus hechos y dichos. Esa corriente, la socialdemocracia, prosigue PU, «se caracteriza, según resumía el politólogo Ramón Vargas Machuca (EL PAÍS. 7/7/2014) por conciliar voluntad redistributiva y lealtad institucional, por considerar al Estado de derecho un marco irrebasable para sus aspiraciones de justicia social, por hacer de los principios y procedimientos de la democracia constitucional un criterio de legitimidad».

Si esto es así, si considerar el Estado de Derecho como marco irrebasable para avanzar en conquistas sociales es una característica central de la socialdemocracia, entonces, como es de toda evidencia, el PSOE no lo es ni lo ha sido. Basta pensar en los GAL y en grupos afines, en el referéndum otánico, en las modificaciones nocturnas y serviles de las condiciones aseguradas en ese mismo referéndum, en las corruptelas sin fin de los años noventa (y en años posteriores) y en las transgresiones legales anexas, en los repetidos engaños sobre la crisis de 2008 en contra de la obligación de veracidad de todo gobernante, en la última modificación de la Constitución con nocturnidad y alevosía, en las contrarreformas laborales impuestas, en su intervención directa en la política venezolana votando con el PP en el Parlamento europeo declaraciones que pasarán a la historia universal de la infamia, en la trayectoria y conexiones de una gran parte de sus dirigentes, en su servilismo corporativo, en su apología indocumentada -enriqueceros, enriqueceros, enriqueceros- de la que llaman «economía de mercado», etc etc (Añado para no simplificar en exceso: el PSOE no es sólo eso; por supuesto que no, pero también eso).

Se dirá, el punto no es ese. De acuerdo, no es ese. El punto es que, según PU, los hechos y dichos de PI encajan mal con esa descripción y con esa tradición política. Nadie está libre de pecado por supuesto, tampoco PI. Sin atisbo para ninguna duda, pero ¿con qué hechos y con qué dichos nos ilustra PU para justificar su afirmación-acusación? Ni un solo, ni una coma, ni un sólo ejemplo. Supuestamente una definición/caracterización de un intelectual del PSOE le sirve para fundamentar lo que no fundamenta

(Entre paréntesis: no se infiere de lo dicho que PI encarne la nueva socialdemocracia; de hecho, muchas esperamos que no sea el caso. Me limito a indicar que la acusación de PU no tiene ningún apoyo. Sólo su palabra, su mirada no explicitada y una definición discutible. Ya está; humo si se me permite para intentar hacer daño e «intervenir en el debate»).

La segunda referencia: a Manuel Sacristán, sin citarlo. Lo hace PU en estos términos: «El descenso del PSOE a la tercera posición sería una catástrofe para ese partido pero ni sería definitiva ni prueba del inminente final del ciclo socialdemócrata iniciado tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. No debe de ser tan inminente su desaparición cuando PI ha elegido esa camiseta para su batalla final por La Moncloa. Y desde luego no es la primera vez que se pronostica ese desenlace. A fines de 1979, apenas diez años antes de la caída del Muro, el número uno de la prestigiosa revista marxista mientras tanto, publicada en Barcelona, exhortaba a sus lectores a no renunciar a su inspiración revolucionaria, «perdiéndose en el triste ejército socialdemócrata precisamente cuando (…) está en vísperas de la desbandada».

La cita completa del editorial del primer número de mientras tanto, perdón por la extensión, es la siguiente:

» La tarea se puede ver de varios modos, según el lugar desde el cual se la emprenda: consiste, por ejemplo, en conseguir que los movimientos ecologistas, que se cuentan entre los portadores de la ciencia autocrítica de este fin de siglo, se doten de capacidad revolucionaria; consiste también, por otro ejemplo, en que los movimientos feministas, llegando a la principal consecuencia de la dimensión específicamente, universalmente humana de su contenido, decidan fundir su potencia emancipadora con la de las demás fuerzas de libertad; o consiste en que las organizaciones revolucionarias clásicas comprendan que su capacidad de trabajar por una humanidad justa y libre tiene que depurarse y confirmarse a través de la autocrítica del viejo conocimiento social que informó su nacimiento, pero no para renunciar a su inspiración revolucionaria, perdiéndose en el triste ejército socialdemócrata precisamente cuando éste, consumado su servicio restaurador del capitalismo tras la segunda guerra mundial, está en vísperas de la desbandada; sino para reconocer que ellos mismos, los que viven por sus manos, han estado demasiado deslumbrados por los ricos, por los descreadores de la Tierra».

¿Es un disparate? Con perspectiva histórica: ¿no es cierto que numerosas familias de la tradición socialdemócrata -que como el ser aristotélico se dice ciertamente de algunas maneras, pero no de todas- jugaron ese papel? ¿Se le fue la olla a Sacristán y a sus compañeros de revista y lucha? ¿Izquierdismo cegado y cegador? ¿Recordamos el triunfo de la Unidad de izquierdas en Francia bajo la presidencia de Mitterrand? ¿Cuánto tiempo duró el intento de reformar/superar el capitalismo? ¿Quince días y cincuenta noches? ¿Menos aún? ¿Todo era un engaño de entrada y de salida? ¿Se nos ha olvidado el papel del Partido Socialista en Portugal (no habló ya del socialdemócrata) en la restauración del orden de desorden del Capital? ¿O el de la socialdemocracia en la Alemania de los años setenta? ¿Hablamos de Simon Peres y del partido laborista de Israel? ¡Hay tantos otros ejemplos! (No digo todos los casos).

¿Tenemos alguna duda de que la «socialdemocracia realmente existente», González, Blair, por no hablar de Peres -nada que ver con Salvador Allende que fue un socialista revolucionario, no un socialdemócrata servicial- no tiene nada que ver con intentos de reforma de la civilización capitalista? ¿Podemos pensar en alguien que encarne mejor los valores del sistema del desorden, de los machos-alfa y de la explotación que Blair-war-business-is-business o Felipe Gas Natural o sus amigos Carlos Solchaga, Pedro Solbes y Joaquín Almunia? ¿No ha habido una desbandada de la socialdemocracia real, alejada de todo intento de humanizar en beneficio de los más desfavorecidos el sistema muy masculino del Capital y el mal? ¿Recordamos de nuevo la figura de Miguel Boyer? ¿No se han convertido desde hace décadas en los Otros, aquellos que eran, decían, sus adversarios políticos, los representantes del Capital?

Basta mirar al Parlamento europeo y comprobar las votaciones conjuntas del PP europeo y del socialiberalismo (llamarles socialdemócratas es un error, casi una barbaridad en la mayoría de los casos) para que nuestras dudas, si existen, se disuelvan.

Todo lo que es sólido se disuelve en el aire y todo lo que no lo es se disuelve además, y muy rápidamente, en el aire servicial a los amos del Mundo. El caso del social liberalismo es de manual.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.