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Ex guerrilleros que llegaron al poder por vía democrática

De las armas a las urnas

Fuentes: Masiosare (La Jornada)

Hace cuatro décadas, miles de jóvenes de izquierda en toda América Latina se lanzaron a la lucha armada, influidos sobre todo por la revolución cubana y alentados por el autoritarismo y las dictaduras militares. La guerra de guerrillas, pensaban, era el único camino que quedaba para acabar con la injusticia y la desigualdad. De los […]

Hace cuatro décadas, miles de jóvenes de izquierda en toda América Latina se lanzaron a la lucha armada, influidos sobre todo por la revolución cubana y alentados por el autoritarismo y las dictaduras militares. La guerra de guerrillas, pensaban, era el único camino que quedaba para acabar con la injusticia y la desigualdad.

De los años sesenta a los ochenta, los movimientos armados enfrentaron una represión brutal que cobró miles de víctimas a lo largo del continente. Cobijados en la «Doctrina de la Seguridad Nacional», impuesta por Estados Unidos, muchos gobiernos instalaron una eficaz maquinaria para torturar, encarcelar, asesinar y desaparecer a miles de disidentes políticos y ciudadanos inocentes.

De los sobrevivientes de esas «guerras internas», algunos ex guerrilleros hoy forman parte de los gobiernos de centro-izquierda que han sido elegidos en los últimos años.

En cada país las historias son diferentes, pero en todos hay huellas indelebles de la confrontación armada contra el Estado y de los esfuerzos por continuar la lucha por otros caminos tras la restauración de la democracia. Gran parte de los movimientos armados optaron por las vías legales y pacíficas, unos en partidos políticos, otros en movimientos de base. Hay otros que se empeñan en continuar la lucha guerrillera.

A finales de los años noventa comenzó una ola de movimientos sociales y un auge de los partidos de izquierda. El ciclo de triunfos electorales de líderes de coaliciones identificadas con la izquierda o la centro-izquierda, inició con Hugo Chávez en Venezuela (1998), después siguieron Ricardo Lagos en Chile (1999), Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil (2002), Néstor Kichner en Argentina (2003), Tabaré Vázquez en Uruguay (2004) y el más reciente, Evo Morales en Bolivia.

En los gobiernos de Brasil, Venezuela, Uruguay y Bolivia destacan figuras que provienen de la lucha guerrillera de décadas pasadas. Hombres y mujeres que alguna vez tomaron las armas, vivieron la vida clandestina, conocieron las cárceles y la represión, hoy tienen un papel sobresaliente en la vida política de sus países. Es una generación de ex guerrilleros que llegaron al poder a través de las urnas.

De la guerra de guerrillas a las batallas electorales

Con el triunfo de la revolución cubana en 1959 se extiende la lucha guerrillera en todo el continente, en un periodo marcado por la muerte de Ernesto Che Guevara en Bolivia y el golpe de Estado en Chile en 1973.

A lo largo de treinta años, la mayoría de los grupos guerrilleros rurales y urbanos fueron derrotados militarmente ­muchos por regímenes castrenses o presuntamente democráticos que cometieron violaciones masivas a los derechos humanos­; otros acabaron disolviéndose, con excepciones como las FARC ­la guerrilla más antigua del continente fundada en 1964­ y el ELN colombianos.

De todas esas experiencias guerrilleras, sólo la del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) logró conquistar el poder en Nicaragua por la vía armada en 1979, al derrocar al dictador Anastasio Somoza. Pero en 1990 cedió el gobierno al ser derrotado en las urnas. Este hecho marcó el fin de una época.

En la primera mitad de los años noventa, las guerrillas de El Salvador y Guatemala negociaron la paz y se convirtieron en fuerzas políticas legales con resultados inciertos. En Colombia el M-19 optó por ese mismo camino.

Al comenzar el siglo XXI, el descontento y las protestas provocadas por las políticas de ajuste económico impulsaron el triunfo en las urnas de nuevas coaliciones de izquierda. Muchos viejos luchadores abandonaron el camino de las armas y cambiaron su discurso revolucionario por uno más moderado y «realista», atractivo para ganar elecciones.

En ese proceso, algunos ex guerrilleros han tenido una actuación importante. Con Lula da Silva, algunos son influyentes figuras del Partido de los Trabajadores (PT) como José Dirceu, José Genoino, Dilma Roussef o Aurelio García, quienes apoyaron el cambio de discurso de Lula hacia el centro.

En la coalición Frente Amplio­Encuentro Progresista­Nueva Mayoría, que llevó a Tabaré Vázquez a la presidencia, los ex guerrilleros tupamaros del Movimiento de Participación Popular se volvieron la principal fuerza electoral. Uno de sus dirigentes se integró al gobierno.

El presidente Hugo Chávez atrajo a líderes como el ex guerrillero Alí Rodríguez, uno de los personajes más respetados por la oposición y uno de los estrategas internacionales del chavismo. Aunque la vieja guerrilla venezolana está dividida, unos están con Chávez y otros en la oposición.

En otros casos, algunas coaliciones de centro-izquierda ­integradas en parte por ex guerrilleros­ han llegado a gobernar ciudades importantes como Bogotá con Lucho Garzón, del Polo Democrático Independiente (que ha lanzado a Antonio Navarro Wolf, otro ex guerrillero como candidato presidencial) y San Salvador con el FMLN, que además en 2003 se convirtió en la primera fuerza en el Congreso, aunque su candidato a la presidencia, el recién fallecido Schafik Handal, uno de los veteranos líderes guerrilleros, perdió en las pasadas elecciones.

En ese tránsito de la oposición al poder surgieron nuevos movimientos sociales que cambiaron los modelos tradicionales de la lucha armada y política. Son sectores que se oponen a las políticas neoliberales y cuestionan las debilidades de la izquierda política para defender las causas de quienes los llevaron al poder.

Veteranos combatientes en el gobierno de Brasil

Luiz Inácio Lula da Silva es el primer presidente de origen obrero de Brasil. En 2002 su gobierno despertó grandes esperanzas en la izquierda latinoamericana, mismas que se fueron disipando, sobre todo a raíz del escándalo de corrupción que involucró a miembros de su gabinete, a diputados y dirigentes de su partido, el PT, algunos de ellos ex guerrilleros.

Quien fuera hasta hace unos meses el hombre más poderoso del gobierno de Brasil, José Dirceu, jefe de la casa civil ­una especie de jefe de gabinete­ y principal artífice del triunfo electoral de Lula, fue obligado a renunciar tras conocerse su presunta responsabilidad en el financiamiento ilegal de la campaña y de pagos ilegales a legisladores de oposición.

Abogado, economista, ex líder estudiantil y ex guerrillero, Dirceu tiene una biografía contradictoria.

En plena dictadura militar, siendo dirigente estudiantil, Dirceu fue detenido y encarcelado en 1968. Un año después fue liberado junto con otros 14 presos políticos que fueron canjeados por el embajador estadunidense Charles Elbrick, quien había sido secuestrado por el grupo armado MR-8.

Se exilió en Cuba donde recibió entrenamiento guerrillero. Tras cambiarse el rostro con cirugía plástica, regresó clandestinamente a Brasil en 1971 y se integró al Movimiento de Liberación Popular. Ante el fracaso del grupo por implantar una guerrilla rural y la muerte de la mayoría de sus militantes, Dirceu regresó a Cuba.

En 1975 retornó a su país con una identidad falsa como empresario judío y se instaló en la ciudad de Paraná. Se casó con Clara Becker, con quien tuvo un hijo. Un dato revelador de su personalidad es que ocultó su historia a su propia esposa, quien se enteró cuatro años después, cuando el gobierno decretó la amnistía en 1979. Dirceu abandonó a su familia y se trasladó a Sao Paulo.

En 1980, junto con Lula Da Silva y otros dirigentes de izquierda, participó en la fundación del PT.

Siendo ya dirigente partidario, José Dirceu se deslindó de su experiencia anterior: «Entrené guerrilleros, pero no me envolví. No era lo mío… no me gustó», declaró a la revista brasileña Veja. «La opción por la lucha armada fue una equivocación de nuestra generación», remató.

En 1995 fue elegido presidente del PT (y relecto en tres ocasiones). Dirceu encabezó al sector mayoritario que llevó al partido a moderar su discurso socialista al hacerlo más pragmático y a tejer alianzas electorales con sectores conservadores, empresariales y hasta con militares de la vieja dictadura.

Dirceu ha sido el brazo derecho de Lula desde hace mucho tiempo ­en sus tres intentos por ganar la presidencia­ y fue el cerebro de la campaña que finalmente lo llevó al poder. Propuso además como vicepresidente a José Alencar, uno de los hombres más ricos de Brasil.

Su fama de político brillante y organizador contrasta con las acusaciones de sus adversarios del ala radical de haber impuesto una disciplina estalinista.

Antes de los comicios de 2002, donde resultó el segundo diputado más votado, Dirceu declaró: «Mi generación y yo nos hemos preparado durante todas nuestras vidas para tomar el poder. No vamos a malograr esta oportunidad».

Su capacidad de transformación no ha sido sólo de apariencia física sino política. Primero abjuró de la guerrilla, luego de la postura radical de su partido. Siendo el funcionario más importante del gobierno, salpicó a Lula cuando se le involucró en varios casos de corrupción que precipitaron su caída.

El declive político de Dirceu comenzó con el primer escándalo de corrupción del nuevo gobierno. Waldomiro Diniz, ex subjefe de asuntos Parlamentarios de la Presidencia y colaborador cercano de Dirceu, apareció en un video extorsionando a la mafia de un juego ilegal. Hace unos meses tuvo que renunciar al gobierno al ser involucrado en el pago de sobornos a la oposición.

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El presidente Lula remplazó a Dirceu por la economista Dilma Roussef, ministra de Minas y Energía que reorganizó con eficacia el sector energético brasileño. Lo curioso es que la nueva jefa de su gabinete también perteneció a la guerrilla.

En 1969 se unió a la Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR-Palmares), del guerrillero Carlos Lamarca, un capitán del ejército contrario al golpe militar de 1964.

En la clandestinidad, Roussef se convirtió en una leyenda al planear golpes espectaculares, incluso los militares la bautizaron como la «Juana de Arco de la guerrilla». Estuvo presa durante tres años y fue víctima de torturas.

A diferencia de su antecesor, Dilma ha reivindicado su pasado guerrillero y narrado las torturas a que la sometieron los militares.

«Teníamos una generosidad inmensa y creíamos que era posible crear un Brasil más igualitario. Yo tengo orgullo de mi generación, de que hayamos luchado y de haber participado en todo un sueño de construir un Brasil mejor», reveló Rousseff a Luiz Makluf en una entrevista de 2003.

Aunque tiene fama de ser una funcionaria competente, algunos sectores del PT cuestionan el apoyo de Rousseff a la política económica del gobierno.

En la trama brasileña también destaca José Genoino, ex presidente del PT, cargo al que renunció por su papel en el caso de corrupción. Genoino fue guerrillero del Partido Comunista de Brasil durante el régimen militar, por lo que pasó cinco años en prisión.

Atrás quedaron las palabras de Genoino en 2004, cuando llamó a los partidos de izquierda a promover un amplio debate sobre los cambios políticos, económicos y sociales en el mundo. «Tenemos que discutir alternativas de una izquierda con nuevos parámetros. Ese debate tiene que ser hecho por una izquierda que apoye la democracia… Intentaremos rescatar y actualizar los valores de la izquierda, así como descartar ideas ya superadas», dijo Genoino.

A estos personajes hay que agregar a Marco Aurelio García, principal asesor internacional del presidente Lula Da Silva.

García, quien durante diez años fue secretario de relaciones exteriores del PT, es uno de los estrategas de la construcción del Mercosur como alternativa al acuerdo comercial continental promovido por Estados Unidos.

Marco Aurelio García fue militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria chileno que combatió al dictador Augusto Pinochet y estuvo involucrado en acciones clandestinas en Brasil, con el MR-8. Historiador doctorado en Francia, García fue uno de los promotores del Foro de Porto Alegre que ha reunido varios años a representantes de lo más diverso de la izquierda en el mundo.

En el gobierno de Lula hay otros ex combatientes que continúan defendiendo los ideales de su juventud.

El peso político de la vieja guerrilla en Uruguay

Uruguay es uno de los mejores ejemplos del lugar que han ganado los antiguos guerrilleros. Tabaré Vázquez le debe en gran medida la Presidencia de su país a la participación en la coalición de gobierno de los ex militantes del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T).

De los 21 organismos que integran el Frente Amplio, los tupamaros ­como parte del Movimiento de Participación Popular­, aportaron cerca de 30 por ciento de los sufragios a la coalición. La lista de diputados más votada del país fue encabezada por José ‘El Pepe’ Mujica, dirigente histórico de la guerrilla tupamara y una de las figuras políticas más carismáticas. Fue designado ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca.

Dos tupamaros han presidido el Congreso uruguayo. Polo Gargano, el senador más votado de la legislatura pasada, ocupó la presidencia de la Asamblea General. A José Mujica le correspondió lo propio en la actual. Por su parte, Nora Castro, otra veterana luchadora del movimiento, que preside la Cámara de Representantes, es la primera mujer en asumir ese cargo en la historia del país.

En los años sesenta el MLN-Tupamaros inició la lucha armada. Fue una guerrilla urbana con una organización modelo que protagonizó varias fugas espectaculares en cárceles de alta seguridad y realizaron varios secuestros como el de Dan Mitrione, agente estadunidense, especialista en tortura, que antes de su ejecución en Uruguay, impartió cursos a militares en Centroamérica y Brasil.

El grupo fue desarticulado a principios de los años setenta, pero sirvió de pretexto para que los militares asumieran el poder y aplastaran a la sociedad uruguaya.

Los tupamaros regresaron a la vida pública como un partido político legal tras la amnistía y el retorno de la democracia en 1985.

Detenido en 1970, José Mujica pasó 13 años en prisión, con varias fugas y recapturas. En 1995 fue elegido diputado y llegaba al Congreso en motocicleta y vestido de campesino.

Julio Marenales, uno de los fundadores del MLN-T, junto con Raúl Sendic y Eleuterio Fernández Huidobro, explicó a la revista Resumen Latinoamericano el significado del triunfo del Frente Amplio: «Se debe a que hay una fuerza política que se ha ido construyendo a través de más de 30 años, que viene con ideas, no de transformar el sistema en profundidad ya que por ahora no estamos hablando de socialismo, sino de cambiar a fondo un país donde en otra época podía vivir la gente y hoy está prácticamente paralizado».

Marenales rechazó que en el movimiento hayan arriado sus banderas: «Nosotros no hemos postergado absolutamente nada, ya que nuestra definición inicial fue de lucha prolongada y ahora estamos en lo mismo, en un proceso de acumulación. Esto no es solamente un fenómeno nuestro: las fuerzas que luchan por un cambio profundo, es decir la construcción de una sociedad donde el centro de la actividad humana no sea la ganancia sino el ser humano, están todas en un periodo similar».

La tarea principal, dijo el líder tupamaro, «es sacar a este gobierno neoliberal que nos ha hundido a todos, y después vendrán las otras».

En sus primero meses, el gobierno de Tabaré Vázquez ha enfrentado una fuerte oposición a la privatización de los servicios de agua, rechazada por 65% de los ciudadanos en un referéndum sobre el tema.

En el movimiento bolivariano de Venezuela

En el gobierno de Hugo Chávez en Venezuela destaca el ex guerrillero Alí Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores. Sin embargo, como escribió el prestigiado periodista y ex combatiente, Teodoro Petkoff, en ese país «la izquierda ex guerrillera está dividida entre gobierno y oposición».

Abogado y diplomático venezolano, Alí Rodríguez Araque es dirigente del partido Patria Para Todos (PPT). En el gobierno de Hugo Chávez también ha ocupado el ministerio de Energía y Minas. Ha presidido la Organización de Países Exportadores de Petróleo, donde fue uno de los estrategas de las cuotas de los productores para mantener precios altos del combustible. También estuvo al frente de la empresa estatal Petróleos de Venezuela, corazón de la economía venezolana que aporta 80% de las divisas del país.

Rodríguez fue un activo guerrillero en los años sesenta y setenta, que combatió al régimen bipartidista donde se alternaban en el poder los partidos tradicionales COPEI y AD. Tras la legalización de la izquierda en los años ochenta, Rodríguez, como otros guerilleros, abandonó las armas para lanzarse a la lucha política parlamentaria a través de Causa Radical, donde permaneció hasta 1997. Después impulsó la fundación del PPT, conformado por militantes de Causa Radical que apoyaron el caracazo (ola de protestas y saqueos en Caracas en febrero de 1989, que fueron duramente reprimidos dejando más de mil muertos) y que provocó la inestabilidad política del país y que alentó el intento de golpe de Estado, encabezado por el coronel Hugo Chávez en 1992, quien fue respaldado por el PPT.

Su partido fue uno de los más entusiastas de la candidatura de Chávez al gobierno en 1998, junto con el Polo Patriótico. A pesar de ciertas diferencias con la coalición gobernante, que lo distanciaron un tiempo, el PPT se reintegró en 2002 al chavismo.

Uno de los momentos más duros para Rodríguez fue haber despedido a 15 mil trabajadores, al fracasar sus gestiones como presidente de la petrolera estatal, que llevaba dos meses paralizada por una huelga que desembocó en el fugaz golpe de Estado contra el gobierno de Chávez, en abril de 2002.

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Alvaro García Linera, nuevo vicepresidente de Bolivia y brazo derecho del mandatario Evo Morales, fue ideólogo del Ejército Guerrillero Tupac Katari, levantado en armas en la década de los ochenta.

Detenido y torturado en 1992, García Linera pasó cinco años preso por su participación en la guerrilla encabezada por el líder indígena Felipe Quispe, brazo armado de la lucha por la autodeterminación de la nación aymara.

Casi 15 años después, el movimiento indígena ha avanzado mucho con la movilización y en las urnas.

Frente al avance electoral de la izquierda en América Latina, veteranos guerrilleros recogen de sus propias vivencias, la lección de que la democracia sólo se puede construir a través de métodos democráticos.