El objetivo está bien claro desde hace muchísimo tiempo. Son una serie de pasos muy bien estudiados y perfeccionados a partir de la experiencia de su aplicación previa en disímiles países de Europa del Este, Oriente Medio y África:
1) generar una situación de caos e ingobernabilidad
2) entrada de una «intervención humanitaria» en forma de una fuerza militar foránea
3) conducción del país invadido hacia una forma de Gobierno entreguista y dócil que permita a la élite financiera y monopolios extranjeros saquear sus riquezas en detrimento de las clases sociales más desfavorecidas
Muchos son los ejemplos recientes: Yugoslavia, Hungría, Ucrania, Libia, Egipto, Iraq; lo intentaron en Siria, Venezuela y Bielorrusia. La fórmula se ha aplicado con mayor o menor éxito en todos ellos. Algunos todavía están destrozados mientras se consolida el tercer paso. Pero todos tienen en común que el primer paso fue exactamente el mismo, construido a partir de eventos generados externamente y llevado de la mano de la desinformación de los grandes medios globales que consiguen sobre todo confundir y manipular a la juventud y a las personas de menor preparación.
La estrategia para Cuba se cocina desde los salones más de 50 tanques pensantes («think tanks», en inglés). Se puede consultar la lista en este enlace (https://cri.fiu.edu/research/intl-resources-links/). Me refiero a grupos de académicos muy preparados con un objetivo muy claro: determinar el momento y la forma en que debe aplicarse en Cuba la fórmula de tres pasos descrita, y en base a sus análisis emitir recomendaciones al Gobierno estadounidense de turno. Sabían bien que antes de la pandemia era imposible que la estrategia funcionara, pero la irrupción del COVID con sus nefastas consecuencias para las personas y la economía fue la chispa para planificar la desestabilización. Estamos hablando de principios de 2020, y desde ese momento estos señores pusieron manos a la obra.
En algún momento, predijeron, Cuba tendría un pico de casos, como ya estaba sucediendo en Europa en aquel entonces. Si el Viejo Continente con todos sus recursos estaba en debacle, era evidente que la golpeada Cuba en algún momento también la tendría. También era evidente que el turismo internacional se congelaría por completo, afectando la principal fuente de ingresos de la isla caribeña. Pero una vez llegado ese pico, ¿podría resistir Cuba sus consecuencias sin los ingresos del turismo? Pues muy probablemente sí.
Entonces era necesario hacer más para garantizar el
éxito de la estrategia. Era necesario de inmediato eliminar otras
fuentes de ingresos:
* cortando los suministros de combustible al país en todo lo posible;
* incrementando la persecución financiera, para impedir la compra de
piezas de repuesto e insumos necesarios para producir mercancías
exportables;
* obligando a Gobiernos sumisos a cerrar las misiones médicas cubanas en
sus países, sin importar el impacto social negativo que eso
significaría para las comunidades;
* obstaculizando los viajes de los cubanoamericanos a visitar a sus familias;
* y limitando las remesas.
Trump puso manos a la obra entonces por recomendación de estos «think tanks» y comenzó la espuria tarea de sentar las bases para que a una crítica situación epidemiológica se uniera una crítica situación económica. La estrategia estaba concebida para que en un año confluyeran ambas calamidades, toda vez que estaban claros de que el Gobierno encabezado por Díaz-Canel tomaría todas las medidas para impedir la crisis epidemiológica y que sería capaz de conseguirlo al menos por un año dada la capacidad demostrada del socialismo cubano para manejar situaciones extremas. Buena parte de las famosas 243 medidas de Trump tomadas en un período muy corto de tiempo respondían a eso.
A la llegada de Biden a la Casa Blanca lo pusieron al tanto de la estrategia, y si bien no quiso continuar aplicando más sanciones (ya que eso iría en contra de sus promesas electorales, lo cual dañaría su credibilidad e imagen pública), tampoco hizo nada por modificar en ningún sentido las medidas de su predecesor, esperando «el momento» del pico, que se demoraba en llegar debido al correcto manejo de la epidemia por parte de las autoridades en Cuba. Así, pasaron 6 meses y el anhelado «momento» no llegaba, pero todo se mantenía inamovible.
Dos situaciones muy particulares y totalmente fortuitas vinieron a «ayudarlos» en su afán. La aparición de la variante Delta del coronavirus, mucho más contagiosa y letal, por un lado, es una de las causas de que el pico epidemiológico que estaban esperando con ansias finalmente se diera en Cuba. Y por otro lado, las averías simultáneas en tres grandes unidades de generación de electricidad del país. Quizás se puedan enumerar otras, pero básicamente estos dos hechos tienen un gran peso en el desenlace de los acontecimientos.
La escasez de alimentos y medicamentos provocada en su mayoría por las nuevas medidas tomadas por Trump, se unió a un incremento ostensible de la cantidad de enfermos a atender, en medio de la imposibilidad desde el punto de vista práctico de satisfacer la demanda de energía eléctrica de la población. La mesa estaba servida, el «momento» que llevaban 6 meses esperando había llegado. Y había que aprovecharlo rápido, antes de que se repararan las termoeléctricas averiadas.
Solo faltaba darle un empujoncito final. ¿Cómo sacas gente a las calles a crear una situación de desorden? Y la respuesta para los think tanks fue sencilla: los propios cubanos en Miami harían eso por ellos.
En primer lugar, había que llegarle a gente inexperta o con poca preparación, propensas a ser fácilmente manipulables, para hacerles creer que todas las calamidades que enfrentaban eran culpa de la ineptitud del Gobierno, y no producto de las acciones externas que se habían emprendido desde un año y medio antes, unidas a los factores fortuitos mencionados.
En segundo lugar, prometer a esas personas, en su mayoría jóvenes, recargas desde el extranjero a sus cuentas telefónicas, con la condición de que grabaran la «manifestación» y que la transmitieran en vivo. Total, para eso era la recarga que estaban recibiendo, ¿no? Y les exigieron salir para la calle a protestar, con órdenes de clamar por la falta de electricidad, comida, medicamentos y el deterioro de la situación sanitaria. Con eso se crearían «manifestaciones pacíficas» que iban a pedir acciones concretas para que el supuesto «responsable» (en este caso, según ellos, el Gobierno cubano) hiciera «algo» para revertir los problemas y tomara medidas que convencieran a los «manifestantes» de que la situación mejoraría.
En tercer lugar, movilizar a los mercenarios dependientes del financiamiento extranjero para colarse en esas preconcebidas «manifestaciones pacíficas del pueblo oprimido que ya no aguanta más la ineptitud» y aprovechar la confusión generada para mezclar una cosa con la otra y hacer pasar las «manifestaciones» por actos masivos en contra de la Revolución. La táctica utilizada es simple: estos elementos asalariados corean consignas que no son repetidas por los confundidos, pero como lo hacen delante de la cámara cuidadosamente seleccionada para la transmisión en vivo, darían la impresión de que todos estaban gritando. Igualmente lograron insertar como supuestos «manifestantes» a un pequeño número de elementos antisociales y delincuentes comunes de baja calaña con la orden de saquear entidades estatales y dañar la propiedad social, aprovechando la situación de desorden, para dar la imagen de que «el pueblo de Cuba» era quien lo estaba haciendo.
En cuarto lugar, darle a todo eso una amplia cobertura mediática internacional y mediante las redes sociales, orientada a desinformar al resto del planeta e incluso a algunos cubanos dentro de la isla, con el falso mensaje de que «los cubanos se rebelan contra el sistema comunista».
Escogieron inteligentemente para eso, además, un domingo. En un día laborable muy probablemente no se habría logrado ese nivel de movilización, toda vez que la mayoría de la población estaría en sus centros de trabajo. Miles de personas en el extranjero trabajaron arduamente durante muchas horas ese día para coordinar las «manifestaciones», recargas van y vienen, llamadas a sumarse a la «acción». Y dentro de Cuba muchos muchachitos muy jóvenes, sin preparación política y fáciles de engañar fueron enviados como la punta de lanza que conformaría el grueso de los «manifestantes pacíficos».
¿Qué sucedió después? Pues que los muchachitos se recogieron, porque poco a poco se fueron dando cuenta de que los estaban metiendo en una sopa con fines políticos y ellos en definitiva, no habían salido para eso, ni para vandalizar. Además, cuando la conexión a Internet fue interrumpida, ya no tenían más nada que hacer allí, porque ya habían cumplido su parte, se habían divertido con su broma de conato de anarquía simulada, y habían hecho la directa por la que recibieron la recarga. Por otra parte, el pueblo revolucionario de Cuba salió a tomar de regreso sus calles, y bueno, ya cuando la cosa dejó de ser de risa y pachanga, había que irse. En la noche, todas las ciudades y pueblos «sublevados» estaban durmiendo tranquilamente.
Esta escaramuza pone de manifiesto dos cosas: que las Revoluciones de Colores no siempre funcionan (como ya demostraron antes Venezuela y Bielorrusia, y ahora Cuba) y que no se puede subestimar el poder de convocatoria que tiene el dinero del enemigo dentro de un sector de la juventud cubana. Algo hay que hacer al respecto.
¿Qué sucederá en lo adelante? Los incitadores mercenarios que organizaron y comenzaron las «manifestaciones» serán identificados y llevados ante la justicia. Igualmente se procederá con todos los delincuentes que dañaron la propiedad pública o saquearon. Las afectaciones a la electricidad se comenzarán a revertir gradualmente durante la semana que recién comienza con la entrada de dos de las tres unidades averiadas, en las que se trabaja intensamente. Se continuará vacunando en las próximas semanas, comenzarán a tener efecto las medidas tomadas para contener el pico de la epidemia, y finalmente bajarán los números de positivos y fallecidos. No es algo que ocurrirá por arte de magia, pero Cuba saldrá victoriosa del coronavirus. Luego regresará el turismo, y con él, los necesarios ingresos para mejorar las condiciones de desabastecimiento actuales. La Revolución se mantendrá firme y victoriosa.
Los enemigos se apresuraron a ponerle un nombre a la escaramuza: «11J». Quizás siempre supieron que era cosa de una sola jornada. No hay bolsillo que aguante estar enviando tanta recarga a Cuba todos los días, ni siquiera con los «proyectos» anticubanos millonarios de la USAID. Además, el hecho de que todo estaba organizado y coordinado desde Estados Unidos se refleja en que una vez suspendida la conexión a Internet en la isla, desaparecen por completo las «manifestaciones» ya que quienes las orquestan pierden su capacidad de dirigirlas. Y con ello se desvanece el mito de que los cubanos de manera espontánea salieron a las calles.
En cualquier caso esta pasará a la Historia como esa otra ocasión (otra más del montón) en que los geniales «think tanks» gringos se volvieron a equivocar por enésima vez de una esquina a la otra con Cuba, como siempre les ha ocurrido en los últimos 62 años. Luego de una cuidadosa y larga preparación y espera, intentaron generar una situación de caos e ingobernabilidad como primer paso de su estrategia para anular la soberanía de Cuba, y al final no fue más que un pobre show de algunas marionetas en acción. Cuba, como siempre, salió victoriosa de esta también. Y no, no lo sentimos por los perdedores de siempre.