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De Porto Alegre a Río

Fuentes: Quilombo

 Favela Morro da Providencia, Río de Janeiro, Brasil. Fotografía-instalación del fotógrafo francés J.R. Además de la geopolítica, es posible que la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2016 se haya visto perjudicada por una de sus supuestas virtudes: más del setenta por ciento de las infraestructuras necesarias ya habían sido construidas. Pero […]

 
Favela Morro da Providencia, Río de Janeiro, Brasil. Fotografía-instalación del fotógrafo francés J.R.

Además de la geopolítica, es posible que la candidatura de Madrid para organizar los Juegos Olímpicos de 2016 se haya visto perjudicada por una de sus supuestas virtudes: más del setenta por ciento de las infraestructuras necesarias ya habían sido construidas. Pero si para also sirven estos «macroeventos» es para realizar grandes transformaciones urbanas con el objetivo de captar las externalidades positivas de la cooperación social, atraer capitales, transferir grandes cantidades de dinero público al sector privado, e impulsar de esta manera la competitividad de la ciudad en el mercado global. En Río de Janeiro, frente a la saturada Madrid, hay todavía mucho (negocio) por hacer.

Si la metrópoli es hoy el lugar de la producción, y «las periferias urbanas son el nuevo territorio estratégico para la emancipación y para la dominación» (Mike Davies), en Brasil, que cuenta con extensos territorios urbanos como la Región Metropolitana de São Paulo, llevan años experimentando y confrontándose diferentes modelos de ciudad.

Uno de ellos lo representó Porto Alegre. Desde los años ochenta, el presupuesto participativo y posteriormente los foros sociales simbolizaron, con todos sus problemas y limitaciones, un intento de construir «otra ciudad» desde abajo, contrapuesto a la gestión neoliberal. El Partido de los Trabajadores supo unirse a la marea ciudadana para llegar al gobierno de la República. Sin embargo, el presidente Lula da Silva terminará su mandato dejando como legado dos macrointervenciones desde arriba que pretenden consolidar el papel de Brasil como potencia mundial: Copa del Mundo de Fútbol en 2014 y Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.

Las remodelaciones urbanas que exigen dichos eventos no van a ser pacíficas. Brasil registra uno de los mayores índices de desigualdad del mundo. Para millones de personas que habitan en suburbios, favelas y asentamientos (en continuo crecimiento, alimentados por migraciones desde tierras que ya no son para ellos) pueden convertirse en territorios en guerra, si no lo son ya. Uno de los objetivos de las obras urbanísticas suele ser la limpieza social de determinados enclaves, a menudo autónomos y basados en la economía informal, considerados vitales para la instalación de empresas y grupos sociales de mayores recursos, o por lo menos la contención de las clases peligrosas que puedan alterar un «buen clima de negocios». El aspecto más espectacular de esta política son las desalojos colectivos. En Atenas expulsaron a familias gitanas albanesas de la ciudad con carácter previo a los Juegos Olímpicos del año 2004. En relación con los Juegos de Pekín de 2008, se calcula que un millón y medio de personas fueron expulsadas de sus casas desde el año 2003, según datos del Centro para el Derecho a la Vivienda contra los Desalojos (COHRE). En Río de Janeiro, la conexión de los principales centros deportivos y la «protección» de las zonas verdes, amenazadas por la expansión de la favelas, podrían llegar a tener un coste humano importante.

En Brasil la militarización de la lucha contra el crimen organizado, por un lado, y los planes sociales, por otro, seguirán constituyendo el palo y la zanahoria de la gestión progresista de una parte de la ciudad que se resiste. La democracia participativa no dejó de ser censitaria.

Fuente:http://www.javierortiz.net/voz/samuel