A quienes luchan por la felicidad humana I La humanidad se convulsiona, la noticia de los atentados terroristas en Bélgica y las imágenes que la acompañan, hacen estremecer a gran parte de los países del mundo, de nuevo la tragedia llama a la solidaridad, de nuevo es la muerte la que nos recuerda que somos […]
I
La humanidad se convulsiona, la noticia de los atentados terroristas en Bélgica y las imágenes que la acompañan, hacen estremecer a gran parte de los países del mundo, de nuevo la tragedia llama a la solidaridad, de nuevo es la muerte la que nos recuerda que somos simplemente seres humanos, divididos por unas serie de credos, fronteras y banderas, que en muchas ocasiones, ni siquiera sentimos que nos representan o nos definen. La geopolítica dividió este mundo, se lo repartió entre religiones e imperios y, desde entonces, los pueblos luchan por su liberación, por erradicar de su interior todos estos estereotipos, que nos confrontan unos con otros. Pocos gobiernos representan en verdad a su pueblo, a sus anhelos y sus deseos.
El terrorismo ha estado presente en la historia de la humanidad desde muchos siglos atrás, pero con el desarrollo del capitalismo, la construcción de imperios y la exaltación de los nacionalismos, ha alcanzado un grado mayor, cuyos efectos observamos, tristemente, de forma común cada vez más. Ahora son los países europeos los que recienten estos ataques. La llamada guerra de civilizaciones, occidente contra oriente, parecería así, encontrar su comprobación hipotética, tendría razón Samuel Huntington y sus seguidores, quienes anunciaron años atrás, que las guerras futuras serian entre concepciones del mundo y de la vida, es decir, entre civilizaciones. La realidad es que una mano mese toda la cuna, la construyó, la exacerbó, la cultivó y ahora la cosecha. El imperio de los Estados Unidos es quien gana con cada uno de los atentados y con cada una de estas guerra fratricidas, que solo sirven para olvidarnos del hecho, de que todos simplemente somos seres humanos.
II
En los Estados Unidos se cultiva en estas fechas una nueva expresión del terror, el neofascista Donald Trump, representa el regreso de la radicalidad xenofóbica, con un discurso no sólo racista contra los inmigrantes mexicanos radicados en los Estados Unidos, sino que es ante todo, la reinstauración del terrorismo como forma de hacer política. Sus amenazas y promesas de violencia y disturbios no son expresión de locura, son la muestra podrida de una de las corrientes antihumanas que se han desarrollado en el seno del desarrollo capitalista. Ejemplos tenemos en la Italia y Alemania de la Segunda Guerra Mundial, pero también, en las dictaduras latinoamericanas del siglo pasado.
Con esta postura radical ante la inmigración mexicana, se rinde un homenaje a Samuel Huntington y su libro ¿Quiénes somos? (2004), en el cual expone una serie de cambios por los que ha pasado la identidad nacional de los Estados Unidos. El intelectual de la CIA, enfoca su análisis en la prominencia y la sustancia de la identidad estadounidense, fundamentando su explicación con tres argumentos:
1) La variación histórica que sufre la prominencia de la identidad nacional de los estadounidenses.
2) La correlación que existe entre la identificación de los estadounidenses y el peligro que su nación pueda sufrir ante otras naciones.
3) En la afirmación de que la base de la identidad nacional estadounidense no son los rasgos raciales y étnicos sino el Credo americano resultado de su cultura protestante.
En ¿Quiénes somos?, Huntington muestra su temor por el hecho de que en las últimas décadas del siglo XX tanto la prominencia como la sustancia de la cultura y el Credo americano son amenazados por el «desafío» -según Huntington- que representan los inmigrantes procedentes de América Latina y Asia, especialmente de México. Debido a que esta inmigración -según Huntington- trae consecuencias graves para la unidad nacional de Estados Unidos, pues abre la puerta a la posibilidad de la creación de un país bifurcado, con dos idiomas y dos culturas: la angloprotestante y la hispana. El libro de Huntington está lleno de planteamientos de carácter racista sobre la inmigración mexicana a su país, a la cual ve como una amenaza para la unidad e identidad de la cultura nacional de los Estados Unidos, debido a que muchos inmigrantes mantienen en suelo estadounidense aspectos de la cultura mexicana, sobretodo la lengua y la religión.
La actitud y pensamientos de Donald Trump reviven el fascismo que tanto mal causó en la Europa de principios del siglo XX, es una amenaza contra la humanidad, su fomento pone en riesgo no únicamente a los inmigrantes, pone en riesgo a la humanidad entera. Por ello, sin importar donde se encuentre la sinrazón, quienes creemos en un mundo mejor, debemos disputar desde nuestras trincheras de ideas a quienes buscan eternizar la injusticia, con el fin de contribuir a la conformación de ese mundo mejor, sin racismos ni explotación. Ese mundo con rostro humano.
III
Nuestra América, como la llamó Martí, tiene una serie de heridas aún lacerantes, ya lo mencionaba el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina, al reconstruir muchas de las ofensas que nuestros países han sufrido por parte de los imperios europeos primero y, posteriormente, de manos del imperio estadounidense. Para mencionar un caso, se han cumplido cuarenta años del inicio de la dictadura en Argentina. ¡Cuarenta años! y la herida sigue y seguirá abierta, la hipocresía sigue en el aire, los Estados Unidos dirigieron ese golpe militar y la posterior dictadura. Los Estados Unidos entrenaron y otorgaron armamento a los ejércitos que impusieron a sus propios pueblo el terror, el terrorismo de estado, no sean hipócritas los «críticos de las redes sociales» que hablan contra Cuba, miren la historia y verán la mano que chorrea de sangre, la mano de los Estados Unidos meciendo la cuna del terror en Latinoamérica y en el mundo.
Nuestros pueblos han sido saqueados, negados y condenados, se les ha impuesto el terror, el hambre, el dolor, y a pesar de ello, son nuestros pueblos los que hoy hacen brillar el cielo de esperanza, Cuba sigue significando el ejemplo mayor ante el terror, y acá, puede flagelarse el que quiera, pero la realidad es innegable, los Estados Unidos representa y recrea a diario el terror en Nuestra América. El poder que el miedo da a quien lo utiliza sólo se confronta con la dignidad inherente a la humanidad.
IV
Dieciocho meses cumplidos, Ayotzinapa sigue sangrando, el terror está en casa y se llama Estado. Otra vez se apuesta al olvido, al cansancio, al desgate, creen que olvidaremos, que bajaremos las manos y nos iremos a casa rendidos, sin ilusión, pero se olvidan que la humanidad renace a cada instante, que se dignifica así misma, cuando resiste, cuando persiste, cuando exclama su dolor como grito de esperanza. Ayotzinapa ha superado al terror de estado, ha vencido al tiempo y demostrado que no hay forma de cerrar ninguna herida sin que establezcamos la justicia. El miedo paraliza pero la conciencia moviliza.
Ayotzinapa es la muestra de que las verdades de estado no son verdaderas, de que el miedo y el terror impuesto como realidad, no paraliza la conciencia y la solidaridad, es la muestra de que a pesar de lo adverso, la humanidad renace en cada expresión de dignidad. Ayotzinapa es un capítulo de nuestra historia contemporánea que debe aclararse en su totalidad, sino no queremos la profundización del terrorismo como forma de hacer política en México.
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