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Entre Eduardo Núñez y Albert Escusa contra Manuel Góngora.

¿Debate crítico sobre Gramsci? O algo más…

Fuentes: Rebelión

Estando de acuerdo en lo fundamental, sobre la defensa de la concepción marxista y leninista de Gramsci formulada en el escrito, es evidente, que si bien es cierto que las teorías de Gramsci fueron interpretadas de forma diferente por organizaciones que se consideraban marxistas, incluso por organizaciones no marxistas como se comenta: «por toda la […]

Estando de acuerdo en lo fundamental, sobre la defensa de la concepción marxista y leninista de Gramsci formulada en el escrito, es evidente, que si bien es cierto que las teorías de Gramsci fueron interpretadas de forma diferente por organizaciones que se consideraban marxistas, incluso por organizaciones no marxistas como se comenta: «por toda la intelectualidad progresista italiana, fuera comunista, socialista o incluso trotskista». En esta polémica que tenemos también afloran diferentes interpretaciones, y lo más importante, lo que se esconde detrás de ella: la confusión sobre el papel del partido y las masas trabajadoras, la lucha por el poder y la forma en que se constituye el nuevo poder alternativo del proletariado organizado como clase dominante, partiendo de la realidad que nos toca vivir, no tan lejana, aunque si muy agudizada de la que le tocó vivir a Lenin; de la tremenda confusión existente sobre la función histórica del Estado y la Democracia, en la fase súper-imperialista del capitalismo, donde el dominio ideológico que se ejerce en los países más desarrollados sobre el conjunto de la sociedad, impide la objetiva respuesta revolucionaria.

Antes de entrar en el fondo de la polémica, habría que definir el concepto proletario en la actualidad, que si en su momento no suponía una división clasista entre el conjunto de los asalariados, se entendía aplicado a la clase obrera industrial. En aquel momento histórico el desarrollo productivo, el impulso de la industria supuso una concentración de un determinado sector de trabajadores, lo que unido a un bajo nivel de consumismo, la limitada existencia de una tecnología mediatizadora, el mayor grado de concentración permitía unas mejores condiciones para la toma de conciencia y de lucha. De ahí la confianza de los grandes teóricos en apoyarse en ese sector como vanguardia del proceso revolucionario. Sin embargo las condiciones históricas han cambiado, y con ello se ha generado confusión sobre el sujeto histórico; aunque siguen existiendo grandes concentraciones laborales en sectores industriales, ahora ya no aparece esa concentración laboral en las grandes industrias como lo fundamental del proceso revolucionario. De hecho empresas industriales de hace cuarenta años, ahora tienen más trabajadores que entonces, a pesar de que las nuevas tecnologías han suprimido puestos laborales, generándose otros nuevos, así como una mayor flexibilidad laboral. Son otros factores los que han cambiado, que hacen que la consideración de proletario no sea la misma a efectos revolucionarios. Y por lo tanto la nueva realidad requiere otra forma de concebir como contribuir a que el conjunto de los trabajadores se organicen y se constituyan en clase dominante. Porque ahora todos los obreros industriales y los demás asalariados de los otros sectores laborales siguen siendo, a pesar de Negri el sujeto histórico, con los que se tiene que contar para el cambio de sistema. Todos somos asalariados-proletarios, nuestra fuerza de trabajo sigue estando en venta y de ella dependen nuestras familias. También es cierto que los trabajadores de los países más desarrollados en relación con los trabajadores del tercer mundo, somos «aristocracia obrera», pero aunque el enemigo no escatima esfuerzos en hacérnoslo creer, cada vez somos menos «aristocrática» y más proletaria.

Volvamos al tema de la polémica. Los compañeros Núñez y Escusa en su crítica al compañero Góngora consideran: «La primera objeción que hacemos reside en cuestiones de metodología, en la contraposición entre «marxismo soviético» y «marxismo occidental». En primer lugar, porque a partir de 1956, se produjo en la URSS y en muchos otros países socialistas un viraje teórico»

Aunque pueda admitirse esa fecha como el origen para la crítica del llamado «socialismo real», la contraposición entre los llamados «marxismo soviético» y «marxismo occidental», deberíamos admitir que no existen marxismos, con la sana intención de no introducir elementos de confusión y de duda sobre el marxismo, sino la existencia de aproximaciones o desviaciones sobre el fondo de esa teoría, ya que aunque tenga una base en que se fundamenta reconocida por todos, no podemos olvidar que ante todo es una guía para la acción revolucionaria en permanente crítica y desarrollo. Desgraciadamente el viraje teórico de la revolución rusa tuvo lugar mucho antes, la burocratización motivada por causas objetivas de la época, comenzó poco antes del fallecimiento de Lenin, postrado en la cama lo que impidió fueran conocidas por el partido sus denuncias sobre el peligroso giro que se estaba produciendo por la acumulación de poder personal en Stalin. Lenin a través de su esposa N. Krúpskaya[1] intentó hacer llegar al partido el peligro que se estaba generando. Finalmente el 5 de marzo de 1923, Lenin dictó una carta dirigida a Stalin donde rompía las relaciones personales y de camaradería con él[2]. Las revelaciones sobre Stalin en el XX Congreso provocaron una conmoción en la URSS e incluso más en Europa del Este[3], sin embargo en ese congreso, ni en los demás países socialistas se corrigió la desviación burocrática, antisoviética y antimarxista que culminó con la desaparición del llamado «socialismo real».

«Para Stalin, la sociedad humana era una parte indisociable y específica de la naturaleza, mientras que los filósofos posteriores rompían esta continuidad humanidad-naturaleza, tan importante en el pensamiento filosófico de Engels»

Esta frase no se corresponde con la práctica estaliniana, como tristemente la historia nos ha demostrado. Si bien es cierto que ese pensamiento de Engels manifestado en su obra Introducción a la Dialéctica de la Naturaleza es correcto, Stalin no lo tuvo en cuenta, no permitió que aquella humanidad que era el pueblo intentando construir el poder soviético se desarrollase, nunca llegó a implantarse aquella democracia directa de abajo hacia arriba que era la democracia soviética leninista que Gramsci impulsó ardientemente con los consejos de fábrica, que según él demostraban la capacidad política de la clase obrera, es decir su capacidad de iniciativa y de creación revolucionaria. Finalmente la constitución soviética leninista a iniciativa de Stalin fue abolida el 11 de junio de 1936. La nueva constitución a semejanza de las constituciones burguesas, aunque siguió llamándose soviética, consagraba la delegación del poder del pueblo en la llamada clase política, de hecho en el partido. Y como es bien sabido todo poder sin control permanente por los directamente interesados, por parte del pueblo trabajador, con el tiempo degenera en burocratismo y corrupción. Por el contrario de nada valen la palabras de los marxistas occidentales hablando de ética, si esa ética no se plasma en la práctica del poder. Lenin refiriéndose al capitalismo dijo que el ejército permanente y el burocratismo eran sus principales características, algo inadmisible en el socialismo, donde la verdadera democracia que parte de la igualdad teórico-práctica lo imposibilita, o lo reduce al mínimo imprescindible en tanto se avanza en la construcción de la sociedad comunista, donde el estado mismo como elemento represivo, como la máxima expresión de la burocracia, se extingue.

Deberemos insistir en estas citas sobre la condicionada actuación de Stalin que le llevó a cometer esos graves errores, por si pudiera interpretarse de la crítica que hacen al compañero Góngora, una defensa del estalinismo como el marxismo verdadero a recuperar.

Sobre el concepto praxis, en el que se suele caer de forma academicista, embrollando debates y dificultando su interpretación y uso, deberíamos precisar, que si bien es cierta la unidad dialéctica de la teoría-practica, para que se produzca la practica que se corresponda con la realidad objetiva, primeramente se hace preciso la elaboración teórica, la profundización en el conocimiento de lo experimentado hasta el momento, la abstracción de esa experiencia que en su desarrollo nos permita experimentar nuevas aventuras que se corresponden con una realidad objetiva que queremos transformar o materializar. A nadie, salvo los «activistas» metafísicos poseídos de la praxis «conciente», de «su» verdad absoluta, la práctica se antepone a la teoría como motor revolucionario. La praxis es el resultado de la teoría experimentada de forma objetiva, es decir, la confirmación mediante la práctica del objetivo teorizado previamente.

Y ahí en ese sentido dialéctico teorico-práctico, surge otra pregunta en relación con la realidad particular de cada uno y la colectiva. ¿Qué priorizamos de nuestra realidad teoría-práctica-tiempo?, que permita desde nuestra realidad y conocimiento personal un mejor uso del tiempo disponible que contribuya a generar el motor revolucionario, ¿práctica? sobre una gnoseología del conocimiento, o estudio de los fundamentos del marxismo que nos permitan abordar el proyecto organizativo estratégico y táctico revolucionario.

«Al compañero Góngora parece que le preocupan las críticas de Gramsci a este marxismo de Bujarin porque se opone a un marxismo soviético que no es otro que el de la era Jruschov y posteriores mandatarios soviéticos, nada que ver con el marxismo soviético vivo y creativo de Lenin y Stalin.»

No entiendo a cuenta de qué esta cita atribuida al compañero Góngora que no he visto en su trabajo criticado. Pero, ya que se cita. El marxismo de Jruschov es el marxismo de Stalin en lo fundamental, independientemente de la verborrea jruschovniana sobre la falta de libertad y crítica del estalinismo. La concepción burocrática del socialismo siguió funcionando con este y los que le siguieron. Si durante la época de Stalin gracias a la concepción productivista que se hizo del socialismo se dio un paso gigantesco en el desarrollo económico y científico, a costa de cercenar el desarrollo cultural marxista y participativo del pueblo, la burocracia fue reafirmada, el pueblo ni participaba en la dirección, ni se sentía dueño del país, incluso no sentía suyas las fábricas donde trabajaba. En nada se dieron pasos para que dada la nueva situación, la existencia de una económica y una clase social en la que poder apoyarse objetivamente la revolución fueron aprovechadas. Lo mismo que en la época de Stalin los directores de fábrica que eran impuesto por este, estimulados para ser stajanovistas, tampoco fueron formados, ni se les permitió ejercer el poder desde los lugares naturales donde todos los trabajadores pueden realizarlo, desde los centros de producción. No se cambió la constitución donde el poder se delegaba en el partido, que hubiese permitido al proletariado organizarse como clase dominante mediante la interpretación de poder soviético defendido por Lenin. La constitución de 1936 imponía el sufragio universal a semejanza de las constituciones burguesas[4]. En nada se tuvieron en cuenta las enseñanzas que Lenin nos dio en su obra el Estado y la Revolución, donde la democracia directa y participativa se realizaba de abajo hacia arriba, a tenor de la experiencia de la Comuna de París, donde los representantes obreros eran elegidos en las fábricas y en los barrios populares, los cuales eran controlados y rendían cuentas directamente a sus electores, desde donde estos además de ejercer el control permanente podían revocarles en cualquier momento. El Soviet Supremo de la URSS, sin embargo en vez de ser producto de la representación de abajo que ascendiendo a través de los diferentes niveles inferiores de poder hacia arriba, que fuera una pirámide de amplia base donde permitiera controlar la cúspide, e incluso demolerla cuando desde la base se dejara de sustentarla el apoyo; era la plasmación máxima del poder de la burocracia, solo controlada por, o como apéndice del partido, a su vez no controlado por el pueblo.

Cualquiera que visitara la URSS podía apreciar la diferencia social y económica existente entre los aparatichis del partido y del estado con relación al pueblo. Mientras que Lenin además de teorizar, de resaltar la necesidad de que no hubiese diferencias económicas entre los mandatarios y el resto de los trabajadores, dio ejemplo práctico de su teoría, rechazando cualquier deferencia o privilegio por su cargo, por algo tan complejo y a la vez tan natural, el respeto que los propios compañeros le tenían cuando le invitaban a no esperar las colas que en el Smonly se producían para recibir la asistencia que se ejercía al conjunto del personal que trabaja allí.

Stalin rechazó la petición de su esposa para que siguiendo la concepción humanista y materialista de Lenin no se embalsamará y se hiciera un mito religioso de su cuerpo, quería que su teoría fuera la que el pueblo conociera. Sin embargo después de la ruptura con Stalin, que Lenin se vio impedido de hacer pública, se valió de su cuerpo para crear el mito religioso, y presentarse como el heredero del leninismo. La estampa de Lenin reemplazó a su teoría. Stalin fue el que primero introdujo el término marxismo-leninismo. Como pretendido heredero también fue embalsamado y depositado en el mausoleo de la plaza Roja. Por pocos años, ya que con la llegada de Jruschov, fue desalojado de esa vivienda mortuoria y enterrado a los pies de la muralla del Krenlim.

Ya en 1967 acompañados por la Pasionaría fuimos a visitar el mausoleo de Lenin, no esperamos cola, nos colaron. La verdad es que aquella figura de Lenin con su cara sonrosada nos produjo una sensación extraña, no sentimos estar ante el gran teórico, sino que aquel colorido nos pareció falso, nos recordó el de las muñecas de nuestras hijas. Desgraciadamente al pueblo ruso solo les quedó la muñeca, el pensamiento de Lenin no les llegó nunca. Ahora ya ni les dejan visitar el mausoleo.

Es una incomprensión profunda del marxismo equiparar a Stalin con Lenin. Me temo que la crítica que pretenden hacer contra el compañero Góngora se vuelve contra ellos. El llamado marxismo occidental fue una falsa respuesta al estalinismo, criticó éticamente al estalinismo pero no entró en el fondo ideológico, político y organizativo que les diferencia del leninismo. Desgraciadamente el leninismo a pesar de ser muchos los que nos consideramos defensores de su teoría, no hemos conseguido interpretar y desarrollar, lo que destacó Palmiro Togliatti en el simposio organizado por el Instituto Gramsci en enero de 1958: «Hay en Lenin, por lo menos, tres capítulos principales, que determinan todo el desarrollo de la acción y el pensamiento: una doctrina del Imperialismo como fase superior del capitalismo; una doctrina de la Revolución, y por ende, el Estado y el poder, y una doctrina del Partido. Son tres capítulos estrechamente unidos, fundidos casi el uno con el otro. Cada uno de ellos contiene una teoría y una práctica, es el momento de una realidad efectiva en desarrollo».

Ese pensamiento de Togliatti, Lenin lo desarrolla en sus obras, por algunos leídas pero poco comprendidas: «El Imperialismo fase superior del capitalismo»; ante del surgimiento espontáneo de 1905 su apreciación de la importancia del soviet, experiencia que la plasmó al escribir «El Estado y la Revolución», y el «¿Qué hacer?» que se planteó unos años antes de aquel intento revolucionario. A ellas deberíamos añadir «El izquierdismo enfermedad infantil del comunismo», cuyo título más que una lectura correcta del fondo de la obra a muchos reformistas les lleva a utilizarla para golpear en la cabeza a aquellos que consideran anclados en el pasado y poder presumir de posmodernos y de leninistas. Esta obra por el contrario, parte del supuesto de una comprensión correcta de su obra El Estado y la Revolución, que crítica a los comunistas de los países europeos que a la vista de la experiencia soviética leninista, se negaban a participar en los procesos electorales burgueses, queriendo implantar el poder soviético, sin instrumentalizar las posibilidades políticas que ofrecen las instituciones burguesas, no como las consideran los reformistas pretendiendo perfeccionar la maquinaria estatal burguesa y desde allí una vez ganadas las elecciones sin revolución pretender constituir la sociedad socialista, sino para desde sus tribunas realizar agitación, como de hecho consiguieron con su instrumentalización y presionando desde abajo y desde arriba una transición política poco conocida por los comunistas, aunque si muy tenida en cuenta por la burguesía europea, por personajes como Fraga Iribarne con su ¡ Ojo a los incautos!, dada la transición que se dio en Checoslovaquia[5].

La incomprensión de la lucha por el poder y el poder en si mismo, lo resumiríamos en la falta de comprensión científica de la función histórica del Estado, a pesar de este tema haber sido escrito hace tanto tiempo por Engels y desarrollado por Lenin con un sentido teorico-práctico, con la verdadera praxis que se manifestó en la revolución rusa, y a pesar de cómo dijo él mismo al día siguiente de triunfar, que en Rusia no se daban las condiciones objetivas para que el socialismo pudiera mantenerse. Deberíamos insistir una vez más que sin una comprensión científica de la función histórica del Estado y la Democracia de hoy en el mundo súper-imperialista, no hay marxismo que valga, ni sabremos en el mundo en el que nos desenvolvemos. Seguiremos viendo al Estado y la Democracia como algo abstracto, colgado del cielo, impedidos de instrumentalizar la actual realidad política para generar al mismo tiempo la presión desde abajo y desde arriba. La organización alternativa de lucha, que en su desarrollo revolucionario acabe con el capitalismo, y esa forma de poder alternativo generado en la lucha anticapitalista, sirva como forma de poder y democracia directa leninista, como lo vieron Marx, Engels, Lenin y también Gramsci, este último en su defensa de los Consejos de Fábrica. Formas alternativas de poder que parten desde los lugares donde tienen origen las contradicciones de clase, donde los trabajadores siempre están organizados para producir, pero en el sistema capitalista no para poder decidir, porque las fábricas no son suyas, pero que lo serían si tomaran el poder y empezaran a ejercerlo desde esos lugares. Y así de abajo hacia arriba construir el nuevo orden socialista. Generar una organización horizontal por sectores laborales y locales con delegados elegidos desde ellos a niveles superiores de gestión económica y política.

Claro que esto, si no es comprendido por los comunistas y lo hacen llegar al conjunto de los trabajadores, nunca estos se podrán plantear luchar por algo más que reivindicaciones puntuales economicistas, luchar por ir al fondo del problema, por tomar las fábricas y con esa toma, la toma del poder político. Eso implica volver a releer el ¿Qué hacer?, el compromiso militante que de su lectura se desprende basado en la formación marxista, en la entrega y profesionalidad capaz de penetrar en los lugares naturales donde laboran y residen los trabajadores, en vez de enredarse pretendiendo buscar nuevos sujetos históricos, más acomodados o «realistas» a lo Negri. Hoy además de la represión física del estado burgués nos tienen dominados fundamentalmente a través de la batalla ideológica, ganada por nuestra propia incapacidad que en la práctica se traduce en colaboración y la de los reformistas que son la mejor cuña introducida, con madera de la misma madera con la que más eficazmente penetrar en los confusos trabajadores alienados y atomizados.

«La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos formas, como «dominación» y como «dirección intelectual y moral». Un grupo social es dominante con respecto a los adversarios que tiende a «liquidar» o a someter, con la fuerza de las armas si es preciso, y dirigente de los grupos afines y aislados.» (24)

Y puestos realizar interpretaciones de esta cita de Gramsci, hagamos la propia. Deberíamos entender que cuando emplea las definiciones «dominación» y «dirección intelectual y moral», está expresando las dos características con las que la clase social en el poder, lo ejerce: la física y la ideológica.

En la sociedad dividida en clases, la defensa de los intereses no se resuelve en luchas directas, sino a través de la lucha por el poder del Estado, pues éste es el instrumento mediante el cual se asegura la persistencia de esos intereses encontrados y por tanto del sistema productivo que los genera.

La contradicción entre burguesía y proletariado, es la contradicción fundamental, básica, irreconciliable y antagónica. Los dos grandes bloques que se enfrentan en la contradicción fundamental, la burguesía y el proletariado, manifiestan el aspecto principal de esa lucha, en el ámbito político. Sin embargo, la contradicción fundamental se manifiesta en primer lugar, no por su aspecto principal – lucha por la conquista del poder político – sino de su aspecto más primario, la lucha por la mejora de las condiciones de vida, es decir por reducir la tasa de explotación capitalista. El interés fundamental de la burguesía consiste en mantener precisamente ahí, a nivel primario, la lucha del proletariado, pues sabe que, la tasa de explotación puede ser recuperada, y que mientras se luche sólo contra ésta y no contra la explotación en su conjunto, siempre terminará recuperándose. Para conseguir este objetivo, la burguesía utiliza el mecanismo de subyugación ideológico, penetración de la ideología burguesa en la clase proletaria.

Tanto en el Bloque burgués como en Bloque proletario, existen contradicciones internas que manifiestan los diferentes grados y formas de explotación entre los trabajadores y los diferentes grados y formas de apropiarse de esa explotación entre la burguesía. La complejidad del sistema productivo capitalista, es lo que genera todo un juego de contradicciones en segundo grado. Estas contradicciones internas en los dos bloques básicos no son, lógicamente antagónicas por naturaleza, aunque si pueden convertirse en tales si el aspecto principal, es decir, su manifestación política las conducen a ello. Es de vital importancia para la garantía del Sistema de Dominación burgués, el que las contradicciones internas no lleguen a ese grado de antagonismo. La acción política de cada bloque va destinada a conseguir ese antagonismo en el bloque opuesto, como garantía de triunfo en la lucha de clases final.

Bloque burgués: Contradicciones ínter-oligárquicas: entre las oligarquías de la «vieja Europa» y el «Nuevo USAmundo», cuya manifestación más reciente la acabamos de ver en la guerra contra Iraq, por el control de esa zona estratégica petrolífera, dado que según los científicos conocedores del tema, el petróleo se acabará antes de cuarenta años; contradicciones entre la oligarquía y burguesía no monopolista; entre ambas y la pequeña burguesía; entre estas y cada una de las anteriores, etc.

Bloque asalariado: Entre obreros manuales, intelectuales, jornaleros, campesinos pobres, artesanos, funcionarios, etc.

Estas contradicciones se modifican con la composición social en continua evolución. Hay entre ellas diferentes grados de intensidad y su agudización se produce con más facilidad en el Bloque burgués. En el proceso de desarrollo del Capitalismo Monopolista, se dan contradicciones, que no están motivadas sólo por el diferente grado de participación en la plusvalía arrancada al Bloque Asalariado, sino que esta porción puede incluso llegar a desaparecer con la quiebra o dependencia monopolista. Su lucha adquiere así tintes dramáticos de subsistencia incluso como fracción del Bloque burgués. Por el contrario, las contradicciones en el Bloque Asalariado difícilmente puede adquirir aspectos antagónicos si no es por la acción ideológica de la burguesía. Uno de cuyos instrumentos suelen ser partidos e ideologías socialdemócratas.

En la lucha por la resolución de la contradicción fundamental – en el avance al socialismo – se debe realizar la tarea política de aglutinar el Bloque asalariado y descomponer el Bloque Dominante. Incidir en las contradicciones internas del Bloque burgués, de forma que la hegemonía oligárquica y monopolista, entre en contradicción grave, incluso antagónica, caso de la pequeña burguesía.

En función del grado de organización y dominio ideológico de una clase sobre otra, la dominación física aparecerá como secundaria, mientras prevalece la ideológica. Cuanto mayor sea el grado de formación del proletariado en el proceso revolucionario, menor será el grado de violencia física empleado por la burguesía en la defensas de sus privilegios.

«No obstante, a diferencia de lo sostenido por Góngora, pensamos que Marx y Engels se inclinaban a considerar a la sociedad civil como un aparato engendrado (y que reflejaba en cierta manera) la estructura económica, pero completamente dependiente del Estado. Según Marx:

«a determinadas fases de desarrollo de la producción, del comercio, del consumo, corresponden determinadas formas de constitución social, una determinada organización de la familia, de los estamentos o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad civil.» (28)

El empleo abusivo y determinista de sociedad civil, si bien es cierto que fue usado por los grandes teóricos en los albores del capitalismo prevaleciendo ya en la fase súper-imperialista, no se puede entender como división clasista, como de hecho se reconoce por el reformismo y la burguesía cuando realizan esa separación entre sociedad civil y la «sabia» clase política, los cuales colocan al estado, como algo colgado del cielo, manejado por los «sabios» políticos de turno, en vez de como el marxismo lo define, como la forma de dominio de la clase social en el poder, ya sea monárquico, republicano, «democrático» o dictatorial. El estado de la burguesía en cualquiera de sus formas, incluso en la democracia más liberal, siempre de hecho será una dictadura para los explotados, mientras que el proletariado organizado como clase dominante, siempre supondrá una dictadura para la burguesía, aunque sus componentes no sean encerrados en ninguna cárcel comunista, será dictadura por haber sido reducida a la simple condición de ciudadano, con iguales derechos que los demás, al impedírsela disponer de los medios de producción y el disfrute de los privilegios que ello la reporta.

Tanto Marx como Engels y Lenin, reconocen que el Estado surge y se manifiesta respondiendo al grado de desarrollo productivo, nunca realizan una separación entre sociedad civil y estado, sino que la sociedad civil es parte del estado. La forma que se configura el estado responde a las necesidades de dominio de la clase social en el poder en cada momento histórico. La mejor envoltura del capitalismo es la «democrática». La forma dictatorial sustituye a la democrática cuando los mecanismos de subyugación ya no la son útiles, no aseguran la supervivencia de su orden capitalista. Basta con fijarse en lo que sucedió en 1936 y 1973 en España y Chile cuando los mecanismos de subyugación fallaron y dieron el triunfo a frentes populares que ponían en cuestión sus privilegios. El último y más firme eslabón del estado, el ejercito permanente tomó el protagonismo político, masacraron hasta que el peligro desapareció, y entonces vuelta a la «democracia». Y deberíamos preguntarnos, ¿cuándo los trabajadores se han sentido más inseguros y desprotegidos?, ¿cuándo la burguesía se ha sentido más segura en España y Chile, ahora o en aquellas fechas?, ¿ y por qué es más segura la burguesía y más inseguros los trabajadores?, De ahí el desarrollo alternativo de poder que Marx vio en la Comuna y Lenin en el Soviet como las formas de poder alternativo, formas de democracia directa participativa que tenemos que insistir surgen y se desarrollan durante el capitalismo. Desgraciadamente la Comuna para la inmensa mayoría de los comunistas, la recuerdan como algo bonito, heroico, romántico, pero no como lo vieron los grandes teóricos, como formas alternativas de lucha y de poder a desarrollar con las que anteponerse frente a la democracia y al estado capitalista.

«Para Gramsci, frente al bloque histórico de las clases reaccionarias, el proletariado ha de oponer un bloque histórico nacional-popular. El bloque histórico iría más allá del aspecto superestructural de alianzas políticas y sociales, debería también impulsar las transformaciones estructurales, sociales y económicas. El bloque histórico no sólo comprende la alianza obrero-campesina, sino también las capas medias y la intelectualidad, todo ello bajo la dirección del partido del proletariado; la clase obrera deberá promover transformaciones que recojan los intereses de sus aliados»

Anteriormente nos hemos referido, interpretando a Gramsci, la composición de los dos bloques antagónicos, el burgués y el asalariado. Conviene aclarar que las clases reaccionarias en si mismas resulta difícil interpretar a que clases sociales se refieren. Tal vez lo que nuestros compañeros quieran referirse es a la situación del momento político en Italia, la situación de auge fascista. Donde la agudización de las contradicciones ínter-imperialistas que dieron lugar a la II Guerra Mundial, lo mismo que sucedió en Alemania, el fascismo representante objetivo del gran capital, financiado por este, tras el escudo nacionalista y patriótico arrastró a las clases pequeño burguesas e incluso a partes muy significativas de los sectores populares. Esa amalgama interclasista era reaccionaria por la influencia de la ideología fascista, pero el fondo de la cuestión política era clasista, oligárquica e imperialista. La guerra financiada por las oligarquías para intentar destruir al imperio inglés y francés para apoderarse de las colonias controladas fundamentalmente por esos países, por imponer su hegemonía militar y política desde el nazismo y el fascismo en todos los países que pudieran conquistar. Una especie de antesala de lo que será la III Guerra Mundial entre el imperialismo del Primer Mundo y el de la Vieja Europa, para apoderarse de las finitas materias energéticas fósiles que se agotarán en pocos años, manifestada tras la invasión de Iraq, y tras la proclama de Francia, Alemania, Bélgica y ahora España, con el gobierno ZP hacia el fortalecimiento del Euro-ejercito que permita parar los pies a los americanos.

Pero como no se trata de profundizar en elucubraciones terminológicas del pasado, que no terminarían nunca, debemos hacer un esfuerzo por dar respuestas políticas al actual momento aprovechando las enseñanzas de los grandes teóricos y desarrollándolas al actual momento político.

Y el actual momento es bastante triste y confuso, la dispersión organizativa comunista nunca ha sido tan grande. Esa dispersión evidencia nuestra debilidad ideológica que nos impide elaborar un proyecto político y organizativo con una estrategia y táctica verdaderamente revolucionaria. No nos queda otro remedio que volver a insistir en los grandes bloques teóricos a estudiar y profundizar para superarlos y que más fueron desarrollados por Lenin, que el mismo Togliatti interpretó sintetizó en la frase citada, y el que nos permitimos añadir, para poder empezar a hacer con objetividad y alguna metodología.

Una profundización en esos conocimientos, que nos ayuden a acercarnos al sujeto histórico para ayudarle a que salga de su sometimiento y alienación, para que adquiera el protagonismo que le corresponde en el proceso revolucionario. Todo ello nos debería inducir a plantearnos como romper al mismo tiempo el bloque burgués hegemonizado por la oligarquía monopolista y financiera, con un programa anti-oligárquico y anti-monopolista, tratando de aislar políticamente al verdadero poder que domina ambos bloques antagónicos y que esta provocando el caos en el mundo, la inseguridad en los puestos de trabajo y los retrocesos sociales y económicos, así como la ruina de los campesinos y los pequeños comerciantes e industriales dependientes de la banca y de los grandes monopolios, como nunca abocados a proletarizarse. El proletariado nunca será sujeto histórico revolucionario sin formación, pero para que ello se pueda dar es necesario la organización partidaria firmemente cohesionada tras la teoría marxista y leninista.

Finalmente, deberíamos sustituir el término dirigente que se atribuye al partido, por formador y trasmisor del pensamiento marxista entre los trabajadores. Imbuirnos de la necesidad de formar, de influir positivamente en vez de pretender dirigir para evitar cometer los errores vanguardistas cometidos hasta ahora, cuyo desastre mayor lo hemos sentido tras la caída del llamado socialismo real. Aquel socialismo que se quiso construir dirigido por las vanguardias partidarias para el pueblo, pero sin la participación directa del pueblo. Recuperar la sintética frase marxista que resume el problema del poder, contribuir a que: ¡El proletariado organizado como clase dominante! sea una realidad.



[1] ( Lenin, Obras Escogidas en ruso. Vol. 54, 1965 pp.674-5)

[2] Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels: Stalin 50 años después de la muerte del tirano, pg. 8

[3] Cita anterior pag. 42

[4]Artículo 30.– El órgano supremo de poder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es el Soviet Supremo de la URSS.

Artículo 32.– El poder legislativo en la URSS lo ejerce exclusivamente el Soviet Supremo de la URSS.

Artículo 33.– El Soviet Supremo de la URSS está compuesto de dos Cámaras: el Soviet de la Unión y el Soviet de las Nacionalidades.

Artículo 34.– El Soviet de la Unión lo eligen los ciudadanos de la URSS en circunscripciones electorales, a razón de un diputado por cada 300.000 habitantes.

Artículo 35.– El Soviet de las Nacionalidades lo eligen los ciudadanos de la URSS en las repúblicas federadas y autónomas, en las regiones autónomas y en las comarcas nacionales en las siguientes proporciones: 32 diputados por cada república federada, 11 diputados por cada república autónoma, 5 diputados por cada región autónoma y un diputado por cada comarca nacional.

Artículo 135.– Las elecciones de diputados se hacen por sufragio universal: tienen derecho a participar en ellas todos los ciudadanos de la URSS que hayan alcanzado la edad de 18 años, independientemente de la raza y la nacionalidad a que pertenezcan, de su sexo, religión, grado de instrucción, residencia, origen social, situación económica y actividades en el pasado, con excepción de los alienados, reconocidos como tales de acuerdo con la ley. Puede ser elegido diputado al Soviet Supremo de la URSS todo ciudadano de la URSS que haya cumplido 23 años, independientemente de la raza y la nacionalidad a que pertenezca, de su sexo, religión, grado de instrucción, residencia, origen social, situación económica y actividades en el pasado.

[5] El asalto al Parlamento Por Jan Kozak miembro de la Secretaría del Partido Comunista checoslovaco. Publicado por el Independent Information Centre – Londres. Traducido y editado en España en la Colección EMPRESAS POLITICAS a cargo de Luis González Seara, con un prólogo de Manuel Fraga Iribarne, entonces director del Instituto de Estudios Políticos. Año 1962.