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Decálogo de la imbecilidad

Fuentes: Rebelión

· Pensar que el color de la piel hace mejores a unos que a otros. ¿Racismo? Es penoso, triste, humillante que haya seres humanos que crean esto. Pero sin embargo, la discriminación étnica continúa siendo una cruda realidad. Hay gente que sigue creyendo que hay «razas superiores» y «salvajes», hoy, entrado ya el siglo XXI. […]

· Pensar que el color de la piel hace mejores a unos que a otros. ¿Racismo? Es penoso, triste, humillante que haya seres humanos que crean esto. Pero sin embargo, la discriminación étnica continúa siendo una cruda realidad. Hay gente que sigue creyendo que hay «razas superiores» y «salvajes», hoy, entrado ya el siglo XXI. Y casualmente los «salvajes» siempre trabajan más y ganan menos que los «civilizados»…

· Creer que un ser humano vale más porque usa ropa de marca. Aunque parezca mentira, ¡hay gente que se lo cree! Claro que lo más importante es lo que viene debajo de la ropa, y lo que hacemos con ello. Pero sigue habiendo gente -¿engañada, desorientada, demasiado imbécil?- que sigue pagando cuatro, seis, diez veces más por una ropa con una etiqueta determinada, cuando la misma prenda sin esa etiqueta abriga igual. Y lo más lindo comienza cuando nos quitamos la ropa… ¿Será que a la imbecilidad no le interesa eso? ¿Mejor con ropa que sin ropa?

· Estar convencido que «hombre» es sinónimo de humanidad. ¡Qué soberbia! ¡¡Qué cortedad de mira!! Y aunque no se pueda creer, hay gente -los curas, por ejemplo- que creen que « el lugar preferido de la Virgen fue de rodillas a los pies de la Cruz « , como dijo alguna vez Karol Wojtyla por definir el papel de las mujeres. Hay quien cree -y lo dice convencido- que un varón tiene más derechos que una mujer, que está autorizado a tener más aventuras extramatrimoniales que su esposa. ¿Estupidez? ¿Aprovechamiento?

· Pensar que los pobres son pobres porque quieren. Y lo dicen y repiten convencidos. Ahora bien, quien dice eso: ¿nunca vio a un campesino (pobre) levantarse con el sol y trabajar toda la jornada para apenas tener la comida del día? ¿Nunca vio como trabaja un albañil (pobre) en una obra en construcción? ¿Por qué se creerá que a alguien le gusta vivir en la pobreza? Seguramente… porque quien lo dice no es pobre.

· Vanagloriarse de saltar las reglas. Si bien la ley, en tanto creación cultural, es la más grande obra civilizatoria de la especie humana, para ser un buen -o buena- imbécil (aunque es más común que esto sea masculino) hay que sentirse orgulloso de poder saltar el sistema normativo. En otros términos, forzar continuamente el ordenamiento que nos hace animales culturales, seres simbólicos que respetamos los derechos del otro: pasar un semáforo en rojo, no pagar impuestos, hacer trampa cada vez que se pueda. Es decir: pasar sobre el otro. Para ello puede usarse cualquier justificación, por supuesto. ¿Pero… es de imbéciles o de aprovechados?

· Creer que los varones siempre tienen ganas de sexo. En general esto lo dicen básicamente los varones; las mujeres, en todo caso, no lo desdicen tanto en público (aunque en privado puedan cuestionarlo, o reírse). Pero toda la cultura que se construyó sobre ese mito, y se mantiene, es bastante triste. ¿Por qué se necesita mantener mentiras sociales y no cuestionarlas?

· Actuar a partir de prejuicios. Esto es algo importantísimo para el decálogo: no se puede ser un buen imbécil si no se dispone de una buena dotación de prejuicios. No importa que los mismos sean ilógicos, indemostrables, vacíos, inconsistentes; lo importante es que funcionen, que den todo masticado, resuelto, que sean lo que dirige la vida. Tener una buena explicación prejuiciosa para cada cosa ahorra el duro trabajo de pensar por sí mismo.

· Dejarse llevar por la corriente, repetir lo que hay que repetir. Claro que esto, sin dudas, ahorra problemas: remar contra la corriente nunca ha sido fácil. Es más cómodo sentirse uno más en el rebaño, delegar, repetir lo que «se debe» repetir. Así se han construido hasta ahora en nuestra historia la dinámica interhumana, las relaciones entre grupos, entre sociedades (la actual cultura televisiva lo ha llevado a niveles inimaginables). En otros términos: aceptar que el poder es unidireccional, que uno obedece y que otro -en general: muchos- obedece(n). La cuestión del poder horizontal, el poder como ejercicio democrático (no las elecciones, obviamente), choca con la actitud de imbecilidad. Para ser un buen imbécil no hay que cuestionar nada.

· Estar convencido que ser «ganador» es tener una actitud viril y de desprecio sobre el otro. Dicho sencillamente, relacionarnos unos con otros con un patrón varonil, guerrerista, destructivo, y a partir de él, montar toda una cultura donde «es mejor el que la tiene más larga». Por cierto que esto es el grado sumo de la imbecilidad, pero es el modelo con el que hasta ahora hemos ido construyendo la historia; claro, una historia desastrosa, de violencia y muerte, donde el que no piensa como yo es un estúpido, donde nos autorizamos a usar al otro como instrumento en función de nuestro propio proyecto, una historia que pone a todo el género humano al borde de la posible autoeliminación por la degradación ambiental o por las armas de destrucción masiva.

· Admirar y aspirar a repetir el modelo de «ganador» en vez de enfrentarlo. Aunque parezca contradictorio, he aquí lo que define todo el decálogo: nos seduce estar en la cúspide, tener esa sensación de infinitud que confiere el sentirse «más que otro». El poder, hasta ahora al menos, es eso. Y lo más común es aspirar a tenerlo. La solidaridad y el compartir por igual la aventura de la vida no se ven como seductora; la tendencia es aspirar a «salvarse» en primera persona creyendo que lo mío es lo mejor, buscar ser un «ganador», aunque elimine al otro para conseguirlo. ¿Pero será que somos tan imbéciles? ¿No podemos hacer nada para cambiarlo?

CLARO QUE SÍ. HAY ANTÍDOTO. UNO POR UNO PUEDEN SER DESARMADOS CADA UNO DE ESTOS PUNTOS. ELLO IMPLICA UN GRAN ESFUERZO, PERO SIN DUDAS EL RESULTADO FINAL PUEDE VALER LA PENA. EL DESAFÍO DE HACERLO ESTÁ ABIERTO.