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Trabajo y neoliberalismo

Del Chile de los trabajadores al Chile de los empresarios

Fuentes: Rebelión

Para nadie es un misterio que en Chile se implementó el modelo neoliberal gracias a 17 años de dictadura y que este modelo ha seguido profundizándose en los 3 gobiernos de la Concertación. Desde está perspectiva se puede entonces apreciar que en nuestro país vivimos ya hace 25 años con un poder político (con y […]

Para nadie es un misterio que en Chile se implementó el modelo neoliberal gracias a 17 años de dictadura y que este modelo ha seguido profundizándose en los 3 gobiernos de la Concertación. Desde está perspectiva se puede entonces apreciar que en nuestro país vivimos ya hace 25 años con un poder político (con y sin uniforme) abiertamente comprometido con el modelo neoliberal. Podemos hablar entonces de un modelo neoliberal «maduro». Esto marca una diferencia importante entre Chile y nuestros vecinos del continente quienes en su mayoría, por su historia política, han transitado hacia el neoliberalismo de manera mucho menos lineal. En términos simples bajo este modelo las grandes pautas de desarrollo económico del país se diseñan a partir de las necesidades impuestas por las alianzas entre los grandes capitales transnacionales y los capitalistas nacionales. Es un modelo en el cual no existe casi ninguna regulación por parte del Estado a favor de los trabajadores, y una legislación muy flexible en materia laboral. Se pone el acento en la actividad empresarial privada como el motor de la sociedad. Ya no es el trabajador el generador de la riqueza, como se decía en el desarrollismo de los 40′-70′. Ahora el actor protagónico es el empresario nacional y ojala el extranjero.

En este nuevo escenario, el Estado ha dejado de jugar el papel de promotor de la actividad económica de antaño. Se privatiza todo lo público, traspasando a manos privadas lo que generaciones de chilenos a través de sus impuestos contribuyeron a crear. Bajo un supuesto criterio de mejoramiento de la calidad del servicio se privatizan a partir de 1981 los sectores estratégicos de la economía nacional; la luz, el agua, las telecomunicaciones, las carreteras, el transporte de pasajeros y mercancías y gran parte del «sueldo de Chile», la minería. El nuevo Estado también se retira de los servicios sociales básicos como la salud, la educación, las pensiones, etc., convirtiéndolos en negocios y entregándoselos al mercado. La idea, sobretodo perfeccionada bajo los gobiernos de la concertación, es que el Estado tenga un aparato mínimo que solo cubra a quienes se encuentran absolutamente desprotegidos, los mas pobres. La política de focalización de recursos implica destinar lo poco que el Estado recauda a través de los impuestos a los más marginados. El Estado entonces busca que cada ciudadano resuelva personalmente su relación con el mercado y cuando este sea incapaz o se vea derrotado por el poder el dinero o la mala fortuna, aparecerá el estado para prestarle ayuda. Este cuadro de situaciones ha hecho que las empresas transnacionales, aliadas con los capitalistas locales, se hayan transformado en los últimos 30 años en Chile en las verdaderas depositarias del poder. Desaparece ese sueño que fue el llamado «Estado de Bienestar», que en Chile se desarrolló hasta principios de la década de los 70′. Junto con las grandes transformaciones políticas del país, el modelo neoliberal también avanzó en una forma avazalladora en la modificación del aparato productivo. Y particularmente importante el cambio en lo que llaman el mercado del trabajo. Las formas de flexibilización no son de reciente implementación en nuestro país. Los sistemas de contratistas y subcontratistas tienen una larga data en el ámbito de la fuerza de trabajo ya que dicho sistema se extendió a partir de la Dictación de dos Decretos «Ley Nº 1.263» durante la Dictadura Militar en 1975; el «Régimen de Contratistas» desde la cual se permite a las áreas anexas a la producción externalizar la mano de obra, es decir, entregar los servicios en general y las mantenciones y otras a terceros y posteriormente en 1979 con el Decreto N° 16.757, se amplía las funciones de contratistas a todas las áreas de las empresas, es entonces cuando aparece la figura del subcontratistas.

De esta manera se abre paso a un desarrollo explosivo de esta nueva forma de organización del trabajo, que hasta esos días solo incluía a actividades que no estaban directamente relacionadas con la producción. Sobre la base de estos dos decretos y la posterior dictación del Plan Laboral (1980) por el entonces ministro de la dictadura militar José Piñera, la mayoría de la fuerza de trabajo en Chile se le mantiene en un régimen de explotación e inestabilidad laboral, generando un temor permanente de los pocos trabajadores de planta que van quedando a perder sus derechos conquistados, y sus fuentes de trabajo y ser reemplazados por los contratistas. Con estas leyes y decretos el empresariado se generó inmejorables condiciones para reducir a su mínima expresión la organización sindical y estableció condiciones adversas para los trabajadores, en que hay que reinventar las formas que logren unir lo desunido y organizar lo desorganizado. En este escenario, los sistemas de trabajo, de alimentación, movilización, seguridad, salarios y el respeto a las normas mínimas legales, están entregados unilateralmente a los mezquinos criterios de los patrones y su legislación laboral antidemocrática, empresariado que sin ningún contrapeso usa la flexibilidad como una ventaja comparativa en la adjudicación de los distintos proyecto, obras o mantenciones. Es decir en un modelo de competencia quien mas flexibiliza la mano de obra en los elementos antes señalados se adjudica el proyecto gracias a sus menores costos.

Los mapas cambian

Las formas flexibles de trabajo ya no son una excepción en Chile, sino la regla. El pasado 18 de agosto la ex Directora Nacional del Trabajo, señalaba sin empacho en un seminario sobre salud ocupacional que «Chile es el país en el mundo en que más se ha desarrollado el subcontratismo. Solo comparable, en alguna medida, a los países asiáticos». En un principio, el contratismo y subcontratismo, se desarrollaron con fuerza en la construcción de grandes obras de ingeniería ligadas a la inversión extranjera (los puertos, las celulosas, los aeropuertos, los centros mineros y obras de Infraestructuras en general) y posteriormente se han extendido a todas las áreas de la producción; sectores industriales, seguidos por el sector público. Según últimas estadísticas del Seguro de Desempleo en Chile mas de la mitad de los trabajos generados el último año duran menos de cuatro meses y el 92 % de estos duran menos de un año.(fuentes: INE, AFPs, INP, Univ. de Chile) Las últimas cifras indican que de una fuerza de trabajo de 5 millones de personas en edad activa. En el año 2003 había 1.400.000 Trabajadores con Contratos Indefinidos (de planta, incluyendo a 400.000 funcionarios públicos). Sin embargo, apenas un año después, el 2004 solo eran 900.000 los trabajadores que se mantenían este tipo de contrato. Sobre la base de estas cifras podemos señalar que actualmente existen en nuestro país más de 4.000.000 de trabajadores que laboran bajo las mas diversas formas de flexibilización de mano de obra. Las más conocidas son: la subcontratación, el suministro, contrato por obra o faena, el contrato de Plazo Fijo, part.-time, Prestación de Servicio a honorarios, a domicilio y a control remoto. Construir una visión del mundo de los trabajadores implica hacerse de un mapa lo más preciso posible de la forma y las condiciones de empleo de estos 4 millones de trabajadores que viven a diario el «milagro de la flexibilidad laboral». Sin embargo, sigue siendo complejo la confección de un panorama claro de, por ejemplo, el tipo de régimen legal bajo el que se encuentra hoy los trabajadores del neoliberalismo. La flexibilización rompió las categorías bajo las cuales estábamos acostumbrados a leer el mundo de los trabajadores. Saber en que rubro están trabajando, con que tipo de contrato, y en que condiciones se encuentran esta masa de 4 millones de trabajadores es armar un verdadero puzzle. Mosaico cuyas piezas están en constante «movilidad». Hoy un trabajador está en la construcción y 2 meses después es vendedor de zapatos. Según datos que se recuperan de las cifras oficiales se puede apenas decir que : – Son cerca de 120.000 los trabajadores de este modelo neoliberal que por la naturaleza de los servicios que desarrollan ni siquiera conocen a su patrón. – Además la misma Dirección del Trabajo reconoce que en Chile, el 2004, existían aproximadamente 710.000 trabajadores vendedores o comisionistas, o sea que no tienen horario, ni oficina, y solo ganan lo que logren vender. Es destacable señalar que bajo esta figura de «comisionistas» han sido incluso contratados miles de trabajadores peonetas y cargadores de la coca-cola, los cuales día a día recorren las calles del país ganando solo lo que logran vender. -Dentro de esta cifra se incluyen además a 400.000 trabajadores a honorarios, quienes se emplean principalmente en el aparto público, principalmente en ministerios y municipalidades.

Los trabajadores del modelo neoliberal

Desde nuestro análisis es necesario entender los cambios del modelo productivo y asumir nuevas categorías que nos permitan entender como está cambiando el mundo de los trabajadores. Si somos coherentes y asumimos que no son más de 900.000 los chilenos que trabajan como funcionarios públicos o con contratos indefinidos en la empresa privada, es necesario conocer bajo que patrones impuestos por el mercado y la legislación se rigen la mayoría no representada. Esos 4.000.000 millones de trabajadores. Para efecto del análisis los dividimos en las siguientes categorías:

A. Según el trabajo que desarrollan:

1. Trabajadores Transitorios y Eventuales.- Los trabajadores por Obra o Faena (ligados a temporadas, o Proyectos de Inversión) entre los que se encuentran: los faeneros; Montajistas, Obras Civiles, (Construcción) temporeros de la Fruta, los forestales y de la Pesca.

2. Trabajadores Transitorios y Eventuales, Permanentes.- Los trabajadores transitorios y eventuales, permanentes son los que vertiginosamente en los últimos años han ido ocupando con una modalidad distinta de contratación los puestos de trabajo de los planta. Entre ellos que se encuentran los part-time, los de mantención y de producción por medio de suministro de terceros.

3. Trabajadores por cuenta propia, permanentes Los trabajadores que, tanto en el ámbito privado pero sobretodo en el público, se desempeñan en distintas labores productivas y pero sobretodo en el sector servicios (comercio, salud, educación, aparato de gobierno). Se les supone autónomos y por lo tanto actúan bajo la figura de prestación de servicios (contrato honorarios). No se rigen ni por el Código del Trabajo ni por el Estatuto Administrativo, sino que son asimilados como una relación entre partes iguales en el Código Civil.

B. Según el tipo de contrato que se establezca:

Trabajador Dependiente Es el trabajador que se contrata con un empleador cualquiera, bajo dependencia de este, con una jornada legal de trabajo con una supervisión superior inmediata y con un sueldo mensual, y con una relación laboral regida por el Código del Trabajo o por el estatuto Administrativo en el caso de los funcionarios público u a contrata.

Trabajador Independiente, Es el trabajador que se contrata con un empleador cualquiera, no necesariamente bajo las dependencias de este sin una jornada de trabajo establecida sin supervisión superior directa, sin sueldo mensual y sin pago de Imposiciones es decir el trabajador que vende sus servicios por un valor determinado mediante un Contrato Civil, el cual no se rige por el Código del Trabajo.

Elementos transversales de la Flexibilización

Si bien es cierto las categorías de trabajadores antes descritas, son la cara visible de la flexibilización existen junto con esto un par de elementos transversales en dicho proceso a tener en cuenta a la hora de un análisis mas riguroso sobre el tema. Al hablar de flexibilización laboral debemos tener en cuenta que esta afecta la condición de los trabajadores desde diferentes perspectivas.

– Flexibilización Contractual; Se privilegian los tipos de contratos que le permiten al empleador contratar y despedir a los trabajadores según sus necesidades productivas o según las necesidades del mercado. En la jerga empresarial se habla de terminar con los costo para las empresas que significan los desahucios, las indemnizaciones o las cargas sociales.

– Flexibilización Salarial; Son medidas legales y técnicas mediante las cuales el empresariado liga el sueldo del trabajador a los volúmenes de producción y no un sueldo fijo. Es decir el trabajador en el mejor de los casos cuenta con un miserable sueldo base y todo lo demás dependerá de su autoexplotación o del trabajo que haya.

– Flexibilización Productiva: Complementando los dos elementos anteriores encontramos la Flexibilidad Productiva que se inserta directamente en las condiciones de producción o de entrega de los servicios. En tal línea se inscriben la institucionalización de la polifuncionalidad en el Código del Trabajo (es decir que el trabajador ya no es contratado solo para una sola tarea sino para las que necesite la empresa) y modificación, según necesidades de la producción, de los horarios y las jornadas de trabajo.

Es entonces desde la instalación de estas condiciones estructurales, cuyas repercusiones afectan a millones de trabajadores, que los empresarios y el gobierno del país pueden hablar del «Milagro Chileno», como ejemplo de crecimiento económico en América Latina. O sea, se construye a través de modificaciones legales el paragua que permite aumentar los privilegios del capital por sobre el trabajo, promoviendo la maximización de las ganancias de los empresarios por sobre la calidad de vida de millones de familias. Desde nuestra experiencia podemos señalar que estas modificaciones jurídicas se han constituido en el instrumento central mediante el cual el empresariado puede jactarse de haber disciplinado a la fuerza laboral. Flexibilizar es aumentar y mejorar la capacidad de producción dejando de asumir los costos económicos que encarecieron la mano de obra durante los últimos 50 o 60 años. La baja de los costos explica el aumento de las ganancias, y no necesariamente la introducción de nuevas tecnologías o la gran «capacidad emprendedora» de los empresarios chilenos. Es necesario destacar respecto de estos cambios estructurales que además estos se realizan en un contexto de absoluta paz social. Prueba de ello es que son los acuerdos en cuatro paredes del gobierno con la Central Unica de Trabajadores, CUT, para fijar un salario mínimo, los cuales lejos de favorecer a los intereses de los trabajadores solo contribuyen a legitimar las medidas de flexibilización propuestas por el empresariado y materializadas por los militares y la Concertación.

HACIA UNA RESPUESTA POLÍTICO SOCIAL DESDE EL MUNDO DE LOS TRABAJADORES


La estrategia empresarial

Para la empresa el trabajador es un costo de producción más y la ganancia depende, entre otras cosas, de las condiciones de trabajo y salario que se le establezcan. Es por ello que las demandas de los trabajadores chocan con los intereses de los patrones: si le otorgo incrementos saláriales a los trabajadores, dejo de ganar y si dejo de ganar me desplazan del mercado. Desde la perspectiva empresarial el sindicato puede ser visto por la empresa de dos formas:

1° Un enemigo que hay que combatir ya que lo que más le sirve a la empresa es tener trabajadores «individuales» con los cuales negocia su contrato, sueldo y condiciones. Se busca destruir sistemáticamente al sindicato y se reprime a los dirigentes. En el caso de este tipo de empresa, si la presencia de un sindicato es muy peligrosa y sólo como una medida de mejor control, se accede a crear un sindicato dirigido o «el sindicato de la empresa» cuya directiva es elegida generalmente por los propios gerentes y al cual se «incita a entrar» a todos los trabajadores de la empresa. Este tipo de empresa desconoce la validez del sindicato y por lo tanto por una clara conveniencia, no les da ninguna credibilidad a los dirigentes.

2° Un mal necesario. Se asume que es mejor tener a los trabajadores bajo un mando común para evitar desbordes de «irracionalidad» propias de las clases bajas. Para ellos es mejor que exista un líder o dirigente sindical con el cual negociar y que este líder haga de vocero de sus asociados. El centro de la lógica de trabajo de este tipo de empresas no está puesto en la represión sino que esta en la «negociación». Por ello se privilegia las instancias que permitan convencer a los dirigentes sindicales o hacerlos entender que empresa y trabajadores se encuentran subidos en el mismo bote, «si a la empresa le va bien, todos ganamos».

Si bien podemos agrupar a la mayoría de las empresas en estas dos grandes categorías no está demás reconocer que en algunas ocasiones una empresa que estaba en el primer grupo puede bajar al segundo, o una que estaba en el segundo subir al primero. Esto va a depender de lo que en jerga tecnicista en las empresas se llama «política de la empresa en recursos humanos» que es la forma en que se materializa la voluntad de los propietarios de la empresa respecto de la relación empresa-trabajadores. Sin embargo, la estrategia empresarial de los últimos años se ha centrado menos en actuar individualmente, por rama productiva o empresa por empresa, sindicato por sindicato, y mucho mas en presionar al Estado desde sus representaciones gremiales (Confederación de la Producción y el Comercio,CPC) para cambiar globalmente las reglas del juego. O sea que, mientras el neoliberalismos sostiene públicamente un discurso del Estado como un aparato inútil, no ha dejado de usar ese mismo Estado (con un sistema judicial corrupto, un poder legislativo de camarillas políticas y un poder ejecutivo burocrático) para favorecer más ampliamente que nunca sus intereses. Si somos realista no nos queda más que constatar que, a pesar de lo que a algunos les guste pensar, tanto los cambios estructurales como sus efectos a nivel individual y colectivos en los trabajadores chilenos hacen que, para los empresarios, los sindicatos y sus centrales de trabajadores no significan ningún enemigo peligroso. Están más preocupados de los vaivenes del petróleo o de más subvenciones directas e indirectas del gobierno que del movimiento sindical. Esto concierta razón ya que las cifras y estadísticas acompañan su tranquilidad; del 15% de tasa de sindicalización nada a detenido su bajada al actual 11% del 2004. Junto con ello bajan también el número de huelgas y los trabajadores involucrados en procesos de negociación colectiva. En resumen, plena gobernabilidad laboral acompañada de altas tasas de ganancias.

La política sindical

Desde una perspectiva clásica el sindicato es un espacio que reúne a trabajadores que buscan a través de su unidad modificar o resguardar las condiciones en las cuales están vendiendo su fuerza de trabajo. La relación de las empresas con el sindicato o la federación va a depender, entonces de la fuerza y la legitimidad que se consolide entre bases y en los dirigentes. Si analizamos la realidad general de los últimos años en Chile podemos darnos cuenta que luego de años de represión a los sindicatos durante la dictadura y con la llegada de la democracia la opción mayoritaria de los empresarios fue tomar el camino de «ganarse a los sindicatos» para la política de «sí ganamos nosotros ganan ustedes» o más conocida como política del chorreo (imagen que describe el bolsillo del empresario como si este fuera un vaso que se llena y cuando esta lleno empieza a chorrear y le cae a los que están fuera del vaso o sea, los trabajadores que están llenando el vaso). Esta opción se vio ratificada cuando la, Central Unitaria de Trabajadores (CUT) encabezada por Manuel Bustos, firmó, a nombre de los trabajadores, un pacto social entre el gobierno de la concertación y la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC). Este acuerdo selló un pacto de acero para la naciente democracia de la concertación que permitió estabilizar unos mercados todavía nerviosos con los movimientos de tropas de principios de los 90 Ahora bien cual ha sido la posición de los trabajadores dentro de este cuadro. Si vemos las cifras resulta bastante claro que pese a cambiar la actitud de represión por una actitud de negociación no podemos hablar hoy de un aumento de la presencia de los trabajadores organizados a nivel del país. Al revés, en nuestra historia cercana hubo más movilización de trabajadores durante la dictadura que durante los ya 14 años de concertación La base de este bajo crecimiento en la voluntad de los trabajadores de organizarse y luchar hay que buscarlas no solo en las malas leyes que afectan a los trabajadores y sus organizaciones, y en lo que han sido los cambios estructurales del sistema, sino sobretodo al interior de las propias dirigencias sindicales y forma de actuar de sus dirigentes. La actitud de los empresarios de los 90 no fue abiertamente represiva como durante la dictadura, pero si se trabajó mucho con el miedo, sobretodo el miedo a perder «la pega». Esto sumado a una visión impuesta en los trabajadores de que los dirigentes son corruptos armó un combinado que generó el alejamiento de los trabajadores de su organización de clase.

La construcción de una propuesta desde la práctica

Para quienes creemos que es indispensable frenar el proceso de deshumanización del trabajo a una escala tal vez solo conocida durante el siglo XIX y principios del siglo XX, es necesario establecer las pistas que nos pueden guiar a reponer a los trabajadores como actor protagónico del devenir de la patria. Por ello, y fruto de la síntesis entre las experiencias prácticas de distintas luchas de trabajadores chilenos es que nos proponemos establecer ciertas líneas de trabajo

-Asumir los cambios en la actual composición de la fuerza de trabajo

No es posible avanzar si no establecemos básicamente 2 acuerdos:

1º Los trabajadores hoy viven en términos laborales y personales en condiciones de flexibilidad cada vez más extremas. Se acabó la época en la que el trabajador permanecía 10 o 30 años en el mismo lugar de trabajo. Todas las cifras de gobierno alaban la alta movilidad laboral que existe en nuestro país.

2º Fruto de estos cambios no es posible levantar las viejas banderas de la negociación de los sectores públicos o de la negociación por rama productiva, como una reivindicación para todos los trabajadores chilenos. Esto resulta importante porque la poca fuerza que tiene hoy el movimiento sindical se encuentra concentrada esencialmente en estos dos ámbitos: los funcionarios y los trabajadores de planta. Más en el primero que en el segundo, para ser exactos. Es más. No es posible que los sindicatos y las centrales levanten como reivindicación central el terminar con los trabajadores flexibilizados. Este tipo de reivindicaciones lo único que hace es generar división entre los trabajadores. El funcionario ve como el enemigo directo de sus privilegios al empleado a honorarios o el de la contratista; asi como el trabajador de planta asume que su peor enemigo es el joven de la empresa de colocación que le pagan por hora.

-La necesidad de reconstruir una posición de fuerza

Experiencias sindicales de los últimos 15 años demuestran que ahí en donde los trabajadores han sido capaces de organizarse para pelear se ha avanzado más que en donde sólo se han organizado para negociar.

-Lo legal y lo ilegal

Si bien asumimos que el las leyes son la camisa de fuerza del movimiento laboral (lo regulan, lo canalizan, etc) no es menos cierto que el tema legal se transforma en un arma que permite legitimar la toma de acciones de fuerza. Los trabajadores asumen instintivamente que son explotados. Pero muchas veces desconocen que los empresarios cometen una enorme cantidad de irregularidades avalados solo por la ignorancia de los trabajadores. La herramienta legal sirve para avanzar en legitimar la pelea y asumir que solo se consigue doblarle la mano al empresario en la medida que este tenga algo que perder.

-Resintonizar con las actuales condiciones laborales

Las condiciones de los trabajadores han cambiado dramáticamente en los últimos 20 años. Y aquí nos referimos sobre todo a la forma de ver el mundo con la cual generaciones de trabajadores han sido formados. El individualismo, el consumismo y la ignorancia han penetrado fuertemente a nivel de todos los estratos de la sociedad. Sin embargo, alejándonos un poco de esta visión bastante popularizada y muchas veces utilizada como una forma de explicar la baja en la sindicalización en Chile, debemos decir que abundan los ejemplos de solidaridad y lucha de trabajadores de distintos sectores de la sociedad chilena. Particularmente los últimos 5 años, producto del haber asumido una condición de inestabilidad laboral cada vez más grande, la voluntad de los trabajadores de desarrollar peleas cada vez más frontales e incluso violentas ha ido creciendo cada vez mas. Y es que las condiciones de trabajo han bajado proporcionalmente al aumento de las ganancias de las empresas.

-Gestión sindical en territorial

Aunque parezca de obvio, el trabajador necesita hoy más que nunca ver al dirigente a su lado. Sobretodo cuando se trata de pelear. Los trabajadores no quieren que los conduzcan desde las oficinas. Quieren que los dirigentes estén en la primera de la pelea, no solo negociando cómodamente en las oficinas. Existe una crisis de legitimidad de los dirigentes y esa sin duda es una de las primeras peleas a ganar.

-Funcionamiento movimiental

El tipo de organización que necesitan hoy los trabajadores para mejorar sus condiciones de vida no se corresponde con la clásica idea del sindicato territorial vigente los últimos 80 años. Si cambio en un año dos o tres veces de trabajo mal podría insertarme en ese tipo de organizaciones. Por lo tanto es necesario avanzar en la creación de organizaciones que asuman la movilidad de sus integrantes como parte del funcionamiento. Debiéramos empezar a construir organizaciones que centran más su convocatoria en las condiciones de trabajo que en la empresa o en el tipo de trabajo que se desempeña. Es decir son organizaciones que convocan a partir de una forma de actuar y pelar, que tienen una legitimidad forjada en las luchas que han desarrollado.

-Democracia y participación interna

Construir en el mundo de los trabajadores implica también tener que romper las lógicas de funcionamiento interno que durante décadas han desarrollado los sindicatos, federaciones y centrales. La democracia y la participación no pueden ser aquí letras puestas en las declaraciones fundacionales de algún estatuto. La asamblea es el espacio supremo de la organización y es ahí en donde se toman las decisiones, en donde se discute, y no en la mesa de negociación. El ejemplo reciente de organizaciones como el Consejo Nacional de Delegados, CND, de levantar una organización de trabajadores de corte mas horizontal que piramidal resulta un aporte a la permanente crisis de la organización sindical en nuestro país.

-Autonomía política

Por último es necesario recalcar que la histórica dependencia de las organizaciones sociales, y particularmente las sindicales, de los distintos partidos políticos se ha convertido en una traba para avanzar en la lucha de los trabajadores. No se trata aquí de negar la validez de la política sino de constatar que partidos chilenos solo han utilizado a las organizaciones de los trabajadores como meras correas de transmisión de sus objetivos electorales o de negociación con el gobierno de turno. Avanzar para romper la pelea sindical meramente reivindicativa implica que amplios sectores de trabajadores asuman una perspectiva de poder en la cual ellos son parte de un pueblo que integra a otros movimientos.

En lo inmediato creemos necesario sacudirnos del conservadurismo con el cual seguimos concibiendo la organización Sindical, es hora de hacer conciencia en los trabajadores que en una Economía Neoliberal como la que hay en Chile y expandiéndose en el mundo entero debemos salvar el sindicalismo, no el tradicional, sino construir organización para estos nuevos tiempos; participativas, con autonomía y vocación de lucha, usando los medios legales para cuando nos sirva y cuando no, usar la fuerza construida actuando de hecho, ante la prepotencia y mezquindad de un sistema que da manga ancha al empresariado y reprime los legítimos anhelos de la clase Trabajadora por una vida mas digna. Repudia nuestra conciencia el doble estándar de las autoridades de nuestro País que en tanto se lucen por el mundo mostrando a Chile como un ejemplo democrático en lo político y prospero en lo económico, a millones de trabajadores no se les respeten sus mas mínimos derechos laborales y a quienes se atreven a levantar la voz se les persigue, se les discrimina pasando a engrosar las siniestras listas negras de manejo del empresariado Nacional y Multinacional, generando de esta forma un sindicalismo clandestino Caminemos entonces hacia el desarrollo y unidad de nuestras luchas en todos los sectores de los trabajadores flexibilizados y a falta de regulación impongamos nuestra propia legalidad.

Sergio Alegria Millaqueo es dirigente sindical (Sindicato Nacional de Trabajadores de Contratistas y Subcontratistas) y Cristian Cepeda es miembro de la Corporación «Chile Ahora»

Contacto: [email protected]