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Del existencialismo y otros demonios

Fuentes: Rebelión

La primera sospecha vino al apreciar el auge del existencialismo. No solo de forma explícita y anunciada, sino en todo aquello en lo que este se estaba empleando sin ser visto, ni detectado. Su presencia oculta, me pareció extraña. Primero, porque como advirtió Nietzsche las fuerzas que están detrás del pensamiento pueden ser peligrosas, y […]

La primera sospecha vino al apreciar el auge del existencialismo. No solo de forma explícita y anunciada, sino en todo aquello en lo que este se estaba empleando sin ser visto, ni detectado. Su presencia oculta, me pareció extraña.
Primero, porque como advirtió Nietzsche las fuerzas que están detrás del pensamiento pueden ser peligrosas, y oscuras. Y el hecho de desconocerlas, de no saber sus resultados, consecuencias, puede ser la señal de ir sobre un camino que desconocido, el cual siempre es peligroso.
Segundo, y casi que peor, era -y es aún- alarmante la acogida, repercusión y el acoplamiento del existencialismo con el mundo del pensamiento. El simple hecho de que una filosofía encaje tan bien en un mundo que se nos presenta como formas, y el sentido común así lo procesa, daba indicios de cierto espíritu de razonamientos formales.
Por ello, sin acusar, sin pecar de pasional, intento rastrear si tales sospechas sobre el existencialismo, son portadoras de objetividad.
Dado el peso de la razón, de la racionalidad del hombre en toda la filosofía moderna, la apuesta está en averiguar en ella algunos indicios de ese existencialismo, o cualquiera de sus formas.
Claro está que todo empezó, como siempre, con Parménides y la escuela Eleata. Sin embargo, la historia puede empezarse más acá, con la aparición del empirismo.
Esta filosofía que contó con Hume y Berkeley, representó un gran paso de avance para la ciencia moderna. Con ello, frente a todo racionalismo conocido hasta entonces, el conocimiento venía ahora del hombre. Así, se renunciaba a la idea de Dios poniendo y otorgándole la razón al hombre, para considerar que es este propio hombre, con sus sentidos, su experiencia, construye su conocimiento, sin intervención divina.
No obstante, no es nada casual el papel de la figura de Berkeley. Él, es impulsor del idealismo subjetivo. Y después de todo, el empirismo no es más que un tipo de idealismo subjetivo.
Este último toma al individuo, a su subjetividad como nexo con el mundo. Así esta, formada a partir de las propias experiencias, le construía a cada cual su propia «verdad». Lo importante aquí, era, cómo todo parte de la relación de ese yo con el mundo, del propio individuo y su subjetividad.
Esto devino- o mejor dicho, influyó- en formas más complejas como el tan célebre existencialismo. Tal corriente da continuidad-lleva consigo- al idealismo subjetivo y convierte la ciencia, es decir, la filosofía, en la búsqueda que realiza un individuo de su verdad, donde como dice el propio Abbagnano: «La filosofía es el hombre haciendo así mismo el problema.»
Todo eso, a pesar de lo positivo, encerraba en sí, en mi modesta opinión, un grave problema: la sobrevaloración del yo, en este caso, de la subjetividad individual. Así, la noción de la objetividad de la idea (que nada tiene que ver con verdades absolutas), se convierte en la objetividad que la idea posee en cada persona, es decir, en su subjetividad. Se despliega entonces, todo un sinnúmero de subjetividades, diversas y difíciles de unir.
Con ello se pierde la deseada objetividad y se convierte esta en una quimera, y la lógica es borrada de los ojos, para convertirse en esa simple búsqueda; que si bien es necesaria en cada individuo, todo queda resumido en una especie de inquietud espiritual. De ello desprende, que la grandeza de Kant habita en sus preguntas, en todos esos dolores de cabezas que legó a posteriores, y no precisamente en agotar el esquema de identidades en el que se basaba la filosofía hasta entonces.
Por otro lado, aparece un determinismo circunstancial que conduce a la infinitud de las subjetividades. Es decir, como cada experiencia individual depende de las circunstancias, y estas son tan ricas y diversas, entonces las experiencias y por ende las subjetividades, son casi irrepetibles- o irrepetibles-.
No llego incluso a dudar de que ciertos irracionalismos (corriente) deriven de ahí, dado que la irrepetibilidad de caracteres hace que conocer el mundo, y sobre todo la sociedad, parezcan tarea de titanes (imposibles). Donde generalizar, llevar a una unidad de análisis más allá del sujeto pensante, parece ser un problema, primero por la diversidad de este en sociedad, y segundo porque después de todo, esa es su experiencia personal y puede ser esto un riesgo para generalizar.
Es válido eso de que cada persona tiene su propio sentido del mundo y de cómo se ve dentro de este, y que su propia experiencia construye su conocimiento, y que es a través de su subjetividad que se relaciona con el mundo.
Pero, nada de ello escapa del pensamiento. Al realizar el ejercicio del pensar (con la experiencia, pasiones, búsquedas individuales), este, que no es caótico, adquiere- se mueve- con determinada estructura. Y eso es lo que todo ese idealismo subjetivo devenido en existencialismo está dejando fuera.
Cada pensar reproduce una lógica, pero como solo importa la subjetividad individual no se echa a ver esta lógica que se reproduce, cuando en realidad ella va implícita en todo momento.
Entonces toda esa riqueza de subjetividades está reproduciendo una idea objetiva: una lógica.
Debido a que solo importa la experiencia, los conocimientos fomentados y basados en estas y la aprensión de las circunstancias, nuestro sentido común lo asume lo más sencillo posible( formalmente), a través de identidades, porque el mundo que se presenta formalmente ante los sentidos, será racionalizado de la misma manera generalmente.
Y pensado que se escapa de toda absolutización o de verdades a priori, se asume el pensamiento formal, del cual no se salir. Por eso, considero válida la sospecha lanzada al existencialismo.
El idealismo subjetivo, hizo de la lógica abstracción, y comenzó a reproducirla dotando solo de verdad al movimiento de esta en la individualidad.
La expresión contemporánea más acabada, el existencialismo, lleva bien en alto (escondida) esa cuestión. Su esencia de «búsqueda», tapa las estructuras de pensamiento que la sustentan, desviando la atención del método en el cual se arma el pensamiento. Actitud que es muy propia del positivismo.
Esta estructura formal de pensamiento que reproduce el existencialismo (visto indiscutiblemente en su carácter ontológico) me conduce a que efectivamente, el acoplamiento del existencialismo con el mundo, era precisamente por su pensamiento con estructuración formal, y que esto es precisamente esa oscuridad que oculta esta corriente.
Las razones de la actitud que asumo tras tales conclusiones y su gravedad debería ser preocupación de muchos. La lógica formal es aquella que enfrenta un problema a la hora de explicar el mundo en movimiento, y es justamente el de poder reflejarlo.
Esta generó la respuesta de Hegel, con su lógica dialéctica, que es el idioma y el esquema de pensamiento que hablaba Marx en El Capital, y que después de todo se separa mucho del idealismo subjetivo.
El pensamiento dialéctico, enfrenta al formal en todo momento. Pensar dialécticamente, lleva consigo escapar de todo pensamiento formal. Pero este último es sobre los que se constituye el idealismo subjetivo y el existencialismo. De ahí la confirmación de la peligrosidad de estos para el marxismo.
El desenvolvimiento de un marxismo dialecto va acompañado entonces de un distanciamiento de estos pensamientos que han penetrado la ciencia actual. Estudiarlos, para identificarlos y no caer en ellos, es parte entonces del deber de un marxista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.