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Del planteamiento anticapitalista en Avatar

Fuentes: Rebelión

Son muchas las voces que le niegan a Avatar un posicionamiento político y calidad narrativa. Vamos a ir analizando los dos aspectos de la única forma coherente: juntos. Obviaremos la parte en la que los humanos no están presentes, dónde se cuenta el aprendizaje del protagonista de la forma de vida navi, que responde al […]

Son muchas las voces que le niegan a Avatar un posicionamiento político y calidad narrativa. Vamos a ir analizando los dos aspectos de la única forma coherente: juntos. Obviaremos la parte en la que los humanos no están presentes, dónde se cuenta el aprendizaje del protagonista de la forma de vida navi, que responde al esquema de una narración de aventuras y no aporta nada al análisis.

Si bien es cierto que en la cinta no hay ninguna situación social que pueda ser denominada ni remotamente marxista, comunista o socialista, algo que sería ingenuo esperar de una gran producción de Hollywood, si existe una fuerte y explícita presencia del capitalismo. Un capitalismo percibido como negativo y -más importante aún- por encima de los hombres que lo sustentan y no como emanación de su avaricia. No en vano todos los habitantes de la base de Pandora  -militares, científicos y civiles- trabajan para la trasnacional -o transplanetaria en este caso- pero ninguno es el dueño, a ninguno lo vemos lucrarse sino que todos, de forma más o menos consciente, viven encerrados en esa base. Encerrados para trabajar.

El capitalismo como aspecto negativo aparece desde la primera vez que vemos a Jake Sully, el protagonista, marine y terrícola. Enseguida descubrimos los estragos que el capitalismo ha causado sobre su vida. Un hombre ha matado a su hermano por unos pocos dólares -podría haber sido un accidente o una enfermedad, pero en Avatar todas las muertes, incluso esta primera, son por dinero -, algo que a la trasnacional no le importa siempre que evite perder el capital invertido en el avatar del asesinado. No vemos un funeral, o algún pésame, sólo una escena dónde los representantes de la trasnacional ofrecen a Jake ocupar el puesto de su hermano mientras incineran el cuerpo. Jake es minusválido porque su pensión no le permite pagarse una operación que le devolvería la capacidad de andar, ser curado depende pues de la capacidad económica del enfermo. La suerte – compartir con su hermano el ADN por ser gemelos – y no su trabajo – algo más propio del llamado «sueño americano» – es lo único que le permite mejorar su situación -que debía ser bastante mala si consideramos que Jake va encantado a Pandora, descrita cómo un infierno dónde la muerte acecha en cualquier lugar.

Jake llega a Pandora, dónde lo primero que descubrimos no son los paisajes en tres dimensiones que han dado fama a la película sino el ejército. Acude a una charla de seguridad dada por el jefe del ejército que él mismo muestra, puesto que por su condición de marine conoce para que sirven esas sesiones, como un engañabobos para meter miedo y conseguir que los nuevos acaten sin dudar las normas de seguridad o restricciones que hay que cumplir en Pandora. La denuncia del miedo para obtener control.

Después aparecen los científicos. En Avatar, aunque los científicos parecen buenos también trabajan para la trasnacional. Se ve en una escena narrativamente muy eficaz dónde la doctora jefe del proyecto discute con el representante de la trasnacional y este responde enseñándole una piedra, el inoctanio, lo único por lo que están allí y lo que paga sus investigaciones. Sin ninguna explicación más, sin gastar el tiempo de la narración, sabemos que el inoctanio es el petróleo, el coltán, el gas, los diamantes, etc. La doctora ante el argumento económico agacha la cabeza y sigue trabajando en su investigación que incluye la «educación» de los navi, su colonización. La principal tarea de los científicos es convencer a los navi de las bondades que los humanos les ofrecen y que abandonen su asentamiento sobre un yacimiento de inoctanio. Incluso más adelante en la película, esta misma doctora que estudia a los navi y su entorno, dice no creer en sus prácticas. ¿No está entre las aspiraciones de los pueblos indígenas que su cultura deje de ser considerada superstición inútil frente a la ciencia occidental en manos de trasnacionales y poder tener hospitales, escuelas, etc acordes con su cultura?

Finalmente los navi son atacados. En este ataque la película resulta maniquea dividiendo el mundo entre buenos y malos, llegando incluso a ser excesivo el enfrentamiento personal entre el protagonista y el jefe del ejército invasor -los militares se muestran cómo ejército invasor, algo que no es baladí si, por ejemplo, lo comparamos con el tratamiento que las películas de vaqueros dan a la conquista del oeste, dónde no existe ningún ejército invasor sino unos hombres asediados por malvados indios. Pero la historia la cuenta un marine y una visión del mundo llena de matices no es lo más adecuado cuando las cosas las cuenta un militar. Es el espectador el que debe tener capacidad para ver que lo que sucede en Pandora no se decide en Pandora cómo lo que sucede en Irak no se decide en Irak o lo que sucedía en Vietnam no se decidía en Vietnam. Algunos detalles, cómo el representante de la trasnacional diciendo que para los accionistas es peor un trimestre con resultados económicos negativos que acabar con una tribu navi, nos inclinan hacia esa lectura.

Un detalle a destacar del ataque, más allá de la clara diferencia de fuerzas que recuerdan a tantas guerras libradas por el imperialismo, aunque en este caso contada desde el lado del más débil -de nuevo el ejemplo de las películas del oeste, o las de Rambo si se prefiere, nos enseñan cómo contar la historia desde el lado del débil no es lo más común en Hollywood- es que, tras el ataque inicial, cuando los navi se juntan dispuestos a luchar y el jefe del ejército comprueba que se agrupan enseguida habla de «combatir el terror con terror» y es jaleado por ello. Qué estrategia tan usada esa de convertir al que estorba en enemigo/terrorista. Avatar relaciona esa estrategia con los capitalistas y no, cómo suele verse en otras películas o telediarios, con comunistas y antisistema.

El ataque se decide en una reunión entre el jefe de la trasnacional, la jefa de los científicos, el jefe de los militares y el protagonista. Todos presentes en esta decisión menos los atacados y por lo tanto todos responsables de una u otra forma, lo que aleja la película del maniqueísmo ya comentado. En esa conversación aparece una grabación de Jake preguntando que pueden querer los navi de nosotros. ¿Unos vaqueros?, dice con ironía. Frente al mundo que vemos en Pandora, resumir la Tierra en una sola pregunta que nos lleva sin escapatoria a una sociedad consumista y sin nada que ofrecer es anticapitalista. Recuerda a aquella escena de «La vida de Brian» dónde los protagonistas se preguntan que han hecho los romanos por ellos, pero la respuesta es muy diferente: las carreteras, los acueductos, la seguridad, el alcantarillado, etc. 

Finalmente la batalla termina y nosostros, menos ingenuos que el marine y menos excitados por la victoria, sabemos que los humanos volverán. Resistir implicaría una organización no solo militar, también intelectual, de infraestructuras, tecnológica, revolucionaria, como nos ha enseñado principalmente Cuba. Pero esperar que Hollywood cuente eso es ser demasiado ingenuo.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.