Amigos y compañeros: El tema de este panel -La lucha por la Democracia en América Latina hoy- plantea una cuestión previa. La palabra democracia tiene significados tan distintos y a la vez contradictorios, en relación con quienes la utilizan, que me parece indispensable aclarar que en el mundo actual este vocablo sirve para designar regimenes […]
Amigos y compañeros:
El tema de este panel -La lucha por la Democracia en América Latina hoy- plantea una cuestión previa. La palabra democracia tiene significados tan distintos y a la vez contradictorios, en relación con quienes la utilizan, que me parece indispensable aclarar que en el mundo actual este vocablo sirve para designar regimenes políticos y comportamientos incompatibles, alguno de los cuales, paradojicamente, antidemocráticos.
Georges Labica, uno de los más lúcidos filósofos marxistas contemporáneos, afirmó, en un reciente Encuentro promovido en España por Corriente Roja, que una revolución auténtica solo puede optar por la democracia participativa como forma de gobierno. Me identifico con esa opinión del autor del Diccionario Crítico del Marxismo. Su opinión implica una conclusión: el objetivo principal de la verdadera democracia es la transformación radical de la sociedades, en las que el pueblo, convertido en sujeto, se moviliza para destruir las estructuras de dominación creadas por la burguesía.
La clarificación es imprescindible, porque cuando hablamos de la lucha por la democracia en América Latina, corremos el riesgo de perdernos en un laberinto sin dejar claro desde un principio que:
1. La democracia está ausente en la casi totalidad del Hemisfério.
2. Instituciones formalmente democráticas funcionan en la práctica, en casi todos los países al Sur de Río Bravo como instrumento de concretización de las estratégias y los intereses del imperialismo y de las burguesías locales.
El control de los medios de comunicación por las fuerzas del capital impide, con rarisimas excepciones, a las grandes mayorías tomar conciencia de la caricatura de democracia que sirve de apoyatura a sistemas de poder que excluyen en la práctica la participación del pueblo en las decisiones de las que depende su presente y su futuro.
La intelectualidad burguesa gusta de recordar que la Revolución Francesa se inspiró en la democracia aristotélica. Sin embargo omite que en la democracia aristotélica de Atenas, como en cualquier polis griega, solamente un ínfimo porcentaje de la población tenía acceso a las asambleas.
La Revolución Americana, que se convirtió casi en objeto de culto para la burguesía brasileña, como creadora de un modelo de democracia, produjo una Constitución que apenas concedia el voto a una minoría de ciudadanos. Ese derecho, erigido en privilegio, nacía de la riqueza.
La farsa democrática no solo es identificable en América Latina. En un artículo de comentario sobre el NO francés, publicado en la página web resistir.info, llamé la atención sobre el hecho, con frequencia ocultado, de que la llamada democracia representativa no pasa hoy en Europa de una figura retórica. En los 15 países que integraban la Unión Europea antes de su ampliación, los regimenes existentes fueron adquiriendo progresivamente los perfiles de dictaduras de la burguesía, empeñadas en aplicar las recetas del neoliberalismo globalizado. En los nuevos miembros de Europa Central y del Este, los gobiernos -algunos con tendencias fascistizantes- actúan como satélites de Washington.
Obviamente, existen diferencias profundas entre los regimenes supuestamente democráticos de países como Francia y Reino Unido- apenas un ejemplo, y los existentes en Colombia y Perú. Estas diferencias son consecuencia del desarrollo de la historia, de la cultura de los pueblos, del funcionamiento de las instituciones y también de la presencia de herencias imperialistas complejas.
Pero la diferenciación no impide la convergencia en lo tocante a un objetivo que puede ser apuntado como denominador común: en Europa, al igual que en América Latina, las políticas de los gobiernos elegidos «democráticamente» son elaboradas y ejecutadas, a espaldas de la voluntad de los pueblos que hicieron posible su elección. Los mecanismos institucionales son utilizados en beneficio de las clases dominantes, para excluir de la particpación en lugar de promoverla.
Esta alerta inicial se justifica en un Seminario en el que nos reunimos para reflexionar sobre la lucha por la Democracia en el espacio latinoamericano.
Pongo énfasis en la palabra lucha.
En Julio pasado,el escritor José Saramago, mi compatriota, en entrevista concedida en San Salvador, difundida por la página web «Rebelión», afirmó que hoy «no se trata de sustituir un gobierno por otro, sino de refundar el concepto de democracia».
En el mundo globalizado -subrayó- «estamos todos viviendo una especie de Apocalipsis Negro en el cual no parece haber solución inmediata y es eso lo que representa el mayor peligro para la humanidad».
Según el Premio Nobel de Literatura, para que superemos la crisis de civilización y evitemos el colapso, es urgente «colocar en el centro de la discusión el tema de la democracia, de la democracia auténtica, de refundar el concepto a partir de las necesidades reales en las que viven las personas».
Reflexionando sobre la alternativa, llegué a la conclusión de que la exigencia para todos, diaría, tendrá que ser «la reinvención de la democracia».
Creo que todos estamos de acuerdo con Saramago cuando nos recuerda que «si no llegamos a una democracia plena (….) el poder tiende a concentrarse más en lo político, subordinado a lo económico y lo financiero, y será autoritario, y mientras tanto , si no se cambia esa relación de poder la situación se agravará».
En la práctica ya es autoritario, funcionando como dictadura de la clase dominante. Y esa realidad obliga una toma de conciencia de todos cuantos rechazan el sistema: la lucha no puede esperar por el debate teórico sobre los perfiles de la democracia auténtica. Antes de que podamos definir exactamente lo que queremos, somos forzados por el movimiento de la historia a luchar contra lo que no que queremos, contra aquello que rechazamos.
La democracia participativa, revolucionaria, tal como la define Labica, será el producto natural de una lucha de duración imprevisible con el monstruoso sistema de dominación planetaria del capitalismo, hegemonizado hoy por los Estados Unidos.
El capitalismo, como Istvan Meszaros y Samir Amin, entre otros pensadores, han demostrado, atraviesa una crisis estructural que el imperialismo estadounidense intenta superar, tomando una opción irracional, a través de las llamadas guerras preventivas y del saqueo de los recursos naturales de pueblos del Tercer Mundo.
Se nos presenta, entonces, una cuestión de prioridades: la primera tarea, en defensa de la humanidad contra la barbarie, debe ser, por lo tanto, la participación de los pueblos en una lucha solidaria, tan globalizada como sea posible, contra el engranaje imperial que los oprime.
En América Latina, esa dificil lucha por la Democracia, en pleno desarrollo, tiende a asumir dimensión continental, asumiendo caracteristicas peculiares, pero, a la vez, muy diversificadas.
UN PANORAMA MUY CONTRADICTORIO
América Latina es muy diversa. Entre los paises que la constituyen existen abismos culturales y económicos. El denominador común es la dependencia de un sistema de poder imperial y la herencia resultante -con excepción de Haití y de algunas islas- de haber sido colonizados por España y por Portugal, cuyos idiomas son hoy hablados por más de 500 millones de personas.
Fueron diferentes las estrategias de los colonizadores. Pero, con pocas excepciones, quedaron señaladas por políticas de genocidios. Los de Tenochtitlán, en Méjico, y el posterior a la conquista de Tahuantinsuyo, en el Perú de los incas, dejaron memoria por su amplitud.
Esas matanzas (dos siglos después de la conquista, la población de esos territorios no llegaba al 20% de la existente antes de la llegada de los españoles) dejaron marcas profundas en el imaginario de los pueblos mestizos contemporaneos, hijos de culturas antagónicas.
La independencia política no condujo a la independencia real. Los ideales de Bolivar no se concretaron. En los países por el liberados, en Méjico, en el Plata, en Brasil, en todo el vasto territorio latinoamericano, a un tipo de dominación le sucedió otro. Durante más de un siglo, el imperialismo británico, aliado a las oligarquías locales, ejerció sobre América del Sur una dominación económica ostentosa. A partir del fin de la Primera Guerra Mundial, el imperialismo estadounidense, que ya dominaba en Méjico, en América Central y en el Caribe, ocupó su lugar. Con el agravante de que los mecanismos de dominación política, en muchos casos, acompañaron a la penetración del capital, reduciendo algunos países a la condición de colonias de nuevo tipo.
No cabe aquí recordar la historia contemporánea de América Latina. Pero, para referirnos a las luchas del presente, es oportuno aclarar que, a partir del inicio de la Revolución Cubana, el sentimiento anti-imperialista, que permanecerá en la conciencia de los pueblos, creció de modo torrencial, emergiendo como elemento fundamental en las luchas contra el sistema generalizado de opresión.
Cuba demostraba que era posible derrotar al enemigo interno y resistir al imperialismo.
La incomprensión de que la revolución cubana se impusiera en circunstancias excepcionales, generó ilusiones y estuvo en el origen de una época de aventuras guerrilleras, que implicaron a una generación de revolucionarios románticos. El desenlace de esos desafíos llevados a cabo por gente generosa es bien conocido. En algunas situaciones fueron el prólogo de la implantación de dictaduras militares sanguinarias. Llamaré apenas la atención sobre dos cuestiones:
1. Contra lo que Washington proclamó tras la muerte del Che, la derrota de la guerrillas rurales y urbanas en el Sur del Continente no demostró que la lucha armada se había convertido en una imposibilidad absoluta. La victoria del sandinismo, en Nicarágua, en 1979 -viabilizada por la estrategia de Carlos Fonseca Amador, un gran revolucionario casi desconocido – y la incapacidad del imperialismo para derrotar militarmente a los combatientes del Frente Farabundo Martí, en El Salvador, y a los de la UNRG en Guatemala, desmintieron la tesis imperialista.
2. La persistencia en los pueblos latinoamericanos de un sentimiento anti-imperialista enraizado vuelve hoy posible en América Latina lo que en Europa, por múltiples motivos, no está a nuestro alcance. Me refiero a la posibilidad de la conquista del poder Ejecutivo a través de las elecciones por personalidades y fuerzas que se presentan a ellas con programas anti-neoliberales y anti-imperialistas.
La reflexión sobre la segunda cuestión, esto es, sobre problemas y desafíos planteados por la llamada vía institucional, es muy importante en un Seminario como el nuestro.
Una revolución cuya meta sea el socialismo a corto plazo, no es, con la actual relación de fuerzas, posible en sociedades como las latinoamericanas. Sin embargo la lucha por la conquista de parcelas de poder político, donde quiera que esto sea viable, se presenta como un deber para las fuerzas progresistas.Lenin enunció una evidencia al afirmar que el gobierno en sociedades capitalistas representa apenas las insignias del poder. Es parcela e instrumento del Estado creado por la burguesia para servir a sus objetivos.
La evolución y el desenlace de la experiencia socializante de la Unidad Popular, en Chile, nos desvelan que el gobierno de Allende nunca controló el Estado en su totalidad -el poder legislativo y el judicial le hostilizaron permanentemente-, y mucho menos controló el poder económico.
El desarrollo de la Historia en los últimos años desmintió, por contra , la tesis según la cual la era de las revoluciones habría terminado y el neoliberalismo globalizado sería la ideología definitiva.
Seattle sirve de referencia, señalando el inicio de una época en que los pueblos empezaran a movllizarse para expresar, en manifestaciones marcadas por el espontaneísmo, su rechazo del proyecto de vida que el imperialismo les pretende imponer.
En el caso de América Latina, sus pueblos infligiran derrotas importantes al poderoso vecino del norte.
Las consecuencias desastrosas del llamado Consenso de Washington -en realidad un diktat- generaron un descontento entre las masas que se tradujo en dos tipos de rechazo:
1. Gigantescas acciones de protesta que desembocaron en rebeliones populares que llevaron al derrumbe de Presidentes, como ocurrió en Ecuador, en Bolivia y en Argentina.
2. La formación de alianzas de fuerzas mayoritariamente progresistas, que, en el ámbito de instituciones formalmente democráticas, llevaron a la Presidencia, utilizando los mecanismos electorales existentes, líderes con programas anti-neoliberales y moderadamente anti-imperialistas. Fue lo que sucedió en Venezuela, en Brasil, en Paraguay, en Uruguay y, aunque en circunstancias diferentes, en Ecuador y en Argentina.
Esas experiencias representan enseñanzas de gran significado aún no suficientemente estudiadas.
No voy aquí, es obvío, detenerme en el análisis, incluso superficial, de los éxitos y fracasos que jalonan su camino.
Me permitiré, apenas, extraer algunas conclusiones de caracter general.
Washington comprendió que la contestación de los pueblos de América Latina a las políticas neoliberales estaba ganando una amplitud que amenazaba la dominación imperial sobre el Continente. Su contraofensiva fue casi inmediata.
La evolución de los acontecimientos demuestra que en paises donde las fuerzas de la derecha habían sufrido grandes derrotas, presidentes electos por fuerzas progresistas no respetaron los compromisos adquiridos con el pueblo.
En Ecuador, Lucio Gutiérrez, en un giro de 180 grados, pasó a ser un aliado preferencial de Washington. La entrega del comandante Simón Trinidad, de las FARC, a Uribe (que, a su vez, lo entregó a los Estados Unidos) fue un gesto indecoroso que suscitó indignación a nivel continental. Lucio no terminó su mandato. El pueblo ecuatoriano, revolucionado con su política de vasallaje, le derribó, obligandole a huir. Tuvo el mismo destino que Mahuad. Sería, a pesar de todo, una ingenuidad afirmar que su sucesor, el Presidente Palacios, va a dar inicio a una política que responda a las aspiraciones populares.
En Paraguay, el presidente Nicanor Duarte, que en su investidura pronunción un vibrante discurso de corte anti-neoliberal con matices anti-imperialistas, cedió rapidamente a las presiones de Washington. No solamente acepta ahora la presencia de tropas norteamericanas en el pais, y por lo tanto la instalación de una base militar, sino que promulgó la ley que atribuye inmunidad a los oficiales y soldados de los Estados Unidos acusados de crímenes de guerra.
En Uruguay es pronto para evaluarse el resultado histórico de la gran victoria electoral del Frente Amplio Sin embargo, el rumbo del gobierno de Tabaré Vasquez justifica la frustración creciente del pueblo de Artigas ante las consecuencias de una política inspirada en las recetas neoliberales de Brasil, incompatible con las esperanzas y reivindicaciones de las masas.
En Argentina, el «capitalismo normal» de Kirschner, bien radiografiado por James Petras, no implica tampoco una ruptura con los objetivos del neoliberalismo. Con mucha habilidad, el ex-gobernador de Patagonia, se esfuerza en la Casa Rosada por humanizar el capitalismo, como si eso fuese posible. Pero, siendo un populista talentoso, consigue engañar millones de compatriotas y su popularidad se mantiene en un nivel elevado.
En cuanto al Brasil, seré brevísimo. El país se encuentra inmerso en una crisis gravísima, de desenlace imprevisible. En este panel participa Joao Pedro Stedile, el destacado dirigente del MST, en mi opinión hoy el movimiento social más importante y combativo de América Latina. Y a tí, Joao, te toca hablar sobre las frustraciones, éxitos y desafíos del pueblo brasileño en la lucha por la democracia en el espacio latinoamericano.
Diré apenas lo obvio: el gobierno de Lula, lejos de utilizar las instituciones en beneficio del pueblo, desarrolló desde el inicio políticas que no hieren la lógica del capitalismo y que por contra, sirven a sus intereses estratégicos. El hecho de que su política exterior haya sido globalmente positiva, a pesar de la mancha del envío de tropas a Haití, no altera el juicio negativo que la historia hará de su paso por la presidencia.
En la Región bañada por el Caribe, Washington adoptó una estrategia particularmente agresiva, con la atención concentrada en el triángulo Colombia-Cuba-Venezuela.
La supervivencia de las guerrillas de las FARC y del ELN en Colombia constituye una pesadilla para el Pentágono. La lucha de las FARC, sobre todo, confirma que en situaciones históricas, geográficas y sociales excepcionales, la lucha armada sigue siendo posible. Hace más de cuatro décadas que la oligarquía colombiana anuncia el fin inminente de la guerrilla de Manuel Marulanda. Entre tanto el núcleo inicial de 47 guerrilleros se transformó en un ejercito popular de 18.000 hombres que lucha en 60 Frentes. En el presente año, el ambicioso Plan Patriota, integrado en el Plan Colombia, se fue a pique. Las FARC infligieron en los últimos meses duras derrotas al más poderoso ejercito de América Latina. Es significativo que el presidente Álvaro Uribe, el mejor aliado de George Bush en el continente, desarrolle una política de perfiles fascistizantes. Y no menos esclarecedor que el gobierno de Washington, auto proclamado campeón e la lucha contra el terrorismo, haya aprobado los secuestro en Ecuador y en Venezuela, de los comandantes Simón Trinidad y Rodrigo Granda, actos terroristas realizados con la colaboración de la CIA.
Cuba es el otro vértice del triángulo caribeño que preocupa al sistema de poder imperial.
El pueblo de la Isla no se somete. No abdica del proposito de construir y defender el socialismo. Según la perspectiva del equipo de Bush, su revolución, después de más de cuatro décadas de bloqueo, ofrece un ejemplo peligroso para América Latina. Cuba no solamente sobrevive al desmoronamiento de la URSS, con la cual realizaba más del 80% de sus operaciones comerciales, sino que está en camino de recuperar el nivel económico que tenía hace 15 años. Cuba resistió, siguiendo su camino. Es eso lo intolerable para Washington. Cuba es el único país del Hemisfério en el que el derecho a la vida, a la salud y a la educación son pilares de un concepto de los derechos humanos revolucionario, que no es farisaico como el de las democracias formales del mundo capitalista.
No creo que los Estados Unidos, atascados en Iraq y en Afganistan, estén actualmente en situación de invadir Cuba. De todos modos el pueblo cubano se siente, con fundamento, amenazado y agredido. La política de Bush pretende asfixiar economicamente a la Isla, insistiendo además, en financiar a los grupitos terroristas de Miami. De ahí la necesidad en ampliar la solidaridad con el heroíco pueblo cubano.
LA SOLIDARIDAD CON VENEZUELA
En el contexto de la lucha por una democracia auténtica en los países de Nuestra América, la solidaridad permanente y ampliada con el pueblo de Venezuela se ha convertido en un deber militante para las fuerzas y las personalidades progresistas del Hemisferio.
No es casual que en el Continente, e incluso en Europa, se multiplican los comités de solidaridad con la Venezuela Bolivariana.
Esas iniciativas traducen la comprensión de que el pueblo de Bolívar y Zamora se bate hoy no solo en defensa de un proceso revolucionario original, sino por todos los oprimidos de América Latina.
La victoria de Chavez en el referéndum de agosto de 2004 fue un acontecimiento de significación mundial. El pueblo venezolano, asumiendo más de una vez el papel de sujeto de la Historia, volvió nuevamente a derrotar a las fuerzas, unidas, de la oligarquía y del imperialismo. Sin su sólida participación no habría sido posible la victoria alcanzada en la confrontación con el engranaje golpista que pretendía -tal como el golpe del 11 de abril, y como el lock-out petrolífero- derribar al Presidente Chavez y restaurar el engranaje de la dictadura oligárquica.
El I Encuentro Mundial de Intelectuales en Defensa de la Humanidad, reunido en Caracas, al final del año pasado, permitió a amigos de Venezuela de decenas de países comprobar la tensión creadora que recorre el país y que, transcendiendo la realidad nacional, se traduce en proyectos que reflejan el espíritu de integración de los pueblos latino-americanos, tal como la concebía Simón Bolívar, una integración incompatible con el anexionismo, de tipo ALCA, ideado en Washington.
Es natural que iniciativas como Telesur, Petrosur, Petrocaribe y Alba susciten la oposición del gobierno Bush y que contribuyan para el reforzamiento de las campañas anti-Chavez en los medios de comunicación estadounidenses. Porque cada uno de esos proyectos, acusados de utópicos, está impregnado del espíritu solidario y revolucionario del bolivarianismo.
La Casa Blanca y el Departamento de Estado, que no esconden su simpatía por las políticas neoliberales desarrolladas por el gobierno de Lula y acompañan sin inquietud lo que pasa en la Argentina de Kirschner, encaran como un desafío intolerable el rumbo tomado por la experiencia venezolana.
¿Y porqué?
Actualmente Venezuela es un laboratorio social donde se desarrolla una lucha de clases como el mundo tal vez no conocía desde las revoluciones rusas de 1917. El proceso bolivariano se asume ya como incompatible con el capitalismo, por tímidas que sean las reformas hasta ahora implantadas. Washington no acepta que la meta sea el cambio radical del orden social preexistente a la elección de Chavez.
Compañeros.
Los éxitos obtenidos por Hugo Chavez- y cito al lider porque la dependencia de el es transparente y excesiva, no deben , llevar a una subestimación de las dificultades que allí se multiplican y renacen, inseparables de la propia dialéctica de la victoria.
La oposición salió desmoralizada y dividida de la derrota en el referendum. Pero trata de reorganizarse. Es muy positivo que la gran mayoría del Ejercito esté hoy identificada con el proyecto revolucionario, situación inédita en América del Sur. Hugo Chavez insiste que la revolución bolivariana, contrariamente a lo que ocurrió en el Chile de la Unidad Popular, no es una revolución desarmada. Esa evidencia no oculta que más de cien oficiales superiores de las Fuerzas Armadas estuvieron implicados en el golpe del 11 de abril.
Las grandes mayorías iniciales generaron en el propio gobierno ilusiones románticas. Fue mucho más fácil sustituir una Constitución anacrónica por una progresista que reformar a políticos formados en una sociedad como era la venezolana. Una parte de los que se embarcaron inicilalmente en el navío de la revolución no aguantó las primeras tempestades. Unos se quedaron por el camino, otros cambiaron de barco.
El sociólogo Rodolfo Sanz, en su lúcido libro Dialéctica de una Victória advierte que una segunda Constituyente será necesaria para «transformar la estructura del Estado, para derribar lo que permanece en pie del antiguo aparato de la Cuarta República». A pesar de todos sus esfuerzos, el gobierno no controla todavía la totalidad del Estado, ni en Educación, ni en Salud, ni el Poder Judicial, baluartes todos, en los que los elementos contrarevolucionarios conservan todavía importantes posiciones.
Compañeros
Queda implícito que indentifico en la Venezuela bolivariana la vanguardia de las luchas que los pueblos de América del Sur traban hoy por la democracia participativa.
Sería ingenuo concluir que el proceso en curso, de ruptura con el sistema de dominación imperial, va a desembocar en una futura revolución socialista. El desenlace de la revolución libertadora, liderada por Hugo Chavez, es por ahora, imprevisible. Por es mismo la solidaridad con los que por ella luchan se nos presenta como más necesaria.
El panorama ofrecido por América Latina, en pleno auge de una crisis de civilización, es, como ya subrayé, muy contradictorio.
Personalmente soy optimista. El oportunismo y la capitulación de dirigentes populistas que suscitaron grandes esperanzas y que luego rompieron los compromisos con el pueblo no justifica actitudes de desaliento.
De Méjico a Argentina los pueblos de América Latina, con raras excepciones, demuestran una disponibilidad creciente para la lucha.Tenemos el ejemplo conmovedor del heroísmo del pueblo bolivíano que, en condiciones dificilísimas, enfrentando una dura represión, se levantó en los páramos andinos para derribar a dos presidentes que actuaban como procónsules del imperialismo. Este rechazo de las políticas neoliberales se manifiesta en todo el espacio latinoamericano, de América Central al Caribe, a Perú y a Chile.
En este cuadro considero alentador que la dirección zapatista, según palabras del subcomandante Marcos, haya hace pocas semanas hecho pública una inflexión estratégica, atravesando el puente que separa la rebeldía de la opción revolucionaria. A partir de ahora el EZLN se declara disponible para participar al lado de los trabajadores mejicanos en las grandes luchas sociales del pueblo de Cuauhtemoc que trasciendan al ámbito del indigenismo.
Movilizar para acciones concretas, coordinadas, ese formidable potencial de combatividad es un gran desafío para las organizaciones y partidos revolucionarios del Continente y para los movimientos sociales progresistas que rechazan el discurso de los reformadores del capitalismo.
POR UN NUEVO INTERNACIONALISMO
Siendo América Latina un área sometida a la dominación imperialista, la articulación de las luchas de sus pueblos, como las que se desarrollan en otras Regiones del Mundo, particularmente en Asia y en Europa surge no solo como deber, sino como exigencia de la Historia.
El engranaje de poder de los Estados Unidos, controlado hoy por la extrema derecha norteamericana, no tiene soluciones para la crisis estructural del capitalismo. La opción de Bush&Cía para retrasar la implosión del sistema agravó la crísis global de civilización. Las guerras «preventivas» y el saqueo de recursos naturales de otros pueblos accionaron los mecanismos que amenazan la propia supervivencia de la humanidad.
Pero la irracionalidad, el asalto a la razón, tal como ocurrió con el III Reich nazi, producirá efectos muy contrarios a los esperados por un sistema monstruoso que empieza a adquirir los perfiles de un IV Reich.
La guerra de Iraq es una guerra perdida. El perverso bombardeo mediático que nos presenta como terroristas a aquellos que del Tigris al Pamir resisten la ocupación no tiene el poder de crear historia a través de la mentira.
Los minutos de silencios por la víctimas inocentes del 11 de Septiembre, del Marzo madrileño y del Julio londinense no esconden la evidencia: solamente en Iraq la agresión estadounidense es responsable de más de 100.000 muertos civiles. Y la vida de un norteamericano, de un español, de un inglés no vale más que la de un iraquí.
La guerra de Afganistán es otro conflicto que terminará en derrota de los Estados Unidos.
Que hacer, compañeros, pregunto.
No tenemos recetas milagrosas para derrotar al imperialismo. Los debates en torno a la busqueda de la alternativa para el neoliberalismo globalizado son casi siempre estériles , resbalando hacia el discurso escolástico. La revolución es, por ahora, una esperanza lejana y el socialismo del futuro alternativa a la barbarie -tomará forma en el propio desarrollo de la lucha, no puede ser definido anticipadamente. Pero podemos, si, contribuir para apresurar el derrocamiento del sistema imperial. La solidaridad es, en sus múltiples niveles, un arma muy poderosa.
Carlo Frabetti recordó recientemente que Cuba no es una Isla, y que en Iraq, en Afganistán o en Palestina. «La Solidaridad Internacional y la indignación, frente a la barbarie imperialista derriban las fronteras. Todas las fronteras. En todos los sentidos. De todas las maneras. Con todo tipo de respuestas, desde las más generosas a las más brutales».
El terror nace hoy más que nunca del terrorismo de Estado del sistema de poder imperial que lo generó
El NO del pueblo francés a la Constitución Europea, un proyecto que institucionaliza el capitalismo, encierra grandes lecciones para toda la humanidad. Exigiendo el SI, desfilaron por Paris: Blair, Schroeder, Zapatero, Berlusconi, presidentes y primeros ministros de toda Europa. Las burocracias sociales europeas eran favorables a la Constitución. Los medios de comunicación ejercieron una presión permanente, sólida , a favor del SI. La campaña adquirió facetas delirantes. Un intelectual prestigioso escribió que el NO tendría un significado comparable a la ocupación de Francia por Alemania en la última guerra mundial.
A pesar de la masacre desinformativa, Francia -un país rico con cinco millones de pobres- votó NO.
Vuelvo a citar al filosofo marxista Georges Labica. En Junio en una conferencia en Serpa, Portugal, afirmó que el NO de su pueblo implicaba también la solidaridad con los pueblos en lucha de Iraq, de Palestina, de Venezuela, de Colombia, de Cuba, de toda América Latina, de todo el mundo. Y añadió
«La consciencia de la solidaridad entre todos los oprimidos es algo muy fuerte, tenemos que crear las condiciones para que esa solidaridad se desarrolle, rumbo a un verdadero internacionalismo».
Compañeros:
Voy a terminar.
En Brasil el pueblo vive sobre cataratas de imposibles.
No pretendo caer en analogías. Pero creo oportuno recordar que el NO francés transformó allí los imposible aparente en lo posible real.
Luchar por la democracia participativa, la única auténtica, aquella que es la puerta a la transformación radical de la sociedad es el gran desafío -simultaneamente nacional e internacionalista- en defensa de la humanidad.
Cabe al pueblo brasileño, como sujeto de la historia, asumirlo.
Serpa, Agosto de 2005
Traducido por Corriente Roja