Ultimo verso de un poema de León Felipe: «Yo no sé muchas cosas, es verdad,/ pero me han dormido con todos los cuentos… y sé todos los cuentos». Desde niños, nos han contado fábulas y novelas que tratan de paz y amor, violencia y libertad, democracia y revolución. Los escribas bíblicos y Homero empezaron con […]
Ultimo verso de un poema de León Felipe: «Yo no sé muchas cosas, es verdad,/ pero me han dormido con todos los cuentos… y sé todos los cuentos». Desde niños, nos han contado fábulas y novelas que tratan de paz y amor, violencia y libertad, democracia y revolución. Los escribas bíblicos y Homero empezaron con el rollo, cuando de oídas contaron los suyos. Platón siguió el ejemplo y aquí estamos, abrumados de tanto cuento.
A no azotarse. Si contada con propiedad, cualquier historia es válida. En el todo o en parte, el cuento es narración de suceso fingido, la fábula invención o suceso falso, y la novela, meritoria, porque enlaza ambas cosas en feliz o infeliz desenlace. En este sentido, la función de la poesía, la pintura y el canto consistiría en «religar» cuento, fábula y novela, deviniendo «religión» cabalmente entendida. Etimología pura.
También hay historias que ofenden el sentido común y la capacidad de tolerancia de las personas. Son las que carecen de gracia, propiedad y estilo (atributos de la credibilidad) y que, a diferencia del cuento, la fábula y la novela bien contados, resultan no creíbles. Por ejemplo, la literatura de Juan Rulfo es creíble porque es increíble, pero un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) puede no ser creíble por mal contado. ¿Nos vamos entendiendo?
Seguidamente, paso revista a una historia que cuesta calificar en rango y especie. La historia trata de la «preocupación» volcada en el informe La democracia en América Latina: hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos (PNUD, 2004). El estudio fue dirigido por el argentino Dante Caputo, ex funcionario de los gobiernos de Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa, ganadores de cuatro estrellas en comparación con las cinco obtenidas por Carlos Menem en asuntos de entreguismo y corrupción.
Según los autores y consultores del informe del PNUD (Guillermo O’Donell y el inefable Felipe González, entre otros), existiría «… una crisis de confianza en los sistemas democráticos, que no han logrado satisfacer las aspiraciones políticas, sociales y económicas de los latinoamericanos». ¿De veras? ¿Y a qué «sistemas» democráticos se refiere el PNUD? ¿Al del oligarca Julio María Sanguinetti, ex presidente de Uruguay y uno de los que presentaron el informe en Lima, en abril pasado?
Hace exactamente 20 años, el PNUD dijo: «América Latina ya no es un continente en desarrollo sino un continente en deterioro… la deuda externa llega a 320 mil millones de dólares, lo que equivale a 40 por ciento de sus ingresos» (UPI, 21/07/84). Y cinco años después: «En el decenio de 1950 la participación de América Latina en el comercio mundial representó 11 por ciento y en 1985 sólo 4.6 por ciento… la deuda pasó de 65 mil millones de dólares en 1975 a 400 en 1988… el flujo neto de recursos destinados a estos pagos… representa el mayor flujo de capital de una región hacia otra en la historia mundial».
Como a veces este oficio exige recordar las cosas, transcribo declaraciones de Enrique Iglesias que datan de abril de 1983, cuando siendo secretario general de la Comisión Económica para América Latina dijo que nuestros países atravesaban «… la peor crisis de recesión desde los aciagos periodos de la Gran Depresión (1929)».
El actual director del Banco Interamericano de Desarrollo, a quien chambas nunca le han faltado (¿vio qué gordo está?), agregó entonces: «es inevitable un futuro tramo costoso y doloroso de ajuste al cual ningún país puede escapar». Esto sí es creíble, pues los únicos que consiguieron escapar fueron «expertos» como Iglesias y politólogos como Caputo, O’Donell y Felipillo, doctores en transatología democrática.
Decía, entonces, que las historias de cuentistas, fabulistas, novelistas, poetas, cantores y pintores son creíbles porque en lugar de hablar de «crisis de confianza», de tramos «costosos y dolorosos de ajuste», de «crecimiento económico insuficiente», de «malestar popular», hubiesen incluido referencia explícita a las políticas «democráticas» de saqueo, entreguismo, cinismo, especulación y hartazgo popular.
Ahora bien: ¿no sería estupendo recuperar el poder adquisitivo de 1984, cuando según Iglesias atravesábamos «la peor crisis de recesión»? Olvidémonos. La deuda externa de América Latina se aproxima a 800 mil millones de dólares, y nuestra participación en el PIB mundial pasó de 4 por ciento en 2000, a 0.6 por ciento en 2001, según la Organización de Comercio y Desarrollo Mundial (2003). Así es que antes del día después de mañana, la única esperanza de contar con algo de cash en caja chica obliga a nuestras «democracias» a exportar más y más pobres a Estados Unidos.
Y a propósito… ¿adónde fue a parar la placa que recordaba las tertulias de León Felipe en la cafetería del antiguo Hotel Del Prado (hoy Sheraton)? Habría que recuperarla, pues el poeta leonés nació después de 1492 (año fundacional del mundo según la pedagogía neoliberal) y murió en México a los 84 años, el 2 de octubre de 1968.
Miércoles 23 de junio de 2004