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Democracia tutelada versus democracia autonomista [1]

Fuentes: Rebelión

La Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la Otra Campaña constituyen una reacción y una propuesta antisistémicas frente a la crisis de las formas de representación de la democracia tutelada que propicia el capitalismo neoliberal, en la cual las izquierdas institucionalizadas: pierden toda capacidad contestataria y trasformadora; son incapaces de sustraerse a la lógica […]

La Sexta Declaración de la Selva Lacandona y la Otra Campaña constituyen una reacción y una propuesta antisistémicas frente a la crisis de las formas de representación de la democracia tutelada que propicia el capitalismo neoliberal, en la cual las izquierdas institucionalizadas: pierden toda capacidad contestataria y trasformadora; son incapaces de sustraerse a la lógica del poder capitalista, dada la efectividad de éste para cooptar a sus dirigentes; y asumen finalmente un papel de legitimación del sistema político basado en la desigualdad y la explotación capitalistas.

Roberto Regalado señala al respecto:

«En América Latina no se produjo -ni se está produciendo- un proceso de democratización, ni una apertura de espacios a la reforma progresista del capitalismo, sino la imposición de un nuevo concepto de democracia, la democracia neoliberal, capaz de «tolerar» a gobiernos de izquierda, siempre que se comprometan a gobernar con políticas de derecha… De esta realidad se deriva que, tarde o temprano, el contenido popular y la «envoltura» capitalista de los procesos desarrollados hoy por la izquierda latinoamericana entrarán en una contradicción insostenible: sólo una transformación social revolucionaria, cualquiera que sean las formas de realizarla en el siglo XXI, resolverá los problemas de América Latina.» («Reforma o revolución» en Rebelión, 9 de enero de 2006) [2]

Asimismo, las discusiones sostenidas en el VI Foro Social Mundial en Caracas, Venezuela, en enero de este año, acerca de los limites de los procesos de transformación revolucionaria en Brasil, Uruguay, Chile y Argentina, y eventualmente México, con la llegada al gobierno de partidos de esa izquierda institucionalizada, y los procesos concomitantes de corrupción de sus dirigentes, acatamiento de los dictados neoliberales, abandono de sus principios fundacionales y alejamiento de los movimientos de masas, hacen ver la necesidad de la búsqueda de un pensamiento renovado y libertario de la izquierda anticapitalista que se constituya en punto de partida para la construcción de un socialismo democrático.

Marcos Roitman señala que la democracia de partidos, finalmente definida por el Estado capitalista, se desvincula de la práctica y de los sujetos sociales y termina siendo un mero procedimiento de elección de elites, una «técnica» en la que puede haber alternancia pero no alternativas de cambio social. En este contexto, los partidos se convierten tarde o temprano en «ofertas» de gestión técnica del orden establecido, y esto lo entienden bien los zapatistas, por lo que buscan un marco de referencia distinto de la democracia a partir de su propia experiencia en la construcción de las autonomías, y la puesta en marcha de la Otra Campaña.

Así, la democracia autonomista se fundamenta en una construcción de poder y ciudadanía desde abajo; como una forma de vida cotidiana de control y ejercicio del poder de todos y todas desde el deber ser, esto es, con base en términos éticos. No es un medio o procedimiento de reproducción de estamentos burocráticos, sino un pacto social y político, un constituyente de todos los días que opera unitariamente, es decir, en todas las esferas y los órdenes de la vida. [3]

Por ello, el EZLN en su Sexta Declaración estableció con claridad su política de alianzas con organizaciones y movimientos no electorales que se definan, «en teoría y práctica, como de izquierda», de acuerdo a condiciones que evidentemente no reúnen los partidos de la izquierda institucionalizada:

«No hacer acuerdos arriba para imponer abajo, sino hacer acuerdos para ir juntos a escuchar y a organizar la indignación; no levantar movimientos que sean después negociados a espaldas de quienes los hacen, sino tomar en cuenta siempre la opinión de quienes participan; no buscar regalitos, posiciones, ventajas, puestos públicos, del Poder o de quien aspira a él, sino ir más lejos de los calendarios electorales; no tratar de resolver desde arriba los problemas de nuestra Nación, sino construir DESDE ABAJO Y POR ABAJO una alternativa a la destrucción neoliberal, una alternativa de izquierda para México.»

Ya Isabel Maria Loureiro, en su libro Rosa Luxemburgo: los dilemas de la acción revolucionaria [4] , identifica el encuentro intergaláctico del verano de 1996, organizado por el EZLN en Chiapas, como la primera reunión de militantes de todo el mundo contra la globalización, en la que «quedó claro para la izquierda que un gran cambio táctico y estratégico estaba en curso», a partir de una idea rectora:

«Para Rosa Luxemburgo, así como para los movimientos sociales de nuestra época, es la participación de los de abajo de la que proviene la esperanza de cambiar el mundo…No debemos esperar nada de hombres providenciales. Cualquier cambio radical, en el sentido de un proyecto emancipador, solo puede resultar de la presión social de abajo a arriba». [5]

En esta dirección, destacan las aportaciones de Rosa Luxemburgo en su crítica a la concepción del partido jerarquizado y centralizado, del partido-vanguardia que Lenin y los bolcheviques pusieron en práctica, y se pronuncia a favor de la auto-emancipación de los trabajadores. Para ella «lo que importa es la transformación económica, política, cultural de la sociedad llevada a cabo por la acción (organizada y conciente, pero también espontánea, inconciente) de las masas populares.»

Así, la transformación socialista deja de ser pensada exclusivamente como un «día decisivo», y pasa a ser un proceso que puede comenzar aquí y ahora, por el cambio en la correlación de fuerzas, en las estructura de poder y de propiedad, en la innovación institucional. [6] . El socialismo -señalaba Luxemburgo– no puede ser realizado por decretos ni es un cambio de gobierno llevada a cabo por una minoría, sino una trasformación radical de la antigua sociedad, en todos los planos, por la acción autónoma de las masas. Advirtió y critico los procesos de burocratización de la socialdemocracia partidaria y los sindicatos. En este sentido, Rosa Luxemburgo se opone a la idea del socialismo como estatización de los medios de producción sin control de los trabajadores, camino para una inevitable burocratización.

Con la revolución alemana en marcha, la democracia socialista pasa a significar concretamente, para Rosa Luxemburgo, un gobierno consejista. Los consejos, organismos de base electos por los obreros y soldados, de acuerdo al programa de la Liga Espartaco, serían la nueva forma de poder estatal para sustituir los órganos heredados de la dominación burguesa; democracia socialista significaba en aquel contexto el autogobierno de los productores.

Pensando en la experiencia zapatista y el establecimiento de sus municipios autónomos y las Juntas de Buen Gobierno, tan similares a los gobiernos consejistas, es significativo que Rosa Luxemburgo hizo una defensa de las culturas originarias indicando que ellas tienen mucho que enseñar por sus tendencias colectivistas, por una vida más armónica de su organización social.

De aquí surgen estos interrogantes: ¿De que forma las autonomías indígenas, que abren la puerta a una nueva forma de gobernar desde abajo, con la participación de todos y todas, sin intermediarios ni burocracias, pueden ser la base de transformaciones nacionales e internacionales? ¿Cuál podría ser la forma organizativa que asuma la resistencia mexicana (y latinoamericana) frente a la globalización capitalista, capaz de lograr en nuestra patria incluso un nuevo poder constituyente? ¿Cuáles pueden ser las características de un proyecto viable de desarrollo nacional y de inserción internacional equitativa en las actuales circunstancias de creciente subordinación del país a Estados Unidos? ¿Cómo enfrentar con éxito una elite política que mantiene secuestradas todas las instancias de representación nacional popular y cuyo único ofrecimiento real es la alternancia de partidos en esa representación?

El concepto de Autonomía, como la libertad de individuos, gobiernos, nacionalidades, pueblos y otras entidades de asumir sus intereses mediante normativas y poderes propios, opuestos en consecuencia a toda dependencia y subordinación, es fundamental para este debate político. Ya Pablo González Casanova en su artículo «La gran discusión» (La Jornada, 19 de agosto de 2005) contribuye a dilucidar los términos de la crítica al sistema de partidos y plantear la cuestión de fondo en la polémica generada por la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Se requiere construir «un movimiento democrático que cuente con la fuerza organizada de los ciudadanos y de los pueblos», ya que lo primordial es:

La concientización y organización del poder de la ciudadanía y de las comunidades, etnias, pueblos, y de los trabajadores, empleados, maestros, estudiantes, técnicos, licenciados, doctores e intelectuales»; más aun, el único camino que «le queda a la humanidad para sobrevivir (es) organizar la fuerza y la conciencia de los pueblos de la Tierra, empezando ahora con los pueblos indios y «de allí pa’ lante» hasta encontrar a los otros en la confluencia de senderos de México, América Latina, Estados Unidos y el mundo». (Ibid.)

Lo importante es analizar las fuerzas políticas en su comportamiento efectivo, las clases sociales que apoyan o rechazan determinados liderazgos, los grupos socioétnicos que resultan dominantes y subordinados, los intereses detrás de los discursos, las prácticas y los resultados de esas acciones. La autoadscripción a determinada posición política no es suficiente. Es necesaria la congruencia probada con algún criterio de realidad. Por ejemplo, cuando el zapatismo expresa sus críticas a los gobiernos de los partidos nacionales ya conocidos, su perspectiva está fundada en el establecimiento de las Juntas de Buen Gobierno y en su desempeño en cuanto a garantizar la participación y concientización de miles de personas en el mandar obedeciendo. Sus severos juicios a la clase política mexicana se compaginan también con el deterioro ético visible y comprobable de sus miembros, una participación ciudadana cada vez menor en los procesos electorales e incluso encuestas de opinión pública que colocan a los políticos profesionales en los ínfimos lugares de credibilidad y prestigio social.

Cuando se plantea la detracción del actual sistema de partidos es necesaria la reflexión sobre si éstos contribuyen a la construcción autonómica, o poseen una tendencia intrínseca a la formación de una ciudadanía heterónoma, esto es, que recibe del exterior las leyes que rigen su conducta, que llevan en su germen el clientelismo y el corporativismo, obstáculos insalvables de la autonomía.

La propuesta de la Sexta Declaración, en el otro polo equidistante, lleva a la integración de una entidad política anticapitalista que asume los intereses populares de los cuales proviene, los desposeídos y explotados; no delega su representación en otros ajenos a «sí mismos»; un ente que se rija por sus propias normas y no por las de un sistema político que no representa los intereses populares y nacionales.

En México es necesaria, como plantea la Sexta, la edificación desde abajo de una organización independiente del Estado y de su sistema de partidos. Que responda a sus propias necesidades y requerimientos; que escoja sus medios, espacios y tiempos para librar su resistencia contra el poder establecido; que lleve a cabo una campaña «muy distinta a las electorales», que «ni se rinde ni se vende» y que «está dispuesta a luchar, entre todos los riesgos que implica, por la construcción de una fuerza de los pueblos y los ciudadanos organizados, pensantes y actuantes…» (Ibid.)

En esta dirección, Rosa Luxemburgo es fuente de inspiración de la Otra Campaña y de todo movimiento anticapitalista. Sin embargo, hoy más que nunca, no es posible ser anticapitalista si no se tiene una perspectiva socialista. El socialismo debe ser enarbolado como utopía, programa y propósito de cualquier acción política. Eso requiere de reconsiderar que fue lo que falló en las experiencias del socialismo real: a) La idea del partido vanguardia, más allá de la clase y el protagonista al que se delega toda iniciativa, participación y conducción. b) El establecimiento de una dictadura de partido de Estado que cierra todos los espacios democráticos, sin establecer mecanismos de participación y conducción de las grandes mayorías del pueblo en el ejercicio del gobierno. c) La toma del poder desde arriba y la implantación del socialismo por decreto, como la acción y decisión de un Estado versus la perspectiva de un proceso de abajo arriba y con la participación plena de las masas de trabajadores y productores. d).- Confundir la política nacional de un Estado como internacionalismo, privilegiando los intereses del mismo por sobre los intereses de los trabajadores de otros pueblos y del suyo propio.

También en este sentido, es conocida la critica luxemburguista a los bolcheviques por pretender instaurar el socialismo desde arriba y eliminando la democracia, misma que pasados los años es de una clarividencia extraordinaria: «Si la vida pública de los Estados de libertad limitada es tan mediocre, tan miserable, tan esquemática, tan infecunda, es justamente porque, excluida la democracia, se obstruye la fuente viva de toda riqueza y de todo progreso intelectual.»

El zapatismo otorga al factor ético un elemento esencial de la lucha anticapitalista, privilegiando la congruencia con los principios por sobre los intereses de cualquier tipo. El único capital político con que cuenta la izquierda es la ética y la defensa del interés general. El «para todos todo y para nosotros nada» debe ser observado en este contexto de exigencia con una conducta sin doble moral, dado que no existe un interés particular o de grupo que motive la acción política

BIBLIOGRAFÍA

María-José Aubet. Rosa Luxemburgo y la cuestión nacional. México: Editorial Anagrama, 1977.

Raya Dunayevkaya. Rosa Luxemburgo. La liberación femenina y la filosofía marxista de la revolución. México: Fondo de Cultura Economica, 2005

Marcos Roitmann. El pensamiento sistémico, los orígenes del social-conformismo. México: Siglo XXI – UNAM, 2003).

Isabel Maria Loureiro. Rosa Luxemburg: os dilemas da ação revolucionaria. Brasil: Unesp, Fundação Perseu Abramo, Rls, 2003.

Roberto Regalado. «Reforma o revolución» en Rebelión, (9 de enero de 2006)

Claudio Katz «Los problemas del autonomismo», Socialismo o Barbarie

Pablo González Casanova. «La gran discusión» (La Jornada, 19 de agosto de 2005)

José Luís Vázquez, «Rendición incondicional del Frente Amplio». Rebelión. (10 de febrero de 2006)

Gilberto López y Rivas. «La izquierda en México: retos y perspectivas» en Cuauhtémoc Cárdenas (compilador). Por los caminos de la izquierda. México: Editorial Juan Pablos (2004)

Valeri Arcary. «Las ilusiones reformistas no mueren solas». Rebelión. (11 de febrero de 2006)

José Luís Vázquez, «Rendición incondicional del Frente Amplio». Rebelión. (10 de febrero de 2006)

Roberto Regalado. América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda. Melbourne, Nueva York, La Habana: Ocean Press, 2006.



[1] ENCUENTRO DE TRABAJADORES INTELECTUALES CON LA OTRA CAMPAÑA: ¿OTRA TEORÍA?, Guadalajara, Jalisco, a 21 de marzo de 2006.

[2] Ver también: Roberto Regalado. América Latina entre siglos. Dominación, crisis, lucha social y alternativas políticas de la izquierda. Melbourne, Nueva Cork, La Habana: Ocean Press, 2006.

[3] Marcos Roitman. El pensamiento sistémico, los orígenes del social-conformismo. México: Siglo XXI-UNAM, 2003).

[4] Isabel Maria Loureiro. Rosa Luxemburg: os dilemas da ação revolucionaria. Brasil: Unesp, Fundação Perseu Abramo, Rls, 2003.

[5] Isabel Maria Loureiro. Ob. cit., p. 37

[6] Ibíd. p. 18