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Derechos y ultraderechas, opuestos antagónicos

Fuentes: Rebelión

Los derechos son radicalmente opuestos a las ultraderechas. O se está en favor de los derechos o del lado de la ultraderecha, no se puede ambos al tiempo. Los derechos se construyen y defienden en las calles y las ultraderechas los derrumban en las cortes y congresos. Los derechos se realizan porque se luchan, las ultraderechas se realizan porque los destruyen. Los fundamentos de los derechos indican que es la unidad de los pueblos, la que los mantiene vigentes e impide la degradación de la vida y la dignidad.  Contra la ultraderecha más derechos, más democracia, y radicalización del ejercicio del poder popular.

       Derechos, DIH, paz, ya no conmueven el afán de poder de la ultraderecha, tampoco la justicia basada en equilibrios. América, es hoy el escenario donde mejor se hace visible el antagonismo entre derechos y ultraderechas y mejor se disputa esta batalla.  Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador y el retorno de Donald Trump, trazan una línea de norte, centro y sur, comparten enfoques y sumarán peones gobernantes de naciones con soberanía usurpada o en peligro, en el ajedrez de la geopolítica, con centro en un mercado de despojo.  Los tres son de una ultraderecha que adolece de teóricos, teorías y prácticas de validación científica para explicar sus posturas, razón de más para convocar a intelectuales, científicos y artistas a ocupar un lugar del lado de los derechos.

         Bukele y Milei concuerdan en la «mano dura» (seguridad) para saltarse a los derechos humanos como límites al poder y al DIH como medida de respeto, apuntan a revertir conquistas humanas. Bukele ha llevado a cabo campañas agresivas contra pandillas, con graves violaciones de derechos y abuso de poder, se precia de mantener encarcelados, encadenados, rapados y en extrema humillación a 80.000 jóvenes y ha archivado propuestas de ley relacionadas con la identidad de género y la despenalización del aborto. Milei ha expresado su admiración por estas tácticas y sugerido adoptar medidas similares en Argentina, atacó universidades y cerró el ministerio de las mujeres, géneros y diversidades, haciendo retroceder la protección de derechos de las mujeres y la comunidad LGBTQ+, Trump amenaza con dirigir el mundo, rechazar migrantes y recuperar el control de toda América para su imperio. Estos trazados rompen avances en las sociedades de derechos, carecen de soporte teórico y de sustento científico, son conjeturas que violentan la justicia y atacan la dignidad.

      Trump cabalga con su eslogan de América primero, ajusta la doctrina Monroe de América para los americanos, para recuperar como colonia su patio trasero y llama a agrupar las derechas de América Latina, en una sola ultraderecha, que por afinidad ideológica tienda a fortalecer iniciativas autoritarias y represivas en la región, de los ya probados Bolsonarismo en Brasil, Fujimorismo en Perú, Uribismo y Vargas Llerismo en Colombia, todos comprometidos con crímenes y corrupción de altísimo impacto, que esperan agazapados la orden de atacar, golpear, reasumir gobiernos según libreto. Los gobiernos peones que reciban la protección Trump podrán actuar sin medida, con regímenes de excepción que limiten derechos y libertades o apliquen estrategias de seguridad por encima de derechos, favorables para detenciones masivas y arbitrarias, falsas judicializaciones, encarcelamientos y abusos en centros de detención y estigmatización de grupos vulnerables al amparo de la “seguridad” que activa prácticas criminales de estado abiertas o encubiertas, sobre la pérfida asociación de pobreza con delincuencia y de protesta social con insurgencia, eliminando distinciones y exacerbando discriminaciones, xenofobias, homofobias y exclusión social.

      El centro derecha que se quedó sin respuestas políticas para gobernar (en América y buena parte de Europa) está camaleónicamente plegado a la ultraderecha para sostener el reino supremo del capital, y del poder hegemónico tradicional, dejándole la vía despejada a progresistas, demócratas e para retornar a la radicalización de sus propuestas y programas basados en derechos. El discurso de ultraderecha parece decir: ¡fascistas del mundo uníos en la seguridad de la fuerza!, tiene que ser contrapuesta con el de: ¡excluidos y marginados del poder hegemónico uníos en los derechos!

      La ultraderecha es directa responsable de la erosión de las instituciones democráticas y de la perdida de garantías a derechos y libertades, ha desestabilizado los sistemas de justicia, afectado la independencia real de poderes, desequilibrado los pesos y contrapesos del sistema democrático y empujado el pensamiento colectivo hacia la fe y la ignorancia. Ha demostrado que se abre paso, concentra poder y sus militancias incrustadas en todos los poderes extienden mensajes de negación y posverdades para engañar, confundir e imponer medidas de seguridad (nacional, democrática, ciudadana) de vigilancia, control y fuerza, con el fin de debilitar las capacidades de la sociedad, bloquearle sus resistencias, degradar derechos y eliminar las responsabilidades del estado respecto a derechos y bien común. Sus discursos enaltecen infamias, valentías y soberbias, eliminan la memoria de sus horrores pasados y anuncian apocalipsis para ilusionar con futuros inciertos. Cínicamente llaman a mitigar inseguridades y rabias que amplifican los medios de comunicación y redes sociales a su servicio para deslegitimar las luchas sociales y naturalizar la técnica de confundir, polarizar y convertir el miedo en odio de algunos grupos y sectores desposeídos contra sus mismos hermanos de clase. Alientan la guerra, pero las batallas se libran en el escenario de los desposeídos y las minorías.

     La ultraderecha de América latina, en su avidez por retomar el control del continente, no respetan estándares de derechos humanos ni del DIH, lo que hace prever que en 2025 tendrán que aparecer, sin demora, nuevas formas sobre todo de organización, alianzas y unidad de movilización, para confrontar, resistir y ejercer el poder popular en las calles, que es el lugar público de la democracia de los derechos, desde donde realmente se puede detener el ímpetu, avance y ofensa de la ultraderecha que sabe usar su capital y poner a su favor los recintos tradicionales de la ley y de la justicia. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.