La vergonzosa bajada de parte de la Comunidad Judía de Chile, para participar en una nueva conmemoración a las víctimas del Holocausto el 27 de enero, organizada por la Cancillería del gobierno de Gabriel Boric, no solo muestra el extremo fanatismo ideológico de aquella organización, sino también su incapacidad de entender la memoria desde un lugar mucho más amplio.
De ahí que restarse de esa actividad tan importante, aludiendo a que fue debido a que el gobierno de Chile no condenó la masacre de Hamás el 7 de octubre (1), no solo no es cierto, ya que en el mismo día del hecho se realizó un comunicado (2), sino que nos muestra también una mirada estrecha y cerrada en sí misma, que niega la posibilidad de ver el Holocausto, más allá de la lectura occidental que conocemos.
Con esto me refiero a la idea eurocéntrica y colonial de pensar que el Holocausto o la Shoá fue un suceso excepcional para la historia humana, como si otros sucesos previos y posteriores a él, no hayan sido igualmente aborrecibles y dramáticos, transformando la historia de occidente en una supuesta historia universal.
Es decir, creer que ese genocidio y el horror contra los judíos de parte del Estado alemán, fue algo único y ahistórico, y no el resultado de otros genocidios y procesos previos, en donde el racismo y la deshumanización del otro se dieron igualmente, solo que fuera de los límites del continente europeo.
Con esto, por supuesto, no digo que la Shoá no sea el momento histórico más terrible y doloroso en la historia del pueblo judío, sino que occidente, representado por los estados de Europa, Estados Unidos y el propio Israel, han invisibilizado otros holocaustos y genocidios modernos, como lo fue la conquista de Abya Yala en 1492.
En consecuencia, pareciera que occidente usara el Holocausto para quitarse sus propias culpas, frente a otros sucesos de muerte, de manera de seguir justificando invasiones, colonizaciones y genocidios, como está ocurriendo precisamente en la Franja de Gaza en estos momentos, apoyando una masacre de miles de civiles, de los cuales muchos de ellos son niños y niñas.
Por lo mismo, lo que propongo es descolonizar nuestra idea occidentalizada de memoria del Holocausto que tenemos, que no solo omite las bases de una civilización de muerte, que inferiorizó, desplazó y masacró a otras desde 1492, sino que ha buscado también borrar el mismo odio que generó contra los judíos, proveniente de la cristiandad
A modo de ejemplo, cuando el filósofo judío alemán de la Escuela de Frankfurt, Theodor Adorno, señaló de manera eurocéntrica que no se podía hacer filosofía después de Auschwitz, dado que el Holocausto generado por el nazismo se dio en uno de los centros del pensamiento moderno, como lo fue Alemania, fue negar simplemente otros holocaustos tan terribles como aquel.
Por ende, debemos ser capaces de conectar las distintas tragedias humanitarias, desde un punto de vista pluriversal, que no visibilice unas por sobre otras, ya que solo así podremos no seguir repitiendo la historia una y otra vez, la cual se muestra en distintos lugares, justificándose en nombre de diferentes ideologías.
Dicho todo lo anterior, que la memoria de esos millones de judíos asesinados por la Alemania de Adolf Hitler, deje de ser usada instrumentalmente por algunos para conectarlo con otros genocidios, otros crímenes de guerra y nos permita empatizar así con la injusticia y el dolor sea donde sea, de manera que la defensa de los derechos humanos sean para todos y todas por igual.
Si no somos capaces de aquello con respecto a algo tan básico como los derechos humanos, menos lo haremos sobre el cuidado de la vida y de la Naturaleza, que sigue sufriendo un ecocidio y un holocausto permanente, para saciar un modelo de producción y de consumo completamente insostenible y que no pareciera tener algún tipo de freno.
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