“El régimen es una democracia cuando los libres y pobres, siendo los más, ejercen la soberanía, y una oligarquía cuando la ejercen los ricos, siendo pocos.”
Aristóteles (año 384-322 a.C)
En todas partes en que se ha logrado el acceso al poder de gobiernos que pongan en riesgo los intereses inveterados y espurios de las oligarquías, éstas han puesto en marcha su maquinaria paralizadora y desestabilizadora. Para ello cuentan con una vasta experiencia en maniobras electoreras, con las confusiones ideológicas que han sembrado como semillas de la discordia, con los miedos creados a través de reflejos condicionados de carácter político, con el poder económico y financiero que acumulan producto de la explotación más atroz, con el control mediático que ejercen como dueños absolutos de los medios de información, con los servidores públicos serviles que pululan en las estructuras privadas y estatales, con las alianzas internas y externas, que involucran al gobierno de los Estados Unidos y a otros gobiernos coligados en la política de injerencia en los asuntos internos de los países en todo el mundo.
Todo lo que expresemos a continuación no es un llamado a desconocer las normas universalmente aceptadas por todos los países miembros de la Organización de Naciones Unidas y proclamadas en la Carta y en otros documentos de dicha organización, ni a injerir o subvertir a los regímenes políticos, de derecha o izquierda, por los modelos democráticos o no implantados. El papel de soportar o cambiar el status quo corresponde al pueblo de cada país, sin injerencias en los asuntos internos de otros países, ya sean con amenazas, invasiones, sanciones, financiamientos a grupos políticos y organizaciones sociales, campañas mediáticas, etc.
Al respecto basta que todos los países miembros de la ONU respeten estos dos principios de los Pactos Internacionales de los derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales:
1. “Todos los pueblos tienen el derecho de libre determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural.”
2.”Para el logro de sus fines, todos los pueblos pueden disponer libremente de sus riquezas y recursos naturales, sin perjuicio de las obligaciones que derivan de la cooperación económica internacional basada en el principio de beneficio recíproco, así como del derecho internacional. En ningún caso podrá privarse a un pueblo de sus propios medios de subsistencia.”
Puede parecer que las denuncias y acusaciones de los gobiernos progresistas contra las oligarquías nacionales e internacionales que los acosan y subvierten, obedecen al carácter socialista de sus propuestas políticas para estos países. Sin embargo, la esencia de este asunto no tiene nada que ver necesariamente con el surgimiento en ellos del socialismo como doctrina político-social proclamada en 1848 por Carlos Marx en su Manifiesto Comunista.
Este es un asunto de mucha mayor data. ¿Qué le parece, lector, si nos retrotraemos en el tiempo a una era anterior a la nuestra, es decir, antes de Cristo? Pensemos en el filósofo griego Aristóteles, (384-322 a. C), quien murió a los 62 años. Escribió muchas obras durante su vida. Pero entre ellas sólo mencionaremos su Política, donde encontraremos algunos juicios que pueden ilustrarnos sobre la esencia de las oligarquías de hoy como herederas de las que existían antes de Cristo.
Analicemos algunos juicios y argumentos de Aristóteles sobre los regímenes políticos, y quizás no haya que seguir inventando mentiras para echarle la culpa al socialismo de algo que ya estaba claro antes de nuestra era. Estas ideas bien pueden servir para alfabetizar al presidente Biden y a sus acólitos reunidos en la mal llamada Cumbre de la Democracia y a los miles o millones de personas en todos los países que crean de buena fe en las declaraciones emitidas y propaladas por los órganos mediáticos.
Decía Aristóteles:
«La causa de que existan diversos regímenes es que toda ciudad tiene varias partes… De esta muchedumbre forzosamente unos son ricos, otros pobres y otros de condición intermedia, y los ricos están armados y los pobres sin arma. Del pueblo, vemos que unos son campesinos, otros comerciantes y otros obreros».
«El régimen político es una ordenación de las magistraturas, que todas distribuyen según el poder de los que participan de ellas o según alguna igualdad común a todos ellos».
«Parecen existen principalmente dos regímenes, (…) y los otros se consideran modificaciones de estos, así también se establecen dos formas de gobierno: la democracia y la oligarquía».
«Debe decirse más bien que hay democracia cuando es (el pueblo) el que tiene la soberanía, y la oligarquía, cuando la tienen los ricos; pero da la coincidencia de que los primeros constituyen la mayoría y los segundos son pocos, pues libres son muchos, pero ricos pocos».
«El régimen es una democracia cuando los libres y pobres, siendo los más, ejercen la soberanía, y una oligarquía cuando la ejercen los ricos, siendo pocos».
«Además, como generalmente los ricos son pocos y los pobres son más, estas partes de la ciudad aparecen como contrarios, de modo que la preponderancia de una u otra constituyen los regímenes políticos, y éstos parecen ser dos: la democracia y la oligarquía».
«La primera forma de democracia es la que se funda principalmente en la igualdad. Y la ley de tal democracia extiende por igualarse que no sean más en nada los pobres que los ricos, ni dominados unos sobre los otros; sino que ambas clases sean semejantes. Pues si la libertad, como sugieren algunos, se da principalmente en la democracia, y la igualdad también, esto podrá realizarse mejor si todos participan del gobierno por igual y en la mejor medida posible. Y como el pueblo constituye el mayor número y prevalece la decisión del pueblo, este régimen es forzosamente una democracia».
«Las sublevaciones o los cambios se producen de dos maneras: unas veces afectan al régimen y tienen por fin sustituir el establecido por otro; por ejemplo, la democracia por la oligarquía.”
«Las sublevaciones tienen, pues, siempre por causa la desigualdad, y los que se sublevan lo hacen buscando la igualdad.»
«En las oligarquías se subleva la mayoría por creer que son tratados injustamente porque no tienen los mismos derechos, siendo iguales.”
«Pues bien, es evidente que el régimen mejor será forzosamente aquel cuya organización preserva a cualquier ciudadano a actuar bien y a llevar una vida feliz.».
«El régimen mejor no es sino aquel por el cual puede estar mejor gobernada la ciudad, y la ciudad mejor gobernada lo es por el régimen que hace posible la mayor medida de felicidad».
«La ciudad es buena cuando lo son los ciudadanos que participan de su gobierno».
Como se puede constatar, estimados lectores de este siglo XXI, más de tres siglos antes de nuestra era, y mucho más de dos milenios antes de este siglo nuestro de hoy, ya se podía teorizar sobre asuntos políticos diversos basándose en la práctica social acumulada por la humanidad hasta entonces. Aristóteles sacó las conclusiones esenciales atendiendo a los factores sociales predominantes en su tiempo.
Y ya más cercano en el tiempo se puede tratar de responder a esta interrogante de Da Silva Leitão de Almeida Garrett João Baptista (escritor portugués 4-02-1799 – 9-12-1854) “Y yo pregunto a los economistas, y a los moralistas, el número de individuos que es forzoso condenar a la miseria, al trabajo desproporcionado, a la desmovilización, a la orfandad, a la ignorancia crapulosa, a la desgracia invencible, a la penuria absoluta, para producir un rico”.
Hoy se podrá convenir o no con las ideas y las observaciones con este o aquel enfoque propio de las épocas, pero es indudable que allí aparecen analizados los gérmenes de la organización social actual y merecen que estos juicios sean reconocidos como valederos.
Desde entonces hasta hoy la humanidad ha avanzado mucho en su concepción político-social. Por tanto, la praxis y la teoría han enriquecido la experiencia histórica que hemos recibido como legado hasta la fecha. La teoría revolucionaria es hoy más rica y convincente que lo que fuera nunca antes. Hoy, como ha puntualizado Fidel, pensar en el gobierno de una sociedad, en un sistema o régimen político, es concebirlo como el arte y la ciencia de hacer política.
Es innegable que hoy como hace más de 2000 años, se imponen determinadas verdades en América Latina y en el mundo. La soberanía debe estar en posesión del pueblo y no de los oligarcas. El pueblo es la representación de la mayoría (de los más) y su régimen natural es la democracia auténtica, cuya misión debe ser la libertad, igualdad, fraternidad, justicia, solidaridad y felicidad en la mayor medida posible para todos los ciudadanos.
La sociedad regida por principios tan justos es buena porque así son los ciudadanos que participan de su gobierno. Sólo existe un modo de alcanzar tal sistema, o mantenerlo, es impedir que los oligarcas metan sus manos egoístas y criminales en la conducción de los asuntos más sagrados de la política de los países.
Hay que tratar de convertir en realidad el gobierno de los más y que, con el poder en sus manos, se busque y trabaje por la felicidad de todos. A la larga, los pocos, tan poderosos en riquezas, tendrán que conformarse o lamentarse por haber explotado durante tanto tiempo a todos aquellos seres humanos que constituían los más.
Por tanto el verdadero dilema de la política de antes como de hoy sigue siendo entre Democracia verdadera y Oligarquía disfrazada. Todo lo demás es cuento.
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