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Texto dirigido a las esposas de los "Cinco cubanos presos", leído en el acto de Sevilla, el día 4 de abril

Desde la humildad, con una deuda de amor

Fuentes: Cádiz Rebelde

Para dirigirnos a ustedes, señoras, tenemos que hacerlo desde la más absoluta humildad. No podemos hablar de solidaridad sin pedirles permiso. No podemos hablar de lucha sostenida, de resistencia, de sufrimiento personal, de sentimientos de ausencia, sin pedirles permiso. No podemos hablar de entrega y de esfuerzo, de patriotismo y de pueblo sin pedirles permiso. […]

Para dirigirnos a ustedes, señoras, tenemos que hacerlo desde la más absoluta humildad.

No podemos hablar de solidaridad sin pedirles permiso.

No podemos hablar de lucha sostenida, de resistencia, de sufrimiento personal, de sentimientos de ausencia, sin pedirles permiso.

No podemos hablar de entrega y de esfuerzo, de patriotismo y de pueblo sin pedirles permiso.

No podemos hablar de dignidad humana, de socialismo, de igualdad, sin pedirles permiso.

Cada día que pasa crece la deuda de amor que nos obliga ante ustedes, que nos obliga ante sus compañeros.

Son ustedes, Olga Salanueva, Adriana Pérez, Ivette González, esposas de René González y de Gerardo Hernández, e hija de René, familiares también, sin duda -en el más profundo sentido de la palabra- de Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González, la representación genuina de la resistencia de las mujeres de Cuba. Son ustedes la sal de la revolución, su esfuerzo silencioso, su constancia invencible, la perseverancia en el sueño más hermoso de los seres humanos.

Creo que no es posible concebir una situación de dolor y de angustia comparable a la suya, y tampoco una expresión de generosidad y de solidaridad tan grande como la que ustedes, junto a sus compañeros, han tenido con el pueblo de Cuba.

Con el pueblo de Cuba y con todos aquellos que sin ser cubanos compartimos el esfuerzo por un mundo más fraternal, el ideal de la igualdad, el valor de la fraternidad y la felicidad de lo común, del ser humano valorado como ser humano, la creencia en una dignidad más grande, la dignidad colectiva, que hace posible compartir la humanidad, que nos engrandece cuando la compartimos entre todos.

Ustedes están aportando su dolor a un sueño muy hermoso. El sueño de los niños sin hambre, de los jóvenes escolarizados, de los débiles protegidos, de los colores hermanados, de los ancianos respetados.

Por defender esa dignidad ante sus enemigos, por defender a Cuba de ataques terroristas, de violaciones flagrantes del derecho internacional, por infiltrarse en organizaciones y recabar información para evitar la consumación de ataques y proteger de atentados al pueblo cubano, están sus compañeros presos en las cárceles del Imperio. Pocas veces se han visto juicios más condicionados por el odio, más condicionados por el ambiente, más utilizados con el propósito de venganza, más presionados por las organizaciones terroristas que desde Miami se dedican a conspirar para terminar con la independencia de Cuba, con el sistema social de Cuba.

La «justicia» peculiar que se ensañó con René González con Gerardo Hernández, con Ramón Labañino, con Antonio Guerrero y con Fernando González, es la del país que se niega a aceptar la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional y que justifica con ello los delitos de genocidio, de crímenes contra la humanidad, de crímenes de guerra si son realizados por los Estados Unidos.

Es la justicia del país capaz de inventar razones y de crear documentos falsos, presentándolos ante un Consejo de Seguridad nada sobrado de libertad y de dignidad, nada menos que para realizar una guerra de conquista y exterminio en Iraq, para apropiarse del petróleo y de las riquezas de un país, para controlar para siempre su economía y su gobierno. La propaganda de los grandes negocios internacionales de EE.UU son las bombas de fragmentación y los misiles de crucero.

Han estado ustedes en Ginebra, ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, denunciando el trato cruel que soportan sus cinco compañeros y hermanos cubanos en las cárceles de los Estados Unidos, el indebido proceso judicial en el que fueron condenados, y la grave injusticia que supone la privación de libertad y las enormes condenas. Saben ustedes mucho, queridas compañeras, de la mirada desviada, de los horizontes ciegos, de las enormes zonas de sombra de esa Comisión de Derechos Humanos incapaz de ver Falluja, Abu Ghaib, Guantánamo, los campos de prisioneros en Afganistán, en Diego García y en tantos otros lugares del mundo. Saben mucho de las presiones y de los chantajes con los que se negocia la existencia o la invisibilidad, el escándalo mediático o el silencio, sobre las violaciones de los Derechos Humanos. Saben ustedes mucho, como cubanas y como compañeras de los «Cinco cubanos presos en las cárceles del Imperio», de las violaciones que se inventan, las violaciones que se ven y las violaciones que se ocultan en esa Comisión.

Los «5 cubanos presos» son los prisioneros cubanos de EE.UU. en una larga guerra sucia de agresión que se ha venido desarrollando sin tregua durante casi cuarenta y cinco años.

En esa guerra cuyo objetivo es frustrar de una vez por todas la independencia de Cuba, convertir Cuba en una colonia, ha habido intentos de invasión, apoyo a grupos mercenarios, sabotajes a la producción, bloqueo económico, maniobras para evitar la entrada de alimentos y medicamentos a Cuba, asesinatos, intentos repetidos de magnicidio, creación y financiación de grupos armados; creación, financiación y formación de los denominados «grupos disidentes» o «sociedad civil de Cuba».

La guerra contra Cuba tiene códigos escandalosos tan públicos como la ley Helms Burton o el Informe para la Asistencia a una Cuba Libre. Textos públicos, fácilmente descifrables como programas detallados para la recolonización de Cuba, planes articulados en los que la idea de determinar desde los Estados Unidos la estructura económica, social y política de Cuba, y la intención de apropiarse del patrimonio social y económico de todo un pueblo, está expresada con un descaro absoluto. También están detallados los procedimientos: financiación exterior de la llamada «disidencia interna», campañas exteriores de desprestigio de la revolución, y sobre todo bloqueo económico para estrangular al pueblo de Cuba, y amenaza de intervención militar cuando el Imperio lo considere posible.

Códigos escandalosos, formulados por escrito, divulgados públicamente sin recato alguno, de intenciones evidentes, pero invisibles para los grandes medios de comunicación, para Falsimedia.

La agresión a los pueblos, su conquista y saqueo, el empobrecimiento de poblaciones, los procesos de conquista con decenas o centenares de miles de muertos, no conmueve el sentido ético de los medios de comunicación que bloquean su impacto sobre la opinión pública.

En estas últimas semanas de nuevo los EE.UU han realizado grandes esfuerzos para conseguir una condena de Cuba en la Comisión de DD.HH. de la ONU, utilizando para ello no sólo la mentira sino, sobre todo, el peculiar catálogo de derechos humanos que trata de imponer Washington por el mundo. Para ellos existe un sólo derecho humano: la libertad de negocios, la libertad de comercio, que -como proclama con énfasis el documento fundacional del Nuevo Imperio: «La Nueva Estrategia de Seguridad Nacional»-, es un «principio moral», el único mencionado, el único principio moral del gobierno de los Estados Unidos.

Hace unos días se publicaban de nuevo estadísticas terribles sobre la crueldad infinita del capitalismo globalizado. 11 millones de niños mueren anualmente, de hambre y de enfermedades relacionadas directamente con graves carencias que anulan las posibilidades de supervivencia de esa enorme humanidad condenada.

Ninguno de esos niños que ya no pueden llorar de hambre ha muerto en Cuba.

Las estadísticas nos informan que decenas de millones de niños, de corta y cortísima edad trabaja en condiciones inhumanas para sobrevivir. Ninguno de ellos lo hace en Cuba.

Decenas de millones de niños mendigan por las calles del mundo, también en los Estados Unidos. Ninguno de ellos malvive en Cuba.

Hemos venido aquí para solidarizarnos con ustedes y con el pueblo de Cuba, especialmente con las mujeres de Cuba.

Pero también hemos venido a denunciar, hasta donde puedan llegar nuestros gritos, las dobles morales en las que se encubre la codicia y el poder de los gobiernos, las ambiciones de las oligarquías económicas que manejan al mundo y sus gentes con criterios de beneficio empresarial, pero también la cobardía de tantos intelectuales que negocian sus talentos en un mercado en el que se pagan bien los ataques a Cuba.

En primer lugar la doble moral de la Unión Europea incapaz de desarrollar un discurso humano sobre los derechos de la gente que sustente el derecho a la vida, a la salud, a la educación, a la alimentación, a la seguridad económica, a la participación política efectiva. Y de juzgar con ese catálogo de derechos a Cuba. Una Unión Europea que es capaz de privilegiar sus peores tradiciones colonialistas, y de sepultar las luchas históricas de sus pueblos por la igualdad y la libertad. Una Unión Europea que es capaz de plantear como solución en Iraq, la victoria estratégica, política y económica de los Estados Unidos como un final humanitario de la guerra, como una solución para el desastre. Y que es incapaz de apoyar la lucha por la soberanía de Cuba, y, por ende, la lucha por la soberanía de América Latina.

Queremos denunciar también la enorme hipocresía de nuestro gobierno cuyo presidente rinde pleitesía a Bush recibiendo al «disidente» Raúl Rivero, diseñado como campeón de la libertad por la ley Helms Burton y por el «Informe para la Asistencia a una Cuba Libre»; y no es capaz de solidarizarse con estas mujeres cubanas, víctimas como sus compañeros, encarceladas también junto a sus compañeros, encadenadas en el mismo sistema carcelario de Guantánamo y de Abu Ghraib.

Desde aquí, desde Andalucía, en nombre de la patria común que es la Humanidad, exigimos la libertad de nuestros compañeros, de los «5 cubanos presos». Exigimos la libertad inmediata de René González, Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero y Fernando González.

Señoras, en nombre del movimiento andaluz de solidaridad con Cuba, en nombre de tanta gente de bien que rechaza la política imperialista de los Estados Unidos, les testimoniamos nuestra admiración, les ofrecemos nuestra solidaridad y les expresamos nuestro más profundo respeto.