«Follar cada cuatro años no es vida sexual, votar cada cuatro años no es vida electoral». Movimiento 15M. Con esta cita de los editores finaliza el libro de Raul Zelik (excelente conocedor del euskera, una gran promesa literaria en Alemania y autor de El amigo armado y Situaciones berlinesas). Una cita que yo comparto y […]
«Follar cada cuatro años no es vida sexual, votar cada cuatro años no es vida electoral». Movimiento 15M. Con esta cita de los editores finaliza el libro de Raul Zelik (excelente conocedor del euskera, una gran promesa literaria en Alemania y autor de El amigo armado y Situaciones berlinesas). Una cita que yo comparto y que, con toda seguridad, también comparte el autor, crítico por lo demás con Podemos y también con algunas aristas del 15M, aunque, ciertamente, aquí en España, y sobre todo en Cataluña, nuestra vida electoral es mucho más activa. Votamos cada año, a veces cada seis meses. Nada extraordinario pero sí algo más que esa paupérrima vida electoral-democrática justamente criticada por el 15M.
La perspectiva político-cultural independentista desde la que el autor ha escrito este nuevo libro sobre la posibilidad de ruptura en nuestro país está presente ya en el subtítulo -Perspectivas de cambio no en España, sino en el Estado español-y en las primeras líneas de la introducción: «Cuando, a principios de 2015, Syriza ganó la elecciones en Grecia y se perfiló la posibilidad de un cambio político procedente del sur de Europa, las miradas se dirigieron rápidamente al Estado español, donde el movimiento ciudadano Podemos, fundado tan solo unos meses antes, al mismo tiempo experimentaba un ascenso exorbitante debido al 25% del desempleo y a los cientos de miles de desahucios». «Grecia», palabra elegida para hablar de Grecia, y la expresión «Estado español» (también en la mayor parte de las ocasiones) para hablar de España (palabra prohibida o asociada a lo peor de lo peor; de hecho, la designación es peor a veces y se habla de Madrid, de la ciudad resistente, de la ciudad antifascista, como sinónimo de España=Estado español). Pero como es obvio, en el punto señalado, las miradas se dirigieron a España, no al Estado español, donde no existe hasta el momento ningún movimiento ciudadano crítico destacado. Por lo demás, no es tan evidente que las causas que expliquen el éxito de Podemos puedan resumirse en el porcentaje del paro estructural español ni en los desahucios realizados. Pero no es éste el punto.
La posición política del autor es clara y queda más que patente y resumida en los compases finales del ensayo: «Los procesos de reconfiguración política en el Estado español [¡de nuevo Estado español!] representan una gran esperanza, pues demuestran que el malestar con la política representativa elitista no tiene por qué llevar al racismo ni al populismo de derechas. Posiblemente en la península ibérica [para evitar hablar de España en esta ocasión, no se piensa en Portugal y se olvidan territorios isleños] no se percibirá tan dramáticamente, pero que se puede parar el giro a la derecha racista y neoliberal en Europa depende en gran medida de si la resistencia en el Estado español [¡otra vez con el dichoso Estado!] es capaz de indicar alternativas». La perspectiva de este libro, añade el autor con claridad meridiana y deseable tras este optimismo un pelín exagerado sobre el papel de España, «ha sido la de un observador externo y a veces muy crítico. Podemos, el municipalismo, los movimientos independentistas y las confluencias municipalistas representan una gran esperanza de cambio para toda Europa. Dan testimonio de una enorme creatividad política, de vitalidad democrática y de valor. Sus vecinos europeos deberíamos estarles agradecidos» (p. 182). Dejando aparte el injusto olvido de Izquierda Unida, no parece evidente juntar en el mismo saco granos de mijo, supuestamente rebeldes en algún caso, tan pero que tan diferentes.
Hay en Continuidad o ruptura magníficos análisis, el desarrollado (con algunos errores en mi opinión) en la Introducción por ejemplo, e interesantes ideas. Sin ocultar, pues, las aportaciones positivas, acaso convenga aquí manifestar algunas sorpresas en las reflexiones y conjeturas apuntadas y sostenidas por Zelik. Lamento no tener más espacio para desarrollar este punto. Diez observaciones, no más.
1. «… que el Referéndum, que hoy reclama la izquierda española, debió haberse celebrado el 9 de noviembre de 2014, pero fue prohibido por el Estado, y que la izquierda federal no hizo nada para respaldar ls iniciativas ciudadanas que, finalmente, convocaron el Referéndum como una «consulta» organizada por ellas mismas» (p. 9).
Este es uno de los relatos-ficción asociados a la CUP y a otras fuerzas. Pero, como es obvio, la prohibición, si se le puede llamar así (la consulta se hizo con toda tranquilidad), no fue propiamente hablando del Estado. La izquierda federal catalana y española no sólo hizo mucho (en contra de la opinión de muchos de sus activistas) sino que, además, participó bastante masivamente en Cataluña votando incluso a favor de un Estado propio, no apoyando una opción federal. Hablar de iniciativas ciudadanas en algo que contó, como es sabido, con el apoyo del gobierno en pleno y de las estructuras políticas de la Generalitat, para mayor gloria del hijo político del ex molt honorable (del que por cierto poco se dice en el ensayo), es una forma de hablar bastante inexacta.
2. «… el autoritarismo sin ambages con respecto a las exigencias democráticas de otras naciones del Estado, autoritarismo que se implantó en la lucha contra ETA y que ha seguido desarrollándose tras el fin de la violencia política… » (p. 30).
Que algunos gobiernos usaron no sólo el autoritarismo sino la peor de las guerras sucias y criminales contra ETA es absolutamente denunciable, pero lo son también muchas de las actuaciones criminales de ETA (empezando por el asesinato de Yoyes). No es evidente, por lo demás, que ese autoritarismo se empleara siempre respecto a las exigencias democráticas de otras naciones (más bien, de fuerzas nacionalistas de otras naciones, que no son toda la nación).
3. Lo señalado sobre 1714 en la página 14 desconoce, a estas alturas, que una parte de la población catalana era borbónica y no parece de recibo, sin ningún comentario crítico o alguna justificación adecuada, que Zelik escriba: «desembocó en 1714 en el asedio militar y la conquista de Barcelona por las tropas borbónicas, acontecimiento que hoy es interpretado por el catalanismo como el inicio de la ocupación española», presentando los relatos del catalanismo como si fueran narraciones de infabilidad papal.
4. En 1923, señala Zelik, el terrorismo estatal, español por supuesto, «pasa a ser la forma de gobierno. El general Primo de Rivera da un golpe de Estado y, en el transcurso de los siete años siguientes, intenta implantar un Estado corporativista según el modelo del fascismo italiano, pero que la mismo tiempo salvaguarde el poder de las élites feudales tradicionales» (p. 17). ¿Y dónde están, dónde se dejan las indicaciones sobre el apoyo entusiasta de la burguesía catalana, tan catalanista, empezando por don Francesc Cambó, al golpe primoriverista?
5. «El 14 de abril de 1931 se proclama la República… curiosamente no en Madrid, la capital, sino en Éibar, una ciudad obrera vasca,y en la catalana Barcelona» (p. 17). ¿Y? ¿Qué hay que entender aquí por este nuevo menosprecio a la ciudad de Madrid? ¿Que solo en el País Vasco y Cataluña había movimientos republicanos? ¿Que Madrid siempre se queda rezagada en las luchas democrático-republicanas? ¿Es eso?
6. Hay una errata en esta página. Se habla de febrero de 1934, debería haberse hablad de febrero de 1936. Ninguna importancia.
7. En 2001, señala el autor en la página 20, el PNV forma con Ezer Batua (EB), «la agrupación regional de Izquierda Unida, una coalición contra los partidos unionistas españoles PP y PSOE» (p. 20). EB no era la agrupación «regional» de IU y, desde luego, no formó coalición con el PNV en las elecciones autonómicas (aunque formó parte del gobierno algunos años, otro de sus errores mayúsculos). En todo caso, no combatió contra los partidos unionistas (porque no son tales). El término está escogido, consciente o inconscientemente, con toda la mala intención política posible.
8. El verdadero drama de la transición es que fue activamente respaldada por el PCE, señala el autor. Y esgrime razones interesantes. Pero acaso olvida, en su comentario, la correlación de fuerzas y el inmenso poder del fascismo y de los aparados de Estado en aquellos momentos en España. La lucha de clases no se desarrollaba precisamente en un manual de sociología histórica y entre académicos en cómoda disputa intelectual.
9. El PSOE, afirma el autor (p. 33), se ha aliado con la derecha española, mientras que CDC, de la derecha liberal, aprobó conjuntamente con la izquierda la ley contra los desahucios y la pobreza energética, y se comprometió con la introducción de una renta garantizada. El desconocimiento de las prácticas reales de CDC, la vanguardia del neoliberalismo extremo en Cataluña y en resto de España, es manifiesto. Los ataques del primer gobierno cDC, con el apoyo del PP, al PIRMI y a los sectores más desfavorecidos y vulnerables de la sociedad catalana debería pasar a la historia universal de la infamia.
10. Su proximidad el gobierno bolivariano y su admiración por el vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, señala Zetik, en la página 103, «explican quizá por qué toda su estrategia está encaminada a la conquista del Gobierno. A semejanza de la mayoría de las izquierdas sudamericanas, Errejón equipara el control del aparato gubernamental con el proceso de transformación social». Aparte del uso de la expresión sudamericanas, es obvio que Iñigo Errejón es mucho más listo que eso y que, en todo caso, es imposible que alguien de la altura poliética de Álvaro García Linera, además de la mayoría de las izquierdas latinoamericanas, piensen una tontería de estas dimensiones.
No suenan mil campanas en mi corazón, pero sí que hay centenares de ejemplos en este libro que contiene excelentes ideas pero que lo mira y analiza todo o casi todo con una perspectiva independentista secesionista, pensada, muy erróneamente en mi opinión, como posición emancipadora de los pueblos.
Raul Zelik, Continuidad o ruptura. Perspectivas de cambio en el Estado español. Madrid, Capitan Swing, 2016 (traducción de María Dolores Ábalos).
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