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Desenmascarando a Eduard Punset

Fuentes: Cazadebunkers

A Eduard Punset se le ve mucho por televisión últimamente. Este abogado, profesor, filósofo y escritor ya tenía su programa, Redes, que se emitía una vez por semana en La 2 de TVE, pero arrasa entre la franja mayoritariamente joven de los telespectadores de nuestro país gracias a sus apariciones mensuales en el espacio de […]

A Eduard Punset se le ve mucho por televisión últimamente. Este abogado, profesor, filósofo y escritor ya tenía su programa, Redes, que se emitía una vez por semana en La 2 de TVE, pero arrasa entre la franja mayoritariamente joven de los telespectadores de nuestro país gracias a sus apariciones mensuales en el espacio de humor de Andreu Buenafuente en La Sexta. [En el momento de publicar esta entrada, afortunadamente el programa de Andreu ha dejado de emitirse.] Además, sus últimos libros son todo un éxito de ventas, llevándose su trilogía «Viaje a las emociones» el primer puesto entre sus obras más conocidas y leídas.

Punset mantiene encandilada a su audiencia -el ciudadano medio, perteneciente a la clase media y de mediana edad- utilizando, además de una personal mezcla de científico loco y viejecito afable, todas sus teorías sobre cómo conseguir la felicidad en un mundo cada vez más tecnológico y aséptico, donde el concepto material cobra cada vez más importancia, pero la sociedad se olvida de lo realmente importante: ser felices, o al menos tratar de serlo.

Muchísima gente lo considera un ejemplo a seguir, el científico o profesor que todos quisimos tener, el abuelo filosófico que razona todos nuestros problemas, e incluso el político ideal, fiel a sus principios y coherente con sus ideales. Yo desde aquí no voy a atreverme a contradecir a la audiencia televisiva de este país, ni mucho menos a nuestra masa de lectores consumidores de vacuos ensayos de cocina rápida o revistas comerciales llenas de anécdotas científicas. Pero sí voy a dar algunos datos que pueden ser de interés.

Eduard Punset comenzó su relación con los Estados Unidos muy pronto. Cursó su bachillerato en un instituto de Hollywood, antes de volver a España para estudiar Derecho en Madrid, lo que no le quitó tiempo para ser en esta época militante del Partido Comunista de España en la clandestinidad. Pero se ve que la moda de ser un rebelde progre pesó poco a la hora de encaminar su futuro académico, y se fue a completar su formación como economista a la Universidad de Londres y, posteriormente, a la École Pratique des Hautes Études en París. Hay que decir que esta universidad estaba por entonces financiada por la norteamericana Fundación Ford, es decir, un rescoldo superviviente del conocido Plan Marshall. Esta fundación nació como una ONG, aunque infinidad de veces ha sido vinculada con acciones directas del Gobierno de los Estados Unidos, e incluso con la CIA. No hace falta decir que una universidad financiada con los fondos de una organización como esta no puede inculcar en su alumnado unos valores de corte progresista. Pues bien, en esa institución se formó el Punset economista, que sacó buenos réditos de su paso académico por la Gran Bretaña cuando consiguió que la BBC lo fichase como redactor en su sección de economía. Poco más adelante entró en nómina del diario financiero y político británico The Economist, concentrándose en su sección para América Latina. Este diario, que nunca firma ninguno de sus informes o artículos, pertenece al influyente The Economist Group, y posee un par de ediciones (Roll Call y European Voice) expresamente editadas y redactadas con el ideario neoliberal que deben leer -y seguir- los políticos de Washington y Bruselas, además de un potente departamento de estrategia geopolítica que asesora a inversores privados para invertir en países tercermundistas de África, América y Asia, siempre en base a los análisis y especulaciones de The Economist, esas que nunca son firmadas por sus autores. Pues bien, Eduard Punset fue redactor economista de este diario entre 1967 y 1969.

Su trabajo y su papel en el FMI

Está claro que su época de redactor en The Economist fue una simple puerta de entrada a las altas esferas del mundo financiero internacional. Y de esta manera, Punset dejó su trabajo en el diario británico para mudarse a Estados Unidos a trabajar en el Fondo Monetario Internacional. Esta organización le daría trabajo durante cuatro años (1969-1973), gran parte de los cuales los pasó destinado en Haití. Este pobrísimo país antillano en 1970, aunque parezca mentira y a pesar de todos sus problemas, todavía era autosuficiente en materia alimentaria. Pero eso era algo que no le convenía al vecino norteamericano, y Washington mandó al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y al FMI, con altos funcionarios como Eduard Punset, ponerse manos a la obra para cambiar la situación.

Mientras Punset compartía mesa y mantel con el dictador y genocida «Bébé» Doc en sus palacios, negociaban la forma de que Haití adoptase medidas tales como eliminar la subvención estatal a la producción de arroz haitiano, y bajar un 66% el arancel impuesto a la importación de arroz extranjero. Instantáneamente el arroz estadounidense-que sí estaba subvencionado por Washington- abarrotó el mercado de Haití, dejando a los campesinos del país sin una de sus escasas fuentes de ingresos, y desbaratando la producción alimentaria del país volviéndola dependiente del comercio exterior. A raíz de esto comenzaron las migraciones masivas de campesinos durante los años setenta hacia la capital, Port-au-Prince, con la consiguiente creación de ghettos y barrios de chabolas, y el que ahora Haití se haya convertido en una cloaca de productos agrícolas, avícolas y piscícolas norteamericanos de baja calidad fue causado por medidas como aquella, y todas las que le siguieron, como la de la eliminación -a instancia del FMI- del casi millón y medio de cabezas del resistente cerdo autóctono para luego comprar y mantener una raza de cerdo estadounidense, delicada y necesitada de exigentes cuidados alimentarios y veterinarios. Pero eso ya es otra historia…

Un hábil político «a la española»

Con la muerte de Franco, Punset vio la oportunidad de introducirse en el mundo de la política sin tener que ensuciarse las manos con la Dictadura, y su estrategia para el ascenso y su gran gestión del tempo político se pone de manifiesto en cada uno de sus cargos, siempre dentro de partidos de la derecha liberal española. Se une inicialmente a la formación Centristes de Catalunya-UCD y ya en 1978 es elegido conseller de Economía y Finanzas de la Generalitat de Catalunya, en 1980 es diputado en el Parlament de Catalunya, y en ese mismo año pasa a ser Ministro de Relaciones para las Comunidades Europeas, cargo que ocupa hasta el año siguiente, 1981. Es en ese año cuando abandona la UCD para unirse a CiU y presentarse como nº 2 de ese partido a las Elecciones Generales de 1982, consiguiendo un acta de diputado en el Parlamento. Lo deja un año después. Es ya 1985, y de la mano de Adolfo Suárez se integra en el CDS, donde consigue ser elegido eurodiputado en el Parlamento Europeo en las Elecciones Europeas de 1987 y de 1989. Abandona el CDS en 1991 para crear su propio partido, Foro, pero completa su período de europarlamentario quedándose con su escaño -y su sueldo- como eurodiputado independiente hasta 1994, cuando se vuelve a presentar esta vez como cabeza de lista de Foro.

Etapa de intervención en Europa del Este

Economista, neoliberal y europarlamentario, Eduard Punset tenía todas las características para colaborar en el desmantelamiento de las infraestructuras socialistas de los países de Europa del Este tras la caída del Muro de Berlín. Y así fue, como presidente de la delegación del Parlamento Europeo en Polonia, su «sede» estuvo en Varsovia, pero su influencia alcanzó a todos. Esos países satélites de la Unión Soviética se vieron sometidos a una violenta penetración de agentes, políticos y asesores neoliberales ávidos de capitalizar aquellos grandes mercados. De la noche a la mañana, Punset y sus colaboradores desguazaron a lo bruto todo lo que sonara a «social»: sistema de educación pública, sistema sanitario universal, compañías estatales de ferrocarriles, de telefonía, las compañías eléctricas, las subvenciones alimentarias, subsidios a los combustibles y a la energía doméstica y un sinfín más. Gracias a «asesores» como Punset todo pasó de ser un servicio social a un mercado capitalista. Además de la cifra todavía no exacta de personas muertas que dejaron de recibir asistencia sanitaria -que nunca fue óptima, pero diez veces mejor de lo que hay ahora- y muchos otros servicios básicos y gratuitos, un elevado índice de mortalidad infantil, el descenso repentino de la esperanza y la calidad de vida, la potenciación de una ya creciente corrupción y el nacimiento del reino de las mafias, Polonia y los países vecinos le deben a Eduard Punset, al FMI, al Banco Mundial y a la Iglesia Católica la terrible desigualdad social existente hoy entre sus ciudadanos, la bajísima tasa de productividad de su sector primario (ahora fuente de empleo precario para el 15% de su población activa) o la deuda externa adquirida luego de «sanear» empresas estatales para venderlas al mejor postor, y crear las condiciones para que el país fuese rentable al FMI. Diez años después del «trabajo» de Punset, en el año 2000 Polonia tenía una deuda externa estimada en 44.000 millones de dólares. En 2009 la deuda externa ascendía a más de 243.000 millones de dólares, y sigue subiendo. Misión cumplida.

«Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga»

Últimamente Punset es aguerrido valedor de aquellos que claman contra los sueldos vitalicios de la clase política, sus privilegios y su gusto por el poder y la poltrona. Él difunde continuamente el valor de la ética y la moral en todos los aspectos de la vida como método para ser felices. Pues bien, habría que destacar que Eduard Punset, cuando abandona el CDS en 1991 siendo eurodiputado por dicho partido, pasa totalmente de la ética y de la moral, conservando su escaño -y su sueldo- de eurodiputado como independiente hasta las elecciones europeas de 1994. Eso sí, a estas nuevas elecciones se presenta con su pantomima «Foro», integrado en CDS -con la incongruencia de que ese partido no le servía para él, pero sí para su propia formación-, aunque el resultado es desastroso y se queda sin poltrona, y sin sueldo. Como ese «partidito» sólo era una patraña creada para poder seguir al frente de su acta de eurodiputado, lo disuelve en 1995 y se retira de la política.

Sorpresas que da la vida (empresarial)

Un tipo con el currículum de Eduard Punset tiene que tener espacio en las grandes corporaciones. Así es de tal manera que tuvo un sueldo como asesor de la Fundación COTEC, organización creada en torno a la Corona de España, que aglutina a su alrededor a una Torre de Babel de los mundos aristrocrático, político y empresarial, tanto nacional como extranjero. Empresas como el banco BBVA, Telefónica, Vodafone, Repsol, Endesa, IBM, Iberdrola, ACS, Fundación Focus-Abengoa (con la cual Punset colabora a menudo) y muchas otras «cortan el bacalao» en dicha organización. También fue profesor consejero de la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE), centro académico privado de élite cuyo patronato está regido por la Compañía de Jesús, no en vano este centro es filial de la cristiana y católica Universidad Ramón Llull, de donde salieron y salen los grandes empresarios que han hecho de este país uno de los más punteros en Europa en temas como eficiencia y sostenibilidad del modelo productivo. Eduard Punset también ha sido Presidente del Instituto Tecnológico Bull, multinacional que se dedica al negocio de las nuevas tecnologías en sectores tan dispares como defensa, sanidad, transportes o energía. Otro de sus empleos fue como profesor de Innovación y Tecnología en el antiguo Instituto de Empresa (hoy denominado IE Business School) que pertenece a la IE University, universidad privada perteneciente a su vez a la Institución Internacional S.E.K.. Dicho Instituto de Empresa fue -por algo- declarado el mejor del mundo por el diario Wall Street Journal, el mismo cuya propietaria, News Corp. de Rupert Murdoch tiene como miembro de su Consejo de Administración a José María Aznar. También Punset fue presidente de la hidroeléctrica catalana Enher, desempeñó varios cargos financieros en el Banco Hispanoamericano y fue coordinador del Plan Estratégico para la Sociedad de la Información en Cataluña, trabajando hoy en día como profesor de Ciencia, Tecnología y Sociedad en la Facultad de Economía del Instituto Químico de Sarriá (perteneciente también a la anteriormente mencionada Universidad Ramón Llull), es director y presentador del programa de divulgación científica Redes, director de la revista «Redes para la Ciencia», presidente de la productora audiovisual Smartplanet y miembro de los Consejos de Administración de Sol Meliá y Telvent.

¿Qué es Telvent?

Telecom Ventures (Telvent) es una filial de la corporación española Abengoa, y es la cabecera de los negocios de esta multinacional en tecnologías de la información, estando especializada en productos, servicios y soluciones integradas destinados a los sectores de la energía, el transporte, el medio ambiente y las administraciones públicas. Telvent, que cotiza en el NASDAQ, facturó 177 millones de euros en el primer trimestre de 2009.

Esta multinacional para la que trabaja Eduard Punset se vio involucrada en un desastroso accidente mientras disfrutaba del expolio de los recursos de Venezuela a comienzos de los años noventa, en lo que se denominó como Tragedia de Las Tejerías. La Compañía Anónima Nacional Teléfonos de Venezuela (CANTV), la principal empresa nacional de telecomunicaciones venezolana, había sido privatizada en 1991 por el gobierno neoliberal de Carlos Andrés Pérez, y sus nuevos propietarios -AT&T y Telefónica- contrataron a Abengoa para dotar las atrasadas infraestructuras de CANTV de una moderna red de fibra óptica. La ruta más «económica» que Telefónica y AT&T decidieron para el tendido de dicha línea era una que circulaba paralela a la Autopista Regional del Centro, que por razones geológicas era nudo de comunicaciones de otros ductos de agua, electricidad y gas, propiedad este último de Corpoven, filial de la por entonces también empresa privada Petróleos de Venezuela S.A. Al mismo tiempo en que se iban a realizar los trabajos de perforación de Abengoa, otra empresa privada llamada Proteca (filial contratista del Ministerio de Transporte y Comunicaciones) estaba trabajando en las inmediaciones, provocando enormes retenciones de tráfico en ese tramo de la Autopista, a tan sólo 60 km del centro de Caracas. La coordinación e información entre todas estas empresas falló estrepitosamente, y en la mañana del martes 28 de septiembre de 1993, a las 07:30 de la mañana, una excavadora de Abengoa perforó accidentalmente un tramo del gasoducto de Corpoven, provocando una terrible explosión en cadena, seguido de un incendio con llamas de más de 50 metros de altura que duró casi todo el día, y envolvió la autopista causando la muerte de 42 personas. Todavía hoy, la única indemnizada ha sido PDVSA, a la que Abengoa tuvo que pagar 14 millones de euros.

Abengoa y la Guerra del Agua en Bolivia

Pero no todo se queda en eso. Abengoa tuvo un papel más protagonista todavía en la tristemente famosa «Guerra del Agua» que se desató en Cochabamba (Bolivia) en el año 2000. Muchos de los créditos que los gobiernos bolivianos de los años noventa solicitaron al FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo iban sujetos a cláusulas como la que exigía la privatización obligatoria de la empresa municipal de suministro de agua (extracción, conducción, almacenamiento y comercialización) de la ciudad de Cochabamba, la tercera más poblada del país andino. La empresa a la que se le adjudicó este servicio público fue «Aguas del Tunari» (por entonces los socios mayoritarios eran con el 55% la estadounidense Bechtel & Edison, y con el 25% Abengoa). La táctica del FMI para Cochabamba dispuso que aquellos contratos de privatización del agua irían acompañados de condiciones como que, una vez privatizado dicho servicio, las nuevas tarifas deberían subir inmediatamente para todos los usuarios un 35% -los más desfavorecidos pagaron incluso un 45% más- y fueron ajustadas al curso del dólar estadounidense, además de dirigir el coste de nuevas instalaciones a los usuarios y otras medidas similares. Entre semejante subida de precio y su pago en dólares, se hizo evidente un enorme y repentino descenso del poder adquisitivo de la mayoría de la población de Cochabamba, endémicamente situada bajo el umbral de la pobreza. Al mismo tiempo, el gobierno de la ciudad puso en marcha una nueva ordenanza municipal según la cual quedaba expresamente prohibida, bajo pena de sanción económica, la recogida de agua natural de la lluvia, ni su obtención por cualquier otra forma de cooperativización del recurso natural, como venían haciendo los bolivianos ya desde tiempos de la civilización Inca, y que permitían el acceso al agua de forma equitativa a todos los ciudadanos.

Bajo estas condiciones de opresión neocolonial extrema, el conflicto no tardó en estallar: ante la insostenible situación social, las protestas y las huelgas, el ex-dictador y por entonces presidente de Bolivia Hugo Bánzer ordenó el Estado de Sitio en Cochabamba y envió a la policía a reprimir a la población. Tras terribles disturbios, con un saldo de al menos un muerto, casi doscientos heridos y el colapso de la ciudad, el gobierno se vio obligado a rescindir el contrato adjudicado a «Aguas del Tunari». Un año después, en 2001, la corporación Bechtel, como socio mayoritario de «Aguas del Tunari», y conjuntamente con Abengoa, demandó al gobierno boliviano por incumplimiento del contrato y reclamando una indemnización de 25 millones de dólares. En 2006 Bechtel retiró su demanda por inconsistente, pero adivinad ¿quién sigue reclamando los 25 millones de dólares? Por supuesto, Abengoa y Eduard Punset. Se estima que Abengoa invirtió unos 375.000 dólares en «Aguas del Tunari», pero reclama 25 millones de dólares en daños y perjuicios a un país que tiene una deuda externa cifrada en casi 5.000 millones de dólares. Deberíamos saber que, para el Gobierno de Evo Morales, esos 25 millones de dólares suponen el sueldo anual de 3.000 doctores rurales graduados en La Habana, o el salario por un año de 12.000 maestros de escuela pública. Pero eso no le interesa a las empresas para las cuales Eduard Punset trabaja orgullosamente como consejero delegado.

Seamos felices

Es la máxima absoluta y final de las parrafadas de Punset: tratemos de ser felices. Todo su pensamiento y filosofía se quedan en eso. No estaría mal si todo a nuestro alrededor fuese de color de rosa. Escuchándole, parece que nos quejamos por nada. Y quizá sea cierto si nos comparamos con todos aquellos a los que este señor ha jodido -y jode- por todo el mundo. Porque, seamos sinceros, Eduard Punset tiene su porción de responsabilidad sobre todos esos muertos que lo fueron a causa de las hambrunas evitables en Haití desde los años ´70 hasta hoy en día, igual que tiene una buena parte de culpa en todas las penurias y miserias que sobrevinieron a los países del Este de Europa con su gran trabajo de implantación salvaje de su neoliberalismo más atroz, o la que se le puede atribuir de su actual desempeño en multinacionales que estrangulan a las naciones pobres y bloquean sin escrúpulos toda posibilidad de desarrollo. Pero todo esto no sería tan repulsivamente asqueroso si Punset fuese un Madoff, un Bush o un Aznar cualquiera: lo peor de todo es que, a ojos de don Pueblo, este señor sigue dibujándose como un ancianito venerable, filósofo, filántropo y adorable. Podemos seguir adorándolo cada vez que se ponga a decir sandeces por televisión, podemos ser felices, podemos ser hipócritas… pero nunca llegaremos al nivel de Eduard Punset

[P.D.: Por cierto, me acabo de enterar de que Abengoa fue una de las empresas extranjeras que más se benefició de los contratos con el gobierno de Gadafi, en Libia. Me gustaría buscar alguna entrevista de Punset hablando mal de él, o alguna de las entradas de su blog donde sataniza a este tipo de líderes políticos. Seguro que la encuentro.]

[P.P.D.: La encontré. Dice Punset: «Lo ocurrido en Libia es un vestigio de otra época y por eso ha herido la sensibilidad del pueblo llano; aquello no tiene nada que ver con el mundo de ahora, es el simple y triste reflejo de vestigios del pasado, del empeño con el que los que tenían algo defendían lo que consideraban suyo frente a los que no tenían nada.» Aquí os dejo el enlace esta entrada de su blog, titulada Tanto monta, monta tanto, la empatía como la sed.

Fuente original: http://ideasteluricas.blogspot.com/2011/06/desenmascarando-eduard-punset.html