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Deslinde estratégico mariateguista

Fuentes: Rebelión

Dentro del esfuerzo que hacía la Cátedra «José Carlos Mariátegui», impulsada por los compañeros del «Movimiento todas las voces» para dar a conocer la obra política del padre del Socialismo Peruano, a través de sus propios documentos (algo así como «Mariátegui por Mariátegui mismo«), tocó el análisis del «Punto de vista antiimperialista«, texto que por […]


Dentro del esfuerzo que hacía la Cátedra «José Carlos Mariátegui», impulsada por los compañeros del «Movimiento todas las voces» para dar a conocer la obra política del padre del Socialismo Peruano, a través de sus propios documentos (algo así como «Mariátegui por Mariátegui mismo«), tocó el análisis del «Punto de vista antiimperialista«, texto que por su contenido y por las circunstancias en que se presentó y debatió (la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires, del 1º al 12 de Junio, de 1929), constituye uno de los documentos fundamentales del Partido Socialista del Perú.

UBICACIÓN HISTÓRICA DEL «PUNTO DE VISTA ANTIMPERIALISTA«

No existe registro auditivo de este debate, pero tanto del propio texto de Mariátegui, como del escasamente conocido informe del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista sobre el evento (publicado bajo el título de «El movimiento revolucionario latinoamericano«, por la Revista «La correspondencia sudamericana«), como, en parte, de los «Apuntes para una interpretación marxista de historia social del Perú«, de Ricardo Martínez La Torre; aparece un ardoroso combate teórico en defensa de la especificidad de la estrategia revolucionaria de la Revolución proletaria en el Perú, y en otros países de Sud América, que tiene para el movimiento socialista peruano tanta importancia como el conocido debate del XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, de Febrero de 1956.

Acudieron al evento, en Buenos Aires, 15 Partidos comunistas y obreros de América Latina, y en representación del Partido Socialista del Perú, los camaradas Saco (Hugo Pesce Pisciotta) y Zamora (Julio Portocarrero). Acudieron también, por el Comité Ejecutivo de la Internacional, Luis (Jules Humbert-Droz) y por el Secretariado Sudamericano de la Internacional, Vittorio Codovilla y Eugenio Gómez.

El «Proyecto de Tesis sobre el movimiento revolucionario de América Latina«, preparado por el Secretariado de la Comisión Ejecutiva de la Internacional Comunista para América Latina (había sido preparado en realidad por la Comisión Latinoamericana del VI Congreso de la Internacional Comunista, como primer documento de la Internacional sobre las perspectivas de la revolución en América Latina y las tareas de nuestros Partidos y del proletariado revolucionario).

Al respecto, recordaba Vittorio Codovilla, décadas después, «Al reconocer que los principales enemigos de los pueblos eran el imperialismo norteamericano e inglés y las oligarquías terratenientes, la conferencia se dotaba de los medios para definir correctamente el carácter de la revolución en América Latina, revolución antiimperialista, agraria y democrática burguesa. Por consiguiente el golpe principal debía asestarse a los terratenientes mediante la aplicación de una reforma agraria radical, y contra la dominación imperialista mediante la expropiación y la nacionalización de la empresas pertenecientes a los monopolios» (Vittorio Codovilla. «La penetración del marxismo-leninismo en América Latina»).

El 4 de Junio de 1929, en la Octava Sesión de la Conferencia, que continuaba el debate sobre el Informe del camarada Luis (Jules Humbert-Droz sobre el tema «La lucha antiimperialista y los problemas de táctica de los Partidos Comunistas de la América Latina«, Zamora (Julio Portocarrero), interviene y da lectura al «Punto de vista antiimperialista«.

El documento inicia preguntándose «¿hasta que punto puede asimilarse la situación de las repúblicas latinoamericanas a la de los países semi-coloniales?» (y esta pregunta retomaba el debate donde lo dejara la intervención de Ricardo Paredes Romero, en el VI Congreso de la Internacional Comunista), y a renglón seguido, precisa las características de las burguesías nacionales de Sud América:

…»ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional«, «no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia«, «no echa de menos un grado más amplio y cierto de autonomía nacional«, «no se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes«, «desprecian lo popular, lo nacional. Se sienten, ante todo, blancos«, y añade «El pequeño burgués mestizo imita este ejemplo«, y reitera «Mientras la política imperialista logre «manéger» los sentimientos y formalidades de la soberanía nacional de estos Estados, mientras no se vea obligada a recurrir a la intervención armada y a la ocupación militar, contará absolutamente con la colaboración de las burguesías. Aunque enfeudados a la economía imperialista, estos países, o más bien sus burguesías, se considerarán tan dueños de sus destinos como Rumania, Bulgaria, Polonia y demás países «dependientes» de Europa» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«)

Asimismo, señala que en nuestros países :

…»donde la pequeña burguesía, por sus arraigados prejuicios de decencia, se resiste a la proletarización; donde ésta misma, por la miseria de los salarios no tiene fuerza económica para transformarla en parte en clase obrera; donde imperan la empleomanía, el recurso al pequeño puesto del Estado, la caza del sueldo y del puesto «decente»; el establecimiento de grandes empresas que, aunque explotan enormemente a sus empleados nacionales, representan siempre para esta clase un trabajo mejor remunerado, es recibido y considerado favorablemente por la gente de clase media«, que aquí «La empresa yanqui representa mejor sueldo, posibilidad de ascensión, emancipación de la empleomanía del Estado, donde no hay porvenir sino para los especuladores. Este hecho actúa, con una fuerza decisiva, sobre la conciencia del pequeño burgués, en busca o en goce de un puesto«, pues «En estos países,«…»la situación de las clases medias no es la constatada en los países donde estas clases han pasado un período de libre concurrencia, de crecimiento capitalista propicio a la iniciativa y al éxito individuales, a la opresión de los grandes monopolios» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

En resumen Mariátegui objeta la visión de la Internacional Comunista sobre las burguesías nacionales o las clases medias sudamericanas caracterizándolas:

– Ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos.

  • Se sienten lo bastante dueñas del poder para preocuparse seriamente de la soberanía nacional.

  • No echan de menos un grado mas amplio y cierto de autonomía nacional.

  • No tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de luchar por la segunda independencia.

  • La ilusión de la soberanía nacional se conserva en sus principales efectos.

  • No se sienten solidarizadas con el pueblo por el lazo de una historia y de una cultura comunes.

  • Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política antiimperialista.

  • Solo una ocupación militar yanqui o intervención armada, que era el caso de Panamá y Centro América, provocaría una reacción patriótica que podría ganar al anti-imperialismo a una parte de la burguesía y la pequeña burguesía.

  • «En nuestros países el factor clasista es más decisivo, está más desarrollado«

Concluyendo, con el ejemplo de la Revolución Mexicana, que ni la burguesía ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política antiimperialista. Que el asalto del poder por el antiimperialismo, como movimiento demagógico populista no representaría nunca la conquista del poder, por las masas proletarias, por el socialismo. Que éste mas bien encontraría su enemigo mas peligroso y encarnizado (por su confusionismo y demagogia) en la pequeña burguesía en el Poder, y que la misión de los socialistas es explicar y demostrar a las masas que sólo la revolución socialista opondrá al avance del imperialismo una valla definitiva y verdadera.

DESLINDE CON LA PROPUESTA ESTRATEGICA DE LA INTERNACIONAL COMUNISTA PARA EL PERÚ Y SUDAMERICA:

¿Por qué Mariátegui señala esto?. Pues porque constata que la «propuesta» táctica del Secretariado Sudamericano de la Internacional Comunista está «calcada» sobre las directivas de la Internacional Comunista para la Revolución China, que llevó al Partido Comunista Chino a la alianza con el Kuomintang, desde 1923 (Ver Declaración del Embajador soviético Yoffe-Sun Yat Sen, del 26 de Enero de 1923 y Resolución del III Congreso del Partido Comunista Chino, de Junio de 1923), por tratarse de un país semi-colonial, y considera Mariátegui, que esta táctica no se ajusta a la especificidad de «nuestras» burguesía y pequeña burguesía.

De allí que enfatiza:

«Pretender que en esta capa social prenda un sentimiento de nacionalismo revolucionario, parecido al que en condiciones distintas representa un factor de la lucha anti-imperialista en los países semi-coloniales avasallados por el imperialismo en los últimos decenios en Asia, sería un grave error«.

«La colaboración con la burguesía, y aun de muchos elementos feudales, en la lucha antiimperialista china, se explica por razones de raza, de civilización nacional que entre nosotros no existen. El chino noble o burgués se siente entrañablemente chino. Al desprecio del blanco por su cultura estratificada y decrépita, corresponde con el desprecio y el orgullo de su tradición milenaria. El anti-imperialismo en la China puede, por tanto, descansar en el sentimiento y en el factor nacionalista. En Indo-América las circunstancias no son las mismas» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Y concluye que:

«El factor nacionalista, por estas razones objetivas que a ninguno de ustedes escapa seguramente, no es decisivo ni fundamental en la lucha anti-imperialista en nuestro medio» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

«El anti-imperialismo, para nosotros, no constituye ni puede constituir, por sí solo, un programa político, un movimiento de masas apto para la conquista del poder. El anti-imperialismo, admitido que pudiese movilizar al lado de las masas obreras y campesinas, a la burguesía y pequeña burguesía nacionalistas (ya hemos negado terminantemente esta posibilidad) no anula el antagonismo entre las clases, no suprime su diferencia de intereses.

Ni la burguesía, ni la pequeña burguesía en el poder pueden hacer una política anti-imperialista. Tenemos la experiencia de México, donde la pequeña burguesía ha acabado por pactar con el imperialismo yanqui» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Cabe recordar que respecto a este tema, Mao Ze Dong señala que:

«Estamos plenamente de acuerdo con la Resolución de la Internacional Comunista sobre el problema de China. No cabe duda de que actualmente China se encuentra todavía en la etapa de la revolución democrático-burguesa. El programa para una revolución democrática cabal en China implica, en lo externo, el derrocamiento del imperialismo para alcanzar la completa liberación nacional y, en lo interno, la eliminación de la burguesía compradora en las ciudades, la consumación de la revolución agraria para eliminar las relaciones feudales en el campo y el derrocamiento del gobierno de los caudillos militares. Sólo por medio de semejante revolución democrática, se podrá asentar una verdadera base para la transición al socialismo» («La lucha en las montañas Ching Kang», 25/11/1928. Obras Escogidas Tomo I, Pág.102), y que :

…»la invasión japonesa ha alterado las relaciones de clase en china y ha creado la posibilidad de que participe en la lucha antijaponesa no sólo la pequeña burguesía sino también la burguesía nacional» («Sobre la táctica de la lucha contra el imperialismo japonés«, 27/12/35, Obras Escogidas Tomo I, Pág.181).

Y mas adelante insistiría:

«A partir de la Guerra del Opio de 1840, China se ha transformado paso a paso en un país semicolonial y semifeudal. Y, más aún, después del Incidente del 18 de Septiembre de 1931, cuando el imperialismo japonés inició la invasión armada de China, ésta se ha convertido en un país colonial, semicolonial y semifeudal» («La Revolución China y el Partido Comunista de China», Obras Escogidas Tomo II, Págs.319 y 320),

Añadiendo:

…»los principales enemigos de la revolución china en la presente etapa son el imperialismo y la clase terrateniente feudal, ¿Cuáles son las tareas de la revolución en dicha etapa?«…..»realizar una revolución nacional para acabar con la opresión y una revolución democrática para terminar con la opresión interior de los terratenientes feudales; de estas tareas, la primordial es la revolución nacional para derrocar al imperialismo» (Obra Citada, Págs. 320 y 33′).

DESLINDE CON LA PROPUESTA ESTRATEGICA DE HAYA DE LA TORRE:

De esta forma plantea las particularidades de la formación económico-social peruana y aún Sud Americanas, que no hacen aplicable la táctica «china» de la Internacional Comunista para nuestra realidad, pero como quiera que también Haya de La Torre y sus seguidores formulan un planteamiento táctico semejante (sobre la similitud de la propuesta estratégica de Haya de La Torre con la propuesta por la Internacional Comunista leer el interesante artículo. «Haya de La Torre, la Comintern y el Perú: Acercamientos y desencuentros» de Lazar y Víctor, Jeifets, en «Pacarina del Sur«, Nº 16, Julio-Setiembre del 2013) Mariátegui señala que:

«Ya en nuestra discusión con los dirigentes del aprismo,» reprobamos «su tendencia a proponer a la América Latina un Kuo Min Tang» ((J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Que el descuido en «la estimación precisa de las posibilidades de la acción anti-imperialista en la América Latina. Su relegamiento, su olvido, ha sido una de las características de la teorización aprista» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Que «La divergencia fundamental entre los elementos que en el Perú aceptaron en principio el Apra -como un plan de frente único, nunca como partido»…- y los que fuera del Perú la definieron luego como un Kuo Min Tang latinoamericano, consiste en que los primeros permanecen fieles a la concepción económico-social revolucionaria del anti-imperialismo,» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«)…mientras que los segundos no.

Que de esta forma para Haya y sus seguidores «El anti-imperialismo resulta así elevado a la categoría de un programa, de una actitud política, de un movimiento que se basta a sí mismo y que conduce, espontáneamente, no sabemos en virtud de qué proceso, al socialismo, a la revolución social. Este concepto lleva a una desorbitada superestimación del movimiento anti-imperialista, a la exageración del mito de la lucha por la «segunda independencia» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Que «Del Apra, concebida inicialmente como frente único, como alianza popular, como bloque de las clases oprimidas, se pasa al Apra definida como el Kuo Min Tang latinoamericano» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Mariátegui precisaba el error de apreciación de Haya de La Torre:

«Estas burguesía, en Sud América, que no conocen, todavía, salvo Panamá, la ocupación militar yanqui, no tienen ninguna predisposición a admitir la necesidad de lucha por la segunda independencia, como suponía ingenuamente la propaganda aprista«… (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Y que :»Mientras la política imperialista«….»no se vea obligada a recurrir a la intervención armada y a la ocupación militar, contará absolutamente con la colaboración de las burguesías» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Concluyendo para el caso de Sud América que «Estos hechos diferencian la situación de los países Sud Americanos de la situación de los países Centro Americanos, donde el imperialismo yanqui, recurriendo a la intervención armada sin ningún reparo, provoca una reacción patriótica que puede fácilmente ganar al anti-imperialismo a una parte de la burguesía y la pequeña burguesía» . (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Efectivamente, Haya de La Torre, constatando la heroica lucha de Sandino contra la invasión militar yanqui, generalizaba erróneamente la misma situación para Sud América, y señalaba que:

«El progresivo sometimiento económico de nuestros países al imperialismo deviene sometimiento político, pérdida de la soberanía nacional, invasiones armadas de los soldados y marineros del imperialismo, compra de caudillos criollos, etc. Panamá, Nicaragua, Cuba, Santo Domingo, Haití son verdaderas colonias o protectorados yanquis como consecuencia de la «política de penetración» del imperialismo» («El antiimperialismo y el APRA», Ediciones Ercilla, Santiago, 1936, Págs. 4 y 5),

añadiendo:

«Dentro del sistema capitalista y de acuerdo con la dialéctica de su proceso histórico, la América Latina devendrá seguramente una colonia yanqui» (Obra citada, Pág.7), 

y conforme a lo que sucedía en Centro América trazará su estrategia: 

«El peligro mayor para nuestros pueblos es el imperialismo. El amenaza no sólo como fuerza explotadora, sino como fuerza conquistadora. Hay pues, en el fenómeno imperialista con el hecho económico de toda explotación, el hecho político de una opresión de carácter nacional»

y planteará:

«Sostenemos, pues, que la actual tarea histórica de estos pueblos es la lucha contra el imperialismo. Tarea de nuestro tiempo, de nuestra época, de nuestra etapa de evolución. Ella nos impone subordinar temporalmente todas las otras luchas que resulten de las contradicciones de nuestra realidad social -y que no sean coadyuvantes del imperialismo- a la necesidad de la lucha común»

Concluyendo que:

«Así es como la lucha contra el imperialismo queda planteada en su verdadero carácter de lucha nacional» (Obra citada, Págs. 83 y 84),

perfilando los objetivos de la Revolución planteada:

«No es posible separar, pues, la lucha contra el imperialismo extranjero de la lucha contra el feudalismo nacional en Indoamérica«, «por eso, el contenido social de lucha antiimperialista en Indoamérica es antifeudal» (Obra citada, Págs. 148 y 149).

EL IMPERIALISMO YANQUI Y LA PEQUEÑA BURGUESÍA

Analizando la realidad concreta nacional, Mariátegui se había preguntado desde el inicio de su tesis:

«¿Hasta qué punto puede asimilarse la situación de las repúblicas latinoamericanas a la de los países semi-coloniales? La condición económica de estas repúblicas, es, sin duda, semi-colonial, y, a medida que crezca su capitalismo y, en consecuencia, la penetración imperialista, tiene que acentuarse este carácter de su economía. Pero las burguesías nacionales, que ven en la cooperación con el imperialismo la mejor fuente de provechos, se sienten lo bastante dueñas del poder político para no preocuparse seriamente de la soberanía nacional» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Mas adelante, constando que el ascenso al poder de Augusto B. Leguía, en su segundo periodo, significó el desplazamiento de la oligarquía exportadora, representada por el Civilismo, y su reemplazo por una alianza de intereses, entre la burguesía, la pequeña burguesía improductiva (sectores medios) y el imperialismo yanqui, cuya penetración en nuestra economía, aún desplazando al imperialismo inglés, profundizó nuestra dependencia, Mariátegui señala:

«¿Los intereses del capitalismo imperialista coinciden necesaria y fatalmente en nuestros países con los intereses feudales y semifeudales de la clase terrateniente? ¿La lucha contra la feudalidad se identifica forzosa y completamente con la lucha anti-imperialista? Ciertamente, el capitalismo imperialista utiliza el poder de la clase feudal, en tanto que la considera la clase políticamente dominante. Pero, sus intereses económicos no son los mismos. La pequeña burguesía, sin exceptuar a la más demagógica, si atenúa en la práctica sus impulsos más marcadamente nacionalistas, puede llegar a la misma estrecha alianza con el capitalismo imperialista. El capital financiero se sentirá más seguro, si el poder está en manos de una clase social más numerosa, que, satisfaciendo ciertas reivindicaciones apremiosas y estorbando la orientación clasista de las masas, está en mejores condiciones que la vieja y odiada clase feudal de defender los intereses del capitalismo, de ser su custodio y su ujier. La creación de la pequeña propiedad, la expropiación de los latifundios, la liquidación de los privilegios feudales, no son contrarios a los intereses del imperialismo, de un modo inmediato. Por el contrario, en la medida en que los rezagos de feudalidad entraban el desenvolvimiento de una economía capitalista, ese movimiento de liquidación de la feudalidad, coincide con las exigencias del crecimiento capitalista, promovido por las inversiones y los técnicos del imperialismo; que desaparezcan los grandes latifundios, que en su lugar se constituya una economía agraria basada en lo que la demagogia burguesa llama la «democratización» de la propiedad del suelo, que las viejas aristocracias se vean desplazadas por una burguesía y una pequeña burguesía más poderosa e influyente -y por lo mismo más apta para garantizar la paz social-, nada de esto es contrario a los intereses del imperialismo» (J.C. Mariátegui. «Punto de vista antiimperialista«).

Esta tesis también causó polémica en el seno de la Primera Conferencia Comunista Latinoamericana realizada en Buenos Aires, del 1º al 12 de Junio, de 1929. Gonzáles Alberdi, representante del Partido Comunista Argentino, señaló al respecto:

«Creen nuestros compañeros del Perú, que el imperialismo en su país, puede obrar en cierta forma como actor de liquidación del latifundismo, y apoyarse en la pequeña burguesía, facilitando la creación de la pequeña propiedad rural. Es, evidentemente, un citerior peligroso, que conduce lógicamente a negar la deformación de la economía de los pueblos sometidos, por el imperialismo. La existencia de los restos feudales y otras formas atrasadas, constituye, precisamente, la garantía de la dominación imperialista. Liquidar esas formas atrasadas, crear la pequeña burguesía, abrir libre cauce al normal desarrollo de la economía nacional, equivaldría, precisamente para el imperialismo, a facilitar el nacimiento de una burguesía indígena, cuyos intereses chocarían con los intereses de los imperialistas; burguesía indígena que sería fuerte porque se habría operado el proceso previo de la liquidación del feudalismo» («El movimiento revolucionario latino americano», Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino americana, Junio de 1929, Pág.328)

Y tras la defensa del compañero Saco (Hugo Pesce), Vittorio Codovilla añadirá:

«Intervengo en este debate movido por las apreciaciones hechas en las intervenciones de los compañeros del Perú, que me parecen muy peligrosas»…..»Otra afirmación peligrosa del compañero Saco es la de decir que el imperialismo ha disminuido «los caracteres feudales» de los países en que penetra y «ha modificado los rasgos de servidumbre, creando masas asalariadas, etc.». Parece que el compañero Saco ignora que, justamente, el imperialismo conforma sus métodos de explotación capitalista a las formas de explotación semifeudal y semiesclavista, intensificando la explotación de las masas y apoyándose para su penetración en las formas mas reaccionarias de gobierno» («El movimiento revolucionario latino americano», Versiones de la Primera Conferencia Comunista Latino americana, Junio de 1929, Págs.333 a 335).

Ya en otros trabajos Mariátegui había señalado al respecto que:

» En la América indo-española se cumple gradualmente, un proceso de liquidación de ese régimen oligárquico y feudal que ha frustrado, durante tantos años, el funcionamiento de la democracia formalmente inaugurada por los legisladores de la revolución de la independencia«.

«En Argentina, verbigracia, la ascensión al poder del Partido Radical canceló el dominio de las viejas oligarquías plutocráticas. En México, la revolución arrojó del gobierno a los latifundistas y a su burocracia. En Chile, la elección de Alessandri, hace cinco años, tuvo también un sentido revolucionario» («La perspectiva de la política chilena», Mundial, 13 de Febrero de 1925, en «Temas de nuestra América», Pág.141).

«El irigoyenismo representa el capital financiero, la burguesía industrial y urbana y se apoya en la clase media y aún en aquella parte del proletariado a la cual el socialismo no ha conseguido aún imponer su concepción clasista. Es la izquierda del antiguo radicalismo; propugna una política reformista que hace casi inútil el programa socialdemocrático, prolonga el viejo equívoco radical de que en los países donde el capitalismo se encuentra en crecimiento, conserva sus resortes históricos» («La batalla electoral de la Argentina», Mundial, 13 de Febrero de 1925, «Temas de nuestra América», Pág.138).

Y para nuestro caso particular, continuaría señalando comparativamente con los casos de Alessandri e Irigoyen:

«Nuestro fenómeno alessandrista o irigoyenista se ha producido ya: es el leguiismo. Tiene como corresponde al medio, las limitaciones y las gazmoñerías de un criterio clerical, conservador; no ha tocado al capital, ni siquiera a la vieja aristocracia; ha mantenido todos los prejuicios; pero es, en parte, nuestro motín pequeño-burgués rápidamente usufructuado por el gran capital y, sobre todo, por las finanzas extranjeras» (Carta de José Carlos Mariátegui a Eudosio Ravines, 31 de diciembre de 1928, Correspondencia de Mariátegui, Tomo II, Pág. 490).

«El proceso leguiista es la expresión política de nuestro proceso de crecimiento capitalista, y si algo se le opone radicalmente, si algo es su antítesis y su negación, es justamente nuestro socialismo, nuestro marxismo, que pugnan por afirmar una política basada en los intereses y en los principios de las masas obreras y campesinas, del proletariado, no de la inestable pequeña burguesía» (Carta de José Carlos Mariátegui a Moisés Arroyo, 30 de julio de 1929, Correspondencia de Mariátegui, Tomo II, Pág. 610).

Y finalmente:

«El leguiísmo no se atreve a tocar la gran propiedad. Pero el movimiento natural del desarrollo capitalista -obras de irrigación, explotación de nuevas minas, etc.- va contra los intereses y privilegios de la feudalidad. Los latifundistas, a medida que crecen las áreas cultivables, que surgen nuevos focos de trabajo, pierden su principal fuerza: la disposición absoluta e incondicional de la mano de obra«. («Punto de vista anti-imperialista», en «Ideología y política», Pág. 93).

Y añade, ejemplificando lo antes señalado, con el conflicto surgido entre las obras de regadío, efectuadas en Lambayeque, por la Comisión Técnica presidida por el Ingeniero norteamericano Sutton, y la conveniencia de los grandes terratenientes feudales de la zona:

«La amenaza de que se les arrebate el monopolio de la tierra y el agua, y con él el medio de disponer a su antojo de la población de trabajadores saca de quicio a esta gente y la empuja a una actitud que el gobierno, aunque muy vinculado a muchos de sus elementos, califica de subversiva o anti-gobiernista» («Punto de vista anti-imperialista», en «Ideología y política», Págs. 93 y 94).

Al respecto, Baltazar Caravedo Molinari, analizando retrospectivamente ese periodo, señala que:

«Todas las fuerzas sociales no vinculadas al sector agrario exportador y terrateniente estuvieron objetivamente entrelazadas en una lucha anticivilista, que Leguía supo utilizar para asumir el poder. Propósito para el que también aprovechó los conflictos entre los capitales norteamericanos e inglés dentro del país. A los primeros les interesaba desplazar del poder a los civilistas, para lograr mejores condiciones políticas. Leguía se convirtió así en el hombre que abrió el camino al capital norteamericano y a la industria nativa» («Burguesía e industria en el Perú 1933-1945», IEP, 1976, Págs. 37 y 38).

Coincidentemente Manuel Burga y Alberto Flores Galindo, señalan sobre el mismo periodo que:

«Leguía se apoyó en los sectores medios, en los medianos propietarios y más aún desplegó una intensa actividad para romper con la preponderancia de las viejas castas de terratenientes en el campo sin afectar la estructura económica imperante«…y «Sus planes políticos, en los primeros años, estuvieron dirigidos a quitar el poder político a la viejas castas dominantes: oligarquía costeña y gamonalismo andino. Paralelamente desarrolló un ambicioso programa (burocracia, obras públicas e irrigaciones) destinado a crear una clase media adicta y obsecuente. Para lograr esto tuvo que entregar el país a la influencia omnímoda del imperialismo norteamericano» («Apogeo y Crisis de la República aristocrática» , Rikchay Perú, Febrero de 1980, Págs. 133,134 y 140).

¿Por qué discrepaba, entonces, la Internacional Comunista con el análisis de Mariátegui del comportamiento del Imperialismo yanqui en nuestra economía a partir del ascenso al Poder del Leguiismo?

Todo parece indicar que se trataba de no solo de una visión estática de la actuación del imperialismo yanqui, sino además fuertemente influida por una visión positivista del papel revolucionario de las burguesías nacionales en los países capitalistas atrasados, a partir del ejemplo de la Revolución China, ya antes analizada, la misma que, como hemos podemos analizar en el artículo de Mariátegui que comentamos, éste no compartía para nuestro caso y el de Sud América.

LA EXTEMPORÁNEA ETAPA DE «NUEVA DEMOCRACIA»

Mariátegui incluso, ya se adelantaba a precisar que tareas que son usualmente consideradas como típicamente democrático burguesas tendrán un tratamiento singular en un país como el nuestro, en que un «formal capitalismo ya está establecido, aunque no se ha logrado aún la liquidación de la feudalidad y nuestra incipiente y mediocre burguesía se muestra incapaz de realizarla,«…precisando «El advenimiento político del socialismo no presupone el cumplimiento perfecto y exacto de la etapa económica liberal, según un itinerario universal. Ya he dicho en otra parte que es muy posible que el destino del socialismo en el Perú sea en parte el de realizar, según el ritmo histórico a que se acompase, ciertas tareas teóricamente capitalistas» («Respuesta al Cuestionario Nº 4 del Seminario de Cultura Peruana«, Revista «La Sierra», en «Ideología y Política«, Págs.263 a 273).

Cuando Mariátegui señalaba en esta cita que «Ya he dicho en otra parte que«, se refiería a la Presentación a «Tempestad en los andes«, de Luis E. Valcárcel, de Octubre de 1927, donde en abierta polémica con sus detractores señalaba:

«Mentes poco críticas y profundas pueden suponer que la liquidación de la feudalidad es empresa típica y específicamente liberal y burguesa y que pretender convertirla en función socialista es torcer románticamente las leyes de la historia. Este criterio simplista de teóricos de poco calado, se opone al socialismo sin más argumento que el de que el capitalismo no ha agotado su misión en el Perú. La sorpresa de sus sustentadores será extraordinaria cuando se enteren que la función del socialismo en el gobierno de la nación, según la hora y el compás histórico a que tenga que ajustarse, será en gran parte la de realizar el capitalismo -vale decir las posibilidades históricamente vitales todavía del capitalismo- en el sentido que convenga a los intereses del progreso social» («La Organización del proletariado», Ediciones «Bandera Roja», 1967, Pág.180).

Y volverá sobre lo mismo, en el Prefacio a «El Amauta Atusparia» de Ernesto Reyna, de 1930, donde manifiesta:

«En nuestra América española, semi-feudal aún, la burguesía no ha sabido ni querido cumplir las tareas de la liquidación de la feudalidad. Descendiente próxima de los colonizadores españoles, le ha sido imposible apropiarse de las reivindicaciones de las masas campesinas. Toca al socialismo esta empresa» («Ideología y Política «, Pág.188).

Culminando: «Solo la acción proletaria puede estimular primero y realizar después las tareas de la revolución democrático-burguesa, que el régimen burgués es incompetente para desarrollar y cumplir» («Principios programáticos del Partido Socialista», «Ideología y política», Págs.160 y 161)

¿Qué implica lo señalado por Mariátegui en estas cuatro últimas citas?

Pues sencilla y llanamente que habla de una Revolución Socialista, «del socialismo en el gobierno de la nación«, que cumplirá de paso «las tareas de la revolución democrático-burguesa«, incumplidas por la burguesía, y no del necesario desarrollo de una etapa democrático burguesa, de «nueva democracia» o «etapa económica liberal» (como la denomina Mariátegui) bajo dirección proletaria, como parte de una revolución que solamente en su segunda etapa será socialista, propiamente dicha.

En cuanto a la cita: «Cumplida su etapa democrático-burguesa, la revolución deviene en sus objetivos y en su doctrina revolución proletaria» («Principios Programáticos del Partido Socialista», «Ideología y Política», Pág.162), en concordancia con lo anteriormente expuesto y por su ubicación física al final en el documento en que se exponen los «Principios Programáticos del Partido«, al parecer describe el proceso en curso, lo que venía sucediendo en el Perú de 1920, pues la etapa democrático-burguesa se había cumplido no en la forma revolucionaria que hubiese sido deseable (a este respecto ver V.I.Lenin. «Apreciación del momento«, Abril de 1917») sino con el desplazamiento de la alianza de la aristocracia terrateniente y el imperialismo inglés, representada por el Civilismo, del Gobierno, por una nueva alianza entre la burguesía industrial, la pequeña burguesía improductiva y el imperialismo yanqui, representada por el Leguiismo (al igual que en Rusia con el ascenso de Kerenski), y en consecuencia ya no cabía mas el planteamiento de esta etapa, correspondiendo a la Revolución Socialista, el cumplimiento de las tareas democrático-burguesas irresueltas. La etapa a desarrollar ya no es la «Cumplida«…  «etapa democrático-burguesa» sino la «revolución proletaria» o socialista.

Salta la pregunta, ¿pero cómo y cuando se cumplió dicha etapa democrático-burguesa que determinó que la tarea del momento, planteada por Mariátegui fuese ya la Revolución Socialista?

Tal y como anotaba Miguel Aragón, una ubicación histórica de los trabajos de Mariátegui, evidencian que, a diferencia de Haya de la Torre, éste constató que el ascenso al poder de Augusto B. Leguía, en su segundo periodo, significó el desplazamiento de la oligarquía exportadora, representada por el Civilismo, y su reemplazo por una alianza de intereses, entre la fracción burguesa industrial, la pequeña burguesía improductiva (sectores medios) y el imperialismo yanqui, cuya penetración en nuestra economía, aún desplazando al imperialismo inglés, profundizó nuestra dependencia.

Se trataba pues ya, de la burguesía en el Poder, en alianza con el imperialismo, y no la aristocracia terrateniente en alianza con éste.

RETOMAR REALMENTE A MARIÁTEGUI Y SU LÍNEA ESTRATÉGICA

¿Cómo fue entonces, que pese a la claridad del deslinde de Mariátegui, en su «Punto de Vista Antiimperialista» y al hecho de nunca el imperialismo yanqui ocupase militarmente el país, el Partido por él fundado (al cual cambiaron de nombre a su muerte), terminó aprobando como suya la propuesta estratégica de la Internacional Comunista para la Revolución China, que sobreestimaba el papel de la burguesía y pequeña burguesías, nacionales, en la revolución? ¿Porqué cuando el movimiento socialista peruano rompió con la influencia del PCUS sobre su línea estratégica, bajo la influencia del prestigio del PCCH en la polémica internacional, continuó manteniendo la misma propuesta estratégica para la Revolución? ¿Cabe considerar a la burguesía nacional en la política de alianzas estratégicas del proletariado peruano sin la circunstancia excepcional de una invasión militar imperialista? ¿Cabe la «Dictadura conjunta de las cuatro clases» (burguesía nacional, pequeña burguesía, clase obrera y campesinado) en el análisis estratégico de Mariátegui del «Punto de Vista Antiimperialista» y en el del socialismo peruano actual?

No cabe más que una respuesta: a la muerte de J.C. Mariátegui, el movimiento socialista peruano desechó sus tesis originales a este respecto, y bajo la influencia de la Internacional Comunista, del Aprismo, del PCUS y del PCCH, copió mecánicamente la línea estratégica de la Revolución China, asumiendo un camino estratégico revolucionario ajeno al de J.C. Mariátegui.

Gustavo Pérez Hinojosa. Miembro de la «Cátedra Marx, ese desconocido»

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