Recomiendo:
2

Consulta sobre el Yasuní

¡Detengamos el colapso!

Fuentes: Rebelión

            El Yasuní es la región oriental de Ecuador; conlinda con Perú y Colombia. Hace parte de las varias áreas protegidas del país, es decir, que no se la puede tocar ni invadir. Y eso por dos razones: Allí viven desde miles de años pueblos indígenas no contactados que quieren vivir alejados de la mal llamada Civilización Occidental Neoliberal porque esta no los respeta y conduce la humanidad al suicidio y el planeta al colapso o extinción de la vida.

            El Yasuní es una de las regiones de todo el planeta más ricas en biodiversidad por su cantidad y diversidad de especies vegetales y animales: “En una hectárea del Yasuní hay más biodiversidad que en toda Norteamérica!” Desde unos 15 años esta área que había sido declarada como «protegida» está invadida por tres clases de empresas sumamente depredadoras del medio ambiente y por lo mismo de los pueblos que la habitan. Las unas son madereras que sacan los árboles más preciados; otras son empresas turísticas por la excepcional biodiversidad que allí se puede ver y observar; las terceras son empresas petroleras que sacan petróleo de varios pozos con grandes reservas… Organizaciones nacionales e internacionales defensoras de los Pueblos indígenas de la Amazonía y del medio ambiente de todo el planeta protestan por esta destrucción irremediable.

            Hace unos 15 años el ministro de Recursos Estratégicos del gobierno de la Revolución Ciudadana, Alberto Acosta, hizo una novedosa propuesta para no explotar el petróleo del Yasuní. En 2007 el presidente Rafael Correa retomó esta propuesta en una intervención en la ONU (Organización de las Naciones Unidas). Explico que el gobierno quería mantener bajo tierra los más de 840 millones de barriles de petróleos encontrados en el subsuelo amazónico del Parque Nacional Yasuní, equivalente al 20% de la producción petrolera del país. Así se evitaría la generación de 407 millones de toneladas de Oxido de Carbono, gran contaminante y causante del calentamiento atmosférico, además de todas las destrucciones ambientales por las actividades de extracción, contaminación y transporte del petróleo. Como contraparte, Ecuador pedía a la comunidad internacional una contribución financiera de $. 3.600 millones de dólares, correspondiente al 50% de los ingresos que el país dejaría de percibir por no explotar esta fuente de petróleo. Esta cantidad de dinero debía reunirse en 13 años a partir del 2007. Seis años después, en 2013, el gobierno dio por terminada la propuesta ya que ¡solo se habían reunido $. 13,3 millones de dólares!

            En ese mismo año 2013 fue cuando fue creada la Asociación “Yasunidos” a partir de un conjunto de colectivos ambientalistas, artísticos, deportivos (ciclistas urbanos, por ejemplo), así como de jóvenes. En una campaña nacional recogieron 756.291 firmas para que el Consejo Nacional Electoral organizara una consulta nacional para que los ecuatorianos decidieran si aprueban o no la extracción de crudo de los campos petroleros del Yasuní. No hubo respuesta en varios años. Pero, ¡milagro! Recién el 9 de mayo pasado la Corte Constitucional aprobó la Consulta Nacional solicitada por la Asociación Yasunidos hace… 10 años. Esta consulta va a tener lugar el próximo 20 de agosto junto a las próximas elecciones presidenciales y legislativas. ¡Más vale tarde que nunca!

            La situación ambiental mundial es catastrófica. Los científicos del mundo entero nos adviertan desde 20 años que, a partir del año 2030, es decir en 7 años, si no hemos invertido -y no sólo detenido- el calentamiento global y la contaminación ambiental, la naturaleza empezará a destruir sistemática y violentamente la vida en el planeta Tierra. No hace falta ser muy estudiados para descubrir que las olas de calor, de sequía, de inundaciones, de pandemia, de terremotos… son advertencias cada vez más fuertes para tomar en serio el colapso de la vida. El papa Francisco, desde el principio de su pontificado hace 10 años, no cesa a invitarnos a vivir, trabajar, producir, intercambiar… de nuevas maneras que respetan la vida humana y natural afín de que nuestro planeta no tenga que pasar por una extensión de la vida en su totalidad. Recientemente acaba de decir: “Escuchemos la llamada a estar al lado de las víctimas de la injusticia ambiental y climática, y a poner fin a esta insensata guerra contra la creación… Debemos decidir transformar nuestros corazones, nuestros estilos de vida y las políticas públicas que gobiernan nuestra sociedad… Un enfoque integral requiere poner en práctica el respeto ecológico en cuatro direcciones: hacia Dios, hacia nuestros semejantes de hoy y de mañana, hacia toda la naturaleza y hacia nosotros mismos». Y de criticar, el papa, “el consumismo rapaz alimentado por corazones egoístas”.

            ¿Cuándo vamos a tomar en serio esta catástrofe que ha comenzado a desarrollarse delante de nuestros ojos? No se trata de sólo pedir a Dios que resuelva los problemas que nos toca superar. Somos cómplices y por lo mismo responsables y culpables de la desregulación de la naturaleza por nuestro desorden en la manera de vivir, convivir, relacionarnos con la naturaleza y de creer falsamente en un Dios. Por una parte, vamos a votar -parece razonable y necesario- en esta consulta del 20 de agosto a favor de que no se explote el petróleo del parque Yasuní, porque sí, hay alternativa para la creación de energías más adecuadas. Por otra parte, si queremos emprender una nueva manera de vivir personal y colectivamente, tenemos que conformar grupos, asociaciones y comunidades que nos ayuden en estos propósitos.

            ¿Qué irán diciendo los candidatos a presidentes, vicepresidentes y asambleístas sobre este tema? Depende de nosotros elegir personas que provengan de organizaciones populares o que hayan militado en asociaciones ambientales para orientarnos como país hacia una nueva manera de hacer política y organizar la economía sustentable y equitativa. Tratemos de una vez de despedir a los que apoyan el neoliberalismo que vive de la explotación humana y de la destrucción de la naturaleza. “¡O fraternizamos entre nosotros y con la naturaleza, o colaboramos a nuestra propia y pronta desaparición!” No hay alternativa.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.