A modo de introducción El mercado financiero es el mundo de los bancos, de los créditos, de las hipotecas, de los pagarés, de las cuentas corrientes, etcétera. También es el mundo de la bolsa, de las acciones, de la deuda pública y en general de los títulos de valor. E igualmente es el mundo de […]
A modo de introducción
El mercado financiero es el mundo de los bancos, de los créditos, de las hipotecas, de los pagarés, de las cuentas corrientes, etcétera. También es el mundo de la bolsa, de las acciones, de la deuda pública y en general de los títulos de valor. E igualmente es el mundo de los ahorradores y de los inversores, de las oligarquías financieras y de los enriquecimientos súbitos y desproporcionados. Es, por último, el mundo del dinero y de los intereses. Con la regionalización y globalización de las economías la oportunidad de captar ingentes ahorros para hacer inversiones lucrativas se ha multiplicado por mil. De ahí que también se haya multiplicado por mil la oportunidad de enriquecerse de manera desproporcionada. La izquierda radical no debe de estar en contra de todos estos mecanismos económicos, que son fruto de la evolución de las formas mercantiles, pero si debe de estar en contra de que estos mecanismos se empleen para que unos pocos se enriquezcan a costa del empobrecimiento de los muchos. Les pongo un ejemplo. Recientemente hemos tenido noticia de que Emilio Botín, director del Banco Santander Central Hispano, pagó a dos altos cargos la cantidad de 150 millones de euros en concepto de jubilación. Si suponemos que un obrero medio gana al año 15.000 euros, los 150 millones de euros equivalen al trabajo de 10.000 trabajadores durante 1 año. No cabe duda de que esa libertad mercantil que tienen los consejos de administración de las grandes empresas para jubilar a sus altos cargos con cuantías tan elevadas, supone la apropiación descarada de ingentes cantidades de trabajo ajeno. Hay que verlo así de claro: para pagar a esos dos altos cargos es necesario el trabajo de 10.000 trabajadores durante 1 año o el trabajo de 3.571.000 trabajadores durante un día. Decía Frey Betto, en un reciente artículo publicado en Rebelión, que las izquierdas deben estar unidas en torno a los derechos de los pobres. Estoy totalmente de acuerdo con esta premisa para la unidad de las izquierdas. Pero los derechos de los pobres no pueden ser defendidos si al tiempo no se lucha contra el derecho de las oligarquías financieras de apropiarse de cantidades ingentes de trabajo ajeno.
El dinero
La economía convencional razona más o menos así: «Pensemos que no existiera el dinero, que todos tuviéramos que intercambiar mercancías por mercancías. Nos encontraríamos entonces en la época del trueque directo. Supongamos ahora la existencia de un agricultor que produce manzanas. Como no existe el dinero todo lo tiene que comprar por medio de manzanas. Imaginemos ahora que quiere comprarse un coche. Como el coche vale doce mil euros y el kilo de manzana 1 euro, el agricultor debe entregarle al vendedor dos toneladas de manzanas a cambio del coche. Piensen ustedes qué puede hacer ahora el vendedor de coches con dos toneladas de manzanas. Y así ocurriría con todo, el transporte y el almacenamiento de los medios de pago serían muy costosos, pues toda mercancía sería medio de pago. Y la posibilidad de desprenderse de todos los medios de pagos acumulados en manos de los vendedores, como ocurría con el vendedor de coches, sería mínima. Es decir, la economía sería un tremendo desastre. De ahí que con la introducción del dinero, un medio de cambio manejable, transportable, divisible y almacenable, todos esos problemas quedaran solucionados. Por lo tanto, el dinero es un gran invento de los hombres mediante el cual se hace posible el intercambio de bienes. Si no existiera el dinero, muchos intercambios de mercancías no podrían realizarse, y así la economía se iría al garete». Reconoce también la economía convencional que en un tiempo el dinero era mercancía (ganado, aceite de oliva, cobre, hierro, plata, oro, etcétera), pero desde ese entonces hasta la llegada del dinero-papel no ve un largo proceso de evolución, sino que de golpe, como obra de una invención o ocurrencia, se pasó del trueque directo a la circulación de mercancías mediante el dinero.
Marx procede en este terreno de modo distinto. Cuando analiza el trueque directo de mercancías descubre el dinero en forma germinal. Supongamos que se intercambian dos kilos de trigo por 1 metro de seda. Si preguntáramos cuánto cuestan los dos kilos de trigo, responderíamos que 1 metro de seda. Por lo tanto, en la relación de intercambio las dos mercancías no desempeñan el mismo papel: los dos kilos de trigo, que es la mercancía que expresa su valor o sobre la que preguntamos cuál es su valor, se encuentra en forma relativa de valor, mientras que 1 metro de seda, que es la mercancía que sirve de material de expresión del valor de los dos kilos de trigo, se encuentra en forma de equivalente. Ninguna mercancía puede expresar su valor en sí misma, necesita de otra mercancía para poderlo hacer. De ahí que de la mercancía que expresa su valor se diga que se encuentra en forma relativa de valor. Al principio cualquier mercancía servía de equivalente, pues todo el mundo utilizaba su propia mercancía como medio de cambio y usaba las otras como equivalentes particulares de la suya. En este estadio todavía no existía el dinero, el equivalente general, sino infinidad de equivalentes particulares, tantos como mercancías hubiera en el mercado. Hasta que llegó el momento en que todos los mercaderes expresaban el valor de sus mercancías en una y la misma mercancía. Y esta mercancía excluida, donde todas las mercancías expresaban su valor, se convirtió en dinero. El dinero es el equivalente general, la mercancía donde el resto de las mercancías expresan su valor, el espejo donde todas las mercancías reflejan su igualdad y su proporcionalidad cuantitativa.
Marx expone cómo la mercancía se transforma en dinero, mientras que la economía convencional deja de lado este problema. Marx reconoce que el dinero es la forma acabada del valor, mientras que la economía convencional procura evitar hablar del valor cuando habla del dinero o sólo reconoce el valor como valor de cambio. Niega que las mercancías tengan un valor intrínseco, o admitiendo que las mercancías tengan un valor intrínseco lo escamotean mediante el valor de uso. Del dinero, por medio de Marx, llegamos al valor. Y desde el valor, por medio de Marx, llegamos a la sustancia del valor: al trabajo humano abstracto o al gasto de fuerza de trabajo humana. Y eso es lo que hay que ver en el dinero, ya sea el dinero mercancía o el dinero papel, trabajo, gasto de fuerza de trabajo. Sin embargo, la economía convencional no le da al valor ninguna sustantividad frente al valor de uso, o esconde el valor por medio del valor de uso. Escuchemos a Samuelson y Nordhaus en su libro Economía, en la página 465, donde refiriéndose a la época en que el dinero era un valor de uso determinado, ganado, plata, oro, etcétera, dicen lo siguiente: «Estos tipos de dinero tenían un valor intrínseco, lo cual quiere decir que tenían un valor de uso en sí mismos». Analicemos este juicio. ¿Por qué tiene el ganado, por ejemplo, un valor intrínseco? Responden Samuelson y Nordhaus: Porque tiene un valor de uso en sí mismo. Esto es como si a un religioso le preguntáramos por qué un hombre tiene alma, y respondiera: porque tiene cuerpo. Marx responde a esa pregunta de otro modo: el ganado tiene valor porque en él se ha gastado fuerza de trabajo humana. Aquel es el modo mediante el cual el economista convencional, esto es, el economista burgués, oculta el valor mediante el valor de uso. La lluvia, por ejemplo, es un valor de uso pero carece de valor. ¿Y por qué carece de valor? Porque no es obra del trabajo humano. Así que una cosa puede ser valor de uso sin ser valor. Resumamos la posición marxista sobre el dinero: en el dinero debemos ver la forma acabada del valor, y en el valor su sustancia: el trabajo humano abstracto. Mientras que la economía convencional oculta el valor por medio del valor de uso o formula la naturaleza del valor en términos de valor de uso.
Funciones del dinero
La primera función del dinero es la de ser medida del valor de las mercancías. Con el dinero podemos medir, por ejemplo, el patrimonio que tiene cada ciudadano. Y también podemos medir el precio de cada hora de trabajo social medio. De manera que si expresamos el valor del patrimonio personal en dinero, después debemos expresar este dinero en horas de trabajo. Así sabremos de cuánta cantidad de horas de trabajo social medio se apropia cada ciudadano. Repetimos: la primera función del dinero es medir el valor de las mercancías, esto es, la cantidad de trabajo que le ha costado a la sociedad producirlas. Aunque la economía convencional admite que con el dinero se mide el valor de las mercancías, niega que la sustancia del valor sea el trabajo humano abstracto.
Para la economía convencional la función central y primordial del dinero es la de medio de cambio. Alguien que produce zapatos necesita trigo. Vende a un sastre sus zapatos y recibe a cambio una determinada suma de dinero. Y con este dinero el zapatero compra al agricultor el trigo que necesita. En este proceso el dinero desaparece sin dejar huellas; y el zapatero en lugar de zapatos tiene trigo. El zapatero adquiere dinero por medio de sus zapatos, pero al momento se desprende del dinero para adquirir trigo. Su movimiento económico empieza en los zapatos y termina en el trigo. El dinero, como mediador, desaparece al finalizar el proceso. Este hecho Samuelson y Nordhaus, en la página 465 de la obra citada, lo expresan así: «La era del dinero-mercancía dejó paso a la del dinero-papel. Hoy la esencia del dinero está al descubierto. El dinero no se busca por sí mismo, sino por las cosas que pueden comprarse con él». La economía convencional está más cómoda con el dinero-papel, porque en éste se han borrado las huellas de la sustancia del valor, porque la función de valor se ha separado de la sustancia del valor. De ahí que afirme que la esencia del dinero se pone al descubierto cuando se transforma en dinero-papel.
En un tiempo el dinero era monedas de oro y plata. Hasta que fueron retiradas del mercado y su lugar fue ocupado por el dinero-papel, que actuaba en representación del dinero-oro. Y a este respecto Marx dice lo siguiente: el dinero-oro circula porque tiene valor, mientras que el dinero-papel tiene valor porque circula. El dinero-oro es valor por sí mismo, mientras que el dinero-papel es signo del valor. El dinero- papel no contiene el valor en sí mismo, sino que sólo lo representa. La economía convencional quiere romper, oscurecer, hacer desaparecer, la relación evolutiva que existe entre el dinero-papel y el dinero-oro. No quiere ver un proceso de evolución entre esas dos fases del valor. Pero cuando sobrevienen las guerras civiles, nadie confía en el dinero papel y en su lugar requiere dinero real: joyas y valores de uso con valor intrínseco. Aquí se ve como el dinero-papel retorna a su origen, al dinero real. Del dinero como signo del valor al dinero como sustancia del valor. Resumamos: la economía convencional quiere que el dinero desaparezca de nuestra vista, de ahí que lo capte fundamentalmente como medio de cambio, como momento llamado a desaparecer. Y lo dice así: «No queremos consumir el dinero directamente sino, más bien, utilizarlo, desprendiéndonos de él».
El dinero como medio de circulación y el dinero como capital
Marx nos habla de que el dinero tiene dos formas de circular, como medio para la circulación de las mercancías y como capital. Y representa estas dos formas de circular el dinero mediante las dos siguientes fórmulas: M-D-M y D-M-D’. De la fórmula M-D-M participa todo el mundo, y los trabajadores lo hacen en exclusividad. El obrero vende su fuerza de trabajo, la primera M de la fórmula, a cambio de dinero, y con este dinero compra los medios de subsistencia, la segunda M de la fórmula. Representado mediante aquella fórmula queda como sigue: Fuerza de trabajo-Dinero-Medios de subsistencia. En esta fórmula el dinero está llamado a desaparecer y la esencia de esta fórmula mercantil estriba en intercambiar mercancía por mercancía. El fin último de este movimiento es obtener los valores de uso que se necesitan. La economía convencional sólo capta el dinero en este movimiento, en la circulación de mercancías, como medio de circulación o de cambio. Pero deja de lado totalmente la segunda forma de circular el dinero: como capital. Analicemos, pues, la circulación del dinero como capital, que viene representado mediante la fórmula: D-M-D’, donde D’ es D más incremento de D. Aquí el punto de partida y de llegada es el dinero. Se trata del capitalista comercial que con dinero compra mercancías y después las vende para obtener más dinero. El fin último del capitalista es obtener más dinero del que invirtió. Y no hay capitalista que no busque dinero por medio del dinero. Así que cuando Samuelson y Nordhaus dicen que «el dinero no se busca por sí mismo, sino por las cosas que se pueden comprar con él», sencillamente mienten o tratan de ocultar la esencia del capital: la búsqueda del dinero por el dinero, la multiplicación del valor. Los capitalistas, toda suerte de capitalistas, buscan el dinero por sí mismo y buscan multiplicarlo de modo ininterrumpido. Esta es una de las grandes diferencias entre la economía convencional y Marx, mientras la primera sólo capta el dinero como medio de circulación de las mercancías, el segundo lo capta además como capital.
La transformación del dinero en capital
El dinero se transforma en capital cuando con él compramos los factores objetivos y los factores subjetivos para producir riqueza. Los factores objetivos son los medios de producción, y los factores subjetivos son la fuerza de trabajo. Por lo tanto, el dinero como capital se diferencia del dinero como simple dinero por la clase peculiar de mercancías que compra: medios de producción y fuerza de trabajo. La economía convencional sólo capta el dinero como medio de cambio, y el dinero que funciona como capital igualmente lo capta como medio de cambio. Y es cierto que el dinero que circula como capital funciona como medio de cambio. La diferencia no estriba, por lo tanto, en la función que desempeña en el mercado, sino en la clase de mercancías que se compra con él. El dinero como simple dinero se emplea como medio de cambio de medios de consumo personal, mientras que el dinero como capital se emplea como medio de cambio de medios de producción y de fuerza de trabajo.
Habíamos dicho que la circulación del dinero como capital venía representado mediante la fórmula: D-M-D’. Y habíamos dicho también que D’ = D + incremento de D. La pregunta que debemos hacernos ahora es la siguiente: ¿de dónde proviene el incremento de D?. Y Marx responde en los siguientes términos: del cambio de valor que se produce en el dinero invertido en salarios. Dicho de forma práctica: a los obreros se les paga, por ejemplo, un millón de euros, pero ellos producen un millón y medio de euros. El medio millón de euros es la ganancia, la diferencia entre el precio que costó producir la mercancía y el precio al que se vendió. Y sus creadores fueron los obreros.
El capital productor de interés
El dinero puede convertirse en capital a base de la producción capitalista. Y gracias a esta transformación de un valor dado se transforma en un valor que se valoriza, que se incrementa a sí mismo. En tanto capital produce ganancia, esto es, faculta al capitalista para extraer de los obreros trabajo no retribuido y apropiarse de él. Dicho de forma práctica: en las sociedades capitalistas todo suma de dinero invertida como capital produce una ganancia. De este modo el dinero adquiere, además de su valor de uso como dinero, un valor de uso adicional, la de funcionar como capital. Su valor de uso consiste precisamente en producir una ganancia.
Supongamos que la cuota media anual de ganancia sea del 20 por ciento. Una persona que disponga de 100 millones de euro, tiene en sus manos el poder de hacer 120 millones de euros o de producir una ganancia de 20 millones de euros. Si esta persona cede a otra por un año los 100 millones de euros, le dará el poder de producir una ganancia anual de 20 millones de euros. Si al final del año esta persona le paga a su propietario 5 millones de euros, es decir, una porción de la ganancia producida, le pagará el valor de uso de los 100 millones de euro en su función de capital. Esta porción de la ganancia que paga el prestatario al propietario del capital se llama interés, que no es más que un nombre especial para llamar a una parte de la ganancia. Dicho de forma conclusiva: los 100 millones de euros le permite a quien lo usa, a base de la producción capitalista, extraer de los obreros un plustrabajo equivalente a 20 millones de euros. Y de estos 20 millones de euros el capitalista en funciones descuenta 5 millones de euros para entregárselo al propietario del capital en concepto de beneficio.
Veamos como trata este tema la economía convencional. Recurramos de nuevo al libro de Samuelson y Nordhaus, a las páginas 256, 257 y 258. Primero definen el capital en los siguientes términos: «El capital (o los bienes de capital) está formado por los bienes duraderos producidos que se utilizan, a su vez, como factores productivos para producir más». Como podrá observar el lector estos autores definen como capital a los medios de producción. Pero en la sociedad esclavista y en la sociedad feudal se utilizaban también medios de producción, y no eran capital. Esto es propio de la economía convencional, no definen el capital como una determinada relación social de producción sino como un elemento natural de la producción.
A la hora de hablar de los activos financieros y del tipo de interés Samuelson y Nordhaus se expresan en estos otros términos. Se preguntan primero de dónde proceden los recursos necesarios para producir capital. Y esta es la respuesta que ofrecen: «Alguien debe estar ahorrando o absteniéndose de consumir hoy para comprar los bienes de capital. En una economía de mercado moderna, como las occidentales, los hogares y las empresas canalizan fondos hacia los bienes de capital ahorrando dinero en diferentes activos financieros. El público compra bonos y acciones; coloca dinero en cuentas de ahorro; lo invierte en fondos de pensiones con vistas a la jubilación. Todos estos vehículos transfieren fondos de los ahorradores a los inversores o a los individuos que compran, de hecho, bienes de capital». A este respecto les transcribo también la definición del papel de los mercados financieros llevada a cabo por www.5campus.com, en el marco general sobre el estudio del Sistema Financiero Español: «Los mercados financieros consiguen un equilibrio entre consumo presente y futuro, ya que, por ejemplo, los empresarios con buenos proyectos de inversión pueden necesitar recursos financieros y quienes desean asegurar su jubilación pueden invertir sus ahorros. Los mercados ponen en contacto a los ahorradores con los inversores, logrando que ambos se beneficien». Por último, veamos como Samuelson y Nordhaus definen el interés: «Cuando los individuos ahorran, esperan obtener un rendimiento. Este es el tipo de interés, o sea, el rendimiento financiero de los fondos, es decir, el rendimiento anual de los fondos prestados».
Comparemos las ideas de Marx con las de la economía convencional. Marx define el capital como una suma de dinero que a base de la producción capitalista se convierte en un valor que se valoriza. Produce ganancia, es decir, faculta al capitalista para apropiarse de trabajo ajeno. Mientras que la economía convencional, permaneciendo neutral respecto del tipo de sociedad predominante, llama capital a los bienes de equipo o medios de producción en general. Marx, al hablar del mercado financiero, nos dice que el propietario del capital se lo presta al capitalista en funciones por un tiempo determinado. Y al finalizar dicho periodo el capitalista en funciones le paga al propietario del capital una parte de la ganancia en concepto de interés. Es decir, el mercado financiero es el medio por el cual el capitalista en funciones y el propietario del capital se reparten la ganancia, esto es, el trabajo no retribuido a los trabajadores. Mientras que la economía convencional nos dice que el mercado financiero es el medio por el cual los ahorradores e inversores se ponen en contacto para beneficiarse mútuamente. Y cierto es que se benefician mútuamente, pero a costa del trabajo no retribuido a los obreros. Marx define el interés como una parte de la ganancia que el capitalista en funciones le paga al propietario del capital. Mientras que la economía convencional nos dice que cuando los individuos ahorran, esperan obtener rendimientos. Y a este rendimiento se le llama tipo de interés. Es decir, presentan como un hecho natural que quien sea propietario de capital tiene derecho a un interés, esto es, a apropiarse de una parte del trabajo no retribuido a los obreros. Esta es la diferencia entre la economía marxista y la economía convencional, no se trata de si una es científica y la otra no lo es, sino que la economía marxista explica las categorías económicas como la expresión de las relaciones económicas entre los hombres, mientras que la economía convencional la explica como hechos naturales económicos que nada tienen que ver con las relaciones sociales de los hombres en la producción.
Las sociedades anónimas y las acciones
En un tiempo, en los inicios del capitalismo, la función de empresario y la función de capitalista se mezclaban y se confundían. El propietario de la empresa era al mismo tiempo el empresario o gestor de la misma. De ahí que lo que ganaba como capitalista se confundía con lo que ganaba como empresario o gestor. Y de ahí también que el capitalista dijera que todo lo que poseía se lo había ganado trabajando. Esta circunstancia se da igualmente en la mayoría de las pequeñas empresas de la actualidad, donde la función de empresario y la función de capitalista la ejerce la misma persona. Pero cuando surgieron las sociedades anónimas, la propiedad quedó separada de la gestión. Unas personas eran los propietarios de la empresa, los accionistas, que tienen derecho a cobrar los dividendos, y otra persona era el gestor o el empresario, que cobra un salario. Se vio claramente que ser capitalista es una función de la propiedad y ser empresario o gestor es una función del trabajo. De esta manera quedaba claro que los propietarios del capital se enriquecen por su condición de propietarios, no por su función de trabajo. Desde ese entonces los accionistas no pueden justificar su enriquecimiento como fruto de su trabajo. E igualmente desde ese entonces la teoría del valor de Marx se volvió incómoda para la economía convencional. Puesto que si lo que el accionista cobra en concepto de dividendo no es obra de su propio trabajo, lo será del trabajo ajeno. Por lo tanto, el cobro de dividendos es un modo más de apropiación de trabajo ajeno. De manera que cuando en la Bolsa vemos que se venden y se compran acciones, debemos ver que se venden y se compran derechos de apropiación sobre trabajo no retribuido.
A modo de conclusión
Hay que tener en cuenta que el capitalismo tiene más de cuatro siglos de existencia y las relaciones capitalistas y su justificación están grabadas en el corazón y la cabeza de la gente de un modo profundo. De ahí que se considere natural y justo que si una persona tiene dinero y lo pone en el banco a plazo fijo, debe cobrar un interés. De esta idea participan no sólo los capitalistas, sino también los trabajadores. Es decir, está instalado en la conciencia de la gente el derecho a apropiarse de trabajo ajeno. Nadie lo expresa así, sino al contrario, como dicen Samuelson y Nordhaus: «quien ahorra dinero y lo presta, espera obtener un rendimiento». Esto es, si se quiere que la gente ahorre dinero y lo preste, debe reconocérsele el derecho a recibir a cambio un rendimiento o interés. No se presenta el interés como modo de apropiación de trabajo ajeno, sino como pago justo y natural del dinero que se presta. Esta posibilidad de que cualquier persona que tenga unos ahorros pueda depositarlo en un banco a plazo fijo y cobrar a cambio un interés, se presenta como la posibilidad de que cualquier persona puede ser un capitalista. Este es el modo real mediante el cual los trabajadores se ha enganchado a los conceptos capitalistas, a su necesidad y a su legitimidad. Hay que saber también que la forma del capital productor de interés se ha generalizado tanto, que un trabajador para comprar una casa o un coche pide un crédito. El interés que paga este trabajador no es plusvalía, sino directamente una parte de su salario. Si fuera un capitalista, los intereses pagados sí serían plusvalía.
Cuando se habla de que la clase obrera ya no constituye el sujeto revolucionario, no se examina aquel hecho, que en las familias obreras predominan los conceptos económicos burgueses, heredados a través de varias generaciones. Consideran las relaciones capitalistas, como por ejemplo la del capital productor de interés, como relaciones económicas naturales y justas. No ven en ellas el modo en que unos hombres se apropian del trabajo de otros hombres. Todo lo contrario: ven los grandes y desproporcionados enriquecimientos de modo natural, como fruto de la suerte, de la oportunidad y de la inteligencia. No ven que es el sistema de las relaciones económicas quienes permiten que una parte de la población se enriquezca hasta la desproporción y otra parte muera de inanición. Por eso es tan importante la teoría del valor de Marx, porque hace del trabajo y el derecho de propiedad basado en el trabajo propio el centro de gravedad respecto al cual gira toda la economía. No hace como la economía convencional, que siguiendo a Jevons se preocupa de presentar el trabajo, tanto en la producción del valor de uso como en la creación del valor, como un factor secundario o un factor más junto a otros factores. Hoy más que nunca, si se quiere defender los derechos de los pobres, debe defenderse la teoría del valor de Marx, que no es más que la defensa de que la riqueza es obra del trabajo, que lo que tienen de común todos los bienes y servicios es que en ellos se ha gastado fuerza de trabajo humana. La ley del valor es una ley humanista, una ley que hace del hombre y de su trabajo el centro de la economía, la sustancia social que le da unidad a todo ese mundo.