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Dios es sólo traducción castellana de Zeus, no de Il o El ni de Jhwh

Fuentes: Canaán

«La meditación que intentamos hacer aquí precisa de un sencillo paso previo, casi imperceptible, del pensar. Al pensar preparatorio le interesa iluminar el terreno de juego dentro del que el propio ser podría volver a inscribir al hombre en una relación originaria en lo tocante a su esencia. La preparación es la esencia de tal […]

«La meditación que intentamos hacer aquí precisa de un sencillo paso previo, casi imperceptible, del pensar. Al pensar preparatorio le interesa iluminar el terreno de juego dentro del que el propio ser podría volver a inscribir al hombre en una relación originaria en lo tocante a su esencia. La preparación es la esencia de tal pensar.

Este pensamiento esencial -que, por lo tanto, siempre y desde cualquier punto de vista es preparatorio-, se dirige hacia lo imperceptible. Aquí, cualquier colaboración pensante, por muy torpe y vacilante que sea, constituye una ayuda esencial. La colaboración pensante se convierte en una invisible semilla, nunca acreditada por su validez o utilidad, que tal vez nunca vea tallo o fruto ni conozca la cosecha. Sirve para sembrar o incluso para preparar el sembrado.

A la siembra le precede el arado. Se trata de desbrozar un campo que debido al predominio inevitable de la tierra de la metafísica tuvo que permanecer desconocido. Se trata de comenzar por intuir dicho campo, de encontrarlo y finalmente cultivarlo. Existen muchos caminos de labor todavía ignorados.

Pero a cada pensador le está asignado un solo camino, el suyo, tras cuyas huellas deberá caminar, en uno y otro sentido, una y otra vez, hasta poder mantenerlo como suyo, aunque nunca le llegue a pertenecer, y poder decir lo experimentado y captado en dicho camino.»

Martín Heidegger *

 

¿Qué le sucede al pensamiento cuando se abandona la historia de la filosofía y, en especial, cuando se abandonan los grandes filosofemas de Occidente, el Ser, Dios (God), la libertad, etc.? ¿Y, más aún, cuando salimos de la gran lengua indoeuropea que los ha articulado? ¿Cómo es esta conmoción que de repente, de golpe, los desestabiliza?

Francois Julien * *

 

 

 

Este texto aspira a ser una respuesta a la nota de Gideon Levy, persona que merece mi mayor estima y respeto, por su valerosa actitud en un medio que supongo hostil a sus principios éticos, y que se publicara en rebelión.org, hace pocos días, en traducción castellana con el título de «Dios gobierna todo en 2012, incluso el Estado de Israel». Y en inglés se sustituye la palabra ‘Dios’ por la palabra ‘God’. No leo hebreo y por tal razón no sé que palabra haya utilizado Gideon Levy, porque los rabinos y los ideólogos judíos sostienen, arbitraria y caprichosamente, que es un nombre sagrado que no puede pronunciarse ni escribirse, y por ello deben utilizarse sinónimos u otros nombres de otras deidades, contrariamente a lo que podemos hacer con todas las deidades, aproximadamente 3.000, de todos los demás pueblos del Planeta Tierra, que sí podemos pronunciarlas y escribirlas sin problema alguno.

 

Según consta en las actas del U.N. Special Committee of Enquiry, del 9 de julio de 1947, el rabino Fischmann, miembro de la Jewish Agency for Palestine, declaró :

 

«La tierra prometida se extiende desde el río de Egipto hasta el Eufrates, que incluye partes de Siria y del Líbano».

 

Para comprender la significación de esta frase sería necesario ubicarla en el contexto del cual el rabino Frischmann la extrae para hacer tal afirmación y a qué se refiere cuando habla de «tierra prometida».

Como el rabino Fischmann profesa la religión judía, deberemos buscar en las escrituras de esta religión el texto o los textos en los cuales se hace esta afirmación y, al mismo tiempo analizarla en su contexto específico para comprobar la veracidad de la misma.

Y, además, determinar si la misma es válida para todos los seres humanos que poblamos el Planeta Tierra, o meramente sólo para aquellos que profesan la religión judía.

En general se utilizan dos palabras que se intercambian arbitrariamente, Jhwh y Dios, dando por supuesto, falsamente, que la palabra ‘Dios’, que es la traducción al castellano del nombre de la deidad mayor del panteón griego, esto es, Zeus, es sinónimo de Jhwh, la deidad de los judíos.

Veremos en el desarrollo de este ensayo qué significan y a qué se refieren cada una de estas dos palabras, para comprender mejor la afirmación del rabino Frischmann.

Sorprende que hasta el presente, incluidos teólogos, filósofos, investigadores de la historia de las religiones y pensadores de las más distintas regiones del planeta, no se hayan preguntado y le hayan preguntado a todos los que utilizan este lenguaje, ya que afirmaciones como estas del rabino Fischmann son frecuentemente repetidas con las mismas palabras por cientos o miles de personas en todo el mundo occidental, si esa afirmación está referida a todos los pueblos de la tierra o tan sólo a los que profesan la religión judía.

Yo mismo me he hecho esta pregunta cientos de veces y aún me la sigo haciendo, habiendo en los últimos años encontrado una respuesta personal, y por ello me he permitido cuestionar la validez de tal arbitraria afirmación .

Quizá este preguntar y cuestionar mío se deba al hecho de que estuve en la India, en dos oportunidades. La primera estudiando la metodología de la no violencia de Mahatma Gandhi y la segunda estudiando en la Universidad de Poona y en el Bandarkar Oriental Research Institute de la misma ciudad, historia de la Cultura india y el sacrificio védico.

Muchas veces me he preguntado también, para comprender yo mismo esa afirmación, cómo la entendería un hindú, un jaina, un budista o un taoista, afirmación que no deja de tener un dejo de soberbia, y estoy seguro que cualquiera de ellos le preguntaría al rabino Fischmann, como yo: ¿cuál tierra prometida?, ¿prometida por quién? y ¿prometida a quién o a quiénes?

Se muy bien las críticas que despertarán estas simples preguntas, a las que pueden seguir otras con la misma ingenuidad, aunque se suponga cualquier otra intencionalidad por parte de quienes, pareciera, nunca se preguntaron por el sentido de la vida, nunca se maravillaron mirando hacia el cielo estrellado con miles de millones de estrellas, pertenecientes a miles de millones de galaxias, que componen este inmenso, infinito, ¿eterno? Universo en el que vivimos. A todos ellos les recomendaría las lecturas de los libros de Erwin Schrödinger, David Bohm, Wolfgang Ernst Pauli , Ken Wilber, Lynn Margulis y Dorion Sagan, Joao Magueijo, entre otros. [1]

Las preguntas no significan que no sé o que no leí el libro o los libros en los que se dice «quien» les prometió la llamada «tierra prometida» y a «quien o a quienes se la prometió«.

Vayamos a la lectura directa del o de los libros que componen la Tanaj, de los que analizaremos aquel en el cual aparecen los textos a los que alude el rabino para decir que «La tierra prometida se extiende….« etcétera.

Sin embargo y a los efectos de ser breve, tomaré el texto donde aparece con toda claridad la referencia del rabino Fischmann y la más extensa:

 

» En ese día Hashem estableció un pacto con Abram, diciendo A tu descendencia le entrego esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Perat (Éufrates), con los kenizitas, los kadmonitas, los jititas, los perizitas, los refraím, los emoritas, los kenaanitas, los guirgashitas y los ievusitas.»

 

El texto que hemos transcripto en castellano, es el que está traducido por el rabino Reuven Sigal, del libro de la Torá, Bereshit/Génesis, 15, 17-21, en la página 30, de la edición que citamos en nota. [2]

El siguiente texto corresponde a la traducción que se hace en la Biblia de Jerusalén, edición española, bajo la dirección de José Angel Ubieta López, y aparece en Génesis 15, 17-21 . [3]

 

«Aquel día hizo Yahvé una alianza con Abrán, en estos términos: A tus descendientes les doy esta tierra, desde el río de Egipto hasta el gran río, el río Éufrates, la tierra de los quineos, los quineceos, los cadmoneos, los fereceos, los refaims, los amorreos, los cananeos, los girgeseos y los jebuseos.»

 

Posteriormente, en la totalidad del texto bíblico, sin hacer ninguna aclaración que permita comprender porque son intercambiables esos términos, los traductores de la Biblia de Jerusalén, utilizan indistintamente Jahvé o Dios, término este último que corresponde a la traducción al griego de la palabras correspondientes tanto al Nuevo Testamento como al Antiguo Testamento de la Biblia cristiana, ‘Jahvé‘ e incluso ‘Jesús‘.

En el primer caso, en la traducción del rabino Reuven Sigal, la edición de la Torat Emet , el que le hace la promesa a Abram, es Hashem.

En el segundo caso, esto es la edición de la Biblia de Jerusalén, el que le hace la promesa a Abrán, es Jahvé.

Daremos por aceptado que Hashem y Jahvé son la misma referencia.

La pregunta que surge es ¿tanto Hashem como Jahvé son la referencia del rabino Fischmann o se refiere éste a algún otro ser?

Si asumimos, como sabemos, que el concepto o el término ‘Dios’ es una traducción del latín ‘Deus’ que a su vez es una traducción de ‘Zeus’, la deidad mayor del panteón griego, la pregunta que nos hacemos es ¿’Hashem’ o ‘Jahvé’, tienen algo que ver con ‘Zeus’?

El término ‘Dios’ como traducción de ‘Zeus’ (‘Theos’ o ‘Deus’, en su versión latinizada) aparece en los textos llamados bíblicos a partir del momento de la traducción al idioma griego que se realizan tanto de los textos originales (cananeos, hebreos y arameos) de la Tanaj como de los textos de los Evangelios (cuyos originales se perdieron).

Sin embargo el término ‘Dios’ es un concepto genérico, porque es aplicable tanto como referencia a las deidades que aparecen en esos textos así como a las deidades que aparecen en los textos de las religiones de los pueblos de África, América, Asia y Oceanía.

Por lo que, decir que ‘Dios’ le prometió la tierra a Abrán o Abram, es aplicar un nombre genérico y tergiversar el contenido y el sentido del texto de la Tanaj, ya sea que fuera Hashem o Jahvé quien le prometió la tierra a Abrán o Abram, esta promesa queda reducida y es sólo válida y solamente es creíble sólo para quienes profesan la religión judía.

Y entonces surge la pregunta ¿por qué, quienes no profesan la religión judía deben aceptar que esa promesa está referida a y debe ser aceptada por todos los pueblos de la tierra, esto es, por cualquiera de todos los otros pueblos que profesan otras creencias y sus deidades tienen nombres distintos, como ser Quetzacoatl, Wiracocha, Pachamama, Inti, Osiris, Isis, Ra, Alá, Brahma, Shiva, Vishnú, Zeus, Adonis, Tammuz, Il/El, Baal, Marduk, Nabu, Odin, etcétera, etcétera, siendo que a esas deidades también las encontramos denominadas como ‘Dios’ o ‘Diosa’ en las traducciones al castellano, por la colonización cultural impuesta por los españoles.

En el mundo occidental existen varios nombres utilizados como sustantivos genéricos para denominar a cada una de esas deidades: ‘Dios’ (castellano), ‘God’ (inglés), [4] ‘Dieu’ (francés) y, a veces, ‘Alá’ lo es en el mundo árabe, donde musulmanes y cristianos cuando hacen referencia a sus propias deidades, las denominan así. En el caso de los musulmanes, usando apropiadamente el nombre Alá (traducción al castellano), no así en el caso de los cristianos, de cualquiera de las distintas versiones existentes, ortodoxos, católicos, maronitas, melkitas, sirianos, etcétera, ya que ellos debieran decir Il/El, ya que este es el nombre al que apela Jesús cuando padece en la cruz. Recordemos que Jesús dice: «Ili, Ili, lama sabajtani», que debiera traducirse al castellano como «Ili, Ili, por qué me has abandonado» y no «Dios mío, Dios mío», como se lo traduce erróneamente.

Así ocurría en el mundo cananeo, territorio en el cual naciera Jesús, en la provincia de Galilea, donde los nombres genéricos eran Elohim, Elyon. Sin embargo, «Il o El«, es el nombre propio, el que correctamente le corresponde. A esa deidad particular, específica, se referían los cananeos, de cualquier región del territorio y también quienes vivían fuera de esa región.

También había deidades menores, entre ellas estaba Jhwh (en castellano, mayoritariamente Jahvé), como veremos.

 

Haré un pequeño paréntesis, y luego volveré para completar mi pensamiento, para que se entienda bien a qué me estoy refiriendo, ya que sé que resulta difícil aceptar otros paradigmas cuando se ha vivido toda la vida, y durante siglos, con esta confusión que ha ocasionado y sigue ocasionando, por el error interpretativo, y los errores en la traducción, muchos desencuentros, así como ha generado guerras, invasiones, y apropiaciones indebidas de territorios.

Toda la historia del colonialismo occidental está fundada en esta confusión de la idea de la palabra ‘Dios’, que ha sido utilizada y sigue siéndolo como un comodín que ha fundamentado y autorizado las más descabelladas aventuras guerreras del mundo occidental.

En tal sentido el libro pionero y esclarecedor de Michael Prior C.M., es de imprescindible valor, aunque el autor no dio el paso siguiente, y cuya muerte nos privó de un sacerdote que de haber continuado en sus investigaciones, seguramente, habría realizado aportes fundamentales a la temática que estamos tratando. [5]

Recuerdo que en mis viajes por la India, las personas que me preguntaban sobre mis búsquedas espirituales, no nombraban ninguna de sus deidades y tampoco estos genéricos tan usuales, por los que vivimos influenciados y colonizados, en el mundo occidental.

La palabra ‘truth era la que se usaba, para evitar cualquier referencia en la pregunta que involucrara credo alguno o confesión alguna. La pregunta que escuché muchas veces, era: ¿Are you a seeker after Truth? (¿Es usted un buscador de la Verdad?)

Seguramente Mahatma Gandhi, que conocía la idiosincracia de su pueblo mejor que nadie, llamó a sus experiencias religiosas y políticas, en su Autobiografía «La historia de mis experimentos con la Verdad?»

Y lo expresó en su lenguaje claro y simple de esta manera:

 

«Para contemplar cara a cara al Espíritu de la Verdad, uno debe ser capaz de amar la menor expresión de la creación como a uno mismo. Y un hombre que aspira a eso, no puede permanecer fuera de cualquier manifestación de la vida.

Por ello, mi devoción a la Verdad me llevó al campo de la política: y puedo afirmar sin el menor asomo de duda, y por supuesto con toda humildad, que aquellos que sostienen que la religión nada tiene que ver con la política, no conocen el significado de la religión.» [6]

 

Para completar este paréntesis, resultará útil saber que cuando Mahatma Gandhi es asesinado, según relatara su secretario privado, al caer sus últimas palabras fueron:  Rama, Rama’.

Esta palabra fue traducida a los idiomas occidentales como ‘God‘ en inglés, ‘Dios‘ en castellano, ‘Dieu‘ en francés, que son, en todos los casos, traducción de Zeus o su latinización Theos. Pero en verdad, como lo señalara cuidadosamente Pyarelal Nayar (su secretario privado), en un capítulo de la biografía de Gandhi, éste dijo «Rama, Rama«. [7] Y Rama es la deidad de la provincia de Gujarat, donde Gandhi había nacido. Rama nada tiene que ver con Zeus, sus características distintivas son absolutamente diferentes. ( Agrego como Apéndice un texto aclaratorio, que, entiendo, es útil para comprender lo que estoy tratando de aclarar, porque estudié con Pyarelal Nayar en New Delhi, y si algo admiraba en él era su fidelidad a la verdad, que, seguramente, habría aprendido de Gandhi).

En la traducción al árabe, se le hace decir a Gandhi, erróneamente: «Alá».

 

Ahora podemos volver al tema que nos preocupa. Y volver también a las preguntas que me he formulado muchas veces, y que me respondido, con cierta claridad, y esto dicho con la mayor humildad, recién en mis últimos años. Y de ahí que mi posición y actitud con relación a los acontecimientos actuales en la antigua región cananea, que abarca hoy al Líbano, Jordania, Palestina (incluido el actual Estado de Israel) y Siria, son diametralmente opuestas a las versiones que nos ofrecen cotidianamente los medios de comunicación, quizá, todos ellos, imbuidos de la versión cuya confusión trataré de aclarar ahora. O, y no lo descarto, influenciados o presionados por las agencias de noticias de ese mundo occidental que siguen asumiendo el lenguaje del colonizador, como lo demuestran los hechos de los últimos años, por lo que pretenden imponernos una sola versión o interpretación.

Mis preguntas son ¿cuál tierra prometida? y, ¿prometida por quién? ¿a quién o a quiénes?

La respuesta, como lo hemos visto, es Jhwh, (escrito correctamente) y Jhwh es la deidad de los judíos, aquella a la que ellos consideran propia y de ningún otro pueblo. Y es esta deidad la que les promete la tierra de Canaán.

Y la pregunta que inmediatamente surge, en ese retorno obligado al pasado, es ¿quién es Jhwh? Al margen de todas las referencias que aparecen en la Tanaj, esto es, las escrituras que la tradición judía considera como sus textos sagrados, hay un texto en el Deuteronomio 32, 8-9 que nos dice exactamente quién es esta deidad. Con una precisión que sorprende que no se la haya tomado en consideración. (Y sobre sus cualidades y actitudes veremos, más abajo, en las reflexiones sobre el teólogo Joseph Ratzinger).

Como podrá apreciarse, en las distintas traducciones existen diferencias notables que nos hacen pensar que la mayoría de los traductores no coinciden en una conceptualización que nos permitiera decidir con precisión quién es Jhwh, aunque en todos los textos es claro que Jhwh es una deidad menor en el panteón cananeo.

Veamos:

 

 

Texto del Deuteronomio 32, 8-9

 

Eloíno Nacar Fuster y Alberto Colunga. Sagrada Biblia. Madrid. BAC. 1955. p. 250.

 

Cuando distribuyó el Altísimo su heredad entre las gentes,

Cuando dividió a los hijos de los hombres,

Estableció los términos de los pueblos,

Según el número de los hijos de Dios,

Pues la porción propia de Yavé es su pueblo,

Su lote hereditario es Jacob.

_______________________________________________________________________

 

Nueva Biblia de Jerusalén. Bilbao. Desclée de Brouwer. 1998. p. 234.

 

Cuando el Altísimo repartió las naciones,

cuando distribuyó a los hijos de Adán,

fijó las fronteras de los pueblos,

según el número de los hijos de Dios;

mas la porción de Yahvé fue su pueblo,

Jacob su parte de heredad.

________________________________________________________________________

 

La Sainte Bible. Paris . Les Éditions du Cerf. 1956. p. 208.

 

Quand le Très Haut donna aux nations leur héritage,

Quand il répartit les fils d’homme,

Il fixa leurs limites suivante le nombre des fils de Dieu;

Mais le lot de Yahvé, ce fut son peuple,

Jacob fut sa part d’heritage.

________________________________________________________________________

 

Bible. Catholic Pastoral Edition. Madrid . Editorial Verbo Divino. 1988. p. 220.

 

When the Most High divided mankind

and gave the nations their inheritance,

he set up boundaries for the peoples

after the number of the sons of God.

But the Lord keeps for himself his portion

Jacob his chosen one.

________________________________________________________________________

 

Torat Emet. Traducción y edición: Rabino Reuven Sigal. Buenos Aires. Editorial Keret Torá. 2001. p. 556.

 

Cuando el Supremo repartió la herencia a los pueblos,

Cuando dispersó a los descendientes de Adam (por su intento de constuir la Torre de Babel- Gen. Cap. 11),

Él estableció los pueblos de acuerdo al número de los hijos de Iaacov (Es decir, estableció

70 pueblos, en paralelo a las 70 personas de la familia de Iaacov que emigraron a Egipto)

(Sin embargo, Hashem se abstuvo de destruir a esa generación perversa de la Torre de Babel)

Pues la porción de Hashem es Su pueblo (el cual descendería justamente de aquella generación).

Iaacob es la parte de Su herencia (Iaacob y no Ishmael).

________________________________________________________________________

 

ETZ Hayim. Torah and Commentary. Senior Editor David L. Lieber. The Jewish Publication Society. Sponsored by the Rabbinical Assembly and the United Sinagogue of Conservative Judaism. 2001. p. 1186-1187.

 

When the Most High gave nations their homes

And set the divisions of man,

He fixed the boundaries of peoples

In relation to Israel ‘s numbers,

For the Lord portion is His people,

Jacob His own allotment.

________________________________________________________________________

 

Luis Alonso Schökel. Biblia del Peregrino. Bilbao. 1993. p. 354.

 

Cuando el Altísimo daba a cada pueblo su heredad,

y distribuía a los hijos de Adán,

trazando las fronteras de las naciones,

según el número de los hijos de Dios,

la porción del Señor fue su pueblo,

Jacob fue el lote de su heredad.

________________________________________________________________________

 

René Dussaud. Yahwé, fils de El. Paris. Librairie Orientaliste Paul Geuthner. 1957.

Extrait de la Revue Syria , XXXIV. 1957, fasc. 3-4.

 

Lorsque ‘Elyon départagea les nations,

Lorsqu’il répartit les hommes,

Il fixa les frontières des peuples

selon le nombre des fils de El.

La part de Yahwé fut son peuple Jacob,

Son héritage fut Israël.

________________________________________________________________________

 

Jesús Luis Cunchillos. Cuando los ángeles eran dioses.

Salamanca. Universidad Pontificia. 1976. p. 40.

 

Cuando ‘Elyon dividió las naciones,

repartió los hijos de los hombres,

determinó las fronteras de los pueblos,

según el número de ben ‘elim,

la posesión de Yahveh fue su Pueblo.

Jacob la parte que le tocó en suerte.

 

 

Los tres últimos textos no corresponden a traducciones realizadas por sacerdotes o rabinos, sino por laicos investigadores dedicados a los estudios bíblicos.

René Dussaud titula su artículo Yahwé hijo de El. Es lo que pareciera ser lo más aproximado a la realidad de lo que los escribas que elaboraron estos textos quisieron explicar o decir.

Pero en todos queda claro que Jhwh es una deidad menor que Elyon, y en Dussaud hay la interpretación de que es su hijo.

En todos los demás textos aparece la traducción de Elyon como el Altísimo o el Supremo o el Más alto (Most High, Très Haut), ya sean los textos de los traductores judíos o católicos.

 

Otro tema que queda claro es que siempre que los escribas, en todos los demás textos de la Tanaj, al referirse a Jhwh, inmediatamente agregaban «Jhwh tu Dios», y en los textos originales dirán «Jhwh tu Elohim».

Y en el texto griego «Jhwh tu Zeus » y en el texto latino «Jhwh tu Theos (Deus) «.

Estas aclaraciones del texto original de la Tanaj o del Antiguo Testamento llevó a muchos autores a señalar, con particular énfasis y, desde mi punto de vista, correctamente, que la religión judía es una religión monolátrica y no monoteísta.

¿Por qué monolátrica?

Quien mejor ha expresado esta concepción, haciendo una crítica muy precisa de lo que sostenía W.F. Albright, fue Theophile James Meek, en su libro «Hebrew Origin«, y lo subraya así:

 

«Incluso en los tiempos de David Yhwh se convirtió en nada más que el dios nacional del reino unido hebreo, en exactamente de la misma manera en que Re devino en el dios nacional de Egipto, o Marduk de Babilonia, o Ashur de Asiria, o Chemosh de Moab, o Milcom de Ammon.

Ni Moisés ni David ni ningún otro hebreo habría concebido a Yhwh como siendo el dios de ningún otro pueblo que no fuera el pueblo hebreo.

Las primeras tribus pensaron de Yhwh como el Altísimo, pero ahora él fue descendido desde el cielo a la tierra para convertirse en un dios del Estado, y su pueblo llegó a concebirlo como confinado territorialmente en la tierra que ellos ocupaban.» [8]

 

Y también expresan las mismas ideas, P. Garelli y V. Nikiprowetzky, cuando señalan:

 

«La monolatría fue concebida como un deber imperioso tanto respecto de Yhwh como a la nación de los hebreos. Su intolerancia adquirió nueva intensidad con Elías, Eli seo, la lucha contra los cultos agrícolas y los ideales nómadas.

La peripecia de Elías en el Carmelo o los sanguinarios celos por Yhwh de Jehú no son más que las manifestaciones de una monolatría que no toleraba compartir Israel y el país de Israel con ningún otro dios. (ni pueblo, agregaría. S.Ch.).

Pero la concepción del monopolio de Yhwh en el interior de su dominio territorial tenía como idea concomitante, ya perfectamente perceptible en la ironía empleada por Elías en su relación a los profetas de Baal (1 Re 18, 27), la impotencia esencial de los dioses.» [9]

 

Y todo ello sin olvidar que fueron hombres y/o mujeres, en general escribas a sueldo de monarcas o reyes, los que escribieron estos textos y que como lo señalara con gran antelación E. O. James:

 

«Indiscutiblemente el relato tradicional de los sucesos y de los incidentes del casi legendario período patriarcal en el libro del Génesis y la definitiva ocupación de Palestina por los hebreos, a mediados del segundo milenio y después, es en gran parte mítico.

Los relatos, en su mayor parte, han tomado la forma demitos explicativos, destinados a aclarar o justificar sucesos descritos y separados de los hechos reales por no menos de 500 años, ya que los documentos en forma actual fueron recopilados por primera vez entre el año 850 y 750 a . de J. C.

Por tanto, aunque bajo la tradición bíblica en su forma compleja hay una base de hechos históricos, la relación con los datos arqueológicos se encuentra con dificultades insuperables, debido a que el relato de los acontecimientos que condujeron a la invasión de Canaán y culminaron en esta, fue radicalmente transformado y refundido para servir a las intenciones de una interpretación teológica posterior.» [10]

 

En un libro de reciente aparición (2001 en inglés) La Biblia desenterrada, una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de sus textos sagrados, sus autores Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman, [11] corroboran y amplían lo indicado por E.O. James, dando como período de la redacción, el reinado de Josías, quien asume en el 639 a .C. Sus análisis de los textos del Tanaj los llevan a una conclusión que contradice las bases mismas y las ideas que hasta hoy se tenían. Esa redacción sirvió, según estos autores, para justificar las ambiciones del nuevo rey de Judá, descendiente de David quien, además llevó a cabo una reforma extrema de los rituales religiosos eliminando toda referencia a deidades cananeas locales, ya que hizo demoler todos los altares de las mismas dejando sólo aquellos que rendían culto a Yahvé. Y, en tal sentido, se proclamó heredero de Moisés, Josué, David y Salomón.

Según estos autores, su fundamentalismo extremo lo llevó incluso a emprender una campaña para desarraigar todo rastro o vestigio de los cultos cananeos, los cuales fueron considerados extranjeros por este rey.

Pero la realidad y la verdad que van surgiendo de los descubrimientos arqueológicos son muy distintas a los imaginarios creados por la fantasía voluntarista de los redactores-autores de los textos de la Tanaj.

En el capítulo 4, dedicado a indagar el origen de los israelitas, Finkelstein y Silberman, luego de analizar los datos arqueológicos existentes hasta el momento llegan a esta conclusión:

 

«El proceso descrito aquí es, en realidad, el contrario del que encontramos en la Biblia: la aparición del primitivo Israel fue el resultado del colapso de la cultura cananea, no su causa. Y la mayoría de los israelitas no llegó de fuera de Canaán, sino que surgió de su interior. No hubo un éxodo masivo de Egipto. No hubo una conquista violenta de Canaán. La mayoría de las personas que formaron el primitivo Israel eran gente del lugar –las mismas a las que vemos en las tierras altas a los largo de las edades del Bronce y del Hierro–. En origen, los primeros israelitas fueron también –ironía de ironías– ¡cananeos!» (p. 133)

 

Y, en el capítulo7, haciendo referencia al reino de Omrí (884-842), a quien Finkelstein y Silberman, reivindican por su habilidad y capacidad negociadora, señalan que:

 

«La nueva datación de esas ciudades que pasan de la época de Salomón al tiempo de los omritas, tiene consecuencias enormes para la arqueología y la historia. Da al traste con la única prueba arqueológica de la existencia de la monarquía unificada con su centro en Jerusalén e indica que, desde un punto de vista político, David y Salomón fueron poco más que caudillos tribales de la serranía cuyo alcance administrativo no superó un ámbito bastante local, limitado al territorio montañés. Y, lo que es más importante, la nueva datación demuestra que, a comienzos del siglo IX a. de C., surgió en el norte un reino de tipo absolutamente convencional en las tierras altas de oriente próximo, a pesar de la insistencia de la Biblia en la singularidad de Israel.» (p. 211)

 

Y más adelante en el capítulo 9, agregan:

 

«A pesar de la afirmación mantenida durante largo tiempo de que la opulenta corte salomónica fue escenario de un florecimiento de la literatura, el pensamiento religioso y la historiografía, faltan en Judá testimonios de una alfabetización amplia en los tiempos de la monarquía dividida. No se ha hallado ni una sola huella de la supuesta actividad literaria judaíta en el siglo X.

De hecho, las inscripciones monumentales y los sellos personales –signos esenciales de un Estado plenamente desarrollado– no aparecen en Judá hasta doscientos años después de Salomón, a finales del siglo VIII a. de C.

……..

A la luz de las conclusiones vemos ahora con claridad que Judá no disfrutó de una Edad de Oro precoz en la Edad de Hierro. David y su hijo Salomón, y los siguientes miembros de la dinastía davídica reinaron sobre una región marginal, aislada y rural, sin signos de una gran riqueza o una administración centralizada, y que no cayó súbitamente en una posición de debilidad y desgracia desde una época de prosperidad sin parangón.

La Jerusalén de David y Salomón era sólo uno de varios centros religiosos dentro de la tierra de Israel; y en un principio no fue reconocida, seguramente, como centro de todo el pueblo israelita.» (p. 261)

 

Y, para finalizar y no extenderme con otras perspectivas y otras interpretaciones tan respetables y confiables como las que expresan los que profesan la religión judía o la cristiana, quienes al sostener un intolerable «monoteísmo» [12]   han promovido, como lo señalamos antes, la expansión de Occidente y la invasión de países y pueblos, como lo han hecho los países europeos antes y hoy Estados Unidos de América so pretexto de que esa es la «voluntad de Dios«.

La afirmación del rabino Frischmann ha traído a la región antiguamente Canaán, desde hace aproximadamente 100 años, guerras, muertes, asesinatos, bombardeos masivos de poblaciones enteras, masacres, limpiezas étnicas (eufemismo que reemplaza a exterminio), expulsiones, y todo ello con el pretexto, también, de que esa es la voluntad de Jhwh, y ha encontrado complicidad en el gobierno de un país que se construyó con las mismas ideas monolátricas y exterminó a la población nativa para usurparles su territorio, el que hoy conocemos como Estados Unidos de América.

Alguna vez Menahem Begin le señaló a los presidentes estadounidenses que le criticaban a su gobierno las masacres de palestinos: «Ustedes no tienen ningún derecho a criticarnos porque ustedes hicieron lo mismo cuando llegaron a ese país, ustedes eliminaron a la mayoría de la población originaria.»

Y es por ello que ambos gobiernos acuerdan apoyarse mutuamente en las mentiras y en las falacias con las que engañaron y siguen engañando a sus propias poblaciones y al resto del planeta, utilizando los medios de comunicación masivos de los que disponen, desde Hollywood hasta la CNN, para continuar expandiéndose mediante guerras y masacres colectivas, exterminando a poblaciones enteras como lo están haciendo en Palestina, Afganistán, Iraq, el Líbano y otras regiones del mundo.

 

Además, he encontrado sorpresivamente, en un libro del actual papa, Benedicto XVI, publicado en 1976 y recientemente traducido al castellano y llegado a Buenos Aires, titulado «El Dios de los cristianos«, [13] por un lado, una ratificación de lo que señalo más arriba en cuanto a que el término ‘Dios’ es un término genérico o universal, sin contenido específico, y por eso el título del libro al que se agrega que en el primer capítulo el tema inicial se titula: «Dios tiene nombre«, y, por otro, con la sorprendente revelación de que Joseph Ratzinger nos dice que el nombre del dios de los cristianos es el del dios de los judíos, esto es, Jhwh.

Sin embargo, a pesar de la autoridad de la cual emana semejante afirmación, es dable recordar que en dos de los Evangelios, el de Mateo y el Marcos, antes de expirar Jesús, ambos señalan que sus palabras fueron: « Eli , Eli lama sabajtani «. Mal traducido como: «Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado«, como lo hemos indicado anteriormente.

Lamentablemente la traducción que se hace olvida que El es el nombre propio de la deidad a la que apela Jesús, y que Eli   es el caso vocativo de El, no de Zeus ni de Yhwh. En algunas ediciones aparece Ili, Ili lama sabajtani. Igualmente la apelación de Jesús a Il, en caso vocativo, Ili, es a Il y no a Zeus y tampoco a Yhwh.

Entonces, me pregunto ¿por qué esta tergiversación de un hecho de tanta trascendencia en la vida del hombre Jesús, ya que en el momento de su muerte nadie apelará sino a lo que tiene de más profundo en su corazón, y en este caso particular es a El o Il a quien clama Jesús, y no a ninguna otra deidad?

Y esta exclamación de Jesús nos hace preguntarnos ¿era Jesús judío como se le ha atribuido arbitrariamente durante siglos? Su madre era galilea, cananea, y su padre, supuestamente descendiente de David, que había vivido 1.000 años antes.

Joseph Ratzinger, ¿habrá leído estos dos Evangelios? También surge como pregunta si habrá leído el Deuteronomio 32, 8-9, donde se dice explícitamente quién es Jhwh, el ‘dios’ de los judíos, para escribirlo en los mismos términos que Joseph Ratzinger.

Y por qué extraño misterio le adjudica Joseph Ratzinger a Jesús haber dicho lo que no dijo y, en consecuencia, escribir que el «Dios de los cristianos es Jhwh«.

Su libro lleno de citas de diversos y numerosos autores, griegos, romanos, alemanes y europeos en general, judíos y cristianos, desde la antigüedad hasta el presente, no responde de ninguna manera a estas simples cuestiones. Por el contrario, se nos ocurre, que con este libro y otros suyos que cita, aspirará a que todos aceptemos que el dios de los cristianos, a pesar de las palabras con que Jesús implora en voz alta «Ili, Ili, lama sabajtani«, es el dios de los judíos, esto es, Jhwh, y no El o Il, nombre propio con el que Jesús clama rogando a su deidad.

Sin embargo, un autor que toca tangencialmente hechos históricos de la Tanaj y también de la Biblia cristiana, G. E. M. de Ste. Croix, en su libro «La lucha de clases en el mundo griego antiguo«, pone una nota de sorprendente contradicción y antagonismo con la tradición de teólogos judíos y cristianos, con relación a esta temática, tan difícil y conflictiva, condenada al silencio cómplice de quienes debieran, en honor a la verdad, asumir los riesgos del pensar, porque lo merece esta búsqueda humana cuya profundidad nos exige el valor de afrontarla con la máxima humildad que nos sea posible, pero también con la mayor valentía y dignidad de que seamos capaces. He aquí el texto de Ste. Croix : [14]

 

«No tengo la intención de dar a entender que los romanos fueron habitualmente la potencia imperial más cruel y despiadada de todas. No sé decir qué nación de la antigüedad aspiraría al título con más justicia, pues no conozco toda la documentación.

Sin embargo, basándome en la que conozco, puedo afirmar que sólo se de un único pueblo que se creyera con derecho a decir que realmente tenía orden divina de exterminar a poblaciones enteras que pudiera conquistar, a saber, Israel.

Hoy día, los cristianos, al igual que los judíos apenas suelen fijarse en la despiadada ferocidad de Yhwh, tal como nos la revelan nos las fuentes hostiles, sino la propia literatura que ellos consideran sagrada.

De hecho, por regla general, suelen arreglárselas para olvidar incluso la existencia de ese material incriminatorio.»

 

Sin duda, que el mismo Ste. Croix, de haber leído este libro de Joseph Ratzinger, lo incluiría a este entre los cristianos que «… suelen arreglárselas para olvidar incluso la existencia de ese material incriminatorio.»

 

Aquí, y para dejar abierto un interrogante sobre el tema que, como decía Fedor M. Dostoiewsky, nos ha atormentado toda la vida a muchos de los que buscando la verdad, más allá de las interpretaciones ideológicas y pretendidamente teológicas, hemos caminado aldeas y ciudades de muy diferentes, lejanos y cercanos países, y dialogado con hombres sabios y generosamente solidarios con esta búsqueda, a veces angustiante y otras maravillosamente cautivante y arrebatadora, solamente atinaron a señalarnos, con la misma humildad y las mismas palabras de los más humildes aldeanos de la India, ese país en cuyos caminos se encuentran los más extraños y asombrosos «buscadores de la Verdad«, unos vestidos de aire y otros con túnicas niveas o anaranjadas:

 

«El pico de la montaña se encuentra muy alto y allí se llega por infinitos caminos. Así con la verdad.»

 

 

 

 

Apéndice

 

De los nombres de la(s) divinidad(es)

 

Louis Fischer, en su obra La vida del Mahatma Gandhi, relata así el momento en que el Mahatma es asesinado. [15]

 

«Estoy retrasado en diez minutos -dijo Gandhi en voz alta-. No me gusta llegar con retraso. Debiera haber estado aquí a las cinco en punto.»

 

«Subió rápidamente los cinco peldaños bajos que lo elevaban sobre el nivel del campo de oraciones. Ya sólo quedaban unos pocos metros hasta la plataforma de madera en la que se sentaba durante los servicios. La mayoría de las personas presentes se levantó; muchos avanzaron, algunos ayudaron a abrirle camino. Los que estaban más cerca se inclinaron profundamente ante él. Gandhi apartó sus brazos de los hombros de Abha y Manu, y unió las palmas de sus manos haciendo el tradicional saludo hindú.

En ese mismo momento un hombre se abrió paso a codazos hasta la calle que formaban los concurrentes. Parecía que deseaba postrarse también con la acostumbrada actitud de obediencia de los devotos. Pero como llegaba con retraso, Manu trató de detenerlo y lo tomó de la mano. El la rechazó con tanta fuerza que ella cayó y, colocándose a menos de un metro de distancia frente a Gandhi, disparó tres tiros con una pequeña pistola automática.

Al primer disparo, el pie de Gandhi, que estaba en movimiento, descendió a trierra, pero él permaneció erguido. Sonó el segundo disparo y la sangre comenzó a manchar las blancas ropas de Gandhi. Su rostro se puso pálido ceniciento. Sus manos, cuyas palmas seguían unidas, descendieron lentamente y un brazo se apoyó momentáneamente en el cuello de Abha.

«Hey Rama» -dijo Gandhi.

Sonó el tercer disparo y el frágil cuerpo de Gandhi cayó en tierra.»

 

Pyarelal Nayar, secretario privado del Mahatma, en el último tomo de los 4 que dedicó a la biografía de Gandhi, Mahatma Gandhi. The Last Phase, [16]   coincide con el relato de Fischer, siendo casi idéntico, por lo que es dable pensar que ambos lo extrajeron de un mismo informe, difiere con él en otro aspecto y es aquel en el de las últimas palabras pronunciadas por Gandhi.

Pyarelal relata así el hecho, del que tomaremos sólo el final ya que el resto es, como señalé antes, casi el mismo relato:

 

«The first and the second shots passed right through and came out at the back. The third remained embedded in the lung. At the first shot the foot, that was in motion when Gandhiji was hit, came down. He was still on his legs when the second and third shots rang out. Then he collapsed. The last words he uttered were: «¡Rama! ¡Rama! « 

 

En una nota a pie de página hace la siguiente aclaración, que es importante para nuestra interpretación de los textos que hemos analizado.

Es la nota (5), que aparece explicada en la página 861 del libro citado:

 

«Después de una cuidadosa y exhaustiva investigación y consulta a testigos presenciales del hecho, que realicé en aquel momento, yo estoy convencido que las últimas palabras que salieron de la boca de Gandhi, en cuanto perdió la conciencia, no fueron ¡Hey Rama! sino ¡Rama!, ¡Rama!. Esto es, no fue una invocación sino simplemente el recuerdo de un Nombre. Hey Rama fue la expresión que nosotros inscribimos y colgamos delante de la celda de Gandhi en la cárcel de Poona, durante sus veintiún días de ayuno en 1943.

La sustitución de ¡Hey Rama! por ¡Rama, Rama!, las verdaderas palabras exclamadas, es otra instancia de los errores populares que se encuentran fijados en la matriz de la historia, así como los insectos se fijan en los trozos de ambar.»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



* Martín Heidegger. Caminos del bosque. Madrid. Alianza Editorial. 1995. pp. 191-192.

* * Francois Julien. Conferencia sobre la eficacia. Buenos Aires. Katz. 2006. p. 15.

 

[1] Erwing Schrödinger. Mi concepción del mundo. Tusquets Editores. Barcelona. 1988. (Meine Weltansicht. Mein Leben.). Ken Wilber. Cuestiones cuánticas. El pensamiento místico de los físicos cuánticos. Editorial Kairós. Barcelona . 1984. (Quantum Questions: Mystical Writings of the World’s Great Physicists. Shambala Publications. Boston . Massachussetts. 1984 – 2001). Lynn Margulis y Dorion Sagan. Microcosmos. Cuatro mil millones de años de evolución desde nuestros ancestros microbianos. Tusquets Editores. Barcelona . 1995. (Microcosmos. Four Billion Years of Evolution from Our Microbial Ancestors. University of California Press. Berkeley. 1986), Joao Magueijo. Más rápido que la velocidad de la luz. Historia de una especulación científica. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2006. (Faster than the Speed of Light. Perseus Publishing. 2003.)..

[2] Torat Emet , Un mensaje de vida. Buenos Aires. Editorial Keter Torá. 2001. p. 30.

[3] Biblia de Jerusalén. Nueva edición revisada y aumentada. Bilbao. Ed. Desclée de Brouwer. 1998. p. 30.

[4] Murray J. Harris. Jesus as God. The New Testament Use of Theos in Reference to Jesus. Michigan. Baker Book House. 1992.

[5] Michael Prior, C.M. La Biblia y el colonialismo. Una crítica moral. Buenos Aires. Editorial Canaán. 2005.

[6] Autobiografía de Gandhi. La historia de mis experimentos con la Verdad . Buenos Aires. Editorial Guillermo Kraft Limitada. 1955. p. 470.

[7] Pyarelal Nayar. Mahatma Gandhi. The Last Phase. Vol. II. Ahmedabad. Navajivan Publishing House. 1958. p. 753.

[8] Theophile J. Meek. Hebrew Origin. New York . Harper & Row, Publisher. 1960. p. 216.

[9] P. Garelli y V. Nikiprowetzky. El próximo oriente asiático. Barcelona. Editorial Labor. 1981. p. 253.

[10] E.O. James. Los dioses del mundo antiguo. Madrid. Guadarrama. 1962. pp. 42-45.

[11] Israel Finkelstein y Neil Asher Silberman. La Biblia desenterrada. Una nueva visión arqueológica del antiguo Israel y de los orígenes de los textos sagrados. Siglo Veintiuno de España. Madrid. 2003. (Las citas entre paréntesis indican las páginas en que se encuentran los textos).

[12] Podríamos decir, en tal sentido, que el monoteísmo es, en el ámbito religioso, una proyección perversa del monolatrismo, del mismo modo que el imperialismo es, en el ámbito político-económico, la proyección perversa del nacionalismo. Porque es muy concebible y respetable que cada pueblo tenga y adore a su propia deidad, pero lo que no es, y no lo es absolutamente, que un pueblo pretenda que todos los demás habitantes de la Tierra acepten a su deidad como la única y a la que todos le deben acatamiento. En el caso de los judíos, según sus propias estadísticas, constituyen una población de, aproximadamente, el 0,2% de la población mundial, (ver Harold Bloom: Jesús y Yahvé, los nombres divinos. Buenos Aires. Taurus. 2006. p. 170), lo cual significa que casi no tienen existencia real ni peso alguno frente a otras religiones, que componen poblacionalmente el 99,8% de todos los habitantes de la Tierra.

Sin que ello signifique que por ser una ínfima minoría de la población mundial no tengan derecho a afirmar sus ideas y su concepción del mundo, pero esto es aceptable sólo con la condición de que ellos no pretendan imponerse a otros pueblos y apropiarle sus tierras, bajo la falacia de «‘Dios’ nos eligió y nos dio la tierra prometida«, cuando en realidad quien realizó esas promesas y los eligió o ellos lo eligieron, fue Jhwh, una deidad menor en el panteón cananeo, según consta en sus propias escrituras, como lo hemos demostrado.

¿Qué ocurriría si Evo Morales sostiene que Wirakocha o Pachamama les dio la tierra de Bolivia sólo a los bolivianos y quienes no acepten esta concepción no pueden vivir en Bolivia y fueran expulsados todos los cristianos, judíos y de otros credos religiosos de Bolivia, so pretexto de que Wirakocha o Pachamama no descenderán si en Bolivia no hay sino y sólo bolivianos que crean en ellos?

Además., pensemos ¿qué ocurriría en el mundo si cada gobernante, atribuyéndose, como lo hacen los gobernantes judíos en el Estado de Israel, o el ex presidente de EE.UU. de América, George W. Bush, en sus delirios etílicos, mandato de su propia deidad, fuere cual fuere, ejecutaran limpiezas étnicas, esto es, expulsión o exterminio de los habitantes nativos, argumentaran los mismos delirios que aquellos?

¿Cuál sería el mundo en el que viviríamos?

[13] Joseph Ratzinger. El Dios de los cristianos. Meditaciones. Ediciones Sígueme. Salamanca. 2005.

[14] G.E.M. Ste. Croix. La lucha de clases en el mundo griego antiguo. Crítica. Barcelona. 1988.

[15] Louis Fischer. La vida del Mahatma Gandhi. Ediciones Peuser. Buenos Aires. 1953. p. 10.

[16] Pyarelal Nayar. Mahatma Gandhi. The Last Phase. Navajivan Publishing House. Ahmedabad. India. 1958. p. 773.