Con el implícito fin de denunciar la discriminación en el deporte, equipos de una veintena de países participan esta semana en la capital argentina del Mundial de Fútbol Gay, un torneo que va por su décima edición, pero que por primera vez se realiza en una capital latinoamericana.
«La idea es dar visibilidad a la homosexualidad en el deporte y al mismo tiempo denunciar la discriminación. Si hacemos un certamen propio es porque en otro lugar no se puede jugar», explicó a IPS César Cigliutti, presidente de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), la entidad anfitriona.
«En el fútbol profesional hubo, hay y habrá homosexuales, pero es una condición que hay que ocultar porque el ambiente es tan homofóbico y machista que es impensable que ese jugador pueda salir a la cancha» sin que la tribuna lo denigre con sus cánticos, agregó el dirigente de la CHA.
Organizado por la Asociación Internacional de Fútbol Gay y Lésbico (Iglfa, por sus siglas en inglés), que promueve el respeto de la comunidad homosexual a través del fútbol, el campeonato va por su décima edición. El puntapié inicial se dio en Washington en 1997.
Los mundiales se habían realizado hasta ahora en Europa o Estados Unidos. Esta es la primera vez que se elige como sede a América Latina, una región donde la tolerancia social hacia las minorías sexuales está menos difundida y donde no hay casos de jugadores profesionales que hayan admitido ser gay.
Walter García, uno de los integrantes del equipo argentino, dijo a IPS que el mundial, más que un hecho contra la discriminación, sirve para demostrar que el deportista puede ser un buen jugador más allá de su orientación sexual. «Somos como cualquiera, nos gusta jugar al fútbol y lo hacemos bien», afirmó.
García es delantero y llegó a jugar en Racing, un club de la primera división local. A pesar de ser un buen jugador abandonó, «no por ser homosexual sino porque preferí seguir estudiando», dijo. De haber seguido, alardeó, estaría en un equipo europeo como muchos de sus compañeros.
El torneo se inauguró el lunes en el complejo deportivo Parque Sarmiento, donde el gobierno de la ciudad de Buenos Aires construyó nuevos vestuarios con motivo del mundial. La Asociación de Fútbol Argentino (AFA), máxima autoridad del fútbol profesional, adhirió al encuentro y apoyó su realización.
La AFA financió la entrega de pelotas y camisetas. También aportó los árbitros y se comprometió a que el partido final, este sábado, se juegue en el estadio del club Defensores de Belgrano. Lo hizo hace dos semanas, después de que un director técnico confesó que los jugadores usaban las mismas camisetas desde 1997.
Más allá de cierta indiferencia o escasa colaboración de las autoridades, los organizadores locales estuvieron satisfechos con el apoyo recibido, suficiente para que el torneo se lleve a cabo sin inconvenientes.
«En la elección pesó la buena imagen de Buenos Aires, que desde 2003 aprobó la unión civil», indicó Cigliutti en alusión a la norma sancionada en la ciudad que permite la unión de personas del mismo sexo. Esta legislación, que no rige a nivel nacional, originó una ola de turistas gay y lesbianas.
Operadores turísticos que trabajan con la comunidad homosexual destacan que Buenos Aires se transformó en la ciudad latinoamericana preferida por sus clientes, quienes antes priorizaban Río de Janeiro o Sao Paulo. Junto con la demanda crecieron los sitios amigables para el alojamiento o el entretenimiento.
Para el mundial se inscribieron unos 300 jugadores de más de 20 países y llegaron con más de un millar de acompañantes. Los equipos no representan a sus naciones sino a ciudades, por lo que pueden participar varios de un mismo país.
En total hay 28 equipos, todos de varones. Las mujeres se anotaron, pero apenas alcanzaron a presentar tres equipos y prefirieron no participar esta vez, aunque lo hicieron en otras ediciones.
García juega para Saf Gay (Selección Argentina de Fútbol Gay), uno de los cuatro conjuntos que presentó Argentina. El equipo, que es favorito para ganar el título, se complementa con jugadores heterosexuales de primer nivel.
«Más que el fútbol, lo que discrimina es la falta de educación», dijo García, quien es empleado en un banco. «Si uno no oculta su orientación sexual la tribuna puede lanzarle insultos hirientes, pero a los heterosexuales también les gritan barbaridades y ellos se la tienen que bancar (aguantar)», afirmó.