Un país africano -Ghana- en los octavos; otro, Costa de Marfil, a punto de conseguirlo. No es poco mérito el suyo. Japón, practicando un juego que recuerda las nuevas corrientes rebeldes, comunistas, que van desplegándose poco a poco por el país, también ha superado la primera fase. No parece que su aventura, necesariamente, se pare […]
Un país africano -Ghana- en los octavos; otro, Costa de Marfil, a punto de conseguirlo. No es poco mérito el suyo. Japón, practicando un juego que recuerda las nuevas corrientes rebeldes, comunistas, que van desplegándose poco a poco por el país, también ha superado la primera fase. No parece que su aventura, necesariamente, se pare en octavos. Corea del Sur, el otro país asiático que permanece en el Mundial, se enfrenta a Estados Unidos. No suele hacerlo en la política internacional; no estaría mal aquí un acto de rebeldía.
La Italia berlusconiana ya está fuera; lo mismo que la Francia, otra Francia muy distinta de aquella de Zidane que enamoró en el Mundial de 2006, la Francia de ese presidente neoliberal usamericano que mantiene a ministros que pregonan austeridad de las clases trabajadoras y colaboran a un tiempo con la evasión de impuestos de los sectores sociales colaboracionistas enriquecidos ad nauseam en los años de la invasión nazi de Francia.
Alemania, Inglaterra, España, Portugal, Eslovaquia y Holanda son las selecciones europeas que prosiguen su marcha mundialista. La presencia de Portugal, Cristiano Ronaldo aparte, hay que vivirla como un homenaje a Saramago. Eslovaquia, un pequeño país, que con enorme esfuerzo, eliminando a la selección campeona, tarea nunca fácil, nos debería hacer pensar en aquella experiencia aniquilada, en aquel frustrado intento de renovación y de asalto a los cielos comunistas: la primavera de Praga. La Guerra Fría, los miedos desatados y, sobre todo, la infinita torpeza de unos seniles dirigentes soviéticos que ya no se enteraban de nada fueron la causa. Dubcek, el inolvidable dirigente de la Primavera, era eslovaco; le gustaba el fútbol, leía a Gramsci y pagaba sus facturas, sin privilegios, como cualquier ciudadano checo o eslovaco.
Estados Unidos, por primera vez en mucho tiempo si no ando errado, ha alcanzado los octavos. No es el fútbol un deporte que haya calado en el imaginario de las clases medias usamericanas. El Imperio en declive presenta aquí singularidades.
Quedan el grueso de las selecciones, todas latinoamericanas: Uruguay, Paraguay, México, Chile, Brasil, Argentina. No sería impensable que tres o cuatro de ellas alcanzaran los cuartos y que tuviéramos este año una final latinoamericana.
No están Ecuador, Bolivia, Venezuela ni tampoco Cuba. Argentina las representa muy dignamente. Su triunfo es nuestro triunfo. ¿Se imaginan a la selección argentina en la final mostrando al mundo una pancarta que vuelva a reivindicar el Premio Nobel de la Paz para las madres y abuelas de desaparecidos de su sangrienta dictadura militar? La foto del Mundial. Lo demás importa poco si no olvidamos lo esencial.
Y lo esencial es el marco, la que se está jugando en el mundo real mientras depositamos nuestras miradas, algo alienados, en juegos, en partidos de fútbol, algunos de ellos soporíferos. Lo que ha recordado con tensión el ex presidente Fidel Castro, cada día más lúcido, en el Granma del 26 de junio [1]: «[…] Ahora se trata de calcular cuándo se desplegarán las fuerzas navales de Estados Unidos e Israel frente a las costas de Irán, y unirse allí a los portaaviones y demás buques militares estadounidenses que montan guardia en esa región. Lo peor es que, igual que Estados Unidos, Israel, su gendarme en el Medio Oriente, posee modernísimos aviones de ataque y sofisticadas armas nucleares suministradas por Estados Unidos, que lo convirtió en la sexta potencia nuclear del planeta por su poder de fuego, entre las ocho reconocidas como tales, que incluyen a la India y Pakistán […] La dirección de Corea del Norte, que fue acusada del hundimiento del «Cheonan», y sabe de sobra que fue hundido por una mina que los servicios de inteligencia yankis lograron colocar en el casco de esa nave, no esperará un segundo para actuar tan pronto se inicie el ataque a Irán. Es muy justo que los fanáticos del fútbol disfruten a su antojo de las competiciones de la Copa del Mundo. Cumplo sólo el deber de exhortar a nuestro pueblo, pensando sobre todo en nuestra juventud, llena de vida y esperanzas, y especialmente en nuestros maravillosos niños, para que los hechos no nos sorprendan absolutamente desprevenidos».
No, no debemos estar desprevenidos ante las estrategias de unos poderes que nunca descansan y que suelen reparar poco en el Mundial de Fútbol. Para ellos es básicamente circo, circo que obnubila la mente de las gentes y puede vaciar las energía para la rebelión y las alertas.
Notas:
[1] http://www.rebelion.org/noticia.php?id=108602.
rCR