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Ordenes religiosas se enfrentan en el seno del gobierno

Disputa por el Arzobispado de Santiago

Fuentes: Punto Final

De las tres virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, la última es la más importante. Es la única que permite al pecador redimir todas sus faltas para ganar la recompensa del cielo, aunque no lo exime de la obligación de confesar sus pecados. La moral cristiana sostiene que la caridad sólo es eficaz cuando se […]

De las tres virtudes teologales -fe, esperanza y caridad-, la última es la más importante. Es la única que permite al pecador redimir todas sus faltas para ganar la recompensa del cielo, aunque no lo exime de la obligación de confesar sus pecados. La moral cristiana sostiene que la caridad sólo es eficaz cuando se practican obras de misericordia. Estas pueden ser espirituales o corporales. La limosna compendia todas las corporales y debe entregarse preferentemente a quienes están en extrema necesidad. Su mérito, dicen los evangelios, es muy grande. Se lee en Tobías: «La limosna libra de todo pecado y de la muerte eterna». (Tob. 4, 11). La caridad, para que tenga validez ante Dios, tiene que ser generosa, prudente, modesta y amable. En ningún caso debe hacerse ostentación de ella, ni menos buscar alabanzas.

En los tiempos actuales, sin embargo, la práctica de la caridad -salvo contadas excepciones- es una rama del marketing, como ha quedado a la vista luego del terremoto del 27 de febrero. La caridad esta vez ha incluido un contundente envoltorio religioso, que esconde una soterrada disputa por copar los espacios comunicacionales y diversas esferas del gobierno de Sebastián Piñera.

En su campaña presidencial, Piñera mostró un inusual fervor católico pidiendo en sus discursos una y otra vez la iluminación. Nunca antes se le vio tantas veces prosternado en busca de apoyo divino. Coincidió con su elección la muerte del sacerdote Renato Poblete, alma y corazón del Hogar de Cristo, principal referente de la Compañía de Jesús en Chile, y muy cercano al actual mandatario. En los días siguientes, se apreció con más claridad la influencia que tendrán los jesuitas y la comunidad ignaciana en la nueva administración.

Pero también se observó  que otros dos conglomerados católicos, el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, disputarán mano a mano los espacios de gravitación en el gobierno. Algunos, incluso, creyeron ver el primer síntoma de conflicto en la resistencia de la intendenta del Bío Bío, Jacqueline van Rysselberghe, militante de la UDI y del Opus Dei, a que se instalaran en Arauco las mediaguas de Un Techo para Chile, exitosa empresa de solidaridad que encabeza el jesuita Felipe Berríos.

La catástrofe del 27 de febrero afectó principalmente a tres ámbitos que han interesado sobremanera en las dos últimas décadas a estas tres corrientes religiosas: vivienda, educación y salud. Es en ellas donde más se han desarrollado y enfrentado, y dónde también han tomado posiciones los empresarios que actúan como sus benefactores y que ahora conforman la principal base de apoyo del gobierno de Piñera. 

Los jesuitas 

En el círculo más estrecho del presidente, formado en el colegio Verbo Divino, priman las influencias jesuitas. A lo menos dos de sus mejores amigos, José Cox y Pedro Pablo Díaz, han sido y son personajes claves en la comunidad ignaciana. El primero, un «liberal concertacionista» que fue parte del grupo Expansiva, presidió desde 2001 la Comisión de Financiamiento de la Conferencia Episcopal y ha sido uno de los pilares de las relaciones entre la Iglesia Católica y el empresariado. El segundo, es hermano del sacerdote Luis Antonio Díaz, que fue secretario del cardenal Raúl Silva Henríquez durante casi dos décadas y párroco de La Dehesa desde comienzos de la década de los 90.

En el influyente lobby jesuita se suman el ministro de Hacienda, Felipe Larraín; el intendente de Santiago, Fernando Echeverría; los abogados Enrique Barros, Davor Harasic y Jorge Carey, entre otros; los empresarios José Said, Felipe Lamarca, Hugo Yaconi, Manuel Santa Cruz, Marcos Cariola, Alberto Hurtado, José Antonio Garcés y Raimundo Valenzuela; el general (r) Juan Emilio Cheyre; comunicadores como Eugenio Tironi, Fernando Paulsen y Rafael Araneda; y numerosos políticos, que cruzan todo el espectro político.

Tras permanecer casi tres décadas distantes de la derecha y de los grupos sociales más acomodados, los jesuitas iniciaron una ofensiva para acercarse otra vez a ellos a partir de 1997, cuando fundaron la Universidad Alberto Hurtado. Paralelamente, diversificaron y robustecieron la labor del Hogar de Cristo y de organismos como el Cide (Centro de Investigación y Desarrollo de la Educación) e Infocap (Universidad del Trabajador), crearon Un Techo para Chile y aumentaron sus colegios en diversas regiones.

Al promediar la última década, los jesuitas ya habían recuperado gran parte del terreno perdido y sus enseñanzas permeaban con renovada fuerza a las elites chilenas. Un hito en esta tarea lo consiguieron en 2005, cuando El Mercurio eligió a Felipe Berríos como «el emprendedor social del año» y en los maletines de muchos empresarios empezó a circular el libro El liderazgo al estilo de los jesuitas, escrito por Chris Lowney, un ex sacerdote de la Compañía de Jesús y actual ejecutivo del banco de inversiones JP Morgan, que resume las dotes de liderazgo de la orden religiosa en casi 400 años. 

Arremetida del Opus 

El Opus Dei, presente en Chile desde inicios de la década del 70, dio un paso decisivo en 1989 al crear la Universidad de Los Andes. Lo hizo de la mano del empresario Eduardo Fernández León, quien ese mismo año tomó el control de Chilquinta (ex Chilectra V Región) y de Entel, además de expandir numerosos negocios inmobiliarios y de salud a través de Banmédica. Fernández León, junto a colegas suyos como Gonzalo Ibáñez, Matías Izquierdo Menéndez y Juan Ruiz-Tagle, entre otros, se transformó en el principal recaudador de fondos de la institución religiosa.

Paralelamente, la prelatura del Opus expandió su influencia en la educación básica y secundaria, creando los colegios Albamar, Montemar, Almendral, Nocedal, Cordillera, Los Alerces, Itahue y Pinares, en Viña del Mar, Santiago y Concepción.

El principal referente del Opus Dei en el gobierno de Piñera es el ministro de Educación, Joaquín Lavín.

También destacan como supernumerarios de La Obra, Mauricio Larraín, presidente del Banco Santander en Chile; y Carlos Larraín, presidente de Renovación Nacional. 

Legionarios de Cristo 

Aparecieron en Chile en 1996 con la creación del colegio Cumbres. Luego agregaron el Everest, Highlans, San Isidro, La Cruz y Mano Amiga, entre otros. En la actualidad forman en sus principios a cerca de veinte mil alumnos en una docena de establecimientos.

Tras larga disputa con los fundadores de la Universidad Finis Terrae, los Legionarios de Cristo obtuvieron su control en 2007 y trajeron de México a Cristián Nazer, un chileno que allá era el director académico de la Universidad Anáhuac, con cerca de diez mil estudiantes de pre y post grado. La misión de Nazer es transformar a la Finis Terrae en una de las tres principales universidades privadas chilenas, tarea que se medirá en 2011. Para conseguir esa meta, instalaron un nuevo consejo superior que integran Guillermo Luksic; Arturo Mackenna, gerente general de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones (CMPC); Rodrigo Pérez Mackenna, actual intendente de la VI Región, y Guillermo Mackenna. Colaboran, además, Eliodoro Matte, Juan Obach, Sergio Cardone y el abogado Fernando Barros, el hombre a quien Sebastián Piñera encargó el cuidado legal de su patrimonio.

Los Legionarios de Cristo, al igual que sus rivales, pretenden que los jóvenes que se educan en sus colegios se incorporen a sus propias universidades, prefiriéndolas a la Universidad Católica, que aún acapara sus preferencias. Muestra evidente del por qué de sus anhelos es el gabinete del presidente Piñera: 17 de sus 22 ministros provienen de la UC. 

El fuego de la fe 

A mediados de 1999, bajo el gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el embajador de Chile en El Vaticano, Máximo Pacheco, inició reservadas gestiones para que las autoridades pontificias autorizaran la instalación de una estatua de Santa Teresa de Los Andes en el exterior de la Basílica de San Pedro. La respuesta fue un rotundo no, argumentando que sólo podían estar allí los fundadores de órdenes religiosas. Pacheco se enteró de que eso no era rigurosamente cierto y que en esa ubicación en el principal templo del catolicismo había cuatro estatuas de santas que no fueron precursoras de una orden religiosa. Volvió a insistir, hasta que finalmente el cardenal Angelo Sodano le comunicó que el Papa Juan Pablo II había autorizado el monumento a Santa Teresa.

Pacheco recurrió  a Eliodoro Matte, quien comprometió toda su ayuda y la de los principales empresarios chilenos. Se mandó construir en Europa una estatua de más de cinco metros, en el mejor mármol de Carrara.

En octubre de 2004 llegaron al Vaticano Eliodoro Matte, Roberto Angelini, Andrónico Luksic, Ricardo Claro, Eduardo Fernández León, Jorge Selume y Jorge Matetic (Gonzalo Vial y Alvaro Saieh no pudieron viajar), encabezando una delegación de 300 chilenos para asistir a la instalación de la estatua en la Basílica de San Pedro. En la magna ocasión, unidos por Santa Teresa de Los Andes, dejaron de lado sus diferencias. Los empresarios fueron condecorados por el Vaticano con la medalla de San Gregorio Magno.

Varios de ellos recordarían más tarde que Fernández León, el protector del Opus Dei en Chile, en más de alguna ocasión les había recordado las palabras del primer cardenal criollo, el colchagüino José María Caro: «No es buen católico quien no vota por el Partido Conservador». 

Báculo en disputa 

Otra agrupación católica importante en Chile es el movimiento carismático de Schoenstatt. Allí los sacerdotes son minoría. A él pertenece el actual cardenal y arzobispo de Santiago, Francisco Javier Errázuriz, quien cumplió su edad de retiro en 2008, pero el Papa Benedicto XVI postergó hasta este año nombrar a su sucesor.

La silenciosa batalla por influir en el nombramiento del nuevo arzobispo se extiende a diversos frentes. El Opus Dei tiene cifradas sus esperanzas en Pablo Elton Bulnes, ingeniero civil de la UC, que a los 51 años administra desde el Vaticano los intereses de las 80 sedes que la prelatura tiene en todo el mundo.

Algunos analistas que consideran a Benedicto XVI un Papa conservador, creen que un obispo de ese origen podría facilitar las relaciones con Piñera.

Otro candidato para reemplazar a Errázuriz es el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, férreo opositor a la ley de divorcio y a la píldora del día después. Numerario del Opus Dei desde 1973, estudió en los padres franceses de los Sagrados Corazones y luego Derecho en la UC. Entró a Carabineros como procurador, en 1977. En 1980 obtuvo su título de abogado y con el grado de capitán fue adscrito a la Dirección de Personal de la policía uniformada. En las postrimerías de la dictadura militar integró el directorio del diario La Nación, y trabajó cerca de Sergio Rillón, hombre de confianza de Pinochet que manejaba las relaciones de la dictadura con la Iglesia Católica.

En 1990, González fue llamado por la prelatura del Opus Dei para convertirse en sacerdote, ordenamiento que recibió en 1993. Diez años más tarde, ya obispo, asumió la conducción de una de las diócesis más pobres de la Región Metropolitana.

Otro candidato a arzobispo de Santiago es el salesiano Ricardo Ezzati, arzobispo de Concepción, que en junio de 2009 fue nombrado integrante de la comisión de obispos que investiga a los Legionarios de Cristo y los escándalos de su fundador, Marcial Maciel, el sacerdote pederasta fallecido en 2008 en Estados Unidos.

En el intertanto, en el gobierno de Sebastián Piñera se mide con cuidado el peso de cada una de las sensibilidades católicas que anidaron en La Moneda. Cada gramo puede resultar decisivo. 

(Publicado en «Punto Final», edición Nº 706, 2 de abril, 2010)