En este sugerente mes de junio, el mundo tendrá la posibilidad de conocer dos eventos, casi en paralelo, alumbrados por un mismo signo.
La IX Cumbre de Jefes de Estado de las Américas que concluyera el viernes pasado sin pena ni gloria; y la de la OTAN, que tendrá lugar el 29 y 30 de junio en Madrid bajo orientada a “coordinar acciones” para salvar a Zelensky y enfrentar la guerra en Ucrania
No hay duda que ambos eventos fueron inscritos en la idea de servir al Gobierno de los Estados Unidos para alimentar la tradición imperial y hacerla más ostensible ante los ojos del mundo. En América, reeditando las ilusiones de James Monroe, y en Europa alentando el renacimiento del Nazismo como forma de recuperar -con una estrategia belicista- la iniciativa global.
Debilitada desde un inicio por la ausencia de un triángulo que le quita el sueño a la Casa Blanca, la cita de California registró notables ausencia. 8 presidentes de la América hispano-hablante dejaron vacío un sitio que no pudo ser ocupado por nadie.
Como ocurre en otros casos, el silencio que acompañó su gesto, resultó más elocuente que todos los discursos que se pronunciaron en un evento en el que lo único que brilló, fueron las luces del escenario. Por lo demás, Almagro pagó caro, porque le enrostraron una a una sus truhanerías
En Madrid, crujirán también las aristas de una alianza militar que lleva todas las de perder, y que se empeña en prolongar una guerra usando a Ucrania como carne de cañón para su estrategia de dominio mundial.
Cuando se narre la historia de la IX Cumbre de las Américas, deberá admitirse que la ausencia de los Jefes de Estado de Cuba, Venezuela, Nicaragua, México, Bolivia, Honduras, El Salvador y hasta Uruguay, que faltó por otras razones, resultó más sonora que el adocenado vértigo parlante de quienes estuvieron allí, unos para acomodarse plácidamente a la sombra del anfitrión; y otros, para expresar su desacuerdo con una “línea de trabajo” hegemonista, excluyente y sectaria, profundamente herida por lo que incuestionablemente constituye un rechazo a sus viejas prácticas imperiales.
Pedro Castillo, equivoco la cita. Debió concluir su tímida alocución con una precisa frase de Bolívar: “Para nosotros, la Patria es la América… nuestra enseña, la Independencia y la Libertad!”
En Madrid las cosas no marcharán tampoco como quisieran los capitostes de ese guerrerista tinglado. Los estrategas de la derrota en el Donbás tendrán que echarse la culpa, unos a otros, por el fracaso de sus planes belicistas.
Los grandes temas, rigen uno y otro certamen. En los Ángeles, desde diversos ángulos se expresó el desacuerdo de muchos con la exclusión de países de la región por razones de orden político o ideológico. Nadie tiene derecho a discriminar, se dijo, y menos a imponer ausencias forzadas. La “ley del más fuerte” es incompatible con la democracia que se pregona; pero sobre todo, con la realidad que impone nuestro tiempo.
Porque este no es ya el momento del pasado en el que la voz de Washington era norma y ley para todos. Ni tampoco la etapa en la cual el servilismo y la obsecuencia constituían el común denominador entre gobiernos parias y mandataros sumisos.
Por lo pronto, de Cuba se habló con meridiana claridad en torno al bloqueo genocida que ya cumplió más de 60 años y adicionalmente, se subrayó el avance que en temas de salud y medicina alcanzó La Mayor de las Antillas, que ha superado largamente incluso a los propios Estados Unidos de Norteamérica, no sólo en el plano de la Medicina-Ciencia, sino también en el papel social que cumplan las Batas Blancas en diversos confines del planeta.
Pero ni Venezuela ni Nicaragua estuvieron ausentes del interés y la preocupación de los huéspedes de California. Nadie que se respete mínimamente se mostró de acuerdo con la discriminación de la que fueran objeto las patrias de Bolívar y Sandino.
Y en cuanto a la primera, quedó claro que ni siquiera el Presidente de los Estados Unidos reconoce a Juan Guaidó. Y es que hoy, ese oscuro personaje de faltriquera no está en capacidad de venderle a USA ni un barril de petróleo
En la cita que habrá de celebrarse en la Península Ibérica, no faltarán tampoco las discrepancias. El fracaso de las “sanciones” contra Rusia será motivo de preocupación más que severa; la perdida de material de guerra entregado por Estados Unidos y otras potencias capitalistas a Ucrania, generará un clima de inseguridad absoluta: pero para los vendedores de armas, el tema asomará como reluciente negocio.
No obstante, unos y otros, oirán las palabras de Ángela Merkel la retirada Canciller Germana, en contra de las pretensiones de Kiev. Ellas constituyen un mínimo de realismo, que tanto en os líderes de occidente en la hora actual. Suecia, Finlandia y Ucrania quedarán en la lista de espera porque las puertas del consorcio militar no se les abrirán.
Hoy ni América ni el Mundo están para alimentar odios, mantener bloqueos ni alentar conflictos. La hora de los pueblos marcha por un derrotero distinto. Es el momento de hablar de paz y, por lo tanto, aquí cabe desactivar la política genocida en América y poner fin a la estrategia belicista en Ucrania.
Una y otra han quebrado en los hechos, y han infringido daños inmensos a la humanidad de nuestro tiempo.
Y es que sólo han insumido sangre y muerte en distintos confines del planeta.
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