Debo admitir que no leí el programa de Podemos para las pasadas elecciones; espero que se me perdone la resistencia que he ido desarrollando con los años a este tipo de literatura. Sigo con interés, sin embargo, los artículos, entrevistas e información relativa a este movimiento y sus militantes más conocidos, con lo que he […]
Debo admitir que no leí el programa de Podemos para las pasadas elecciones; espero que se me perdone la resistencia que he ido desarrollando con los años a este tipo de literatura. Sigo con interés, sin embargo, los artículos, entrevistas e información relativa a este movimiento y sus militantes más conocidos, con lo que he acabado por enterarme de sus propuestas. Escucho a estos además con placer cuando aparecen en las tertulias televisivas, sobre todo cuando los veo capaces de arrinconar y enfurecer a los fachas mediáticos más conspicuos con un discurso de pura lógica humanista. Lo que dicen es hermoso, ciertamente. No obstante, sería más hermoso si llevarlo a la práctica fuera tan simple como ellos parecen creer que es.
El discurso mediático de Podemos se basa en proponer una serie de transformaciones que según ellos van a mejorar la situación de la mayoría explotada y desposeída de este país. Se trata de medidas fiscales, de regeneración democrática, de legislación en favor de los derechos humanos, todas ellas encomiables, y que pueden ser desgranadas en un plató televisivo y parecer una panacea. Imagino estas propuestas capaces de ganar votos como para producir un vuelco electoral. Llego a ver a Podemos en «el poder», y a Pablo Iglesias prometiendo su cargo de Presidente del gobierno ante el rey. Después de todo, soy de una generación que recuerda haberle visto hacerlo a Felipe González en un momento en que se parecía bastante a Pablo Iglesias.
Mi problema con el discurso mediático de Podemos y con la estrategia que desarrolla para alcanzar el «poder» es que me temo que se basa en no decir a la gente toda la verdad. Curiosamente, la parte incómoda de esta verdad la sacan a relucir los periodistas de derechas que se enfrentan a ellos en las tertulias: «Esas medidas arruinarían al país.» Les falta añadir algo para que sea toda la verdad: «Los poderes económicos que tan bien representamos en estos platós están dispuestos a arruinar la economía si tratáis de aplicar esas medidas y disputar su botín a los ‘legítimos’ dueños del país.» Esa es la cruda realidad; con las cosas de comer no se juega. Después de prometer su cargo ante el rey, las posibilidades de transformación social que se ofrecerán a Pablo Iglesias y Podemos serán muy limitadas, porque tendrán enfrente al Poder auténtico dispuesto a todo para defender sus privilegios. Es una situación en la que me da la impresión de que sólo caben dos escenarios. No hay que inventar nada, son los de siempre, las clásicas propuestas del Poder a los advenedizos que tratan de disputárselo: «plomo» o «plata».
El escenario «plata» es el más común si repasamos la historia. Como nada se puede hacer, no se hace nada, o se hace muy poco publicitándolo mucho. Y seguimos igual que siempre, con lo que el sufrido pueblo español habrá sido engañado una vez más. Qué importa eso. Unos hombres y mujeres a los que rápidamente se les irá quitando el aspecto de outsiders se repartirán las prebendas del «poder», y santas pascuas.
El escenario «plomo» significa que Podemos en el «poder» tiene el valor de enfrentarse al Poder. No es un escenario que parezca probable porque eso implicaría que en ese momento Podemos habría de sacar de su equipaje la palabra tabú, la palabra fundamental que nunca se les oye, la madre de todas las palabras, la palabra «capitalismo». Y con ella la palabra inevitable si queremos enfrentarnos al monstruo, la palabra «revolución», la gran palabra.
Esta revolución quisiera que se entendiera como una transformación democrática y pacífica de las relaciones económicas y sociales que vivimos los ciudadanos de este país. El problema es que este cambio no puede hacerlo solo un partido que gana unas elecciones, sino que requiere un amplio, mayoritario, comprometido y voluntarioso movimiento ciudadano, pleno de conciencia de la realidad y de la necesidad de cambiarla. Y dispuesto a todo, porque a todo estarán dispuestos los dueños del país para defender su status; la historia lo demuestra sin posibilidad de duda. ¿Existe este movimiento acaso?
Podemos trata de dar forma política a la masa social que comenzó a movilizarse en España a raíz del 15M, pero nos tememos que al final está acabando simplemente en la construcción de una plataforma política más. La capacidad de acción de una plataforma política es muy limitada ante los retos serios, los que merecen la pena de verdad. Eso me temo que nos lleva al escenario «plata» de cabeza.
Tenemos que darnos cuenta de que las cosas no las vamos a cambiar desde el salón de nuestra casa o por introducir una papeleta en una urna. Es necesario que muchos seamos conscientes de lo que nos ocurre, y estemos dispuestos a asumir todos los riesgos que es preciso asumir para transformar la situación penosa a la que nos han arrastrado. Para construir una democracia que merezca tal nombre, no hay más remedio que estar dispuesto a enfrentarse al Poder con todas las armas de la razón.
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