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Dos tipos de antisemitismo

Fuentes: Information Clearing House

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Contrariamente a mucho pensamiento convencional que trata el «antisemitismo» exclusivamente como una forma de odio étnico, existe un segundo tipo de actitud que supuestamente es «antisemitismo» porque es crítico, a menudo con razón, del sionismo y de las políticas y prácticas de Israel. Este segundo tipo de supuesto antisemitismo es una táctica utilizada para desacreditar a críticos de Israel insistiendo en que no se debería distinguir entre crítica a Israel y el odio al pueblo judío. Estos dos tipos dispares de antisemitismo funcionan realmente con objetivos contradictorios, y aunque puede que existan situaciones de superposición, agruparlos es una peligrosa confusión.

Es poco usual que incluso los críticos más acerbos de la conducta del Gobierno de EE.UU. sean criticados como antiestadounidenses excepto a veces en medio de crisis de seguridad internacional, pero incluso entonces semejantes acusaciones reflejan la posición de patriotas o extremistas que se identifican con el ala derecha de la política estadounidense. Asimismo, semejantes acusaciones, aunque desagradables, no son tan hirientes como el antisemitismo, que conlleva una implícita afirmación secundaria de indiferencia ante el Holocausto, del genocidio nazi y de la larga historia de persecución contra el pueblo judío. A mi juicio, esta calificación de los críticos de Israel como «antisemitas» es una forma miope de desagradable propaganda estatal, implementada generalmente en el exterior por grupos sionistas de la línea dura, y es parcialmente responsable de una reacción emergente que está siendo expresada en odio y hostilidad contra judíos. Es un tema altamente delicado que es casi seguro que será tratado emocionalmente de una manera conformada por fuertes alineamientos ideológicos a favor o contra la manera en que Israel se ha conducido desde su controvertido establecimiento en 1948 y en relación con actitudes hacia las estrechas conexiones entre el movimiento sionista y el pueblo judío.

El Tipo I de antisemitismo es una forma de virulento racismo, que se caracteriza por el odio y la envidia, y que conduce a múltiples formas de hostilidad hacia los judíos. A menudo ha sido acompañado por un fuerte apoyo gubernamental y social a una reacción punitiva hacia los judíos a fin de salvaguardar la religión y etnia dominante, y para defender los valores y tradiciones de la comunidad política no judía que se encuentran supuestamente bajo amenaza como resultado de actividades judías. Históricamente, las raíces del antisemitismo de Tipo I se remontan a los orígenes y crecimiento del cristianismo, reforzado en siglos ulteriores por restricciones europeas a la propiedad judía de tierras y entornos permisibles que condujo a los judíos a concentrarse en el dinero y la banca, creando una estrecha relación entre los judíos y el crecimiento del capitalismo, especialmente el capital financiero.

Casos extremos de antisemitismo de Tipo I incluyen la captura del poder estatal por una visión antisemita como en el caso de la Alemania de Hitler. También es relevante observar que el antisemitismo fue relativamente raro en el mundo islámico, que propugnaba la libertad de culto por minorías religiosas, aunque reservaba un rol hegemónico para el Islam, especialmente en la era del califato otomano. Hasta los problemas generados por el sionismo, el antisemitismo no fue un problema serio en Medio Oriente donde judíos en la mayoría de los países árabes eran tratados en su mayoría como una religión auténtica y una minoría respetada. A través de toda la historia moderna, los judíos sufrieron sobre todo por el antisemitismo europeo, con Rusia considerada parte de Europa.

En Alemania la toma del poder por los nazis y el abuso del poder estatal condujeron por etapas a los campos de la muerte, al genocidio en una escala masiva, que recibió su estatus histórico distintivo al ser conocido como el Holocausto. Esta implementación genocida del antisemitismo fue preparada por la ideología nazi y sus prácticas implacables y abiertamente discriminatorias, que satanizaban a los judíos junto a los roma y a otros considerados inapropiados para propagar a los arios, presentados como la raza superior. El antisemitismo Tipo I en las sociedades cristianas post nazis ha desaparecido generalmente bajo una gruesa nube de culpa y negación relacionada con el pasado, aunque persisten estereotipos moderados de prejuicio social. Esos estereotipos incluyen una variedad de exclusiones y discriminaciones, que van desde estereotipos informales y tácitos de discriminación en el empleo y la vida social a la elaboración de perfiles en función de la etnia que atraen la atención pública a aspectos desfavorables de apariencia física o conducta atribuidos a los judíos, e incluye chistes que perpetúan visiones estereotípicas ‘del judío’. Semejantes actitudes sociales son compensadas en cierta medida por el reconocimiento generalizado de los logros judíos, de una influencia fuera de proporción con su pequeña cantidad y de la notable resiliencia del pueblo judío a través de los siglos a pesar de enfrentar muchos impresionantes desafíos.

El así llamado sionismo cristiano, es mejor visto como un refrendo indirecto del antisemitismo de Tipo I que se oculta tras el velo de ardiente apoyo a Israel como Estado y al sionismo como movimiento. Su ánimo antisemita se dirige contra la judería de la Diáspora, derivado de una lectura del Libro de Revelaciones que anticipa la Segunda Venida de Jesús que solo tendrá lugar una vez que todos los judíos hayan retornado al Estado judío de Israel. Para promover este reclamo profético, los sionistas cristianos favorecen que se tomen pasos para alentar a los judíos a emigrar a Israel, y al respecto están de acuerdo con la tendencia más influyente en el pensamiento sionista. El carácter antisemita ulterior del sionismo cristiano se dirige a una etapa subsiguiente del Juicio Final, un tiempo de ajuste de cuentas en el cual todos los que no hayan abrazado la fe cristiana serían consignados a la condenación eterna. A pesar de estos fundamentos antisemitas, Israel ha establecido lazos oficiales y existenciales con el sionismo cristiano, otorgando a su organización estatus diplomático y acogiendo su apoyo incondicional dentro de la escena política estadounidense. Esta conexión entre Israel y el sionismo cristiano es típica de un pacto faustiano, e inclina aún más el equilibrio político dentro de EE.UU. en una dirección favorable a Israel de lo que de otra manera podría haber sido el caso.

El antisemitismo Tipo II existe en dos variantes muy diferentes. La primera variante es lo que podría ser calificado de ‘una marca árabe de antisemitismo’, que toma la forma de una condena de los judíos y del pueblo judío por la implantación del Estado judío en Israel. La indignación se dirige también a Israel por otorgar un derecho al retorno a todos los judíos en todo el mundo mientras niega a todo palestino cualquier derecho al retorno, negando un derecho semejante incluso a esos palestinos y sus descendientes que huyeron o fueron expulsados de sus casas en 1948. Este tipo de amalgama de un proyecto estatal con la etnicidad del pueblo involucrado es inaceptable, y es una forma de propaganda anti-estatal que asume una forma odiosa de apuntar a una etnicidad aparte de una entidad política. La mayoría de los árabes no apoya una visión semejante y tiene cuidado de distinguir entre Israel como un fenómeno político ilegítimo y los judíos como una etnicidad dispar y geográficamente dispersa. También es importante no tildar a los árabes de ‘antisemitas’ porque algunos cruzan esa línea de odio étnico.

La segunda expresión de antisemitismo de Tipo II avala indirectamente de un modo bastante extraño el antisemitismo árabe diciendo que la hostilidad al Estado de Israel no puede ser distinguida de la hostilidad al pueblo judío. La argumentación central es que fuertes críticas a Israel como Estado judío o dirigidas al Proyecto Sionista o que expresan una fuerte desaprobación de las políticas y prácticas de Israel son expresiones apenas disfrazadas de odio contra los judíos como pueblo y contra el judaísmo como religión. Los defensores de lo que podría ser llamado ‘la identificación sionista del antisemitismo» hacen lo posible por hacer que la gente crea que los dos tipos en cuestión no son debidamente distinguibles. De esta manera los críticos de Israel son denigrados como ‘antisemitas’ en su sentido auténtico de odio hacia los judíos. Si los propios judíos se convierten en críticos fuertes y visibles de Israel son tildados de ‘judíos que se odian a sí mismos’ o simplemente agrupados con antisemitas de Tipo I. Esto no niega que algunos judíos podrían realmente odiar su identidad judía como asunto de profunda orientación psicológica, y hacer lo posible por escaparle, pero la crítica de Israel y el rechazo del sionismo no debieran ser utilizados como evidencia de semejante odio a sí mismo. De hecho, algunos antisionistas basan sus puntos de vista en fuertes convicciones de que el sionismo es una traición de valores y tradiciones judías, son orgullosos de su patrimonio judío.

Recuerdo un encuentro en Chipre hace más de una década con el especialista en hasbará, profesor Gerald Steinberg de UN Monitor y el embajador israelí en Chipre griego en una reunión del Consejo de Inter-Acción dedicado a la solución de conflictos en Medio Oriente. El Consejo de Inter-Acción está compuesto de antiguos jefes de Estado, y yo fui invitado como ‘experto’. Esa sesión fue sobre Israel-Palestina y fue presidida por Helmut Schmidt, el ex Canciller alemán. En la discusión, los participantes israelíes argumentaron fuertemente que Israel, el sionismo, y la identidad judía constituían una unidad, y que cualquier crítica dirigida a una de las tres perspectivas era un ataque contra las otras dos. Yo intervine para decir que estaba fuertemente en desacuerdo con un punto de vista semejante, y que como judío sentía una actitud crítica hacia la conducta de Israel y las afirmaciones sionistas. Posteriormente, varios participantes, incluyendo el señor Schmidt, me agradecieron por decir lo que ellos creían, pero me dijeron que no habían podido decir porque temían que sería tratado como prueba de su antisemitismo. Al contrario, el señor

Steinberg se mostró bastante hostil después de la reunión, informándome de manera perentoria que mis comentarios no habían ‘ayudado mucho que digamos’.

A mi juicio es extremadamente deplorable que se considere la crítica a Israel, incluso si es formulada en términos enérgicos siempre que no corresponda a un discurso de odio, sea equivalente a antisemitismo. El antisemitismo de Tipo II tiene varias consecuencias indeseables: refunde un repudio válido del odio étnico con esfuerzos inválidos por etnicizar o desacreditar la crítica de Israel y el sionismo; hace que muchos no judíos crean que si critican a Israel serán injustamente desacreditados como antisemitas y se hace que los judíos teman que sean considerados como si se odiaran a sí mismos, inhibiendo así la crítica de Israel y del sionismo. Por esta razón permite que Israel oculte sus políticas y prácticas criminales hacia el pueblo palestino invocando la memoria del Holocausto y la larga historia de victimización judía, y así inhiba la crítica. Asimismo, lleva a mucha gente a creer que no existe diferencia alguna entre la identidad judía y la solidaridad sionista. Eso promueve una tendencia por parte de algunos no judíos a considerar a los judíos como una categoría étnico-religiosa-política, incluso si no tienen ninguna conexión con el Estado de Israel, y no son responsables como pueblo por la victimización del pueblo palestino. Esa insistencia en que el antisemitismo Tipo II es una forma genuina de antisemitismo alienta la conducta antisemita de Tipo I. Cuando jóvenes árabes en los suburbios de París arrojan piedras a todo judío que pueden encontrar en las calles de la ciudad, ese acto odioso se basa en la mayoría de los casos en su acerba hostilidad hacia Israel. Es evidente en una conducta semejante que una relación simbiótica existe entre los esfuerzos igualmente inválidos árabes y sionistas de vincular Israel y el sionismo con el odio hacia los judíos.

La cultura popular estadounidense incluye esta confusión. Por ejemplo, en un antiguo episodio de la teleserie House of Cards un senador estadounidense es completamente desacreditado como candidato viable debido a que sus contrarios establecieron que fue autor de un editorial no firmado en un periódico estudiantil mientras era estudiante, en el que criticaba la construcción de colonias en Cisjordania. Una vez que su autoría fue publicitada, fue algo obvio que su carrera política había terminado sin ninguna consideración a su edad, a la sensatez de lo que había escrito, y a la supuesta apertura en una democracia constitucional hacia puntos de vista diversos. Durante los recientes ataques israelíes contra Gaza esa misma atmósfera en Washington produjo una resolución con un respaldo de 100% expresando apoyo sin reserva al derecho de Israel a defenderse. En EE.UU. polarizado encontrar semejante unanimidad confirma sobre todo el innegable éxito de las fuerzas pro Israel en el intento de tratar el antisemitismo de Tipo II como sinónimo de odio a los judíos. Como han argumentado convincentemente, con amplia documentación, John Mearsheimer y Stephen Walt este sesgo de la atmósfera política ha interferido con la defensa racional de los intereses nacionales de EE.UU. en Medio Oriente.

Un ejemplo reciente de semejante manipulación de tales afirmaciones antisemitas ha sido evidente por el caso de que a Steven Salaita se le haya negado recientemente un nombramiento a una posición permanente en la Universidad de Illinois porque envió varios twits «impolíticos» durante los ataques militares de julio/agosto contra Gaza. La canciller de la universidad, Phyllis Wise, trató erróneamente esos twits como evidencia de antisemitismo de Tipo I, aunque afirma astutamente que actuó para proteger una atmósfera de civilidad en el campus, y no porque Salaita expresó puntos de vista anti-israelíes. La canciller Wise utilizó esa percepción (errónea), alentada enérgicamente por presiones sionistas de fuera del campus y amenazas relacionadas con el financiamiento, para justificar la negativa a Salaita de un nombramiento académico que había aceptado y en el que se basaba de buena fe. Había alquilado una casa cerca de lo que razonablemente consideraba como su nuevo campus en Urbana-Champlain, y ya había renunciado a su puesto en la facultad en la Universidad Virginia Tech. Salaita tenía evaluaciones docentes sobresalientes en Virginia Tech que incluían apreciaciones estudiantiles de un entorno en el aula que aceptaba todos los puntos de vista. Su erudición en Estudios de Indios Estadounidenses había sido exhaustivamente examinada por un prolongado proceso de reclutamiento en Illinois. La poco convincente justificación utilizada por la canciller Wise y sus partidarios es que los twits de Salaita eran prueba de una falta de civilidad en relación con temas delicados que podrían hacer que sus estudiantes judíos se sintieran inconfortables o inhibidos. La evidencia sugiere, al contrario, que Steven Salaita rechazaba personalmente y desaprobaba intensamente el antisemitismo de Tipo I, aunque como palestino-estadounidense, se sentía comprensiblemente muy perturbado por la conducta de Israel hacia el pueblo palestino, y reaccionó emocionalmente durante la crisis.

No pretendo ser neutral en estos temas. Durante los últimos seis años, mientras servía como Relator Especial de la ONU para Palestina Ocupada por cuenta del Consejo de Derechos Humanos, he sido un continuo objetivo de una permanente campaña de difamación, encabezada por una ONG de orientación sionista, UN Watch, basada en Ginebra. Fui repetidamente acusado de antisemitismo, y mis puntos de vista sobre otros temas fueron distorsionados de la misma manera para crear una impresión de falta de buen juicio. Fui calificado de partidario del terrorismo, de teórico conspirativo del 11-S, y cosas semejantes. El Centro Simon Wiesenthal en Los Angeles me mencionó en 2013 como el tercer antisemita más peligroso del mundo, justo después del Supremo Líder de Irán, y el Primer Ministro turco. También se encontraba en la lista de los primeros diez a autores tan destacados como Max Blumenthal y Alice Walker. Es interesante que Wiesenthal no haya hecho ningún esfuerzo por distinguir críticas a Israel de odio a judíos al titular su lista de «Calumnias antisemitas, anti-Israel», mezclando los dos tipos de orientación en su lista.

Debido a la atmósfera en Norteamérica, donde demostrar un apoyo de más de 100% a Israel se ha convertido en un ingrediente indispensable de la credibilidad política, esos ataques difamatorios fueron aceptados como válidos por varios funcionarios públicos que nunca se preocuparon de consultarme o de examinar mis verdaderos puntos de vista sobre tópicos tan controvertidos. Como resultado, fui atacado por luminarias como el Secretario General de la ONU, dos embajadoras de EE.UU. ante la ONU (Susan Rice, Samantha Powers), el

Ministro de Exteriores de Canadá, entre otros, y me convirtieron en un objetivo favorito de Fox TV y del imperio mediático de Murdock. Adicionalmente, se hicieron esfuerzos para que se cancelaran mis clases en universidades en varios sitios del mundo (incluyendo McGill y McMaster en Canada, AUB en Beirut, ANU, Melbourne, y Sydney en Australia, Norfolk en el Reino Unido, Universidad de Texas, Universidad de Iowa y otras en EE.UU.) Se advirtió a esas universidades que su financiamiento sería afectado a menos que mi aparición en su campus era anulada. En por lo menos una ocasión se me informó que una oferta previa de un nombramiento de profesor visitante en una universidad en el exterior, Kings College London, fue reducida de renovable año tras año a un solo año debido a mi supuesto antisemitismo. Incluso mi esposa fue difamada por semejantes fanáticos sionista que trataron de derrotar su candidatura en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2014 a Relatora Especial para el Derecho a los Alimentos. Fue acusada de escribir folletos inflamatorios anti-israelíes en colaboración conmigo, una mentira total ya que nunca habíamos colaborado en este tema, y además se afirmó que compartía mis puntos de vista antisemitas, lo que constituye una doble mentira.

Este uso del antisemitismo como arma ideológica, lo que califico aquí de antisemitismo de Tipo II, está teniendo efectos paradójicos, incluyendo nuevos estallidos de antisemitismo Tipo I, el problema real. La lógica de este desarrollo es la siguiente – si se espera que los judíos apoyen lo que Israel está haciendo a los palestinos para evitar la etiqueta de antisemitismo, se hace razonable creer que los judíos, y no solo el Gobierno de Israel, son responsables por los crímenes perpetrados contra el pueblo palestino. Si no se permite que los oponentes del antisemitismo critiquen a Israel, a pesar de sus drásticas divergencias con la moralidad y el derecho, se crea una profunda confusión entre el rechazo del odio y los estereotipos étnicos que es un mal incondicional y el repudio de la conducta inmoral e ilegal por parte de un Gobierno que es objeto de cuestionamiento en cuanto a los hechos y su interpretación de la ley y la moralidad. Más a propósito, si Israel invoca el Holocausto para validar sus argumentos históricos de victimización, y luego victimiza por su parte a otro pueblo en una forma extrema, expulsando primero a la mayoría de su patria y luego ocupa por la fuerza la tierra que queda en manos palestinas y confisca gradualmente el territorio que queda, parece implicar al pueblo así como al Estado si la oposición es silenciada o marginada. Pasar por alto los crímenes de Israel contra la humanidad y su conducta genocida, o en caso de no hacerlo ser acusado de ser un antisemita, aumenta la confusión. Es aún más aumentada por el extremismo árabe e islámico que insiste en que las fechorías de Israel son un resultado directo de su pretensión de ser un Estado judío, y no un Estado normal.

En conclusión, creo que es de interés tanto para los judíos como para los palestinos que el antisemitismo de Tipo II sea desenmascarado como un instrumento tóxico de propaganda que debe ser repudiado por la gente de buena voluntad, sin consideración de su etnicidad y persuasión política. Hablando por experiencia, es duro personalmente, y genera indignación entre los que los que insisten en que la crítica del tratamiento del pueblo palestino debe ser opuesta vigorosamente. Israel ha dedicado considerables medios y gran esfuerzo a hacer que no se preste atención a la culpa por sus políticas y prácticas enarbolando la bandera negra del antisemitismo para desacreditar toda crítica responsable y merecida. Mientras el movimiento de solidaridad con Palestina crece en todo el mundo, es obvio que esta forma de hasbará está fracasando.

* Richard Falk fue Profesor Emérito de Derecho Internacional en la Universidad de Princeton durante cuarenta años y Distinguido Profesor Visitante de Estudios Globales e Internacionales en la Universidad de California, Santa Bárbara. Es autor y editor de numerosas publicaciones a lo largo de cinco décadas, y editor de «El Derecho Internacional y el Tercer Mundo: reformulando la Justicia» (Routledge, 2008). Desde 2005 presidió el Consejo de la Nuclear Age Peace Foundation.

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article39578.htm