Pareciera que no hemos aprendido nada y en muchos sentidos es verdad, pero también es cierto, que para amplios sectores económicos de las clases acomodadas y muchos gobernantes en la mayor parte del mundo, es de su interés promover la devastación del planeta, el capitalismo, sistema del que se benefician y enriquecen, ha demostrado ser […]
Pareciera que no hemos aprendido nada y en muchos sentidos es verdad, pero también es cierto, que para amplios sectores económicos de las clases acomodadas y muchos gobernantes en la mayor parte del mundo, es de su interés promover la devastación del planeta, el capitalismo, sistema del que se benefician y enriquecen, ha demostrado ser el mayor causante de la aceleración de la gran catástrofe ambiental que vivimos desde la Revolución Industrial. La contaminación se incrementa por los residuos tirados con descaro en los ríos, bosques, selvas, mares, cenotes y demás ecosistemas por parte de las grandes empresas; la sobre-explotación de los recursos naturales se acelera junto a la competencia económica entre potencias, una guerra de ambición que hoy tiene al petróleo entre sus principales trofeos; la deforestación en nombre del progreso instala trenes, hoteles o cualquier tipo de empresa en zonas medulares para la subsistencia ecológica y humana destruyendo todo, sin importarles el desplazamiento de comunidades enteras ni el daño a la vida; los pulmones del planeta son contaminados y devastados por la voracidad insaciable de verdaderos depredadores que extraen y extraen recursos destruyendo yacimientos de agua y oxigeno para enriquecerse; millones de hectáreas son taladas y desforestadas para beneficio de terratenientes que despojan a los pueblos originarios a nombre de unas cuentas empresas monopolistas; los minerales son saqueados en las minas controladas por transnacionales que junto al subsuelo explotan en niveles infrahumanos a los trabajadores a lo largo de América Latina y el mundo; la desigualdad social y la injusticia se manifiesta también en la relación que sostenemos con la naturaleza, el interés de ganancia, acumulación de riqueza y poder son las razones por las que gobiernos, burguesías oligarcas y empresas en claro maridaje destruyen el planeta sin impórtales el porvenir de la humanidad. Desde hace siglos se viene impidiendo la armonía que debe sustentar la relación entre los seres humanos y la naturaleza; la crisis se encuentra en el antagonismo entre humanidad y capitalismo.
La Amazonía se incendia, las imágenes comienzan a circular por las redes sociales rompiendo el cerco informativo que durante más de quince días se había mantenido ocultando la grave situación que acontece, esta selva considerada el pulmón del planeta tierra porque absorbe millones de toneladas del dióxido de carbono de la atmósfera y, al hacerlo, contribuye a frenar el cambio climático, es desbastada con la complacencia del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quien con tono de burla se refiere al suceso, actitud que no es para nada una acción negligente o de ignorancia, es con todas sus letras; un ECOCIDIO celebrado por los sectores ultraconservadores que ostentan el poder en Brasil y, cuyas características neofascistas, ya sean revelado desde el principio de su mandato. Recientemente Bolsonaro acusó a las organizaciones no gubernamentales de ser los provocadores de los incendios en la Amazonía y otras regiones de Brasil, según el mandatario estos incendios los abrían generado para «llamar la atención» y afectar su gobierno que suspendió los recursos que les otorgaba. Con su acostumbrado cinismo afirmó que: «Puede estar habiendo, sí, puede, no lo estoy afirmando, una acción criminal de esos ‘oenegeros’ para llamar la atención contra mi persona, contra el gobierno de Brasil. Esa es la guerra que estamos enfrentando». Es importante recordar que el gobierno de Bolsonaro no aceptó ser sede de la Conferencia del Clima de las Naciones Unidas (COP25) que se desarrollará en diciembre próximo en Chile.
La relación que Bolsonaro mantiene con los intereses de los latifundistas, su apuesta por la expulsión de los pueblos originarios y su declarada intensión de deforestar y sembrar soja en la región, hacen mucho más claro el panorama ante lo que a todas luces es un crimen de lesa humanidad, tal y como se entiende el ecocidio. Desde el inicio del gobierno ultraconservador de Bolsonaro la desforestación de la Amazonía aumento en un 90%, apenas unos días atrás, Bolsonaro firmó unos seiscientos permisos para que la deforestación continúe, también ha legalizado la minería en reservas indígenas y reducido la fiscalización en áreas protegidas, por si fuera poco, en medio de este panorama y desde hace meses, se viene denunciando la persecución y el asesinato de líderes de las culturas originarias mientras el desplazamiento forzado continua, es claro que el gobierno de Bolsonario es cómplice y causante de la catástrofe que acontece en la Amazonía. La resistencia de los pueblos y culturas originarias defiende no únicamente la selva y los ríos, sino que resisten para mantener con vida un preciado bien de la humanidad entera; la disputa que vivimos es por la supervivencia de la vida humana en el planeta o la devastación inhumana por la avaricia y la soberbia.
Hay que tomar conciencia sobre los graves acontecimientos, reconocer que no sólo estamos afrontando un cambio climático, sino que vivimos una verdadera catástrofe que nos conduce a poner en duda la posibilidad de la existencia humana en un futuro próximo si continuamos con la acelerada devastación de la naturaleza que se viene realizando, no se trata únicamente de pensar en campañas ecológicas para detener el daño, se trata de dejar de generar ese daño y para ello debemos poner en juicio todo el sistema que nos rige, es necesario superar la depredación que el capitalismo produce con un sistema que camine de la mano con la naturaleza, respetando sus ciclos, reconociendo su necesidad indispensable para la vida. Es tiempo de hablar de Ecosocialismo, propuesta de Michäel Löwy y otros intelectuales, que reconoce la necesidad de establecer otra relación con la naturaleza reorganizando y reconfigurando el sistema de producción y consumo, procurando la armonía entre necesidades sociales y el equilibrio ecológico para la construcción de una nueva sociedad humana.
Cristóbal León Campos es integrante del Colectivo Disyuntivas
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.