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Ecomunitarismo y democracia hoy y mañana: ideas fundamentales

Fuentes: Rebelión

Revisitamos aquí, con pocas variantes, lo que hemos expuesto en el capítulo  final de nuestro libro “Contribuição à Teoria da Democracia. Uma perspectiva ecomunitarista” (hasta ahora sólo editado en portugués).

 Recordemos que definimos la democracia, a partir de Lincoln, como el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. A su vez las tres normas éticas fundamentales, que hemos deducido de la gramática profunda de la pregunta que instaura la Ética, a saber “¿Qué debo hacer?”, nos obligan, respectivamente, a luchar para realizar nuestra libertad individual de decisión, a realizar esa libertad en la búsqueda de consensos con los otros, y a preservar-regenerar la salud de la naturaleza humana y no humana. Técnicamente esas tres normas, como cualquier otra norma ética, tienen la estructura de Cuasi-Razonamientos Causales (CRC), constituidos, sucesivamente, por un obligativo, el conector “porque” y un enunciado falseable que da soporte argumentativo al obligativo (ver López Velasco 2009); de ello resulta que las normas éticas no son dogmáticas y se someten al cambio histórico, según sea el estado de nuestros conocimientos y nuestra argumentación.

Ahora, a partir de las tres normas éticas fundamentales   consideraremos en lo que sigue  aspectos que se refieren (ora de forma combinada, ora de manera focalizada) a la organización y procedimientos de la democracia, en especial en sus formas directas, participativas y/o representativas, y a la satisfacción de las necesidades individuales (dentro de la frugalidad ecológica prescrita por la tercer norma fundamental de la ética, y del respeto a la interculturalidad),  para el desarrollo de personas universales reconciliadas solidariamente con las demás y con la naturaleza no humana

Gobierno del pueblo

El ecomunitarismo propone que la convivencia cotidiana sea regulada diariamente por CRC que las y los ciudadan@s contraen y renuevan o modifican libremente y de forma consensual. Así las reglas de convivencia y las acciones comunes o que afectan a cada un@ son establecidas y cambiadas argumentativamente, superando toda norma exógena pétrea, sea ella de carácter moral, religioso y /o del Derecho Positivo (todas ellas dimensiones humanas que irán siendo progresiva y pacíficamente abolidas en el proceso histórico de desalienación religiosa y profana). Esa dinámica cotidiana obedece a la aplicación diaria de las dos primeras normas fundamentales de la ética, y sólo no pueden ser violadas en esos acuerdos las tres normas fundamentales de la ética, y otras que la comunidad eleve voluntariamente a ese nivel. En ese contexto, como es lógico, reina como forma política predominante la democracia directa, en la que cada miembro de la comunidad participa junto a los otros en la toma de decisiones de todos los asuntos en debate. Los medios informáticos y la internet permiten que esa dinámica abarque desde lo local hasta lo planetario, pues es fácil imaginar, cómo usando esos medios, cada ciudadano se informa, pregunta, interactúa en libres debates haciendo oír su opinión, y, finalmente, cuando se juzgue prudente el tiempo invertido, se proceda a decidir (idealmente mediante un consenso unánime, siguiendo la costumbre de las comunidades indígenas bolivianas,  y en ultísimo caso, si no hubiera más remedio, mediante el voto de mayorías); mas nótese que en este último caso, así como en los de consenso unánime, toda decisión será siempre provisoria, y podrá ser a cualquier momento cuestionada argumentativamente y rediscutida convenientemente, para llegar a una nueva decisión; y así sucesivamente. Esa dinámica de democracia directa (que amplía las experiencias ya habidas, por ejemplo en Suiza y en algunos países de A. Latina) abarca desde temas locales hasta asuntos planetarios. En el nivel local es fácil imaginar a cada vecindario, barrio, distrito y/o municipio resolver de esa manera cuestiones relativas, por ejemplo, a la pavimentación de las calles, recogida (para reutilización y reciclaje, como lo exige la tercera norma de la ética) de los residuos, el tipo de arborización que se adoptará, el funcionamiento cotidiano de los centros de salud, educativos, deportivos, culturales o de  esparcimiento situados en la localidad, y el funcionamiento del transporte en sus dominios, así como velar por y realizar las actividades de tribunales y de seguridad/defensa que por ventura se juzguen necesarias (recordando que el ecomunitarismo postula el fin de los órganos profesionales de policía y de los ejércitos, así como el fin de las cárceles y reformatorios). Como se ve, en esa dinámica queda superada la división liberal-burguesa entre las instancias ejecutivas, legislativas y judiciales, pues al tiempo en que los CRC prevalecen ante cualquier norma exógena, la ciudadanía unida resuelve por igual cuestiones que tienen que ver con las potestades legislativas y ejecutivas, y, por lo menos, algunas judiciales. Ahora la convivencia comunitaria local se articula sucesivamente con la ciudadanía regional, nacional (mientras existan países) y planetaria. De ahí que postulemos que a través de los medios ofrecidos por  internet esa mecánica de información-discusión-decisión directa se extienda también hacia esos otros contextos, en los que es fácil imaginar como temas, entre otros, la elaboración y gestión de planes productivos para atender a todas las necesidades (consideradas legítimas a la luz de las tres normas éticas fundamentales),  la duración de la jornada productiva y la aplicación concreta del principio que reza “de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”, las modalidades y retribuciones de las pensiones, la forma de mejor usar las energías limpias y renovables (ya que las sucias y no renovables habrán sido abandonadas), el funcionamiento de los transportes público-colectivos de largo alcance, la planificación combinada y complementaria de las políticas de educación, salud y de promoción científico-tecnológica, y la planificación y realización solidaria de actividades culturales, deportivas (del deporte formativo-sano ecomunitarista, y no del individualista-crematístico promovido por el capitalismo) y de esparcimiento y turismo ecológico. Todas esas deliberaciones y decisiones que van de lo local a lo planetario se apoyan en mecanismos que van de las instancias asambleísticas a los procesos plebiscitarios (que pueden ser, cuando el asunto rebasa lo local, complementos posteriores a las asambleas locales y los intercambios vía internet). Ahora bien, dado que esa rica vida cotidiana implica la creación, administración y contralor de innúmeras instancias (y a veces también organismos e instituciones), es evidente que no todo podrá ser discutido en cualquier momento por todos y sometido a cada instante a decisiones que cuenten con su voz y voto directos. De ahí que la democracia directa, que es la base y el alma de la convivencia ecomunitarista, deba complementarse con dinámicas de democracia participativa, y aun, representativa. 

La vivencia intercultural

Hoy resulta claro, especialmente en el caso de A. Latina, que la democracia en perspectiva ecomunitarista no podrá fundarse únicamente en fuentes occidentales, sino que deberá incorporar dialógicamente las contribuciones positivas oriundas de otras fuentes (particularmente las indígenas, negras y orientales). Las culturas indígena y negra han resistido a más de 500 años de Conquista para legarnos su lúcida perspectiva cosmocéntrica socioambiental. El Oriente (recuérdese que la ciudad de São Paulo, en Brasil,  tiene la población japonesa más grande del mundo, exceptuando a  Japón) nos ilumina con su sabia reflexión-postura acerca del lugar del ser humano en el Cosmos y de la manera de habitarlo en nuestra condición de estrellas fugaces. Ello no significa que la unión de esas diversas tradiciones no tenga nudos de difícil manejo, que la filosofía ecomunitarista deberá enfrentar con franqueza (como es el caso, por ejemplo, del machismo que reina también en muchas culturas indígenas, negras y orientales).

Los Partidos políticos y demás organizaciones político-sociales

Tenemos claro que la democracia ecomunitarista (basada fundamentalmente en la democracia directa, pero incorporando también formas participativas y representativas) tiene necesidad y construirá incesantemente, más allá de las esferas de la producción-distribución-consumo ecológicos, una rica red de organizaciones sociales (provisorias o durables). Las mismas tendrán muy diversos caracteres, articulaciones y funcionamiento, a la luz de cuál sea su cometido, sea éste, por ejemplo, de corte más educativo, sanitario, ambientalista, cultural, deportivo, de esparcimiento, etc. (aunque/y  muchas áreas podrán ser encaradas simultáneamente en una y/u otra actividad).  Así vemos la sobrevivencia transformada y renovada de muchas organizaciones sociales y/o no gubernamentales ya existentes en la actualidad (pero que habrán superado toda desviación actual que las atan a intereses financieros, o personalistas, o de lobbys egoístas, etc.) al tiempo en que se verá nacer a muchas otras (que la propia comunidad juzgará dignas de permanecer o fenecer, luego). 

Ahora bien, la permanencia de los actuales Partidos políticos no aparece como una necesidad inherente al ecomunitarismo; ello porque una vez superada la división entre clases, la rica diversidad humana puede vehicularse a través de las organizaciones sociales y de los medios de comunicación que acabamos de mencionar, sin necesidad de los Partidos en su forma actual. En el período histórico de transición hacia el ecomunitarismo consideramos que cada país (mientras existan los países) decidirá si esa extinción partidaria se dará en una evolución que puede ir del pluripartidismo hacia el monopartidismo provisorio, o si se dará directamente a partir y en sustitución, sea del pluripartidismo o del monopartidismo actualmente existentes.

Consideramos que más allá de los Partidos y las ONG’s (entre las que habrá que separar la paja del trigo, pues hay muchas que juegan dentro de las reglas capitalistas y son instrumentos de sobrevivencia, y a veces de buena vida, de algunos grupos de individuos avivados) la realidad ya pone sobre la mesa la forma organizativa ciudadana “red”. En una red (que a veces se crea para enfrentar un tema socioambiental preciso): a) hay reunión libre de personas a partir de una convergencia de valores y objetivos, b) cada integrante mantiene su autonomía de pensamiento-acción y es libre de entrar/salir a/de la red, c) cada integrante sólo hace parte de la red en la medida en que participa efectivamente de ella, d) cada integrante es co-responsable por la acción de la red, e) las decisiones no obedecen a un poder central sino que se toman de abajo hacia arriba y de forma descentralizada, f) la comunicación es horizontal y libre entre los integrantes de la red, y en los temas que ella así lo decida por consenso, también hacia afuera de la misma, g) la red admite sin restricciones la creación en su interior de sub-redes por tipo o modalidad de acción, h) la red no admite jefes fijos sino líderes provisorios-rotativos, i) la red se auto-reproduce, ampliándose o transformándose sin trabas; cada nudo, al establecer una conexión nueva, ayuda a esa conducta autoproductiva, y, j) la red se orienta por el principio de solidaridad entre sus miembros y hacia afuera. Las redes demuestran hoy que la actividad “política” es mayor que la política partidaria, recobrando su sentido griego de ‘organización de la ciudad-estado a manos del conjunto de los ciudadanos’. En la democracia ecomunitarista todas las personas (a partir, pongamos, de los 11 años, que es la edad en la que según Piaget alcanzan madurez las operaciones lingüísticas formales y la fase superior de la moral) se involucran activamente en las deliberaciones y decisiones (de preferencia de manera directa, o al menos participativa).

  •  La cuestión de los líderes y la introyección del opresor

En perspectiva ecomunitarista no negamos las diferencias individuales en materia de iniciativa, coraje, capacidad organizadora, creatividad, habilidades manuales, etc. De ahí que la acción comunitaria siempre habrá de reconocer las destrezas que hacen nacer y justifican el liderazgo de ciertas personas. No obstante las tres normas fundamentales de la ética y el perfil del ecomunitarismo apuntan a que esas destrezas se extiendan a todos los individuos en una u otra esfera de acción, de manera a que, por lo menos en una de esas esferas, toda persona ocupe alternadamente funciones de liderazgo. La concepción ecomunitarista del liderazgo, parafraseando a los zapatistas, consiste en “dirigir obedeciendo”, o sea, orientar a partir y oyendo siempre a los demás. En esa desafiadora transformación las experiencias indican que será siempre necesario cuidar para que las personas que provisoriamente y/o por un tiempo se desempeñan como líderes, no caigan en la trampa, denunciada por Paulo Freire (1970) de la “introyección del opresor”.  Tuvimos la ocasión de presenciar una de esas introyecciones en la figura de una Presidente de una Asociación de Vecinos, en Brasil, en un barrio en el que con el esfuerzo de varios vecinos y la colaboración de universitarios y de los sindicatos de una Universidad, se erigió la sede de dicha asociación, no sólo para dar cobijo a sus diversas tareas asociativas, sino también para acoger a las familias más necesitadas en caso de inundaciones; pues bien, al poco tiempo de construida dicha sede, la Presidente empezó a decidir por si misma sin ninguna consulta a la comunidad (según el principio “yo soy el dirigente y por eso hago lo que se me de la gana”) diversas cuestiones referentes al reparto de ropas y alimentos, a las gestiones ante las autoridades, a la acogida de familias necesitadas en la sede, y terminó por alquilarla algunos días a la semana a organizaciones religiosas; para terminar, cuando fue cuestionada por algunos universitarios y vecinos acerca de su proceder, dijo que quienes habían ayudado al barrio querían adueñase de él, y terminó inscribiéndose a un Partido de derecha que nada había hecho por el barrio, y actuó en función de los intereses electoralistas de dicho partido; menos mal que reaccionando ante esos sucesivos desvaríos, en la primera elección prevista por el calendario preestablecido, la Asociación de vecinos cambió a su Presidente por alguien que mantenía el espíritu del trabajo comunitario democrático y solidario.

  • Venciendo el egoísmo

El ejercicio actual de algunas instancias de democracia directa muestra que la educación para poder ejercerla es fundamental (teniendo claro que tal educación también se construye y refuerza con y en el ejercicio de tal democracia). Vemos así, por ejemplo, que no es infrecuente que algunas personas intenten monopolizar la palabra y/o quieran imponer a toda costa sus puntos de vista, o hacerse elegir para tal o cual cargo, aun cuando los mejores argumentos se oponen a lo uno y/o a lo otro. Tales hechos y otros similares muestran que la educación ambiental ecomunitarista, de las que nos ocuparemos en lo que sigue, también tiene por misión preparar y perfeccionar a cada persona para y en el ejercicio de la democracia directa (y también en el de las instancias participativas y representativas que hacen parte del ecomunitarismo).  También cabe citar aquí (como podría ubicarse también en nuestra crítica a la “introyección de opresor” por parte de liderazgos de los oprimidos) lo sucedido en un CLAP (Comité Local de Abastecimiento y Producción) de Venezuela, en el que una dirigente resolvió no venderle (a  precio  subsidiado-solidario, como sucede siempre en esos casos) la canasta de productos básicos a personas de su barrio que no habían votado en la elección para la Asamblea Nacional Constituyente; olvidó esa dirigente que la democracia socialista en perspectiva ecomunitarista exige que sean atendidas las necesidades legítimas de todos, independientemente de sus opiniones.

 La cuestión de la burocracia y la corrupción

Si la burocracia ha sido y es un creciente flagelo en la forma de vida capitalista, no por ello creamos que sea una invariante en toda organización humana. Así, en perspectiva ecomunitarista apostamos a que la democracia esté basada de más en más en decisiones que los propios ciudadanos toman en función de cada situación (usando CRC), por lo que toda la actual estructura de normas preexistentes, trámites, papeleo, y funcionarios permanentes, autoritarios y que desprecian y maltratan al ciudadano común, habrá de desaparecer (casi) por completo. Para ello ayudará mucho la rotación permanente en las funciones y liderazgos, a partir de la capacitación universal de las personas.   Hay que esperar que la disminución de la burocracia hasta su (casi) extinción permitirá resolver también el actual cáncer de la corrupción, pues al haber una casi permanente deliberación comunitaria acerca de prioridades y acciones, y un control comunitario permanente sobre el respeto de las decisiones democráticamente tomadas, al tiempo en el que se verifica una permanente rotación de funciones y  liderazgos, prácticamente no hay necesidad de que se pretenda corromper a alguien, y, simultáneamente, ese eventual alguien casi no tendrá tiempo de intentar sacar partido de su efímera función o liderazgo para obtener a costa de la corrupción alguna ventaja indebida.

Superación del culto a la personalidad y de la “reeleccionitis”

En el contexto de la capacitación universal de los individuos, en la rotatividad de los liderazgos y funciones (que se extienden por un tiempo relativamente breve), y en la aniquilación progresiva de la burocracia, es obvio que no hay espacio para que re-florezca el culto a la personalidad (autoridad) ni para que se mantenga la tentación de la  reelección indefinida que hoy afecta incluso a dirigentes que dicen optar por el “socialismo del siglo XXI”. Al contrario, los mismos encargados de las funciones y liderazgos temporales estarán ansiosos para transferir tales encargos a otros conciudadanos, a fin de tener más tiempo libre que les permita gozar más de la vida

Las formas participativas de la democracia en perspectiva ecomunitarista

Recuérdese que definimos como formas participativas aquellas en las que, aunque    cada ciudadano y el colectivo del que hace parte no decide directamente acerca de los temas en debate, sí tiene garantizadas las vías para recibir toda la información que exista sobre ellos, así como para ser escuchado en sus pedidos de explicaciones y opiniones y sugerencias sobre ellos (todo ello dirigido a los ciudadanos que temporariamente fueron  designados por la comunidad para ocupar las funciones que les permiten y los obligan a tomar la decisión final). Así el ecomunitarismo amplía mecanismos que actualmente existen, como los portales de la transparencia (abiertos a todos a través de internet), los consejos vecinales, o municipales encargados de planificar, ejecutar y controlar políticas públicas democráticamente establecidas (por ejemplo en el área del cuidado de menores, la educación básica y/o la salud preventiva y curativa), las sesiones públicas en los más diversos órganos (abiertos a la participación y pronunciamientos de todos), y las oidorías (que oyen quejas y sugerencias, con la obligación de dar respuestas concretas y rápidas a las mismas). Ahora bien, como hablamos de encargados provisorios, aludimos a formas de democracia representativa, de las que nos ocuparemos de inmediato, 

Las formas representativas de la democracia en perspectiva ecomunitarista

La multiplicidad, complejidad, especialización y/o necesidad de rápidas decisiones de/en  muchas de las funciones exigidas por la rica vida ecomunitarista hacen indispensable que a su frente se ponga a personas encargadas provisoriamente de las mismas. Así se delinea la permanencia de formas de democracia representativa en el ecomunitarismo. Ahora bien, tales personas serán elegidas y revocables a cualquier momento por sus electores (concediéndose tal papel a todas las  personas que se juzgue capacitadas para elaborar-entender CRC, por ejemplo las que tengan más de 11 años), para estar al frente de esas funciones por un sólo período no inmediatamente renovable (pudiéndose establecer que para volver a las mismas deban pasar un determinado número de períodos, por ejemplo 3 o 5, dependiendo de los casos); con esa última exigencia se impone una permanente renovación de los encargados de funciones, promoviendo la participación rotativa de cada ciudadano en la conducción de esta o aquella actividad de utilidad social (aboliendo así la separación estanque entre gobernantes y gobernados); obviamente que respetando la formación-especialización que se juzgue necesaria para ejercer dichas funciones, en cada caso (como ocurre, por ejemplo, con las de la medicina, la ingeniería, o la conducción de barcos y naves espaciales, etc.). Nótese que como rige el principio “de cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”, el ejercicio provisorio de cualquier función en nada altera la cantidad y calidad de las provisiones, bienes y servicios recibidos por el interesado, pues mientras no varíen sus necesidades (consideradas legítimas a la luz de las tres normas éticas fundamentales, en la correspondiente evaluación comunitaria) no variarán tales provisiones, bienes  y servicios, esté el interesado desempeñando provisoriamente la función de limpieza de las calles o la jefatura del colectivo del centro de salud más sofisticado, o aun la coordinación del colectivo de lanzamiento de naves espaciales, etc.

  1. La no división de los tres poderes

Una vez más reiteramos que a la luz de las instancias de democracia directa que van desde lo local hasta lo planetario, las instancias de democracia participativa y aun aquellas de democracia representativa, no se establece ninguna división de las funciones ejecutivas, legislativas y judiciales en la vida ecomunitarista; todas las decisiones y acciones de las tres esferas reposan en las decisiones directas por parte de cada ciudadano y sus sucesivos colectivos comunitarios, y esa autoridad se mantiene y renueva en cada caso a través de los mecanismos participativos, y de control de la acción y eventual revocación sobre los representantes provisorios previamente electos. Así en el ecomunitarismo cada ciudadano es siempre (empuñando CRC)  y a la vez, si la circunstancia lo exige, actor-ejecutor, legislador y juez.

En la esfera judicial la democracia ecomunitarista promoverá la justicia educativa y solidaria, reduciendo al mínimo indispensable su aspecto punitivo; en este último privilegiará las prestación de servicios comunitarios, aboliendo las prisiones (que en A. Latina y en el Tercer Mundo son verdaderos depósitos de seres humanos que sobreviven en condiciones infernales, donde reina y se reproduce  a sus anchas  el crimen organizado). En esa perspectiva vale la pena aprender de la justicia indígena encabezada por consejos de ancianos y/o practicada por la propia comunidad reunida, al tiempo que durante el tiempo en el que subsistan jueces profesionales (aunque sea en carácter rotativo, como en todas las demás funciones sociales) los mismos sean electos y revocables por la comunidad y deban prestar cuentas ante ella.

En esa dinámica se debe prever y promover una renovación y ampliación permanente de la democracia. Así la Constitución podrá ser siempre alterada mediante nueva Asamblea Constituyente (convocada a partir de un número mínimo considerado razonable de ciudadanos y/o de algún órgano de mayor extensión administrativa que los represente). Al mismo tiempo  todas las estructuras públicas deberán ser regidas por mecanismos democráticos, de preferencia directos y participativos, o al menos representativos; en ese orden destacamos en la esfera de la educación, por ejemplo, la elección del Rector por la propia comunidad universitaria (que consultará a su comunidad circundante, pero no estará sometida a la decisión final de ningún responsable político), y la elección del Director en las Escuelas y Liceos por votación de docentes, alumnos, funcionarios y padres de alumnos (ambas situaciones ya existen en algunos casos en Brasil). Algo similar es perfectamente aplicable a instituciones culturales, artísticas, deportivas o recreativas, entre otras.

También pertenece a esa dinámica la incesante promoción de la iniciativa popular, legislativa, los plebiscitos y los referendos (locales, regionales, nacionales e internacionales, incluso planetarios), de carácter,   consultivo, aprobatorio, abrogatorio o revocatorio.

Los medios e comunicación y la libertad de expresión

En la rica vida de la democracia ecomunitarista la incesante, amplia y diversificada creación, circulación, intercambio y debate de informaciones y opiniones hacen de los medios de comunicación interpersonal (desde lo local hasta lo planetario, y aun más allá para vincular a humanos que estén viviendo provisoria o definitivamente fuera de la Tierra) herramientas indispensables. Tales medios incorporan los actualmente existentes y todos los que se puedan crear en el futuro (incluyendo eventuales mecanismos telepáticos). Todo ciudadano será miembro activo en esa vasta red. Ahora bien, la misma estará cerrada para quienes promuevan ideas involutivas hacia las formas de vida capitalistas (violatorias de las tres normas éticas fundamentales). En la fase histórica de transición hacia el ecomunitarismo se procederá a expropiar los medios de comunicación privados para ponerlos en las manos de las instancias comunitarias de organización en los diversos niveles (desde lo local hasta lo planetario).  Podemos imaginar con facilidad, por ejemplo, que en cada centro productivo o educativo de una localidad se reúnan los ciudadanos allí actuantes  para discutir-decidir qué noticias o manifestaciones artísticas o científicas, etc., juzgan dignas de poner en conocimiento-debate (mediante medios audiovisuales, como lo es hoy la TV) de las comunidades más amplias (desde la local a la planetaria); y las decisiones allí tomadas serían llevadas a la asamblea local, que tomaría la decisión final en cada caso. También podemos imaginar que a la par de una variadísima red de intercomunicación que sigue la libre decisión de cada ciudadano, se promueva la existencia de espacios compartidos (por ejemplo de canales de TV de alcance planetario, con las traducciones plurilingües necesarias, si es que toda la Humanidad no converge desde la lengua de cada comunidad y al mismo tiempo en que la preserva y cultiva, en una lengua de comunicación planetaria, como pudiera haberlo sido el esperanto) en los que se cruzarían diariamente y rotativamente esos mensajes venidos de cada una de las comunidades que forman la Humanidad.

La vivencia socioambiental, la democracia ecológica y la educación ambiental ecomunitarista socialmente generalizada

Si en los años 60 y 70 del siglo XX en el fragor de la lucha (legal o guerrillera) algunos creímos en A. Latina que la ecología era asunto de bien nutridos que no tenían otra cosa que hacer, hoy sabemos que la superación de la pobreza, creando las condiciones para que a cada humano se le exija socialmente según su capacidad y se le retribuya según su necesidad (para que se desarrolle como individuo universal) y la preservación-regeneración de una naturaleza (humana y no humana) sana, son indisociables. El ser humano es parte de la naturaleza y (como desde siempre lo supieron las culturas indígenas), sin naturaleza no humana no hay ser humano. Por eso la perspectiva ecomunitarista es irrenunciablemente socioambiental, como lo exigen las tres normas éticas fundamentales en la que se basa; la tercera, en particular, nos obliga a velar por la salud de la naturaleza humana y no humana.

Hay que notar, no obstante, que en la actualidad incluso muchos dirigentes que dicen optar por el “socialismo del siglo XXI” (y ni que hablar de los catalogados como “progresistas”) manifiestan un serio analfabetismo ambiental. El mismo consiste en seguir apostando al concepto de “desarrollo” capitalista, que externaliza los costes ambientales (sin percibir que con ello se compromete la capacidad productiva y de sobrevivencia futura de la Humanidad, o por lo menos de partes de ella). Así, dichos dirigentes apuestan sus fichas electoreras (repitiendo la trampa capitalista de que más vale destruir y contaminar que admitir el desempleo) al extractivismo minero y/o hidrocarburífero (sin los debidos cuidados preservadores-regeneradores), al agronegocio basado en transgénicos y agrotóxicos, a la adopción de ciclos económicos que (a veces con la supuesta priorización del empleo)  no cuidan de reducir recursos y residuos, ni de reutilizar y/o reciclar a unos y otros, y/o que usan energías sucias y no renovables. La democracia ecomunitarista, como vimos, apuesta al mismo tiempo a la ausencia de desempleo, por la utilización de todas las personas en funciones rotativas y de tiempo reducido (lo que permite aplicar el principio “al trabajar todos, cada uno trabaja menos”), en ciclos productivos donde se reduce al mínimo indispensable el extractivismo (siempre con las debidas medidas preservadoras-regeneradoras del ambiente en cuestión), se aplican las “7 R” (reflexionar sobre qué planeta queremos   para nosotros y nuestros sucesores, reivindicar la frugalidad ecológica rechazando el consumismo, reducir, reutilizar y reciclar insumos y residuos, y revolucionar el capitalismo rumbo al ecomunitarismo), se elimina el uso de transgénicos y agrotóxicos en la alimentación, y se usan solamente la energías limpias y renovables (por ejemplo,  la solar y la eólica), cuyos efectos molestos habrán de ser siempre minimizados; la disminución del tiempo productivo permitirá a cada individuo usar libremente más y más tiempo vital para cultivarse, practicar artes y/o deportes formativos, amar, compartir con próximos y menos próximos (en diversos viajes), o simplemente para el ocio placentero en el que se disfruta el hecho de estar vivo.

Ahora bien, la democracia ecomunitarista se apoya y necesita una educación ambiental ecomunitarista generalizada tanto en la educación formal (nos referimos a la que actualmente incluye los centros educativos, desde los materno-infantiles hasta los universitarios), como en la no formal (que es aquella que se da en las diversas formas familiares, los medios de comunicación más diversos, y la simple interacción entre los humanos en sus más diversas actividades). Tal educación, basada en la siempre renovada investigación de la neurociencia y la psicología que indique la mejor edad y forma para abordar cada cuestión, promoverá el conocimiento, reflexión y aplicación cotidiana de las tres normas éticas fundamentales y de las directrices y formas de acción social que la comunidad haya erigido a partir de ellas (para reforzar y perfeccionar incesantemente al ecomunitarismo y su principio rector: “de cada uno según su capacidad y cada uno según su necesidad, respetando los equilibrios ecológicos y la interculturalidad”). Tal educación tiene carácter problematizador (en el sentido de Paulo Freire, 1970), o sea, que desvela permanentemente en forma crítica las opresiones sociales y devastaciones ambientales existentes, apuntando a su superación en una comunidad que carezca de opresiones inter-humanas y en la que la salud de la naturaleza humana y no humana sea permanentemente preservada y regenerada. Atendiendo a  las limitaciones de la edad tal educación se extenderá en toda la educación formal, y se desbordará en todas las esferas de la educación informal (incorporando a la familia, el vecindario, los centros deportivos, culturales, artísticos, de esparcimiento, etc.). En una palabra tal educación promoverá el amor y el respeto por cada ser humano y cada ser o ente no humano existente en el planeta (y donde llegue la Humanidad más allá de la Tierra), haciendo una profunda reflexión (a la luz de la tercera norma fundamental de la ética) que permita minimizar los efectos nocivos que derivan de cada acción u omisión de nuestra parte hacia ellos (como ocurre cuando debemos alimentarnos a expensas de otros seres o entes no humanos, o cuando   modificamos durablemente un determinado ecosistema al construir una casa o un centro educativo o de recreo). En relación a los humanos la actitud de amor y de respeto incluye la conducta que permite ejercer correctamente la democracia directa y las formas de la democracia participativa y representativa y, oyendo siempre más de lo que se habla, y discutiendo no para ganar, sino para que gane el mejor argumento (del que derivará la mejor acción, para todos).

En la educación formal consideramos útiles las directrices que consisten en vincular cada tema a cuestiones socioambientales relevantes, promover el redescubrimiento de los conocimientos a través de la investigación dialogada, privilegiando la cooperación colectiva y nunca el individualismo egoísta, incorporando el aporte de terceros conocedores al intercambio entre educador y educandos, y siempre cerrando el ciclo gnoseológico con la implementación de medidas concretas (con participación del educador y educandos)  en la solución de los problemas socioambientales abordados.

Para la educación informal comunitaria con orientación ecomunitarista proponemos las siguientes directrices (ver López Velasco 2017b). Los educadores-militantes-activistas empiezan el diálogo con la comunidad local en la que resuelven trabajar haciendo el censo de los principales problemas socioambientales que la afectan. A partir de ese censo los educadores ayudan mediante el diálogo a que la comunidad entienda cómo esos problemas se vinculan a la estructura del capitalismo, y le explican los fundamentos del Ecomunitarismo. De inmediato dialogan con la comunidad acerca de dónde y con quiénes pueden recabar los conocimientos y ayuda para resolver (aunque sea de forma parcial) algunos de sus problemas; aquí se ha de privilegiar las instancias cooperativas o públicas, y no la falas ayuda empresarial. Con ese bagaje comunidad y educadores definen en óptica ecomunitarista las acciones concretas para resolver los problemas priorizados. Las acciones son implementadas y el problema es resuelto. Su solución fortalece la autoconfianza de la comunidad para encarar la solución de otros problemas. Pero los educadores ayudan a la comunidad a entender que cualquier solución egoísta-aislada es insuficiente para lograr una felicidad colectiva durable, y la animan a continuar la lucha por más éxitos propios pero integrando esa lucha con la ayuda a otras comunidades y con el combate nacional y planetario en pro del ecomunitarismo.         

  •  Democracia y educación intercultural y sexual

La educación ambiental ecomunitarista socialmente generalizada incluye la educación intercultural (que a su vez tiene una dimensión estética) y sexual permanentes. La educación sexual (basándose en las tres normas fundamentales de la ética) promueve el libre disfrute del placer consensuado y compartido (primera y segunda norma) que no dañe la salud de la(s) o el (los) otra(s)/otro(s) (tercera norma). Esa educación comienza a temprana edad contextualizando sin tabúes la sexualidad en el todo de la vida humana sana, y  aproxima el amor al respeto al otro y su voluntad, también en la sexualidad; y también (como ocurre en algunas escuelas de la India y lo ejemplificó Gandhi) mostrando que no cabe una fijación obsesiva en la sexualidad, en la medida en que la opción por otras experiencias prioritarias puede llevar, incluso, a la renuncia voluntaria al sexo (muy distinta, por cierto, porque basada en la primera norma de la ética, de la prohibición que en ese tema imponen diversas religiones actuales a sus sacerdotes y/o sacerdotisas). Esa educación sexual, basada en el respeto de cada individuo, combate el machismo (reivindicando la paridad de valor de los sexos y géneros) y la homofobia (acatando la libre opción sexual de cada cual, como lo exige la primera norma de la ética), y predica el igual acatamiento de las opciones heterosexuales, homosexuales (gays, lésbicas), bisexuales, y el transexualismo. Esa educación atraviesa toda la educación formal (desde la escuela a la Universidad) y se despliega también en todos los espacios de la educación no formal,  desde las distintas formas de familia existentes (y que podemos imaginar que podrían en el futuro ampliarse en otras, como por ejemplo, la de los nexos conyugales y parentales grupales-colectivos),  como en los espacios vecinales, los centros sociales, ambientalistas, culturales, deportivos, recreativos, y  todos los medios de comunicación.

A su vez la educación intercultural supone la promoción del mutuo enriquecimiento entre las diversas etnias, lenguas y tradiciones culturales, para mayor plétora de cada persona y de la Humanidad en su conjunto (desde lo local hasta lo planetario). En ese contexto los centros de educación formal y los espacios de educación no formal promueven la enseñanza plurilingüe (empezando por las lenguas más próximas territorialmente) e impulsan la igualdad plurilingüe en la discusión y gestión pública (aunque la Humanidad pueda preferir crear también una lengua de comunicación universal que hará compañía a todas las otras existentes). En ese contexto serán valorados todos los aportes de los pueblos originarios en su código de convivencia (Evo Morales habla de tan sólo tres principios aymaras que piden no mentir, no robar y no ser flojo para las labores) y en su sapiencia ambiental (que se traduce, más allá de que cada uno de ellos pueda haber cometido y cometa errores, en el respeto, exigido por la tercer norma fundamental de la ética, de la salud de la naturaleza considerada Pacha Mama, de la que la Humanidad es hija y en cuyo seno el ser humano se siente parte y no dueño plenipotenciario).

La salida para la fallida seudodemocracia seudorrepresentativa liberal burguesa

Ahora, ante la profunda crisis de la actual seudodemocracia seudorrepresentativa, provocada por su falta de representación efectiva de las mayorías y por la corrupción sistémica que afecta a casi todos los Partidos del espectro político con representación en los cargos de todas las instancias (cosa que hace que la mayor parte de la sociedad condene a “los políticos” en general), defendemos la necesidad de levantar la bandera de una nueva democracia con orientación socialista en perspectiva ecomunitarista (en A. Latina y en el mundo en general, adaptándola a cada particularidad nacional). Esa democracia, fundamentada en las tres normas básicas de la ética que nos exigen respectivamente, luchar para garantizar nuestra libertad individual de decisión, ejercer esa libertad en búsquedas de consensos (posibles plenamente sólo en una sociedad donde no haya clases con intereses antagónicos) y preservar-regenerar una naturaleza humana y no humana sana, debería partir de Asambleas Constituyentes exclusivas (en el caso de los Estados Federados, una nacional y una en cada Estado, si cada uno tiene su Constitución) que refuercen, amplíen y creen espacios de democracia directa y/o participativa con poder efectivo de decisión,  sea mediante mecanismos presenciales y/o mediante el uso de la internet, para que, desde el barrio hasta el plano nacional, el ciudadano decida, como en Atenas, acerca de cuestiones esenciales, como lo son, entre otras, el presupuesto, el medio ambiente, los impuestos, salarios y jubilaciones, salud, educación, vivienda, seguridad y defensa, y grandes opciones de política internacional; para implementar las deliberaciones que preparan cada voto, cada ciudadano debe contar (incluso en su teléfono portátil) con las informaciones y análisis que diversos especialistas en la materia en cuestión pongan a su disposición en lenguaje simplificado. Hay que notar que incluso el Che Guevara, defensor del Plan y la conducción centralizada de la economía, en una oportunidad cogitó la posibilidad de esas macro-opciones por parte de los ciudadanos, antes de que subsecuentemente se implementasen las medidas técnico-especializadas correspondientes a la opción preferida. En ese aspecto vale la pena aprovechar críticamente la experiencia brasileña del Presupuesto Participativo (Orçamento Participativo), que se aplicó por más tiempo en el Municipio de Porto Alegre y el Estado de la que es capital,  Rio Grande do Sul. El Presupuesto Participativo (PP) fue adoptado, sin cobertura legal explícita, a fines de los años 90 e inicios de los 2000 en ciudades gobernadas por el Partido de los Trabajadores, PT, (y por pocos años en el Estado de Rio Grande do Sul, cuando el PT lo gobernó en aquellos tiempos); la idea básica del PP era que la ciudadanía reunida voluntariamente en Asambleas municipales (apoyadas en asambleas menores) que, además de discutir-votar sobre asuntos locales, elegían delegados para la instancia estadal, decidiendo acerca de sus prioridades sobre el uso del dinero público (prioridades que luego el poder institucional debería respetar). A pesar de su gran valor intrínseco para el desarrollo de la democracia directa y/o participativa, se calcula que el volumen de los dineros en discusión no superaba el 5% del total, pues su casi totalidad ya estaba comprometida de antemano para el pago de salarios de los funcionarios públicos, la amortización de deudas preexistentes, y la financiación de inversiones ya decididas. La misma reserva cabe respecto a la Consulta Popular que en el Estado brasileño de  Rio Grande do Sul sucedió al PP bajo gobiernos de derecha, aunque contó con la novedad, que me parece de primera importancia para el desarrollo futuro de la democracia directa y/o participativa, de habilitar la participación y votación a través de internet (para lo que cada interesado recibe una contraseña que le permite votar desde su casa). Hay que registrar también que, tras el entusiasmo inicial generado por el PP entre la gente más politizada y los movimientos sociales (aunada sin duda a la esperanza depositada en el poder transformador que se atribuía en la época al Partido de los Trabajadores), el número de participantes tanto en las discusiones-votaciones del PP como en la Consulta Popular fue reducido en comparación con la totalidad del cuerpo electoral (quizá, por lo menos en parte, precisamente al percibirse la reducida eficacia del instrumento a partir del poco dinero público efectivamente sometido a la decisión ciudadana); en su primer año, 1999, el PP reunió en Rio Grande do Sul a 190 mil personas, y en su último año, 2002, reunió 378 mil (Marcondes 2011, p. 154), de un universo total de electores que en el 2000 ya superaba los 7 millones.

 En nuestra propuesta, de las funciones representativas se mantendrán sólo las indispensables, y esos representantes serían permanentemente rotados (mediante limitación del número de mandatos) y revocables a cualquier momento por los electores que los eligen. Las Cartas Magnas resultantes deben ser sometidas a referendos aprobatorios.

Reiteramos que en la transición hacia el socialismo del siglo XXI con una dinámica democrática de tipo ecomunitarista, destacamos la importancia de que se adopten diversos mecanismos de democracia directa y participativa. Entre los primeros rescatamos (críticamente, para evitar errores y corregir desvíos) la experiencia de  las comunas indígenas (en especial de Bolivia y Ecuador) y  los Consejos Comunales (de Venezuela), o sea, de organizaciones locales/barriales que en asamblea deciden las acciones productivas-distributivas y otras que deben ser adoptadas, y recibiendo (de ellas mismas, o, en el segundo caso según el ejemplo venezolano de los respectivos gobiernos locales, regionales o nacional) los recursos para implementarlas, se encargan de hacerlo y de fiscalizar su realización (aunque a su vez son fiscalizadas por otras instancias con control ciudadano para garantizar el uso honesto y eficiente de los recursos). También rescatamos la experiencia brasileña del Presupuesto Participativo (corrigiendo sus deficiencias, antes anotadas). En la esfera participativa destacamos las diversas instancias de transparencia y administración dialogada, como los Portales de Transparencia, las  Sesiones Públicas de diversos Órganos (para que haya transparencia, consulta y prestación de cuentas a la ciudadanía), las Oidorías en todas las instancias de la administración pública, y los Consejos Ciudadanos (vecinales o municipales) encargados de planificar, ejecutar y fiscalizar la implementación de políticas públicas decididas democráticamente (por ejemplo en la esfera de la educación y la salud). 

Bibliografía mínima

Freire, Paulo (1970). Pedagogia do oprimido, Ed. Paz e Terra, Rio de Janeiro, Brasil.

López Velasco, Sirio (2009). Ética ecomunitarista, Ed. Ed. UASLP, San Luis Potosí, México.

López Velasco, Sirio (2017). Contribuição à Teoria da Democracia. Uma perspectiva ecomunitarista, Ed. Fi, Porto Alegre, Brasil in https://www.editorafi.org/196sirio

López Velasco, Sirio (2017b). Filosofia da Educação, Ed, Phillos, Goiânia. Brasil, in https://www.editoraphillos.com/siriolopesvelasco

Marcondes, Valéria (2011). Internet, democracia e participação popular: discutindo experiências participativas, Tesis doctoral, in http://tede.pucrs.br/tde_arquivos/7/TDE-2011-02-21T070222Z-2974/Publico/429223.pdf