Catedrático de Economía aplicada en la Universidad de Sevilla, Juan Torres López (Granada, 1954) es autor de numerosas publicaciones y libros científicos y divulgativos. Cabe citar aquí: El capitalismo en crisis: del crac de 1929 a la actualidad (Anaya, 2015), Economía para no dejarse engañar por los economistas (Deusto, 2016), La renta básica: ¿qué es, cuántos tipos hay, cómo financia y qué efectos tiene? (Deusto, 2019) y El crash de la COVID-19 (Pirámide, 2020). Centramos nuestra conversación en su último libro publicado: Econofakes (Barcelona: Deusto, 2021).
Salvador López Arnal.- ¿Qué significa Econofakes?
Juan Torres López.- He querido expresar con ese término tan de moda los fakes o falsedades que se han hecho más habituales en el discurso académico, político o mediático de la Economía
Salvador López Arnal.- El subtítulo: “Las 10 grandes mentiras económicas de nuestro tiempo y cómo condicionan nuestra vida”. ¿Hay más? ¿Mentira (no error o incorrección) es palabra ajustada?
Juan Torres López.- Hay más. Quizá no debiera haber aparecido el artículo «las».
Mentira es «cosa que no es verdad», según la Real Academia. En ese sentido uso el término y creo haber demostrado que las afirmaciones que presento en cada capítulo lo son.
Salvador López Arnal.- ¿Son más peligrosas, desde un punto de vista social, las mentiras económicas que las mentiras teológicas, filosóficas, biológicas o físicas por ejemplo? ¿No les da demasiada importancia? De todo hay en la viña del Señor, se podría decir.
Juan Torres López.- No sé si son más o menos peligrosas. Lo cierto es que condicionan muy fatalmente el destino de los seres humanos y su capacidad de decisión sobre cuestiones centrales de nuestras vidas. Entre otras cosas, porque nos afectan de modo muy desigual.
Salvador López Arnal.- ¿Por qué muy desigual?
Juan Torres López.- Cualquier mentira que tenga que ver con la condición humana tiene efectos diferentes sobre cada individuo, pero las que tienen que ver con la economía afectan a nuestras condiciones básicas de vida, a la satisfacción de nuestras necesidades básicas, a las posibilidades de realizarnos. Limitan la capacidad de decidir en su favor en mayor medida a unos seres humanos y da ventaja a otros.
Salvador López Arnal.- Abre el libro con una cita de Paul A. Samuelson: “No me importa quién redacte las leyes de una nación o quién elabore sus tratados avanzados si puedo escribir sus libros de textos de economía”. ¿Son tan importantes los manuales de economía?
Juan Torres López.- Seguramente esa expresión sea exagerada, pero, como decía Borges, en la exageración en donde mejor se ve la verdadera naturaleza de las cosas.
Salvador López Arnal.- El apartado de conclusiones de abre con otra cita, en esta ocasión de John Maynard Keynes: “Si los economistas pudieran lograr que se les considerara personas humildes y competentes, al mismo nivel que los dentistas, sería espléndido”. ¿Coincide con Lord Keynes?
Juan Torres López.- Creo que es deseable que cualquier profesional tenga esa consideración. Lo que me parece relevante de esa opinión de Keynes es que los economistas no sean considerados ni humildes ni competentes.
Salvador López Arnal.- ¿Cómo se les considera entonces?
Juan Torres López.- Se han hecho encuestas que muestran que la gente entiende que los economistas comunican mal, que fallan habitualmente en sus predicciones y tenemos fama de ser engreídos. Y no parece que les falte razón. A veces digo que se dirigen a la gente como los curas que lo hacían en latín. Galbraith llegó a decir que cometen un fraude inocente.
Salvador López Arnal.- ¿Qué estatuto epistemológico tiene la economía? ¿La ciencia social más avanzada como afirman algunos economistas y metodólogos? ¿Una ideología cubierta con ropajes matemático-científicos al servicio de colectivos e intereses privilegiados?
Juan Torres López.- Me resulta difícil contestar en pocas palabras a esta pregunta. Diría que la economía tiene unas limitaciones casi absolutas para poder aplicar con carácter general el método científico que es lo que define a una ciencia auténtica. Aunque, al mismo tiempo, es evidente que puede utilizarlo en determinados casos, ámbitos o parcelas de estudio.
Salvador López Arnal.- ¿Y por qué esas limitaciones para poder aplicar con carácter general el método científico?
Juan Torres López.- Por razones diversas. Los fenómenos sociales son difíciles de observar con precisión y objetividad. No es tampoco fácil verificar las hipótesis. Se puede experimentar en campos muy específicos y reducidos. La realidad social es compleja y se carece de un pensamiento complejo que pueda explicarla. Influyen mucho los juicios de valor, los intereses sociales de todo tipo. El saber económico no es neutro, de modo que no siempre hay interés real en que sea riguroso y cierto.
Salvador López Arnal.- ¿No hay también controversias, digamos ideológicas, en otras ciencias sociales: sociología, politicología? ¿No es una característica generalizada de estas ciencias positivas?
Juan Torres López.- En el sentido más primario del término ideología, esas controversias se encuentran en todas las ramas del conocimiento pero no creo que eso sea lo decisivo. Lo relevante, como he dicho, es que se pueda utilizar el método científico para descubrir una realidad.
Salvador López Arnal.- La primera de las mentira analizadas: “El problema básico de la economía es la escasez”. No sé si es el problema básico, pero, hablando en términos globales y sin olvidar las injustas e insoportables desigualdades entre colectivos sociales y países, ¿no es un problema importante la escasez en un mundo hiperpoblado que no es un pozo sin fondo? Muchos economistas, con preocupaciones ecológicas, llevan décadas advirtiéndonos que nuestra forma de vida no es universalizable, que nuestra “vida económica” tiene que ser una mucho más austera, que la escasez de muchos bienes que consideramos “caídos del cielo” está en nuestro horizonte próximo, casi a la vuelta de la esquina.
Juan Torres López.- La escasez es una evidencia. Lo que me parece que no es verdad es que sea el problema central o que haya una «ley de la escasez» porque, como digo en el libro, plantearla como problema obliga a plantear otros: escasez de qué, por qué y para quién
Salvador López Arnal.- La segunda mentira: “Todos los años se concede el Premio Nobel de Economía”. ¿Por qué se sigue hablando así (los medios suelen hacerlo, también personas cultas) a pesar de que, como usted recuerda, no existe tal Premio Nobel?
Juan Torres López.- Me han criticado que mencione este hecho como una mentira porque, dicen, es tan solo una forma de hablar, coloquial. Sin embargo, eso no quita que sea mentira, es decir, no es verdad que haya un Premio Nobel de Economía. Se puede estar o no de acuerdo con la interpretación que hago de por qué se miente al respecto, pero lo cierto es que al hacer creer que existe algo así se le da a la economía un estatus que realmente no tiene.
Salvador López Arnal.- ¿Esa es, en su opinión, la razón central de la “confusión?
Juan Torres López.- Creo que sí. Las corrientes más ortodoxas o liberales, como se quieran denominar, ponen especial énfasis en la consideración de la economía como una técnica, como algo ajeno a la política o los valores, como una ciencia de proposiciones indiscutibles. La revolución en el pensamiento económico de finales del sigo XIX impuso el hablar de «economics» (lo económico, una realidad singular y propia) en lugar de «political economy» (economía politica»).
Salvador López Arnal.- La tercera falsedad: “El precio de los bienes y servicios lo determinan las “leyes” de la oferta y la demanda”. Lo que considera mentira es casi un axioma en el “sentido común económico generalizado”. ¿Cómo se ha conseguido que una falsedad así domine la mente de una buena parte de la ciudadanía?
Juan Torres López.- Porque es utilísima, tal y como explico en el libro. Porque permite transmitir la idea de que la economía, los mercados, funcionan como un mecanismo fuera del alcance de nuestra voluntad. No se le ocurra a usted establecer un salario mínimo o un control al precio de los alquileres: estará atentando contra «la ley» de la oferta y la demanda.
Salvador López Arnal.- Si no es la falsa “ley” de la oferta y la demanda la que determina el precio de bienes y servicios, ¿cómo se determinan los precios? ¿La teoría marxiana del valor-trabajo le parece una hipótesis descabellada y trasnochada?
Juan Torres López.- La teoría de valor trabajo es, como su propio nombre indica, una teoría del valor (algo que influye en la formación del precio) pero no una teoría de la formación del precio. Los precios se determinan en función del valor de lo que se intercambia, por supuesto, pero también en virtud de las condiciones del intercambio, del poder de negociación, de la información… es el resultado de una especie de pulso.
Salvador López Arnal.- También es mentira, afirma, que el capitalismo sea la economía del mercado libre y la competencia. ¿Qué tipo de economía es entonces el capitalismo?
Juan Torres López.- Que eso es mentira resulta evidente. La economía capitalista es un sistema complejo con componentes de amplia libertad de acción, de fuerte control, con competencia y tendencia muy acusada a la concentración… pero que no se parece en nada a la idílica idea de la libertad de mercado y la competencia en sentido auténtico.
Salvador López Arnal.- Quienes sostienen que es posible y deseable una economía alternativa al capitalismo que sea más justa, más humana, menos desarrollista, ¿sueñan?, ¿confunden sus deseos con la realidad?
Juan Torres López.- No lo creo. Esa economía alternativa al capitalismo, más justa, más humana, menos desarrollista… la podemos ver ya a nuestro alrededor: ¿qué es la sanidad pública sino dar a cada uno según se necesidad y reclamar según su capacidad? ¿Qué son las cooperativas? ¿Qué son la multitud de trabajos voluntarios, solidarios…? ¿Qué son las formas de producir respetando valores que propone la economía del bien común o las teorías del decrecimiento que muchas empresas o colectivos practican? Es verdad que no son tan abundantes como sería de desear, no tan conocidas, entre otras cosas porque las izquierdas convencionales han olvidado que de poco sirve su acción política si no promueven lo que yo llamo el «adelantar el futuro» al que se dice aspirar. Lo hacen grupos o personas normalmente a su margen.
“Esa economía alternativa al capitalismo, más justa, más humana, menos desarrollista, la podemos ver ya a nuestro alrededor: ¿qué es la sanidad pública sino dar a cada uno según se necesidad y reclamar según su capacidad?”
Salvador López Arnal.- ¿Se puede hablar consistentemente de socialismo de mercado o con mercado?
Juan Torres López.- Yo no puedo creer que la humanidad pueda cometer la torpeza tan grande de eliminar el mercado ni siquiera en el socialismo. ¿Qué de contrario a este último puede tener, por poner un ejemplo, que los niños y niñas intercambien cromos en recreos? No deberíamos cometer el error de hablar del mercado en abstracto. Lo decisivo, lo que hay que contemplar, es en qué condiciones, bajo qué estructura de property rights (a mí me gusta traducir esa expresión no como derechos de propiedad sino como poderes de apropiación) funciona y qué se decide que sea provisto a través del mercado.
Salvador López Arnal.- ¿Quiénes deben tomar esas decisiones?
Juan Torres López.- Pueden tomarlas dictadores, colectivos de personas, grupos de interés, instituciones democráticas…. son decisiones políticas y es sabido que hay muchas formas de organizar en cada régimen o sistema social.
Salvador López Arnal.- La quinta mentira: “Se recibe como salario o como beneficio lo que cada cual aporta a la producción”. Si no es así, ¿a qué responde la cuantía de los salario? ¿Los beneficios son resultado o están relacionados con el riesgo inversor del capital?
Juan Torres López.- Como tengo apenas un par de líneas para responder a esta pregunta, creo que bastaría con referirme de nuevo a las condiciones en que se fijan los precios y que he mencionado antes.
Y si pudiera responder en términos coloquiales respondería recordando al asesor de Clinton: ¡Es la lucha de clases, estúpido!
Salvador López Arnal.- La sexta: “El dinero es un simple medio de cambio, y los bancos, intermediarios que prestan lo que depositan sus clientes”. De acuerdo, el dinero no es eso. ¿Qué es entonces el dinero? ¿Poder, como usted señala? ¿Qué tipo de poder?
Juan Torres López.- Decía un ministro de la reina Victoria, con razón, que la especulación sobre la naturaleza del dinero había hecho perder la cabeza a más personas que el amor. No querrá usted que yo la resuelva en una línea.
Salvador López Arnal.- No, no lo pretendo.
Juan Torres López.- Creo que, de entrada, basta con decir que es cualquier cosa o tecnología que es utilizada generalizadamente para realizar pagos o saldar nuestras deudas. Cualquier otra, sea lo que sea, que no cumpla esa condición no se puede considerar como dinero. Es poder de apropiación, de disfrute, y de decisión.
Salvador López Arnal.- El bitcoin, las llamadas criptomonedas, ¿serían entonces dinero? ¿Conviene apostar por ellas?
Juan Torres López.- Mientras no sean utilizadas generalizadamente para realizar pagos yo creo que no se pueden considerar como dinero. Son monedas como lo pueda ser una de Isabel II, que se compra y vende pero como se vende un lingote de otro, un cuadro o un terreno, es decir, como un activo rentable, no como un medio de pago.
No entiendo bien lo que puede significar el apostar por ellas: hoy día, insisto, son un activo más que se utiliza para especular con ellas. Es posible que el día de mañana se generalice su uso como medio de pago, como dinero (para lo cual, entre otras cosas, se debería resolver el despilfarro bestial de energía que supone su uso). Hoy día no lo son.
Salvador López Arnal.- Por cierto, ¿qué opinión le merecen las tesis de la conocida como Teoría Monetaria Moderna (TMM) del dinero?
Juan Torres López.- A mí me parece que muy moderna no es exactamente. Es verdad que el predominio de algunas falacias neoliberales contemporáneas sobre las finanzas o la deuda puede hacer que parezca de una gran novedad, pero no creo que esté diciendo cosas que no se supieran. Y creo que se está defendiendo, al menos en España, con cierta confusión porque se olvida a menudo que tendríamos que hablar de la zona euro.
En general, yo no soy muy de tribus y me apena que las haya en el campo de las ideas: a mi alrededor observo que las hay cuando uno es «de» la TMM, aquel, «de» la renta básica, este otro, «del» decrecimiento… ¿No tendríamos que ir hacia una comprensión más abierta y compleja de la realidad?
Salvador López Arnal.- La siguiente, la séptima falacia: “Para crear empleo hay que bajar los salarios”. Señala usted (casi una queja moral) en este apartado: “El trabajo se considera [por los que defiende esa falsa idea] como una simple mercancía más, lo que no puede aceptar ni ética ni económicamente”. ¿Por qué no se puede considerar el trabajo una simple mercancía desde un punto de vista económico y desde una perspectiva ética? ¿No es así como se considera de hecho, especialmente el mal llamado trabajo manual poco cualificado, en (casi) todos los países del mundo?
Juan Torres López.- El trabajo es una dimensión del ser humano. Como decía Polanyi, si se compra y se vende (si se convierte en mercancía) se está comprando y vendiendo la vida. Ese es el planteamiento ético que lleva a rechazar que se mercantilice.
Desde el punto de vista económico no se puede aceptar que se produzca efectivamente algo como la mercantilización porque, en realidad, no existe la mercancía trabajo como algo desgajado del ser humano, es una ficción.
Salvador López Arnal.- Hablando del trabajo y dándole la dimensión que usted le da, ¿es favorable a la renta básica universal?
Juan Torres López.- Después de estudiarla durante bastante tiempo, escribí un libro de trescientas páginas para tratar de explicar qué es, cuántos tipos hay, cómo se financia y qué efectos tiene y, la verdad, es que eso no me ha permitido poder pronunciarme en términos de estar a favor o en contra. No sé si es una limitación mía o que se trata de una propuesta que tiene diferentes perspectivas de análisis y que, por tanto, carece de un valor intrínseco o universal. Tiene virtudes y ventajas innegables pero creo que también hay razones que pueden hacer dudar de su completa bondad. Y, en concreto, es preciso avanzar y concretar mucho a la hora de establecer el mejor modo de financiarla.
Salvador López Arnal.- La octava mentira. “El envejecimiento de la población hará imposible financiar las pensiones públicas”. Señala también que la “influencia de la demografía en el sistema de pensiones públicas es evidente y muy importante” pero que hay “varias razones que permiten afirmar que la evolución demográfica, sea cual sea, no es factor que puede provocar que las pensiones públicas sean insostenibles porque no se puedan financiar”. De esas varias razones a las que alude, ¿cuál sería la razón más importante? ¿No hay entonces de qué preocuparse? ¿Envejecer no es el camino hacia el desastre?
Juan Torres López.- No es verdad que la posibilidad de financiar en el futuro las pensiones públicas dependa solo de la población jubilada o trabajadora. Depende de cuál sea el volumen del producto o ingreso total que se puede generar y de cómo se decida repartirlo. Lo primero depende, a su vez, de otras diversas circunstancias y de la productividad principalmente; y lo segundo es una decisión política y, por tanto, no ineluctable.
Por supuesto que hay que preocuparse por el futuro de las pensiones: si se mantiene la evolución actual del capitalismo y de las políticas que lo regulan no habrá en el futuro ni pensiones públicas ni muchos otros bienes o servicios públicos.
Poder envejecer cada vez más es una conquista humana, parece mentira que se pueda considerar un problema.
Salvador López Arnal.- ¿Y cómo ve la actual evolución del capitalismo? Según sus críticos, el capitalismo es, inexorablemente, un sistema enemigo de la Naturaleza que nos conduce a pasos agigantados al desastre, al colapso.
Juan Torres López.- Yo creo que la lógica intrínseca, inherente, al capitalismo lleva efectivamente a la destrucción del planeta si no tuviera reservas, límites o frenos; pero también me parece evidente que el propio capitalismo los tiene, tal y como sabemos que ocurre en todo sistema complejo.
En resumen, no creo que los fenómenos, y en concreto la deriva del capitalismo, su evolución, sea inexorable.
Salvador López Arnal.- La novena falsedad: “El libre comercio y dejar que las economías compitan entre sí es más beneficioso para todas que intentar protegerlas”. Cita en este apartado a Pascual Lany, ex director general de la OMC: “el libre comercio no existe […] es una ficción útil”. ¿Útil para quién?
Juan Torres López.- La ideología del libre comercio es útil a las potencias que tienen poder político, ideológico y militar para obligar a que se desprotejan sus competidores mientras ellas se protegen para poder esquilmarlos.
Salvador López Arnal.- ¿Es entonces partidario del proteccionismo en determinadas circunstancias? España, por ejemplo, ¿debería proteger sus industrias más esenciales?
Juan Torres López.- Soy partidario de lo que se ha llamado el nuevo proteccionismo del que he hablado en algunos de mis trabajos. No el que practican las grandes potencias sino el que antepone la seguridad, el cuidado y la vida al lucro, el que considera que respetar la naturaleza debe ser un principio de partida, el que no empobrece ni aísla sino el que promueve la cooperación y las sinergias, el que ahorra costes sin excluir…
Salvador López Arnal.- Por cierto, saliéndome un poco del guión, ¿ha sido, es beneficioso para España la permanencia en la UE y en la eurozona?
Juan Torres López.- Llevo muchos años tratando de explicar que no se puede hablar de intereses «de todos» cuando se habla de economía. Definamos primero cuáles son los intereses de España porque, a veces, se confunde una de las partes con el todo. De entrada, habría que distinguir la UE y el euro. Es significativo, siempre lo digo: está contemplado que cualquier salga de la UE, del euro no. ¿Se puede confiar en un club que no contempla que puedas salir, te ocurra lo que te ocurra dentro?
Yo creo que pertenecer a una zona monetaria supranacional puede ser positivo pero me opuse a la entrada de España en el euro porque este estaba diseñado en beneficio del capital alemán y el centroeuropeo. Lo he explicado en muchos artículos y libros y no quisiera que, por expresarlo así en pocas palabras, pudiera parecer que se trata de un argumento simplista. Ha habido, sin duda beneficios, pero ha sido a costa de desindustrializar España, de destruir nuestro tejido productivo y de empobrecernos en términos relativos.
Salvador López Arnal.- Hay una idea que, en mi opinión, aparece repetidas veces en su ensayo con diferentes formulaciones. La siguiente: “tal o cual modelo es de una gran complejidad y sofisticación matemática pero es completamente irreal”. ¿Qué sentido tiene entonces construir modelos así? ¿Quiénes defienden esa línea de investigación económico-matemática? No logro imaginarme una cosa semejante en el ámbito de las ciencias físicas, por ejemplo.
Juan Torres López.- Los modelos son irreales por definición. Otra cosa es que sirvan o no para poder conocer lo que ocurre en la realidad. Un mapa es irreal, no es la realidad misma (tendría que ser a escala 1:1) pero si lo seguimos nos lleva a donde queremos llegar.
El problema de ciertos modelos económicos de gran sofisticación es que no llevan a nada que realmente exista o pueda existir en la realidad.
«El problema de ciertos modelos económicos de gran sofisticación es que no llevan a nada que realmente exista o pueda existir en la realidad»
Salvador López Arnal.- La décima mentira: “El Estado es el problema porque el gasto público es dinero tirado, expulsa a la inversión privada, obliga a poner impuestos que perjudican a todos y genera deuda que frena el crecimiento económico”. ¿Debe la izquierda defender la intervención económica directa del Estado? ¿Lo hace? ¿Qué tipo de intervenciones?
Juan Torres López.- La intervención directa del Estado la defiende y la practica la izquierda y la derecha. No hay más intervencionismo estatal que el practicado por los llamados liberales.
La cuestión no es si debe haberla o no, sino cuál debe ser la que se lleve a cabo. Yo creo que la izquierda ha tenido una exceso de ingenuidad sobre sus bondades. Ni siempre es necesaria ni conviene en cualquier magnitud. E incluso cuando es imprescindible (como en el caso de la provisión de bienes públicos que no se puede proveer a través del mercado) puede realizarse inconvenientemente. Es una de las grandes cuentas pendientes de la izquierda.
Salvador López Arnal.- Una de las grandes cuentas pendientes de la izquierda… ¿y cuáles son las otras cuentas pendientes? Usted mismo se ha definido o presentado en muchas ocasiones como economista de izquierdas.
Juan Torres López.- Echo en falta pedagogía, conocimientos, inclusión, salir de las tribus, como he dicho antes. Parece que el conocimiento no le hace falta. A mí me resulta llamativo, por ejemplo, que ni una sola organización de algún partido político de izquierda o sindicato, me haya llamado para presentar este último libro. Y, más o menos, eso me ha pasado casi siempre. No lo veo lógico, sinceramente. Y creo que también se tiene pendiente, hablando en términos coloquiales, el predicar con el ejemplo, promover nuevos tipos de comportamientos, de empresas, de formas de producir y consumir y vivir, de relacionarse… nuevos modos de ser. Los neoliberales lo tenían más claro: Thatcher decía «lo importante no es la economía, lo prioritario es cambiar el alma». La izquierda creo que tiene pendiente «ser» de otro modo para que también lo sea la gente a la que se supone que le pide apoyo y complicidad.
Salvador López Arnal.- De todas las mentiras que expone, ¿hay alguna que le parezca especialmente peligrosa, la GRAN MENTIRA?
Juan Torres López.- Creo que cada una tiene su momento y su específica trascendencia. Quizá la decisiva es la que hace creer que las proposiciones económicas no son políticas porque es lo que que ha permitido que la democracia no alcance a la toma de decisiones económicas.
Salvador López Arnal.- ¿Pero no elegimos a los gobiernos responsables de las políticas económicas que rigen en nuestras sociedades?
Juan Torres López.- Elegimos, en los países democráticos, a los gobiernos pero los gobiernos no son los que tienen el poder que se precisa para regir nuestras necesidades.
Salvador López Arnal.- “Los bancos centrales saben cómo controlar la inflación.” ¿Esto es también una econofakes?
Juan Torres López.- Es un fake porque no hay una sola manera de controlar la inflación. Los bancos centrales han mantenido una tesis sobre su naturaleza que ha provocado muchos costes y ni tan siquiera está claro que haya sido su actuación, en aplicación de esa tesis, la que haya causado directamente la estabilidad de precios en los últimos años.
Salvador López Arnal.- ¿Quiénes son los responsables de las mentiras que usted denuncia? ¿Los economistas, los políticos, las instituciones interesadas, los periodistas, los publicistas,…?
Juan Torres López.- Todos ellos y también los académicos.
Salvador López Arnal.- Por cierto, ¿cómo definiría usted la economía (no la realmente existente, la deseable)?
Juan Torres López.- La economía como actividad es la que llevamos a cabo los seres humanos para procurarnos nuestro sustento. Como rama del conocimiento, la que estudia los problemas que esa actividad lleva consigo y nos plantea diariamente.
Salvador López Arnal.- Le cito: “Un informe de Naciones Unidas estimó en 2015 que serían necesarios 267.000 millones de dólares anuales hasta 2030 para acabar con el hambre que provoca diariamente la muerte de más de 25.000 personas. Si redondeamos hasta 300.000 millones, se podrían financiar con una tasa del 0,002 por ciento, como he dicho, sin necesidad de más impuestos y sin deuda.” Si la cosa es fácil y, digamos, tan poco costosa, ¿por qué no nos ponemos manos a la obra?
Juan Torres López.- Que algo se pueda hacer no significa que sea fácil hacerlo. Y, en este caso, que haya una solución financiera bastante simple no quiere decir que adoptarla sea sencillo. Quizá porque no se trata tanto del huevo como del fuero. Yo creo que algo como eso debe saberse, debe difundirse porque muestra que hay alternativas y posibilidad de hacer otras cosas. Y en ese saber, en esa movilización de las conciencias y de la indignación que produce comprender por qué ocurre lo que ocurre es donde puede nacer el contrapoder necesario para ir cambiando las cosas.
Salvador López Arnal.- No cita mucho a Marx ni a economistas marxistas a lo largo del libro. ¿Piensa que no es una tradición que no da mucho de sí en este ámbito de investigación?
Juan Torres López.- Pues yo creo que entre los autores que cito hay bastantes cuya obra no se podría haber escrito sin la sombra o la influencia del marxismo. Otra cosa es que yo siempre prefiera reforzar mis argumentos, en la medida de lo posible, con los de quienes justamente no están en mi línea de pensamiento. Mucha gente me critica diciendo que «mis» argumentos son inventados, que mi libro es izquierdista… y lo cierto es que quien en realidad «habla» en mi libro son autores como Keynes, Solow, Samuelson, Krugman, Stiglitz, Romer…
De todos los libros que he escrito, quizá este sea el que contenga menos ideas propias. Me he limitado a recurrir a otros economistas para demostrar los argumentos que, eso sí, me he afanado en presentar de la forma más diáfana y didáctica posible. A tenor del éxito que está teniendo, parece que lo he conseguido en buena medida.
Salvador López Arnal.- Gracias por su amabilidad y su tiempo. ¿Alguna cosa más que quiera añadir?
Juan Torres López.- Nada más. Muchas gracias por la amabilidad y por acogerme en estas páginas tan queridas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.