HAMLET.- Existir o no existir, ésta es la cuestión.
¿Cuál es más digna acción del ánimo,
sufrir los tiros penetrantes de la fortuna injusta,
u oponer los brazos a este torrente de calamidades,
y darlas fin con atrevida resistencia?
Hamlet, William Shakespeare [1].
Este jazzman tirapiedras cree que es verdad absoluta eso de que “somos aquello que somos en política y padecemos por nuestras decisiones electorales”. El entrecomillado es porque aquí se repite esta sentencia universal y es válida, palabra por palabra, para nuestro país y para la provincia de Esmeraldas. El Poeta Antonio Preciado es quizás más preciso, aunque para otra circunstancia histórica es apropiada para estos últimos años: “Y se le vino el firmamento encima…” dice uno de sus versos [2]. Así es, nos cayó con el peso muerto de lo inesperado en nuestras languidicientes economías familiares, en nuestro maltrecho bienestar social, en la seguridad pública, en el bendito empleo que como nunca es misión de imposibilidades y hasta las lógicas de gobierno son absurdas. Regalar disculpas es el ejercicio preferido de analistas, liderazgos partidistas y académicos que conectan con la derecha más reaccionaria. Sin embargo, el laboratorio de ideas sinceras y químicamente puras muestra diferencias insoslayables, pero lamenta que este jodido Gobierno de Míster Roy Gil Chrits sea todavía la decisión mayoritaria del electorado. Es capítulo inevitable de la democracia, por favor. Así es y directo a los ojos de la consciencia o también de la inconsciencia. “El golpe que no ves venir ese es el que te tumba”, advertía Muhammad Ali. O mejor no se previó los estropicios de la caída inesperada del firmamento. Nadie, ni siquiera aquellas almas tenaces que analizan la política del Ecuador hasta el mínimo molecular previeron el impacto brutal del anticorreismo sustituto del anticomunismo. El enfrentamiento político-partidista fue convertido por el think tank de la derecha económica en batalla cultural ahí donde les fuera necesario y oportuno. La contienda tuvo cinco etapas: desacreditar toda política pública, extremar cada error del liderazgo progresista, atrapar la atención popular con elaboradas falsedades, crear artimañas discursivas de corrupción (con pruebas chimbas o dudosas) e instalar en algún mínimo sentido común la polarización de “buenos” y “malos”. Su éxito mayor fue emboscar y convertir cualquier conversación familiar o amistosa en opuestos y favorables, sin importar matices, razones u honestidad intelectual. El sentido común ecuatoriano fue convertido en inutilidad arqueológica. O de museo si le bajaban algunas líneas a la agresividad social, pero sin la curiosidad cognitiva del visitante.
No es contrarrevolución es involución cultural y a continuación se traslada a la cotidianidad política. Ecuador procesa, ecológicamente hablando, los residuos teórico-prácticos más peligrosos. Esta derecha internacional y sus variantes nacionales además de la angurria acumulativa, desean apropiarse de mentes y corazones, pero más que de los colectivos de las individualidades. No es solo la riqueza del país es el dominio brutal y a perpetuidad de la subjetividad de cualquier persona. Y no se percibe ninguna finura filosófica, elegancia teórica de los relatos o los engaños con habilidades ornamentales. Los funcionarios del Gobierno de Mister Roy Gil Christ (él también, por cierto) falsean hasta la puesta del sol, la cantidad de días de la semana y la causa del último derrame de petróleo en la provincia de Esmeraldas. Dijeron que era castigo divino,… perdón “un sabotaje”, pretendiendo, en la verborragia, ventear sospechas a Alcalde de Quito. La derecha ha ganado las calles de las ciudades ecuatorianas a la izquierda más impaciente. Y cambió el destino del descontento. Es un país de vendedores de lo que sea, incluso ofertan una porción de buena suerte. Hay más vendedores que compradores y si aquello no es suficiente están los pentecostales prometiendo el infierno si la variedad de dificultades es insuficiente en este lado de la vida. Se atrincheran en parques, esquinas y en los barrios de necesidad, mas nunca en los ciudadelas de clase media. Repiten cada día que el empobrecimiento popular es un adelanto de la sentencia eterna por culpas insólitas y déficit de fe. La derecha (¿y quién más?) festejan este aturdimiento cultural. Por supuesto, también es embrollo político-ideológico.
¿Y estas elecciones presidenciales qué podrían definir para el Ecuador? Circula por ahí una respuesta racista: dizque no convertir al país en una copia de algún país africano o de Haití, gane quien gane. Imbecilidad racista contrabandeada como profecía política. Nuestro país se convirtió en el país de estos padecimientos colectivos, sin importar descalabros ajenos, por sus propios méritos o deméritos. Es verdad fastidiosa aquello de las comparaciones son odiosas. Y estas descubren arrogancias de colonizados pretendiendo superioridad de colonizadores. El desbarajuste ecuatoriano de hoy es nuestra responsabilidad, sin ninguna excepción de algún grupo ciudadano. Cada ecuatoriano, mujer u hombre, es participante activo en este proceso histórico y por aquello que resulte de estas u otras elecciones. Se viven los apremios de un tiempo hamletiano para el país: ser o no-ser. ¿Qué elegiremos? Parece y no es exageración, pero estas elecciones son una oportunidad definitiva. ¡Quién lo hubiera creído! En estos siete años, los afortunados económicamente de esta crisis múltiple subestiman actitud y aptitud política de la mayoría ciudadana y son audaces en sus dichos y hechos. Un solo ejemplo: la charada sobre la supuesta desdolarización del Ecuador, por parte de la candidata Luisa González. Esa falsedad se hace nada preguntándole a un empleado medio de algún banco privado. (La defensora suprema de la dolarización ecuatoriana es la ASOBANCA [3]). La realidad política de esta mala ficción es el país cayendo por el desbarrancadero y los banqueros ganando al mil por ciento. Hipocresía perversa y más: quienes calumnian a Luisa tienen miles de dólares en los infiernos fiscales.
A su tiempo estas elecciones serán consideradas como una revolución cultural por cinco motivos. Uno: no es solo la competición electoral decisiva entre una mujer de barrio adentro y un hombre ricachón, sino entre dos realidades existenciales. O sea dos cosmovisiones fundamentales y distintas. Dos: devolver a la gente ecuatoriana a la comprensión eficaz de nuestra realidad política y las vías progresivas de recuperación económica. Tres: volver con rapidez al Estado de derecho y la aplicación del derecho público en nuestras realidad y cotidianidad. Cuatro: comprender las causas de la violencia social y controlar sus efectos en las barriadas urbanas y rurales. Cinco: literalmente reinaugurar las actividades de la educación y atención de salud públicas. Podrían ser más, pero estas son prioritarias. Amén, por ahora.
Notas:
[1] Hamlet, William Shakespeare, www.elejandria.com Alejandría, Libros de Dominio público, digital, p. 56.
[2] Del poema Cuatro generales y el poeta, de Antonio Preciado Bedoya.
[3] Asociación de Bancos Privados del Ecuador
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