“La dignidad no tiene precio cuando alguien comienza a dar pequeñas concesiones, al final, la vida pierde su sentido.” –José Saramago
La “modernidad líquida” disuelve contenidos. Varias instituciones desparecen o se difuminan. Inclusive la capacidad de un país de organizar autónomamente su destino, es decir su soberanía, se derrite. Y en este sendero hasta la dignidad desaparece.
Tan es así que, ahora, en palabras alambicadas de un embajador ecuatoriano, el retorno de tropas norteamericanas a Ecuador sintetiza “el empleo legítimo de la soberanía nacional para asegurar el respeto al derecho, a las libertades fundamentales y la paz como garantía para el desarrollo de la sociedad...” El pretexto que esgrimen personajes como este diplomático es la “guerra contra el narco”. Y ahora, a ellos, luego de haber tolerado la depredación neoliberal del Estado, les preocupa que caminemos hacia un Estado fallido.
Lo concreto es que no es la primera vez que un gobernante ecuatoriano busca un apoyo internacional que afecta la dignidad y la soberanía del Estado.
Hacer memoria es fundamental
Nuestra historia está atada a las apetencias de caudillos a los que el poder les domina. Un par de ejemplos al canto. Juan José Flores, quien fuera tres veces presidente del Ecuador, luego de que fuera derrocado por la “revolución marcista”, en marzo de 1845, intentó regresar buscando apoyo en Europa para organizar una expedición de reconquista. En 1847, un subordinado del mismo Flores propuso la entrega de tierras baldías para pagar la deuda externa y, con el fin de superar la escasa colonización europea, planteaba el aumento progresivo de las tasas de interés dependiendo de un creciente número de colonos que enviaría una compañía de tenedores de los bonos.
En 1859, cuando existían cuatro gobiernos en Ecuador, y su integridad estaba amenazado por las pretensiones territoriales del vecino del sur, el caudillo conservador Gabriel García Moreno buscó respaldo militar en Francia. Escribió tres cartas al encargado de negocios francés, Emilie Trinité, expresándole el deseo de que Ecuador esté protegido por el Imperio francés. El tirano buscaba “la felicidad de este país”, pues consideraba que Francia, entonces gobernada por el emperador Napoleón III, quién poco después invadiría México con el pretexto de cobrar una deuda externa, garantizaba “la civilización en la paz y la libertad en el orden” y así, además, se podía “frenar el torrente asolador de la raza anglo-americana”. Cuando ya había pasado el peligro de fragmentación, el mismo García Moreno, volvió a insistir sobre la posibilidad de que Ecuador se convierta en protectorado francés, con otra misiva, en tono similar a la anterior, en 1861, dirigida a Aimé Fabre, sucesor de Trinité.
El destacado historiador Alfredo Pareja Diezcanseco, profundo estudioso de esos episodios, desnudó el significado de estas cartas: “Ninguna desesperación del momento le hizo dar ese paso [a García Moreno]. Por el contrario, fue proyecto reflexivo, de mandatario extraño, en tierra de indios. Qué Francia no haya querido recibir el regalo, es otra cosa…”
De la larga lista de este tipo de tristes episodios destaquemos otro: Federico Páez, que fuera dictador (1935 -1937), escribiría en 1939 un opúsculo que sintetiza el pensamiento colonial de muchos miembros de las oligarquías de este país andino. Allí reclamaba que “el Ecuador necesita más que ningún otro país de América, la inmigración de capital extranjero, y de hombres de raza blanca. (…) Mientras gentes torpes o de mala fe que no quieran dejar de ser caciques de pueblo combatan al blanco y al capital extranjero, el Ecuador seguirá yaciendo en la miseria y el oscurantismo. (…) Los indios no son sino una rémora a todo progreso; y lo propio son quienes aun cuando racialmente blancos, tienen mentalidades de indios”.
La historia en Ecuador y los otros países de Nuestra América está llena de este tipo de acciones entreguistas y expresiones coloniales, así como de redobladas luchas de resistencia y dignidad.
Cuando el yanqui uniformado desembarcó en la mitad del mundo
En este trajinar histórico, casi desde el origen de la República no faltaron las apetencias imperiales de Washington. La lista es larga. A medidos del siglo XIX los EEUU pretendían acceder a territorios amazónicos por los ríos ecuatorianos. Las Islas Galápagos, una y otra, vez, contando con la complicidad de funcionarios ecuatorianos, han estado una y otra vez en su mira. En estas breves líneas recordemos la presencia de tropas norteamericanas en territorio del Ecuador.
En diciembre de 1941, sin que el gobierno ecuatoriano hubiera concedido autorización, contingentes de la marina y del ejército norteamericano desembarcaron en posiciones estratégicas en Salinas, en la costa, y en Baltra, en las Islas Galápagos. En esos días, el Ecuador vivía una grave amenaza: su provincia de El Oro estaba invadida por tropas peruanas con las que Lima trataba de imponer un arreglo limítrofe. Esa agresión no preocupaba en la región. Lo que si sacudió la solidaridad panamericana fue el ataque japonés a Pearl Harbor el día 7 del mismo mes de diciembre.
Así que, recién el 24 de enero de 1942 se firmó el convenio para normalizar la presencia de tropas de los EEUU en Salinas y el 2 de febrero en Baltra. Entre estas dos fechas, con una provincia invadida y con una enorme presión panamericana, el 29 de enero de 1942, Ecuador se vio forzado a firmar con Perú, el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Rio de Janeiro. En 1946, luego de intentar quedarse por casi un siglo en la Galápagos, se tuvieron que retirar las tropas de Washington. Al salir sus soldados dejaron desmantelados los equipos y en escombros las construcciones.
Traigamos a colación otra entrada de tropas yankis. Luego del terremoto de 1987, que destruyó el oleoducto transecuatoriano, ahondando la crisis desatada por el peso de la deuda externa, llegaron reservistas para ayudar en la construcción de una vía amazónica. Su aporte real fue prácticamente nulo. Lo que buscaban es aprender cómo se construyen carreteras en territorios selváticos. Y aún cuando el Congreso Nacional dispuso su salida, el presidente socialcristiano León Febres Cordero permitió que continúen para cumplir con el plazo que él había acordado con los EEUU.
Poco después, en el año 1999, cuando el Ecuador, durante el gobierno del democristiano Jamil Mahuad, vivía una de sus mayores crisis, de forma reservada, sin autorización del Congreso Nacional, se permitió la instalación de lo que se conoció como Base de Manta, cuyo nombre oficial era Puesto de Operaciones de Avanzada (FOL, Forward Operating Location).
A contrapelo de quienes sostienen que ese fue el origen del auge del narcotráfico en este país andino, vale conocer que durante el accionar de dicha Base los envíos de droga se triplicaron, la tasa de criminalidad se disparó y decenas de personas denunciaron abusos de parte de soldados yanquis. Es más, como se demostró, los aviones norteamericanos no se ciñeron a los términos del convenio pactado para combatir prioritariamente el narcotráfico, pues en muchos casos intervinieron en la lucha contra la insurgencia en Colombia y para la interdicción de emigrantes.
Esa base se cerró en el año 2009, por mandato constitucional, luego de una larga lucha de dignidad, de casi una década, liderada por la Coalición No Bases.
Washington, siempre al asecho
La reciente declaración del “conflicto interno armado” contra el narcotráfico y el terrorismo, por parte del presidente Daniel Noboa, empata con las pretensiones de Washington. Los EEUU están metidos hasta el cuello en una larga e inútil guerra contra el narcotráfico. Una guerra que es parte de su geo-estrategia -económica y política-, que cobra redoblada fuerza en nuestra región.
Las acciones para conseguir una mayor coordinación entre los militares de los dos países no se detuvieron luego del cierre de la base de Manta. Avanzaron mucho más en el gobierno de Guillermo Lasso, justo cuando desde la Embajada norteamericana en Quito se denunciaba el accionar de narco-generales en la fuerza pública. En ese contexto, mientras se profundizaba / toleraba la infiltración de los narcos en la institucionalidad estatal y entraban a raudales los narco-dólares en la economía, se redobló el paso para la preparación de un “Plan Ecuador”, emulando el “Plan Colombia”.
En junio de 2022 se concretó un acuerdo en esa dirección. En diciembre, el Congreso de EEUU aprobó la “Ley de Asociación Ecuador-Estados Unidos”. Luego, el Grupo de Trabajo Bilateral de Defensa, a mediados del 2023, propuso invertir miles de millones de dólares en la fuerza pública ecuatoriana. En ese mismo año, Lasso firmó un acuerdo para la interceptación aérea y otro similar para actividades marítimas. Ambos tratados, por dictamen de la Corte Constitucional, no fueron conocidos, ni aprobados por la Asamblea Nacional. Y en ese mismo 2023, en octubre, también a espaldas de la sociedad, se suscribió el “Acuerdo relativo al Estatuto de las Fuerzas”.
No importó que por mandato constitucional estén prohibidas bases extranjeras con fines militares en el territorio nacional, tanto como ceder bases nacionales a fuerzas militares o de seguridad externas; lo que en realidad significa la prohibición de tolerar tropas foráneas en Ecuador. La Corte determinó que este acuerdo solo es un “compromiso de asistencia” en el marco del enfrentamiento al crimen organizado. Y el acuerdo entró en vigencia también sin debate alguno en la Asamblea Nacional.
Los propósitos militares del acuerdo, en el marco del “conflicto interno armado”, son evidentes. Para lograrlo se autoriza el libre movimiento de personal y contratistas, así como de vehículos de todo tipo por el territorio nacional; en otras palabras, esas tropas no necesitarán una base específica, pues podrán utilizar las instalaciones de la fuerza pública ecuatoriana. Y este personal gozará de beneficios y exenciones como cualquier diplomático, incluyendo la exoneración de la jurisdicción penal ecuatoriana.
El tan mencionado Plan Fénix para enfrentar el crimen organizado, al que se ha referido con frecuencia el mandatario ecuatoriano, a la postre resultó un plan elaborado por el Pentágono. La jefa del Comando Sur lo reconoció paladinamente: “EEUU tiene un plan de seguridad de cinco años para Ecuador”. Ella, que también declaró que los recursos naturales de Nuestra América son objetivos estratégicos de EEUU, al celebrar la aceptación de este acuerdo, declaró que “estoy orgullosa de servir con ustedes en el equipo democracia”, refiriéndose a los militares ecuatorianos presentes. Democracia y seguridad, incluso desarrollo, son conceptos con los que frecuentemente se disfrazan las apetencias imperiales.
Para cerrar este breve repaso -sin negar la necesidad de enfrentar al crimen organizado en todas sus manifestaciones- se podría mencionar también como el gobierno del banquero-presidente Lasso negoció la protección ambiental de las islas Galápagos cediendo parte de la soberanía nacional a través de una confusa negociación financiera. Islas que, desde el año 2019, en el gobierno de Lenín Moreno, ya se habían transformado en una suerte de “portaviones natural” para aeronaves militares norteamericanas, complementado con los aeropuertos de Guayaquil y Manta. También dejemos sentado que, desde el gobierno del progresismo, el Ecuador plegó a la CONVEMAR – Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, cediendo gran parte de su soberanía marítima.
Un protectorado líquido en ciernes
Como para redondear este somero análisis cabría anotar el posicionamiento del presidente Noboa, estadounidense por nacimiento, a favor de objetivos e intereses geopolíticos de los EEUU, sea en Israel o Venezuela, por ejemplo. Noboa trató, inclusive, de entregar armamento ruso a los EEUU, para que este país los envíe a Ucrania; intento que fracasó ante el bloqueó de importaciones de banano por parte de Rusia. Y ahora, a través de un referéndum quiere echar abajo la prohibición constitucional para suscribir tratados bilaterales de inversión, con el fin de forzar la neoliberalización del país; cuyo manejo económico pierde cada vez más y más autonomía con los sucesivos TLCs.
Así, teniendo la economía dolarizada desde el año 2000, con un manejo económico atado a los mandatos del FMI, con una creciente influencia anglo-sajona, se consolida el estatuto de un nuevo tipo de protectorado, que puede mantener sus símbolos patrios, pero en donde las élites siguen soñando en construir un país a imagen y semejanza de quienes nos han dominado, confiando que su fuerza protectora hará posible nuestra felicidad.
¿Habrá fuerzas políticas que puedan recuperar la dignidad perdida?
Alberto Acosta: Economista ecuatoriano. Compañero de lucha de los movimientos sociales. Profesor universitario. Ministro de Energía y Minas (2007). Presidente de la Asamblea Constituyente (2007-2008). Candidato a la Presidencia de la República del Ecuador por la Unidad Plurinacional de las Izquierdas (2012-2013). Autor de varios libros y artículos.
Artículo publicado en la revista AMAUTA Siglo XXI – Vocero de los Socialistas Mariateguistas -Año 4, número 17, marzo del 2024
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.