Eduardo Galeano, el escritor, aventador de rutinas, prejuicios y miopías en planos generales del pensamiento, ha muerto…la muerte de un escritor, duele y mucho, para quienes esperamos un «Tiempo de Conocimiento» se instale en este mundo, sin fecha de vencimiento. En su obra y manifiestos, viven miles de palabras, escritas con pasión y cifradas en […]
Eduardo Galeano, el escritor, aventador de rutinas, prejuicios y miopías en planos generales del pensamiento, ha muerto…la muerte de un escritor, duele y mucho, para quienes esperamos un «Tiempo de Conocimiento» se instale en este mundo, sin fecha de vencimiento.
En su obra y manifiestos, viven miles de palabras, escritas con pasión y cifradas en ritmo de prosa, con una brisa de poesía en pasaje casual. Palabras replicadas por cientos de miles de hombres y mujeres, hartos de historias fraguadas por los que rigen y dictan en esta tierra, gobiernos esclavos de corporaciones transnacionales, a todo lo largo y ancho de este planeta… Así Galeano, en todas las entrevistas, en todos los artículos que publicó en cientos de periódicos, en todos sus sueños, compartió su deseo de hacer de este un mundo, un espacio digno de ser experimentado y vivido.
En su obra, Galeano deja la marca de una impronta. Lanza la palabra contra el olvido que deja la historia oficial, que todo lo degrada. Desde su primer libro: «Los días siguientes y Mujeres», hasta «El descubrimiento de América que todavía no fue», «Nosotros decimos no», «Palabras: antología personal y Espejos», no cesa de resistir al poder de los peores, las explotaciones y genocidios a repetición.
Hago mención a su obra más mentada y replicada en el mundo: «Las venas abiertas de América Latina», publicado años en 1971, prohibido por las infectas dictaduras cívico-militares de Uruguay, Chile y Argentina…el libro que el presidente Hugo Chávez obsequia a Barak Obama durante la V Cumbre de las Américas, en abril de 2009.
No me olvido de la inolvidable trilogía «Memoria del fuego» (Los nacimientos, Las caras y las máscaras y El siglo del viento), escrita y publicada, durante su exilio en Barcelona, donde tuve el placer, de conocerle.
Fue un gran espectador de la vida, un «escuchador» como él se definía, un exiliado político. Salió de Uruguay después de haber sido encarcelado por la dictadura, para intentar vivir en Argentina, de donde nuevamente tuvo que partir apresuradamente, con destino a España porque su nombre figuraba en una lista de condenados por la dictadura de Videla.
Al regresar a Uruguay en 1985, funda el semanario Brecha, publicación que en 2010 creó el Premio Memoria del Fuego, otorgado al cantante y poeta catalán Joan Manuel Serrat, como primer galardonado.
Eduardo Galeano obtuvo el premio Stig Dagerman, y a lo largo de su vida, huelga decir, recibió varios doctorados Honoris Causa por parte de universidades de Cuba, El Salvador, México y Argentina.
Siempre habló de y para los jóvenes, de y para los indígenas, en contra de los narcoestados, de las traiciones y pactos expúreos, propiciados por el neoliberalismo, en favor de la ecología y la justicia como horror ejemplar. Habló contra el olvido, entre la pausa y la espera de un tiempo a vivir.
Uno de sus últimos textos, dedicado a los 43 estudiantes mexicanos desaparecidos, decía:
«Los huérfanos de la tragedia de Ayotzinapa no están solos en la porfiada búsqueda de sus queridos perdidos en el caos de los basurales incendiados y las fosas cargadas de restos humanos.
Siempre del lado de los pueblos hambreados, explotados, indignados, su compromiso con los indigentes, lo lleva a Chiapas, de ese modo se asimila al Ejército Zapatista de Liberación Nacional, experiencia escrita en un discurso: Una marcha universal el 10 de marzo de 2001.
Eduardo Galeano, es memoria y recuerdo, de nuestras identidades, las cuales pareciera siguen siendo las del anonimato de nuestra identidad cultural, tan degradada.
Nos deja una lección, a todos los que amamos esta tierra, de emigrantes trashumantes, en búsqueda de de un lugar donde dejar nuestros legados y la herencia de preguntas y perplejidades, aún irresueltas.
Eduardo Galeano, nos deja un legado, cifrado en la memoria, para aprender las lecciones de un pasado, que nunca termina de estar presente, y que el poder político neoliberal, impone un olvido por decreto, de todas las aberraciones, que supo esta tierra suramericana soportar…y seguir haciéndolo.
Galeano, eres un fundador de memorias, contra el olvido y la las diversas ignorancias.