La Fábrica de Sueños (Columna en El Magazín de El Espectador)
Sin duda alguna, la gesta del ciclista bogotano Egan Bernal Gómez (13/ene/1997) se antoja la más relevante del deporte colombiano en todos los tiempos, sin demeritar, de antemano, los grandes triunfos de otros competidores. Esto dicho lejos del tufillo europeizante que ya pudiera insinuarse y que no es antojadizo citar por lo que se sostendrá. Ya desde el 26/jul/2019 cuando se suspendió la etapa 19, que tendría como destino final Tignes, puerto de primera categoría, se erigía su figura ganadora más allá de los confines: la del primer colombiano, el primer latinoamericano y el más joven, a partir de 1919, de la era moderna, en lograr el máximo sitial del Tour de Francia. Además, el portador de la camiseta amarilla en sus primeros cien años y uno de tres nacionales en hacerlo junto a Víctor Hugo Peña, (2003), y a Fernando Gaviria (2018). Con un ingrediente adicional en esta edición: tres criollos en el Top 10: 1º Egan Bernal; 7º Rigoberto Urán; y 8º Nairo Quintana. Una hazaña sin precedentes no solo del deporte nacional, sino en el contexto mundial. Y un mojón imprescindible con miras a futuras jornadas épicas del ciclismo y, en general, del deporte.
Bueno, sin olvidar un lunar del asunto: tener que aguantar el «homenaje especial en la Casa de Nariño» del subpresidente, a Egan, Rigo y Nairo, para aprovecharse, cual Perón con Gatica El Mono, del éxito ajeno con el fin de recuperar popularidad en las encuestas, hoy con menos del 30% de favoritismo; a costillas, además, todo hay que decirlo, de los cientos de líderes sociales y ex combatientes de las FARC asesinados, ya más de 800 entre unos y otros. Los que, al decir de la lideresa social Virgelina Chará, han sido «estigmatizados hasta el cansancio por el irresponsable e irrespetuoso gobierno de Duque», a quien desafió a no seguir negando el conflicto, ni la expansión del paramilitarismo, ni despotricando de o insultando a los líderes y lideresas sociales que día a día tienen que arriesgar su vida, por atreverse a decir la verdad, a retar la mentira institucional y mediática, a defender la vida y los territorios de la amenaza constante de paramilitares, agentes y funcionarios de un Estado en decadencia/bancarrota, que no tiene dinero para la educación pública, pero sí para «devolverle» 1.2 billones a LCSA.
Mientras eso ocurre, no tan al margen del Tour, aunque para ciertos estultos pudiera parecer, otro lunar surgió entretanto: la reducción de la etapa 20 a un solo premio de montaña y a 59 kms de recorrido. Lo que deja cierto sinsabor de cara al tan cacareado, pero poco practicado, juego limpio, como el de las reglas de boxeo del marqués de Queensberry, del que tanto se burlaba Cortázar. Y que a su vez no deja de parecerse a la Constitución del 91 en relación con la aplicación, y no el discurso, de los DDHH en Colombia, ya que se habla del genocidio de nuevo cuño que se adelanta en Colombia y que hay que frenar a como dé lugar, por todos los medios que sean necesarios, como diría el harto vituperado Malcolm X o el poco bien ponderado Martin Luther King, por idénticas razones a las de su supuesto contradictor.
Y el motivo de ese sinsabor es uno que indigna y no puede soslayarse, dado el sempiterno prurito de los franceses por querer imponer un punto de vista dentro de las actividades humanísticas, deportivas y culturales, en abierta oposición al imperio americano, no en tanto continente, sino por el país/hemisferio que EEUU ha pretendido siempre a partir de la Doctrina Monroe (1823), del Destino Manifiesto (1845) y, a partir del auto tumbe de las Torres Gemelas, de la Doctrina de Seguridad Nacional (2001): la que contó con la asesoría del filósofo político del nazismo, Carl Schmitt, hasta su muerte en 1985. A última hora, después de que por una avalancha de lodo y nieve se suspendió la etapa 19, las directivas del Tour, en cabeza de Christian Proudhomme, que no es anarquista, decidieron, anticipándose de modo antinatural al «mal clima», alterar el recorrido ya fijado de la etapa 20, reduciéndola, reitero, a un premio de montaña y a 59 kms, lo cual dejaba en el ambiente un rancio olor.
Aunque lo que sigue pueda sonarle a algunos a teoría conspirativa, los mismos que olvidan que quienes hablan de ella son los que producen en la práctica las conspiraciones, el motivo puede no haber sido otro que opacar, deslucir, minimizar, si no impedir, el muy seguro triunfo de un «sudaca», según dichas autoridades galas, por afectar los intereses económicos de los corredores europeos, de los equipos en disputa del Tour, de los sponsors, de las millonarias transmisiones deportivas, en las que siempre es mejor, dicen ellos, ver triunfar a un blanco, rubio, anglosajón, que a un negro, un mulato o un mestizo, como es el caso de Egan Bernal. Menos mal, no fue víctima, como en tantas otras ocasiones, de una muy sospechosa caída.
Todo este panorama hace de la gesta de Egan Bernal una entre deportiva y política, si se acepta, en este caso, lo irrefutable, es decir, el aprovechamiento, el oportunismo de que hacen gala los políticos cuando de por medio está la hazaña deportiva de un hombre del pueblo, aquel que se ha forjado a pulso, en medio de la adversidad y el sacrificio, de la falta de oportunidades y el desempleo, de la carencia de vivienda, salud y educación, así como de la creciente violencia generada por la injusticia social, la inequidad y un acuciante no futuro, dado el insoportable nivel de corrupción alcanzado por el país, que apenas, léase bien, se hizo inocultable desde que las milicias de las FARC se convirtieron en ex combatientes y hoy son asesinados a diestra y siniestra, y sobre todo a ultra-diestra, en los diversos rincones del país.
Las autoridades del Tour 2019, al hacer sus cambios en el trazado original, iban olvidando, por un lado, a Dostoievski: «Quien para otro cava una zanja, en ella cae»; y, por otro, desconociendo la determinación, la disciplina, la experiencia, adquirida en tan breve tiempo, así como la voluntad de poder de un joven, entre estoico y taoísta espontáneo, decidido a «dejar todo en la carretera» y que ya había puesto sobre la mesa, las cartas, en ese caso sí, del juego limpio, no como las que se tiraron sobre la del mal llamado Acuerdo de Paz, en realidad cese parcial de la guerra. Y Egan lo hizo sin prepotencia ni arribismo y con una suficiencia que no arredra, sino que emociona/conmueve: «Van a tener que sufrir para quitarme el Tour».
Como sufrió Alaphilippe en carrera, de una parte, aunque, de otra, todo hay que decirlo, tuvo el gesto de tomar con su mano derecha la izquierda de Bernal, para congraciarse con su histórica e inolvidable gesta, político/deportiva, de ganar el Tour. El primero de otros más que seguro vendrán, en un futuro menos remoto o incierto que cercano. Lo que, cómo no, aprovecharán los políticos para intentar recuperar su cada vez más deteriorada imagen. Zanja en la que un cada vez más consciente, preparado y decidido pueblo, menos se presta a caer. Para concluir, un tercer lunar surgió a última hora y aunque no tiene que ver directamente con Egan Bernal, hay que decirlo: tras el retiro del apoyo, por 40 millones de dólares anuales que daba el magnate de la prensa gringo Rupert Murdoch al Team Sky, ahora se sabe que el equipo cambió de nombre para pasar a llamarse Ineos, por la petroquímica del magnate inglés Jim Ratcliffe que, dentro de poco tiempo, comenzará la explotación de gas, por fracking, en el condado de Yorkshire. Lo cual, de por sí, lanza una nube negra sobre el cielo del ciclismo: y aunque de eso no tiene culpa Bernal, carga hacia el lado político su noble gesta deportiva.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento. (Bogotá, Colombia, 1957) Padre de Santiago & Valentina. Escritor, periodista, crítico literario, de cine y jazz, catedrático, conferencista, corrector de estilo, traductor y, por encima de todo, lector. Colaborador de El Magazín de EE, desde 2012, y columnista, desde 2018. Corresponsal de revista Matérika, Costa Rica. Su libro Ocho minutos y otros cuentos, Colección 50 libros de Cuento Colombiano Contemporáneo, fue lanzado en la XXX FILBO (Pijao, 2017). Mención de Honor por Martin Luther King: Todo cambio personal/interior hace progresar al mundo, en el XV Premio Int. de Ensayo Pensar a Contracorriente, La Habana, Cuba (2018). Invitado por UFES, Vitória, Brasil, al I Congreso Int. Literatura y Revolución – Los espectros de Marx y el realismo estético (6-7/dic/2018). Autor, traductor y coautor, con Luis E. Soares, en Rebelión.
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