Fuimos miles las personas que de vigilia en Bilbo nos abrazamos y saltamos de alegría al conocer en la medianoche del 5 de mayo de 2011 que Bildu podría concurrir a los comicios municipales y forales que estaban a punto de empezar. La enésima vuelta de tuerca antidemocrática del Estado español no había triunfado esta […]
Fuimos miles las personas que de vigilia en Bilbo nos abrazamos y saltamos de alegría al conocer en la medianoche del 5 de mayo de 2011 que Bildu podría concurrir a los comicios municipales y forales que estaban a punto de empezar. La enésima vuelta de tuerca antidemocrática del Estado español no había triunfado esta vez, y dicha alegría popular se transformó en unos muy buenos resultados electorales que posibilitaban que Bildu ocupara una porción significativa del poder institucional, abriendo una notable grieta en la plácida andadura histórica del PNV y sus aliados. No obstante, y más allá de números y resultados, la principal razón del entusiasmo generado en aquel momento era fundamentalmente la sensación de que al fin se materializaba un sueño, en el que diferentes fuerzas soberanistas de izquierda se articulaban en una herramienta colectiva y se planteaban la disputa con el statu quo desde nuevos parámetros políticos. Así, el cese definitivo de la acción armada por parte de ETA propició un caldo de cultivo óptimo para trabajar codo con codo, y muchos y muchas lo entendimos con una ocasión histórica, un motivo para la esperanza y el optimismo en el contexto de una gravísima crisis.
Hoy, cuatro años largos después de aquella explosión de esperanza, ¿qué y cuánto de ese entusiasmo popular se mantiene vivo? ¿Ha conseguido EH BILDU2 encauzarlo adecuadamente y cumplir las expectativas de una parte amplia de la sociedad vasca? ¿Sigue siendo un instrumento político válido, necesario, emancipador?
¿Es preciso o no reenfocar su identidad en este momento? ¿Hacia dónde? Estas son algunas de las preguntas que planean alrededor de este artículo, y a las que no intentaré dar respuesta -el ejercicio sería una osadía demasiado grande-, pero sí al menos realizar una serie de aportes que nutran la reflexión sobre el futuro de la coalición.
Se trata, en definitiva, de hacer un balance crítico de la estrategia política seguida por EHBILDU en este período, de sus hitos y características fundamentales para, desde ahí, realizar propuestas que fortalezcan su potencial emancipador en el punto de inflexión que actualmente atraviesa. Para ello he dividido el artículo en tres partes. En un primer apartado, y de manera introductoria, destaco cinco elementos del contexto y momento histórico que vivimos. Estos son, a mi entender, tendencias de carácter estructural que nadie con voluntad transformadora puede soslayar, por lo que nos servirán como base sólida desde la que analizar la estrategia seguida por EHBILDU hasta hoy en día. Precisamente la disección de dicha estrategia política será el objetivo del segundo apartado, exponiendo cuáles son los ejes del discurso, agenda, alianzas, concepción de la política, estructura y cultura organizativa de la coalición soberanista. A partir de estas reflexiones valoraremos por un lado la viabilidad de esta estrategia para alcanzar las metas establecidas, a la vez que por otro lado ponemos en cuestión su idoneidad política desde una perspectiva de la izquierda alternativa y soberanista. Finalmente en el tercer apartado, y a modo de conclusión y propuesta, formulamos una serie de aportes concretos que confiamos sean útiles para el debate necesario, siempre con la voluntad de que el entusiasmo nacido ese 5 de mayo de 2011 florezca de nuevo y se expanda, quizá desde nuevos parámetros que pongan especial énfasis en conceptos como participación, pedagogía política, radicalidad y osadía.
I.- Un mundo en crisis en el que nada va a ser igual
Serían miles las variables que habría que tener en cuenta a la hora de realizar, desde la lógica política, una radiografía del momento actual y de la realidad en la que vivimos. Siendo consciente por tanto de la inconmensurabilidad del intento, destaco a continuación una serie de elementos que, aunque insuficientes, considero de especial relevancia a la hora de abordar el objetivo que se plantea este artículo. Estos abarcan desde reflexiones globales hasta dinámicas vascas, ya que en el interdependiente mundo actual, todo está conectado:
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Atravesamos una crisis compleja, de intensidad y origen civilizatorio, en el que los principales valores y características del modelo hegemónico de sociedad (progreso, individualismo, maximización de la ganancia capitalista, democracia liberal) no sólo muestran su incapacidad para atajar los grandes problemas globales, sino que incluso están poniendo en riesgo y laminando la capacidad de reproducción de la vida. En este sentido, la vigencia del sistema actual de dominación múltiple articulado en torno al capitalismo no sólo es éticamente reprochable por generar desigualdades crecientes, sino que además nos conduce a un callejón sin salida como muestran la crisis climática y la crisis energética, encarnada esta última en la pronta superación de los picos del petróleo, el gas y el carbón. El agotamiento de estos augura cambios sociales profundos, sí o sí, ya que son fuentes de energía fundamentales para el modelo actual e imposibles de sustituir por otras alternativas3. Nos enfrentamos por tanto a una sociedad global que espera transformaciones todavía más profundas que las que ya se han producido fruto de la globalización neoliberal y del poder alcanzado por las grandes empresas transnacionales. Asistimos de esta manera a una agudización no sólo del conflicto entre capital y trabajo, sino incluso entre el capital y la vida. En consecuencia, todas y cada una de los agentes y procesos emancipadores debería asumir este reto crucial, planteando desde ya estrategias de transición sistémica que superen la mera lógica de resistencia o de regreso a etapas previas en la historia. En este sentido, vivimos un cambio de paradigma en el que los peldaños de la escalera desaparecen según se asciende, por lo que no hay marcha atrás. Así, plantearse por ejemplo el regreso al estado del bienestar -proceso limitado a unos pocos países durante un período de 50 años, bajo unas premisas que no se van a volver a repetir-, o quizá a un capitalismo productivo y bueno frente al capitalismo financiero y malo, no son sino quimeras sin fundamento, basadas sólo en la sorpresa ante la virulencia de la crisis y en la añoranza de tiempos menos convulsos. En definitiva, el suelo que hemos conocido en las últimas décadas se mueve, y se nos impone la urgencia y la obligación de buscar nuevas alternativas que nos permitan salir de este atolladero civilizatorio.
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La Unión Europea es en la actualidad uno de los principales actores en el conflicto capital-vida, escorado inequívocamente en favor del capital y de los mercados. Aquel ideal de una Europa social de las libertades y los derechos -que sobre todo ha hecho mella en el imaginario de los pueblos del sur del continente-, ya no existe, ha estallado por completo. Esa utopía ha dado lugar a la distopía antidemocrática, tecnocrática y neoliberal en la que Maastricht, Lisboa, Troika, Consejo, Comisión, Banco Central y Euro4 encarnan la ofensiva sistémica contra la soberanía de los pueblos y de las mayorías populares. Este ataque, ya de por sí grave, no ha terminado y se plantea ahora la firma del Tratado de Libre Comercio e inversión entre Europa y EEUU y el Acuerdo Global sobre Servicios (TTIP y TISA respectivamente, por sus siglas en inglés), que pretenden amputar definitivamente las capacidades de las instituciones públicas a favor de las grandes corporaciones. De nuevo, y más allá de llamados retóricos al regreso de una Europa que no existe, es necesario que desde la práctica combatamos el actual statu quo y nos posicionemos claramente ante al modelo que nos ofrecen (asimetrías, austeridad, deuda, euro, estructura institucional antidemocrática), planteando sendas alternativas que, desde lo concreto, enfrenten la arquitectura del despojo y la cárcel de pueblos en los que el proyecto europeo se ha convertido.
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El Estado español atraviesa hoy una crisis integral. En el ámbito económico, y tras explotar la burbuja inmobiliaria, existen pocas perspectivas de cambiar la matriz productiva hacia nuevos sectores tractores, con lo que la sujeción al turismo y los servicios no parece que vaya a alterarse en los próximos años. Esto supone ahondar en la dinámica de especialización en sectores de poco valor añadido, sin visos por tanto de salida de la crisis, contando además con una administración pública hiperendeudada y en proceso de desmantelamiento de su pírrico estado del bienestar. Además, a la crisis económica se le suma una crisis política sin precedentes, con un Régimen del 78 deslegitimizado, profundamente corrompido y centralista. En este sentido último, el proceso catalán supone hoy en día uno de los principales asuntos de Estado, que muestra por un lado el vigor de un proceso democrático y popular, así como por otro el fundamentalismo y falta de cintura de las estructuras centrales. Desde la izquierda catalana ha habido diferentes formas de abordar este proceso, encarnadas en ERC y las CUP. Mientras que el primero lo hacía desde la alianza con una derecha especializada en represión y en recortes draconianos en derechos sociales, los segundos plantean una estrategia desde una agenda radical y alternativa, que entiende la soberanía catalana como una apuesta estrecha y directamente vinculada no sólo al Estado español, sino también al proceso europeo y al sistema en el que vivimos. Ambos casos nos ofrecen por tanto pistas sobre diferentes estrategias de enfrentar procesos de emancipación nacionales y populares, que pueden tener una notable repercusión también en otros contextos. Por último, y dentro también de esa lógica centralista y antidemocrática, el gobierno central obvia el conflicto vasco y mantiene completamente empantanado el proceso de paz y la reclamación de justicia, verdad y reparación -algo inédito en cualquier proceso internacional de este tipo-, primando el rédito electoral a su responsabilidad política de contribuir a la reconciliación ciudadana.
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En Hego Euskal Herria también atravesamos una profunda crisis, pero menor en términos relativos que en el Estado español, tanto a nivel económico como político. En este sentido, los porcentajes de desempleo, pobreza o recortes en servicios sociales son muy significativos, pero no se han convertido para la mayoría de la población en una deslegitimación profunda del modelo, como sí ha podido constatarse en mayor medida en el Reino de España. De esta manera, el PNV no sólo no ha sufrido desgaste electoral sino que ha reforzado su hegemonía institucional en medio de esta crisis, logrando derivar el desencanto sobre la actual situación al gobierno central e incluso a autoridades y gobiernos europeos. A su vez, y dentro de la lógica de su disputa política frente a EHBILDU, el PNV tampoco está incidiendo especialmente en la puesta en marcha del proceso de paz (incluso se suma a la petición del desarme de ETA como única solución para el proceso, a la vez que desarrolla programas impulsados unilateralmente desde el Gobierno vasco), lo que sabe que perjudica a EHBILDU al mantener vivo el imaginario de vínculo de esta fuerza política con ETA. Finalmente, es importante señalar que la marea independentista catalana no se ha convertido en tsunami en Euskal Herria, quedándose en simple marejadilla. Muchas pueden ser las variables que influyan en que la crisis integral del régimen del 78 no haya generado un proceso vasco similar al catalán (carácter más regionalista que soberanista del actual PNV, cierto momento de desmovilización social, etc.), pero aquí simplemente constato una realidad, que no oculta que pese a todo sigue siendo un elemento fundamental de la agenda política para una parte muy importante de los y las vascas.
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La política y la democracia, al igual que comentábamos previamente sobre nuestra sociedad global, también está en crisis, sujeta a profundas transformaciones. Las claves fundamentales en función de las cuales hemos entendido estos conceptos bien pierden relevancia, bien sufren una profunda deslegitimación (como por ejemplo el papel de los Estados-nación, la dinámica de delegación en representantes, la separación entre lo político y lo social, el papel de los partidos como espacios cerrados alejados de la gente, etc.), en sociedades que asisten a una democracia de baja intensidad en el que el poder corporativo se superpone al popular. A su vez, y sobre todo en Europa, la colonización del sistema capitalista sobre la mentalidad de la ciudadanía es muy notable, generando una cultura favorable a los valores civilizatorios hegemónicos que priman el individualismo, el consumismo y la inacción colectiva. Ante esta situación, las fuerzas transformadoras deben plantearse el desafío que supone la política en este mundo complejo5, ensanchando en primer lugar los límites de lo que hasta ahora hemos considerado política para, en segundo lugar, redefinir el sentido de la participación desde claves más emancipadoras y directas. Frente a este desafío, hay quien opta por cambiar las formas por encima del fondo de la política, primando nuevas recetas comunicaciones más asumibles por nuestras mentes colonizadas, que apelen al sentimiento y a la repetición de mensajes simples. Desde otra perspectiva, hay también quien entiende este desafío como un todo en el que lo comunicativo y lo formal se integran con un trabajo todavía más incisivo de pedagogía y participación, tratando de vincular horizontes y prácticas concretas, el futuro con el aquí y ahora, en procesos largos y participativos donde se camina despacio y se construye colectivamente, desde la asunción del complejo equilibrio entre lo posible y lo deseable.
En definitiva, esta serie de cinco elementos define a mi entender claves muy relevantes para valorar no sólo el desempeño de EHBILDU en estos años desde su nacimiento, sino también para proponer cambios que fortalezcan su estrategia futura. Destacamos así la importancia de empeñarse desde ya en la superación del modelo hegemónico desde el impulso inequívoco a procesos de transición alternativos; de que cualquier propuesta de emancipación, soberanía e independencia haga referencia a todos los ámbitos en los que se estructura este modelo hegemónico (global, europeo, estatal y vasco), posicionándose y generando agendas inclusivas, coherentes y nítidas para los mismos; y de asumir el complejísimo desafío que supone la política a día de hoy, desde la articulación y fortalecimiento del poder popular y desde la concepción de la propia organización política como del ejemplo del modelo de sociedad que se quiere construir, no de una simple herramienta para conseguir una serie de metas.
II.- Análisis crítico de la estrategia política de EHBILDU
EHBILDU es una coalición de partidos que responden a ideologías y a sectores sociológicos diferentes, integrando desde enfoques socialdemócratas de clara vocación institucional, hasta apuestas anticapitalistas de confrontación con el sistema vigente en todas sus dimensiones. Incluso dentro de Sortu -partido principal de la coalición, que representa a la izquierda abertzale oficial-, y pese a su histórica consigna de independencia y socialismo, existe una gran pluralidad de enfoques políticos -que también cubren desde la socialdemocracia al anticapitalismo- unidos bajo el nexo común de la independencia frente al Estado español.
De esta reflexión derivamos dos premisas significativas a la hora de valorar la estrategia seguida por EHBILDU a lo largo de este último lustro. En primer lugar, la diversidad de agendas políticas dentro de la coalición añade un punto de complejidad a la construcción colectiva de una propuesta conjunta, ya que el mínimo común denominador puede conducirle a cierta indefinición, que pudiera ser vista en ocasiones como positiva (capacidad de aglutinar) pero también de manera negativa (incapacidad para posicionarse). Además, este punto de complejidad se acrecienta ya que no se trata sólo de una diversidad entre cuatro partidos, sino que dentro de cada organización también hay diferentes perspectivas, especialmente en la izquierda abertzale. En segundo lugar Sortu, como partido de mayor relevancia en la coalición, tiene en su haber un gran acumulado de movilización y de resistencia. Esto le ha permitido cohesionar a su base sociológica durante décadas muy complicadas en torno a una serie de puntos (independencia, represión, presos/as, paz), pero en su debe se constatan ciertas carencias de debates y elaboración colectiva sobre múltiples temas vinculados con la crisis integral que estamos atravesando, lo cual se hace más notorio en la etapa actual de construir una alternativa de poder (o al poder)6.
Partiendo de estas dos premisas, nos adentramos a continuación en el análisis de la estrategia política de EHBILDU. En este sentido, y dentro de la maraña de declaraciones, programas, documentos e iniciativas que suele poner en marcha cualquier fuerza política, trataremos de sintetizar cuáles son los hitos que caracterizan a la coalición soberanista, aquellos que definen su identidad. Así, trataremos de identificar cuál es su objetivo fundamental, esto es, a qué dedica sus principales esfuerzos y bajo qué enfoque; cuál es el discurso o discursos políticos que dirige al conjunto de la sociedad vasca; cuál es la agenda con la que pretende alcanzar sus metas últimas; qué alianzas propone para avanzar en su estrategia; qué sentido confiere a la acción política, y cómo organiza su estructura y cultura organizativa. Intentaremos por tanto realizar una radiografía de EHBILDU a través de la secuencia objetivo – discurso – agenda – alianzas – enfoque – estructura – cultura organizativa que, por supuesto, no puede ser exhaustiva sino general, pero que en todo caso sí que identifica una coherencia más o menos explícita, un hilo conductor en todos los ámbitos de su quehacer.
Comenzamos por tanto por el primero de los términos de la secuencia, el objetivo fundamental de su estrategia. Al igual que muchos partidos políticos de izquierda en la actualidad, EHBILDU se plantea el reto de alcanzar las mayores cotas posibles de poder institucional, para desde ahí proponer y/o generar cambios a favor de los derechos colectivos e individuales del pueblo vasco. Destaca así, frente a otras alternativas posibles7, una vocación electoral-institucional muy notoria, en base a la cual se estructura toda su actuación, que mide su éxito o fracaso según los votos obtenidos. En función de esta meta, dos consideraciones: en primer lugar, la suma progresiva y constante de más y más electores al proyecto colectivo, en el menor tiempo posible, se convierte en una prioridad -partiendo además de la creencia de que toda adición suma, sin restar en sentido contrario-, para lo cual se pretende ofrecer una imagen de partido serio, con sentido de país, centrando así la agenda y el programa. En segundo lugar, y en esa voluntad de alcanzar las máximas cotas de poder institucional, la referencia del PNV se convierte en permanente, asumiendo la disputa con el partido conservador como elemento central de su actuación, y hacia el cual están dirigidos muchos de sus esfuerzos, en diferentes sentidos como después veremos.
Avanzamos en el análisis de la secuencia deteniéndonos ahora en el discurso, en el relato que se pretende trasladar a la sociedad para alcanzar el objetivo de alcanzar mayores cotas de poder. Así el discurso, la retórica política, se formula coherentemente con dicha meta, planteando una polifonía de mensajes -que no de propuestas concretas, que son parte de la agenda que luego estudiaremos-, que pudieran llegar a los marcos culturales de sectores diferentes. De esta manera, se lanzan mensajes de todo tipo e incluso de orientación contraria en función de las coyunturas y de cómo se interprete el momento político, pero que no generan un compromiso directo con la propuesta política, sino que apelan más al sentimiento y a los diferentes imaginarios presentes en EHBILDU (referencias tanto al socialismo como al estado del bienestar; al interclasismo como a la clase trabajadora; discurso más plural en los sucesivos días internacionales del trabajo, aborto, violencia contra las mujeres, día de la tierra, etc., pero desde un ámbito más bien declarativo), y por tanto más a la apelación a compartir una cultura o sociología determinada, que a definir una serie de compromisos programáticos.
Por tanto partimos de un objetivo que persigue la centralidad y la incidencia institucional-electoral, así como de un discurso polifónico coherente con ese deseo de sumar electores en el menor tiempo posible. Continuando con la secuencia, ¿cuáles serán por tanto los principales puntos prioritarios de su agenda política? Aquí se mantiene la lógica de coherencia con el objetivo principal, pero no así con el discurso. Esto es, la diversidad retórica se sacrifica en la práctica a favor de una agenda limitada8, un mínimo común denominador no posicionado en muchos aspectos, con el que se espera convencer a las grandes mayorías. La misma consta fundamentalmente de dos puntos: «la soberanía/independencia para el cambio social», por un lado, y el énfasis en poner en marcha el proceso de paz y reconciliación en Euskal Herria, por el otro. Por supuesto, nadie duda de que sean aspectos importantísimos, pero se insiste permanentemente en los mismos, quedando el resto relegados a un papel circunstancial y periférico (feminismo, ecología, economía solidaria, internacionalismo, soberanía alimentaria, etc.) -fenómeno ahondado por el ninguneo mediático que sufre EHBILDU en muchos aspectos-, aunque sean también propuestas fundamentales para enfrentar la crisis civilizatoria que vivimos, así como para articular a sujetos diversos en torno a propuestas comunes.
De esta manera pareciera que, en ese deseo de sumar, se pretende mantener al sector más ideologizado e izquierdista apelando al discurso polifónico mientras que se aborda un mensaje al conjunto de la sociedad para convencerla de que EHBILDU es una clave fundamental para el proceso de paz (al que sí está dispuesto, en mucha mayor medida que el resto de fuerzas políticas), así como para mejorar el bienestar de la población vasca desde el reclamo de mayor soberanía para poner freno a los excesos neoliberales. La ambigüedad, desde esta perspectiva, sólo sumaría y no restaría.
Ahondando en esa lógica de ambigüedad podemos afirmar que, no sabemos bien si por convicción o por táctica política, también estos ejes centrales mínimos de la agenda están definidos en términos muy vagos, fundamentalmente en lo que se refiere a la apuesta por «la soberanía/independencia para el cambio social«. De esta manera, no sabemos exactamente a qué se refiere EHBILDU al hablar de independencia y soberanía, por un lado, ni de cambio social, por el otro. Respecto al primero de los conceptos, está claro que se plantea una soberanía e independencia plena respecto al Estado español, pero no queda claro cómo se traslada ese deseo de soberanía frente al proyecto de la UE, que antes hemos referido como una cárcel de pueblos y como un lugar de despojo de la ciudadanía. ¿Se tratará de convertirse en un Estado más de ese proyecto, aceptando la arquitectura económica del Euro, Maastricht y Lisboa, así como su estructura pseudo-dictatorial? ¿O se plantea si fuera necesaria una ruptura con todo ese entramado? No hay una respuesta clara en este sentido. Pasando al segundo concepto, tampoco se ofrece mucha luz sobre qué se entiende como cambio social. Como ya hemos comentado, en la polifonía discursiva sí que se puede escuchar la palabra socialismo y la idea de superación sistémica, pero en la práctica de programas y en la Propuesta socioeconómica presentada en 2012 como agenda para las próximas décadas, se incide casi exclusivamente en la recuperación del empleo, la inversión y las políticas públicas (muy necesarias, por supuesto), lo que nos conduce básicamente a una apuesta por el fortalecimiento del Estado del Bienestar y el regreso a una capitalismo productivo y no especulativo. Ya hemos valorado previamente como quiméricos dichos intentos, pero incluso si fueran viables, ¿se pretende convertir a Euskal Herria en Dinamarca, o se pretende que Euskal Herria sea un territorio empeñado en superar este atolladero civilizatorio desde otras claves? EHBILDU, según lo que dice el meollo de sus documentos programáticos, estaría más cerca de lo primero que de lo segundo, pero tampoco hay un posicionamiento claro, en coherencia con su ambigüedad en lo concreto y su polifonía en lo discursivo.
Concluimos así el análisis de estos tres primeros términos de la secuencia estratégica señalando que se combina coherentemente un objetivo de suma de electores con un discurso polifónico que pueda llegar a sectores sociales diferentes, así como con una ambigua agenda de mínimos que defina la identidad de EHBILDU en base a pocos mensajes, pero que hagan mella en el conjunto amplio de la población. Esta estrategia continúa con el cuarto elemento de la secuencia –política de alianzas– en la que, como ya hemos señalado previamente, prima la relación más o menos tensionante con el PNV. En primer lugar, es preciso señalar que las alianzas se circunscriben fundamentalmente al ámbito de los partidos, quedando la relación con los movimientos sociales más en apoyo mutuo en ciertos momentos (electorales, movilizaciones específicas) pero no en estrategias conjuntas, resultado de la primacía de lo electoral. Y es esa misma primacía de lo electoral lo que mueve las alianzas con otros partidos políticos desde una lógica cortoplacista y coyuntural. Así, se han combinado los llamados al PNV (para conformar listas conjuntas a las elecciones estatales de 2011, así como para conformar gobierno si el PNV se avenía a poner en marcha la vía vasca – Euskal Bidea-), con la pretensión de una candidatura europea que articulara a múltiples fuerzas nacionalistas y de izquierda del Estado en 2014 (sin importar el debate catalán entre una ERC que apoyaba al gobierno de CIU y unas CUP opuestas frontalmente a ello), y junto a la más reciente apuesta por concurrir a las elecciones estatales en una lista vasca de fuerzas de izquierdas (cuando se constata la incapacidad actual para romper la hegemonía del PNV si no es desde la izquierda). Se trata por tanto de una estrategia de alianzas zigzagueante, en la que la presencia del PNV siempre es, por acción u omisión, fundamental.
Esta dinámica de alianzas es -y entramos ya en el quinto término de la secuencia- sólo un indicador del enfoque político más bien clásico que define a EHBILDU en la actualidad, en la que se confunde estrategia con táctica, y en la que la coyuntura tiene un peso más importante que las tendencias estructurales y las metas de medio y largo plazo. Se combinan así recursos simbólicos y discursos históricos de la izquierda con prácticas y actuaciones más posmodernas basadas en agendas ambiguas, significantes medio vacíos, búsqueda de nichos en el mercado electoral y alianzas frágiles para momentos específicos.
Este clasicismo político se traslada también a lo interno de EHBILDU, llegando al fin de la secuencia analizando la estructura y cultura organizativa de la coalición. Esta se basa en la articulación de cuatro partidos que, más allá de retóricas y recursos simbólicos, deberían ofrecer una diversidad de agendas, propuestas y culturas que justificaran esa estructura desde el enriquecimiento mutuo, la complementariedad y el debate leal pero crítico. En la práctica, la coalición mantiene una agenda única en la que prima la sensación de unidad que la demostración de diversidad, por lo que el organigrama de diversos partidos pierde completamente su sentido. En esa misma lógica unitaria, EHBILDU mantiene hoy en día una estructura básicamente cupular, de encuentro de las direcciones de los cuatro partidos que la conforman, mientras que los espacios de debate y decisión colectivos no son todavía muy significativos, la mayoría de las veces vinculados a aspectos relacionados con las necesidades institucionales derivadas de las cotas de poder local y foral alcanzadas. Por otra parte, y en la misma lógica de primacía electoral e institucional -y sus consabidos tiempos cortos- la cultura interna, en consonancia con su estructura, ha estado más centrada en la búsqueda de la eficacia que en la generación de espacios de formación, participación, elaboración y decisión colectiva -elementos fundamentales en un partido nuevo, y dada las carencias previas para la definición de una agenda multidimensional-. En este sentido, ha primado la comunicación como ámbito estratégico -algo relativamente normal ante el bloqueo mediático, pero que también se ha centrado en los mínimos definidos en la agenda política, aunque complementada con iniciativas coherentes con el discurso polifónico periférico-, mientras se confunde participación con validación y con escenografías plagadas de gente, pero sin fondo de construcción colectiva.
En definitiva, y por supuesto teniendo en cuenta los múltiples matices que se puedan realizar, mantengo que la estrategia política impulsada por EHBILDU en estos cinco años de existencia ha consistido en una lógica de primacía de lo electoral- institucional y de búsqueda del mayor número de votos posibles en el corto plazo, manteniendo así un discurso polifónico a la vez que una agenda ambigua de mínimos. Esto se ha combinado, dentro de una concepción clásica de la política, con una zigzagueante dinámica de alianzas con otros partidos políticos -donde para bien o para mal siempre aparece el PNV-, y con una estructura y cultura organizativa cupular y que prima la búsqueda de eficacia sobre la participación.
Y es precisamente esta estrategia la que puede ser cuestionada desde dos puntos de vista diferentes, tanto desde su viabilidad como desde las premisas políticas de la izquierda alternativa. En el primero de los casos parece bastante improbable, y a los hechos electorales nos remitimos, que EHBILDU asalte los cielos que actualmente ocupa el PNV. Incluso a pesar de que la estrategia de ambigüedad política y de polifonía retórica tuviera éxito, existen elementos estructurales que a día de hoy hacen de este asalto algo bastante improbable, como son rechazo a EHBILDU por parte de un sector de la población por el imaginario de vínculo entre ETA y Sortu, así como el momento poco álgido de la apuesta independentista. Pero además, y pasando ya a la mirada desde la izquierda alternativa, pudiera ser que la ambigua indefinición política, sumada a la estructura y cultura organizativa poco participativa, restara apoyos en el ala más izquierdista, que no sólo se traduciría en pérdida de votos, sino también de fuerza militante y de relativa claridad ideológica.
Planteo por tanto que, desde una postura de izquierda emancipadora, no estamos en un momento de asalto a los cielos, sino de redefinición de la estrategia política sobre bases más firmes. Es preciso en este sentido reconstruir este joven proyecto desde nuevas claves prioritarias como la claridad política, las agendas amplias e inclusivas, las alianzas con los movimientos sociales y una estructura y cultura organizativa pensada para la participación y la elaboración colectiva. Se trataría, por tanto, de construir poder popular, tener paciencia y fortalecer los pilares sobre los que se sustenta el proyecto, actualmente un gigante con pies de barro.
III.- Reflexiones para una redefinición estratégica desde la izquierda
A partir del análisis realizado en el apartado anterior, ofrecemos a continuación una serie de reflexiones que pudieran servir de insumo para los debates estratégicos que ya se están produciendo y que se producirán en el interior de EHBILDU. Vivimos un momento complicado para la izquierda en general y para el soberanismo vasco de izquierdas en particular, por lo que es preciso alimentar los procesos de crítica y autocrítica, permanente y constructiva, como herramienta de análisis continuo en pos de un mayor impacto emancipador.
Como ya hemos señalado previamente, la actual estrategia marcada por la ambigüedad, el corto plazo y la dinámica de asalto a los cielos institucionales no parece viable y se afronta con pies de barro. No obstante, vislumbrar una alternativa a este enfoque estratégico no es sencillo ni nos augura ningún tipo de éxito seguro, pero al menos sí que nos permite plantear otros caminos, seguramente complejos y llenos de dificultades, que amplían la mirada sobre la política desde claves más coherentes con los tiempos que estamos viviendo.
Es desde estas premisas desde las que planteo que quizá una nueva vía por explorar pudiera ser la de apostar prioritariamente por la construcción de poder popular, frente a la lógica de asalto a los cielos. Esta última, actualmente vigente, parece amenazar el entusiasmo y la cohesión militante, base fundamental del proyecto colectivo. Sería quizá recomendable por tanto incidir, sin renunciar a la lógica institucional-electoral, en el fortalecimiento de las bases ideológicas y militantes del proceso, invirtiendo de esta manera las prioridades actuales hacia lo interno y hacia la elaboración colectiva de agendas. Se trataría en este sentido de una redefinición de objetivo principal, primando el medio y largo plazo al corto, y enfatizando el poder popular en sentido amplio más que estrictamente el institucional. Precisamente el ámbito local, de mayor cercanía con la ciudadanía y la militancia, es y pudiera ser un espacio idóneo desde el que apuntalar este giro estratégico, ya que ahí reside parte importante de la vitalidad del proyecto.
En esa misma línea, y dentro de una perspectiva que apuesta por una estrategia de pedagogía política desde la construcción en el medio y largo plazo de poder popular, sería fundamental abordar prioritariamente la construcción colectiva de una agenda concreta, dinámica, inclusiva y radical, lejos de la ambigüedad actual. En este sentido, a EHBILDU se le presenta el reto de redefinir conceptos como emancipación, soberanía e independencia desde una mirada compartida sobre el sistema actual, sobre el proyecto europeo hegemónico y sobre el Estado español. Esta definición se muestra hoy en día como algo fundamental, ya que no estamos en una fase de resistencia en lo que lo importante es fortalecer la cohesión en base a vínculos claros y sencillos, sino que vivimos un momento complejo de urgencia por generar alternativas que disputen los sentidos comunes.
Precisamente en esta misma lógica de giro estratégico y de pedagogía en base a agendas radicales e inclusivas, EHBILDU debería asumir con naturalidad las consecuencias del mismo, que pudieran pasar por una mayor explicitación de la diversidad interna, así como un hipotético descenso del apoyo electoral en el corto plazo. Así el cambio de rumbo, la apuesta por construir poder popular y fortalecer las bases del proceso, está directamente vinculado a la posibilidad de dar un paso atrás, cogiendo impulso para el futuro. Esto podría significar que, en primer lugar, el reto de la definición frente a la ambigüedad vigente provoque que algunos y algunas se queden en el camino. Además, y en segundo lugar, puede darse la situación de que se reduzca el apoyo electoral, lo cual no es necesariamente malo si se fortalecen las bases del proyecto y se impulsa desde ahí un proceso más ilusionante y afianzado. En último lugar, la diversidad interna debería ser vista como un valor -dentro de unos ejes comunes-, por lo que no hay que temer a exponer públicamente diferentes puntos de vista, si ello fortalece el poso común y la agenda colectiva.
Continuando con la reflexión sobre las nuevas bases para una redefinición estratégica, la apuesta por la construcción de poder popular debería ir estrechamente vinculado a definir alianzas prioritarias con los movimientos sociales. En este sentido, se enfatiza el desafío de colaborar con los movimientos sociales en la conformación de agendas compartidas, más allá de los programas y procesos electorales, y más allá de la asistencia a los múltiples actos organizados por estos. Incluso, por qué no, EHBILDU pudiera poner sus recursos humanos y económicos a la construcción de procesos sociales alternativos, que disputen espacios a los agentes y dinámicas hegemónicas, con los vinculados a la soberanía alimentaria, la economía solidaria, la autogestión política, etc., ampliando así lo que se considera político y rompiendo las barreras con lo social. En sentido contrario, y sin dejar de considerar la relevancia de los partidos en general y del PNV en concreto, quizá sería positivo que este último perdiera referencialidad en la vida cotidiana de la organización a la hora de establecer tiempos y prioridades, buscando un camino propio, y no sólo ser un poco más o un poco menos que este.
En coherencia de este giro estratégico hacia afuera, EHBILDU tiene también por delante el reto de reconstruirse desde dentro, desde sus bases organizativas, para afrontar un nuevo planteamiento de construcción de poder popular. En este sentido, es importante plantearse la idoneidad del actual formato de coalición de partidos, que quizá dentro del marco del Frente Amplio anunciado pudiera dar lugar a una nueva organización única construida desde nuevas bases. Así, la suma de partidos diversos ha perdido atractivo e impacto sobre mundos sociopolíticos diversos, a la vez que configura una estructura poco participativa y centralista, que además prima las cuotas por partido frente a otros criterios políticos de actuación. En este sentido, si el anunciado frente amplio supone la creación de un quinto espacio que se sume a los cuatro partidos ya existentes, auguramos que el proyecto está abocado al fracaso, ya que puede haber simpatizantes de EHBILDU, pero no habrá militantes de esta fuerza política mientras los partidos controlen la estrategia política. Al contrario, y dado el escaso peso político de los diferentes partidos a la hora de ofrecer diversidad, se abre la posibilidad de plantear la disolución de los mismos y la construcción de un único partido desde nuevos parámetros, que permita el encuentro y el debate militante. Precisamente esta nueva configuración podría primar la participación y la articulación de la diversidad. Así, frente a la formalización excesiva en estructuras clásicas, se presenta el reto de avanzar en dinámicas más abiertas e informales, que generen ilusión y sean coherentes con las prioridades de construcción popular y de generación de debate crítico, elaboración colectiva y formación permanente, aunque ello vaya en menoscabo de la eficacia y de la sensación unitaria.
Estas reflexiones, complejas pero con base firme, tienen el único propósito de servir como insumo para el debate y, en última instancia, para que aquel entusiasmo de la madrugada del 5 de mayo de 2011 se mantenga firme. El proyecto es joven y las bases son todavía firmes. Hay tiempo y es posible, sólo son necesarios voluntad, sentido crítico y autocrítico, y por supuesto cierta osadía, sin la que los grandes cambios no son posibles.
Notas
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Este artículo forma parte del Anuario de Movimientos Sociales 2014, publicado por Fundación Betiko en Enero 2015. Disponible online en: www.fundacionbetiko.org
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Hablamos a partir de este momento de EHBILDU como la herramienta que sintetiza la propuesta política de la coalición conformada por Sortu, Eusko Elkartasuna, Alternatiba y Aralar. Pese a la entrada y participación escalonada de estos partidos en el proyecto colectivo, y pese a las diferentes marcas electorales, es EHBILDU la apueste de futuro y quien recoge el continuum de todo el proceso (Bildu, Amaiur, EHBIldu), por lo que nos referiremos a esta marca como la que engloba el acumulado de estos cuatro años.
3 Para una reflexión más profunda sobre la crisis energética y sus efectos presentes y futuros sobre la sociedad global, ver FERNÁNDEZ DURÁN y GONZÁLEZ REYES (2012), La espiral de la energía, disponible en: http://www.ecologistasenaccion.es/article29055.html
4 Para un análisis más amplio del proyecto europeo hegemónico, ver mi artículo ¿Procesos emancipadores dentro del euro?, disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184014
5 Para profundizar en los debates en torno a este desafío de la política para las izquierdas, ver el artículo Redefinir la política, prioridad estratégica para la izquierda, disponible en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=185864
6 Esto no significa que cuente con especialistas o con organizaciones cercanas que sí tienen agenda en diferentes temas. Más bien nos referimos al corpus político compartido, al grado de apropiación por la militancia.
7 Para ver un análisis más general en este sentido, ver el artículo EHBildu y Podemos ¿Asalto a los cielos o travesía en el desierto?, disponible en: http://vientosur.info/spip.php?article10439
8.Esta apreciación es compatible con la necesaria ampliación de la misma en función de las necesidades institucionales, sobre todo vinculadas a la gestión de la Diputación Foral de Gipuzkoa. Esto amerita al menos un artículo específico, por lo que no entramos a fondo en este asunto, aunque señalamos ciertos avances significativos (política fiscal, de igualdad, social y de cooperación internacional) junto a cierta incapacidad para plantear una propuesta coherente y atrevida a favor de una nueva manera de entender la política y favorecer a las grandes mayorías sociales.
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