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El 1% frente a la democracia

Fuentes: El Telégrafo

El ruido que ocasiona una minoría muy minoritaria es habitualmente inversamente proporcional al porcentaje que representa en la sociedad. El 1% de la población ecuatoriana ha sido capaz de acaparar en las últimas semanas un excesivo protagonismo en la vida política del país. Ese 1%, afectado esta vez por el proyecto de reforma de los […]

El ruido que ocasiona una minoría muy minoritaria es habitualmente inversamente proporcional al porcentaje que representa en la sociedad. El 1% de la población ecuatoriana ha sido capaz de acaparar en las últimas semanas un excesivo protagonismo en la vida política del país. Ese 1%, afectado esta vez por el proyecto de reforma de los impuestos sobre la herencia y sobre la plusvalía inmobiliaria, ha puesto el grito en el cielo por tener que aportar tributariamente un poco más respecto al exiguo importe con el que venía contribuyendo por estos conceptos desde hace décadas. Ese mismo 1% es el que siempre defendió un sector público corporativizado a favor de sus intereses privados que les garantizara un trato tributario beneficioso y muchos subsidios en detrimento del 99% restante. Por eso, cualquier intento de democratizar la economía les resulta totalmente intolerable.

Ciertamente, la minoría en democracia ha de ser respetada y tenida en cuenta, pero no en la forma que esta misma minoría lo exige. La esencia democrática reside precisamente en evitar que un porcentaje muy reducido logre continuamente ensombrecer cualquier debate de política económica que busque beneficiar al resto de la población, esto es, al 99% de la ciudadanía en Ecuador. Cuando sucede esto, cuando una minoría tiene capacidad para eclipsar a la mayoría, entonces, es preciso cuestionarse por el sentido democrático del pacto social que algunos desean para el país. Esto es lo que se llama un intento de restauración conservadora en toda regla: volver a la democracia para unos pocos, excluyente para las familias mayoritarias, esas que no heredan nada, o más bien, para esas familias que fueron desheredadas a lo largo de la historia ecuatoriana, esas mismas familias que no han visto de cerca jamás la mínima plusvalía por operaciones inmobiliarias.

En Ecuador, la nueva Constitución fijó renovadas reglas de convivencia, que permitieron iniciar un cambio de época caracterizado principalmente por una ampliación efectiva de derechos sociales para todos, sin excepciones. Este consenso ha sido ratificado cada vez que el pueblo ecuatoriano ha acudido a las urnas. Pero este gran acuerdo social no sale gratis, ni mucho menos. Lograr que en 8 años la Revolución Ciudadana haya sacado a un millón y medio de ecuatorianos de la pobreza; ser uno de los países que más invierte en educación de América Latina (5,3% del PIB); o que la tasa de desempleo esté por debajo del 5% no es resultado de ningún milagro, sino más bien de mucho esfuerzo, de voluntad política, de gran eficacia en las políticas públicas. Y, lo que no se puede olvidar, es también gracias a una decidida y virtuosa política tributaria que ha recaudado más que nunca, siempre respetando los principios de la justicia social. El que «más tiene, más paga» es, desde la ley reformatoria para la equidad tributaria del año 2007, una premisa básica para sintonizar con el nuevo paradigma económico en el Ecuador de la Revolución Ciudadana. Este cambio de época tributario, con un nuevo sentido común anclado en dicha premisa irrenunciable, es el resultado de otra forma de concebir el espíritu democrático de un nuevo pacto político, social y económico avalado por la mayoría social desde hace casi una década, en la que la minoría tiene cabida pero sin que ello signifique que pueda gozar del poder monopólico para imponer sus tesis y propuestas.

Cada vez que una propuesta económica, esta vez la llamada Ley de Redistribución de Riqueza, aboga por un cambio en el reparto del pastel con el objetivo de garantizar la seguridad jurídica del vivir bien de toda la ciudadanía, entonces, a la minoría del 1% «no gustar esta democracia». La oposición conservadora en Ecuador, como representantes legítimos de unas élites, se lanza a las calles no para pedir que se mejore la salud o la educación, sino que lo hacen para defenderse a sí mismos, con una demanda muy clara: evadir la responsabilidad de afrontar el impuesto correspondiente a un incremento patrimonial, por ejemplo por encima de 35.400 dólares en el caso de las herencias. Esta medida no está atentando contra el derecho a disfrutar de las herencias tal como se ha venido falazmente repitiendo, sino que esta operación económica, como tal, ha de estar sujeta a una contribución impositiva como así lo están tantas y tantas actividades económicas que se realizan diariamente. ¿Por qué ha de tener privilegios de exención esta operación económica a diferencia del pago del IVA o de otros impuestos derivados de cualquier actividad económica? ¿No es acaso la herencia una forma de permitir un determinado patrón de acumulación tal como ha demostrado Piketty recientemente en su libro El Capital del siglo XXI? La economía hegemónica es así de descarada: no quieren que la herencia sea objeto de discusión económica, ni de políticas públicas que la regulen. Esto es la imposición de  una suerte de liberalismo para gente VIP aunque sea a costa de la mayoría ciudadana.

Los opositores en Ecuador, encabezados por el banquero Lasso, son adictos a los trucos de magia: jamás develan cómo se financia cualquier inversión social. La Revolución Ciudadana, desde sus albores, fue muy clara en relación a este tema. Ha sido precisamente la política tributaria una herramienta imprescindible para que Ecuador haya logrado crecer y redistribuir. Además, la soberanía tributaria dota al país de mayor solidez y capacidad de reacción ante cualquier restricción externa. Cada impuesto no solo debe ser visto por la capacidad cuantitativa recaudatoria, sino también desde una dimensión cualitativa, esto es, desde la capacidad de ayudar a fomentar un nuevo sentido común económico que considere que el Vivir Bien es un compromiso de todos, también de aquellos que reciben herencia por tener la suerte de haber nacido en una familia con más recursos económicos en contra de aquellos que nunca imaginaron ser herederos de nada.

De todas formas, que nadie se engañe. Este debate en Ecuador hay que verlo en clave prospectiva y estratégica. Los intentos de restauración conservadora siguen buscando cómo ser efectivos. Hasta el momento, las urnas a nivel nacional le son hostiles. Las elecciones municipales le concedieron un poco de oxígeno al triunfar en las tres ciudades más importantes del país (Quito, Guayaquil y Cuenca). El interrogante sobre la continuidad de Correa (si se presenta o no) les abre una ventana de oportunidad que comienzan a querer abonar con un proceso continuo de desgaste, de acoso y derribo. Lo que no pudieron tumbar por las buenas, buscarán hacerlo por las malas. Siempre fue así para la minoría del 1%, que solo respeta a la democracia cuando pueden utilizarla a su favor. Como representantes de la minoría por ahora optan por intereses minoritarios, pero seguramente, recurrirán a otras banderas con el objetivo de inquietar a la mayoría para buscar la manera de llegar a ser ganadores alguna vez en esta época de derrotas.

Alfredo Serrano Mancilla, Director CELAG, Doctor en Economía.

Fuente: El Telégrafo