¿Qué ocurrió el 25S? No solo vimos cómo se produjeron cargas indiscriminadas contra los manifestantes que mayoritariamente se manifestaban pacíficamente en las calles, sino también un Estado de Excepción en el perímetro largo del Congreso en Madrid: calles cortadas, prohibición de la libre circulación por el territorio nacional, etc. Se impidió la libre circulación de […]
¿Qué ocurrió el 25S? No solo vimos cómo se produjeron cargas indiscriminadas contra los manifestantes que mayoritariamente se manifestaban pacíficamente en las calles, sino también un Estado de Excepción en el perímetro largo del Congreso en Madrid: calles cortadas, prohibición de la libre circulación por el territorio nacional, etc. Se impidió la libre circulación de personas y ciudadanos, lo cual no es solo anticonstitucional sino que rompe la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 también ratificada por el actual Reino de España. En opinión de quien les escribe nos falta una organización revolucionaria seria que impida lo que pasó el martes, esto es: que la policía dirigida desde Interior (muñecos de la burguesía) hiciera con nosotros los manifestantes lo que quisiera desde el principio, llevándonos como borregos al matadero/palizero desde los puntos de encuentro. Esto no quita para que denuncie el comportamiento de manifiestantes violentos (infiltrados o no) que van desde los policías y paramilitares contratados hasta (algunos) adolescentes con exceso de testosterona.
La gente está muy quemada y no es para menos con toda la violencia estructural, la guerra económica, que estamos sufriendo. Pero no debemos olvidar por mucho que les fastidie a algunos que la policía es parte del pueblo y no se va a producir ninguna revolución si no conseguimos que un número importante de los agentes se sumen a nuestra causa. Si no nos rompemos los sesos pensando con qué estrategias de organización y pedagogía vamos a conseguirlo, serán ellos los que mañana nos rompan los sesos a nosotros. Pido a todos los adolescentes y no adolescentes que van a tirar piedras a las manifestaciones como quien va a practicar deportes de riesgo que ese exceso de testosterona lo controlen masturbándose o buscándose pareja.
La revolución es un tema muy serio como para que sigan poniéndonos a la policía en nuestra contra y haciendo las delicias de la derecha más rancia y fascista. Si no conseguimos que la policía venga con nosotros, no tendremos ninguna oportunidad de cambiar las cosas, pues al Capital internacional todavía le quedará la carta del ejército para aplastarnos en nuestra lucha por una vida digna. Entonces, ¿a dónde queremos ir en serio sin la policía?. Por favor, tengamos amplitud de miras e inclusión. La violencia no es nuestra carta ganadora. Debemos convencer al mayor número de policías y miembros de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado para que se pasen a las trincheras del pueblo. Hacerles entender que están ayudando a cimentar el infierno que la burguesía ha preparado para las clases populares españolas, entre las cuales ellos se incluyen junto a muchos de sus familiares. Por tanto necesitamos una organización revolucionaria seria (que no tenemos), mayor formación, menos testosterona y más inteligencia estratégica y fraternidad humana. Podríamos aprender mucho del pacifismo activo de los compañeros andaluces del SAT, como Gordillo y Cañamero.
La mayoría de la burguesía internacional que encarna los intereses del Capital enloquecido ha decidido que España pase a ser un país en vías de subdesarrollo, esto es, un país semiperiférico de perfil bajo (como cualquiera de América Latina en los años ochenta). La burguesía «realmente gobernante» desea la siguiente configuración social entre la población española: por una parte una una pequeña élite dirigente, una lumpemburguesía dependiente de otras burguesías internacionales (como la estadounidense, la alemana, la india, la china o algunas árabes), mientras una pequeña porción de clase media-alta (de un 15 a un 20% de la población) se encarga de la gestión del Reino. Después nos quedaría un 45-50% de asalariados ahogados cada día por llegar a fin de mes sin prácticamente poder de consumo, sin derechos y pagando por todo los servicios públicos privatizados, con alto desgaste humano en el trabajo y en el consumo (por la baja calidad del servicio de los oligopolios privatizados). Ello vendría acompañado de un aumento de la mortalidad junto a un descenso abrupto de todos los indicadores de bienestar para este sector. Para finalizar, entre sus planes quedaría dejar a un 35-40% de la población española viviendo en la pobreza más denigrante, muchos de ellos sin trabajo reglado, subsistiendo de la mendicidad, el trapicheo y la mafia. Esta es la hoja de ruta de la burguesía internacional dirigente en el Reino de España junto a sus muñecos del PPSOE, UPD y una parte de la élite dirigente de Izquierda Unida-PCE (que como sucedió con el colaboracionista recientemente fallecido Carrillo durante la Transición o II Restauración Borbónica, también tienen su papel de contención y gestión del descontento). Por supuesto, como colaboracionistas se encuentran también una parte sustancial de la dirigencia de UGT-CCOO que siguen vendiendo a los trabajadores por un «plato de lentejas» (o langostinos) junto a unas rayas de cocaína colombiana que le sirve la burguesía en sus yates varados en el Mediterráneo o en las amplias terrazas de un lujoso ático en Madrid o Berlín. El capital se acumula por nuevas zonas del mundo como Asia (India, China, etc) junto a ciertos países árabes y latinoamericanos, es por eso que otras zonas del mundo deben perder parte de la gestión del plusvalor mundial y España está entre ellas. Por ende, los asalariados en territorio español, «nacionales» e inmigrantes, pagarán el pato de esta relocalización viendo cómo aumenta su nivel de explotación mientras que el plusvalor que les extraen los burgueses no será devuelto en forma de rentas o préstamos, sino desviado a otras zonas del mundo para el consumo de sus habitantes (del mismo modo que antes pasaba al revés, con el flujo Latinoamérica-España por ejemplo).
Ante este escenario, si queremos cambiar las cosas, considero que lo mejor que podríamos hacer además de construir organizaciones de izquierda a la altura de las circunstancias (anticapitalistas, socialistas y democráticas, con altos niveles de formación y solidaridad entre sus miembros) sería hablar con la policía, antes y durante las manifestaciones, pero sobre todo antes. Tenemos mucho que decirles y no poco que escuchar. Haciendo un trabajo de pedagogía que les haga entender que tienen todo por ganar si se pasan a nuestro lado o al menos boicotean las órdenes que reciban de Interior mediante la desobediencia civil encubierta. Hagamos propaganda de nuestra visión de lo que debería ser una policía democrática, donde los mandos fueran elegidos democráticamente por el pueblo y los agentes. Donde pudieran seleccionar cuál es el mejor de los suyos para que la policía cumpliera su cometido loable, mientras su dirección no fuera reflejo de intereses polítiqueros, empresariales y mafiosos; reduciendo el salario de sus altos cargos y restaurando el salario a los agentes de la calle mejorando sus derechos laborales: reducción drástica de su jornada laboral, aumento de las prestaciones y las vacaciones, dotando a los agentes de incentivos por los objetivos sociales alcanzados y no los meramente punitivos.
Ser radical no es ser extremista, ni ser revolucionario es ser un partidario acrítico y atemporal de la violencia sin sentido. La razón está de nuestra parte. Extendámosla como la pólvora desde abajo sin pegar un solo tiro o lanzar una piedra, pues las primeras barreras que debemos superar son las naturalizadas en nuestras mentes por el sistema burgués. Por ejemplo, cuando los medios de comunicación nos pintan un escenario dividido entre «izquierdistas-perro flautas» vs «policías fascistas», etc., nos están desuniendo antes de que los antidisturbios y manifestantes se enfrenten en las calles. Ni todos los izquierdistas somos «perro-flautas» ni la mayoría de los policías españoles son fascistas, al menos no en este momento histórico concreto.
Carguémonos de amplitud de miras, hablemos más con los agentes, pasemos a muchos a nuestro lado mientras mejoremos nuestra política comunicacional con ellos durante las manifestaciones. Borremos de la mente las estrategias (y cánticos) provocadores/segregadores mientras aumentamos los esfuerzos por tenderles la mano. No hay nada más revolucionario hoy, ni nada que pueda dañar más a la burguesía y a los intereses reproductivos del capital, que destruir su monopolio de la violencia desactivando a sus ejecutores. Recordémosles que son asalariados como nosotros, personas como nosotros, con familias en las clases populares como nosotros. Y recordémoslo nosotros también. Lo que nos diferencie, no lo agrandemos; entendámonos y caminemos juntos por la senda hacia una sociedad verdaderamente democrática y socialista donde el desarrollo tecnológico nos sirva para vivir mucho mejor en lugar de para ser explotados por una élite capitalista como sucede hoy día. Élite parasitaria de banqueros y magnates que nos obligan a vivir con cada vez menos tiempo libre, sin poder dedicar el tiempo que queremos a nuestra familia, amigos o aficiones.
* Jon Juanma es el seudónimo de Jon E. Illescas Martínez, investigador y doctorando en la Universidad de Alicante y la Universidad Complutense de Madrid, en temáticas de geocultura, geopolítica, industrias culturales y análisis del sistema-mundo. Recientemente ha publicado el libro «Nepal, la revolución desconocida. Crisis permanente en la cima del mundo.» (La Caída, 2012). Es miembro crítico de Izquierda Unida y el Partido Comunista de España. También es artista plástico y creador del Sociorreproduccionismo Prepictórico.
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