Recomiendo:
0

El actor más relevante del terrorismo internacional

Fuentes: Rebelión

Generalmente, inducida por la industria cinematográfica hollywoodense y por los grandes consorcios de la información transnacionales, mucha gente tiene la impresión de que el terrorismo internacional es parte innata de la cultura e idiosincrasia de los pueblos del sur global (lo que antes se definía peyorativamente como tercer mundo), por lo que cualquier seguidor del Islam o cualquier nativo de Asia, África y América/Abya Yala/Améfrica Ladina podría acusarse de ser sus propiciadores, sin pruebas ni contemplaciones que las presentadas por Washington. Sólo bastaría señalarlos y poner en marcha la gran maquinaria propagandística y de falsas noticias a su disposición para crear a los malvados e implacables enemigos de los valores democráticos y del modo de vida del mundo occidental, es decir, de Estados Unidos y de sus subordinados de Europa; solo por el hecho de no obedecer ciegamente sus dictados imperialistas. Es lo que ha pasado con Palestina, Cuba, Nicaragua, Venezuela, Siria, Iraq, Corea del Norte, Irán, Yemen, Rusia y China; ahora en una escala mayor cuando Estados Unidos ataca a Irán por disposición del régimen sionista de Israel, orillando al mundo a una conflagración de proporciones nucleares que afectaría todo tipo de vida sobre la Tierra.

El ataque en Irán contra Fordo, Natanz e Isfahan -llevado a cabo sin la autorización del congreso estadounidense, la cual pudo concederse sin mucha alharaca, dado el ánimo belicista de las bancadas republicanas y demócratas- corresponde a un guión previamente establecido. No se puede obviar el ataque realizado hace unas décadas por Israel a una planta nuclear de Irán en construcción ni las reiteradas acusaciones vertidas por Washington y Tel Aviv sobre los propósitos iraníes de fabricar bombas atómicas destinadas a destruir a Israel y a otros vecinos hostiles de la región. El mismo viejo argumento sostenido contra Iraq bajo Saddan Hussein de tener unas armas de destrucción masiva que nunca aparecieron por ningún lugar, a pesar del empeño de las tropas yanquis por encontrarlas. Otra cosa más: a diferencia de Irán, Israel ha tenido el privilegio de no ser denunciado por poseer armas nucleares ni ameritar una supervisión oficial por parte de la Organización de las Naciones Unidas, a pesar de la certeza que existe sobre ello. Por eso el ataque tendría como uno de sus objetivos principales acabar con el programa de energía atómica de la nación islámica, aparte de asegurar el papel preponderante de Israel en esta materia (con sus bombas atómicas) y propiciarle un golpe humillante a Irán. Con esta decisión de Trump (obedeciendo a Benjamin Netanyahu), todo lo relacionado con la paz y el derecho internacional ha sido subordinado al uso de la guerra disfrazada de seguridad global. Es el viejo código supremacista de las potencias coloniales. Y así habrá que entenderlo.

Para Javier F. Ferrero, «El presidente (Trump) actúa como emperador, no como mandatario. Y al hacerlo, compromete no solo la paz internacional, sino la propia viabilidad democrática de su país. Porque una democracia que permite que un solo hombre decida cuándo y contra quién lanzar una guerra ya no es tal cosa: es una oligarquía armada hasta los dientes». Vistas así las cosas, el magnate convertido en presidente de la nación más belicista y racista del planeta ha hecho de sus acciones externas e internas algo que comienza a exceder la gestión del Führer Adolf Hitler en Alemania y parte de Europa. Pero esto no debiera causarnos sorpresa. La única manera en que Donald Trump concibe hacer grande nuevamente a Estados Unidos es sometiendo a todos los países del mundo a su entera voluntad, sin interferencias de potencias rivales como Rusia y China, menos de grupos alineados como los Brics, de los cuales es miembro Irán, lo que induce a pensar que la agresión militar contra dicha nación es también una agresión contra el antemencionado grupo. De ese modo, el inquilino de la Casa Blanca (que se cree y pretende ser rey) busca desacomodar el escenario internacional y reconfigurar la geografía según los intereses oligárquicos estadounidenses, cuestión que puso de manifiesto desde el inicio de su administración.

De acuerdo al análisis realizado por el filósofo ruso Aleksandr Duguin en relación con la guerra entre Irán e Israel, «La descolonización no es posible sin poder. El mundo no se equilibrará con conferencias, declaraciones y ruedas de prensa. Se equilibrará cuando el imperio occidental deje de sentirse seguro en su interior. Cuando sus fronteras sientan lo que sienten nuestras fronteras. Cuando sus ciudades dejen de estar a salvo de las consecuencias graves. Eso no significa convertirnos en agresores. Significa romper la ilusión de que la paz puede mendigarse a quienes se alimentan de la guerra. Eso es lo que debe suceder, no por conquistas, sino por equilibrio. Por cerrar el ciclo. Por la verdad». Además sostiene que los Brics debieran actuar como «Un eje de corrección. Un escudo del sur. El martillo del futuro. La columna vertebral de la resistencia global». Bajo tal premisa, habrá que esperar que Rusia y China, con poder de veto en el seno de la Organización de las Naciones Unidas, le pongan un freno a las pretensiones bélicas e imperialistas conjuntas de Estados Unidos e Israel; lo cual podría desencadenar una nueva guerra mundial si este freno implica una respuesta militar, dadas las tensiones y conflictos de estos gobiernos respecto a Ucrania y Taiwan,y si al contraataque iraní se suman Yemen, Pakistán y Corea del Norte (estas últimas con poder de fuego nuclear), como ya lo expresaran con antelación al ataque estadounidense. Por los momentos, la desinformación está a la orden del día, de modo que ella nos haga suponer y a justificar que el actor más relevante del terrorismo internacional es otro y no, como siempre lo ha sido, el imperialismo gringo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.